Entre la realidad y la utopía: el dramaturgo detrás de Sancho Panza
Con más de cinco décadas dedicadas a las tablas, el actor Luis Hernando Forero, conocido como “Poli”, contó detalles de su experiencia en el teatro con su papel en la obra El Quijote, que está en su última temporada, y habló de los matices de una carrera entregada a las artes.
Jorge Danilo Bravo Reina
¿Cuál es su historia en el teatro?
Bueno, me dicen Poli porque vivo en un barrio que se llama Policarpa; ese nombre me lo puso el maestro Santiago García cuando inicié en el grupo de La Candelaria. Voy a cumplir 53 años de estar activo como actor y músico. Algunas veces también hago escenografías, estoy bastante integrado a la a lo que es este grupo, que, a propósito, cumple 58 años este jueves 6 de junio, de los cuales yo llevo 50 años.
¿Cómo se inició en las artes?
Empecé en mi barrio, hacía teatro con un grupo y después en otras agrupaciones. En esa época hacíamos un teatro muy coyuntural, muy político. También estuve estudiando en la Escuela de Arte Dramático. Cuando llegué a La Candelaria, me involucré más en la obra artística, en asumir como profesión de mi vida el teatro. Con ellos estuve haciendo talleres y giras por Europa, desde entonces he sido parte integral de este grupo.
¿Qué recuerda de sus primeros años en el grupo?
En La Candelaria, la primera obra que vi fue La ciudad dorada, que fue la segunda creación colectiva del teatro y me cautivó mucho. Se trataba de la historia de una familia desplazada por la violencia, que llega a la ciudad, entonces esa fue la primera obra y a mí me impresionó. Eso determinó mucho lo que yo quería hacer en la vida.
¿Qué puede contar de la obra de “El Quijote”?
La montamos hace 25 años, fue escrita y dirigida por el maestro Santiago García y la codirección estuvo a cargo de Patricia Ariza. Esta semana estamos presentándola por última vez. Aunque es un hito del grupo, es una obra que ya cumplió su tiempo con nosotros. En El Quijote yo hago el papel de Sancho, heredado de Fernando Peñuela cuando él se retiró de la compañía, entonces yo entré a reemplazarlo haciendo mi versión de Sancho.
¿Qué ha caracterizado la obra durante esos 25 años?
Lo que más llama la atención es la utopía del ser humano que, a pesar de todas las adversidades, encuentra que quiere lograr sus objetivos. Por ejemplo, el ideal de Dulcinea, aunque exista o no, o el poder de soñar y de cumplir un deseo. Por otro lado, el lenguaje. El castellano es una lengua prestada, no es la propia de nuestra región, es un idioma que de alguna manera ha sido impuesto, pero que, curiosamente, en regiones como Boyacá, todavía se encuentran expresiones de esta herencia, como el “su merced”. Se trata de recuperar ese nacimiento de lo que fue el castellano aquí en nuestro entorno.
¿Qué dicen las personas de la obra?
En épocas anteriores, muy pocas personas tenían acceso a la lectura. Antes se reunían a escuchar relatos de Don Quijote en las tabernas o en las posadas. Esta obra, en particular, se presenta con mucha gracia. Por ello, el grupo quiso recuperar ese sentido del humor que es el que la hace vigente. Es usual ver al público muy conectado, la gente se suele conmover mucho y se ríen bastante.
¿Cuál es la anécdota que recuerda con más cariño?
Una anécdota es que la gente del público se identifica mucho con Sancho porque, al final, él es un campesino que no tiene la prosapia ni la facilidad de lenguaje que tiene don Quijote. Termina volviéndose como el idealista que quiere seguir las ocurrencias de don Quijote, esto produce una sensación de solidaridad, y, cuando termina la obra, el público se siente enternecido con esta propuesta.
¿Dónde está la inspiración para interpretar a Sancho?
En La Candelaria. Nosotros nos demoramos hasta dos años y medio trabajando todos los días, porque hay mucha investigación, hay mucho trabajo de campo y, necesariamente, la inspiración viene de un personaje como este. Sale de un campesino que puede ser de Boyacá o de Santander o llanero, uno encuentra la inspiración en el contexto cercano y cotidiano.
¿Podría mencionar su fragmento favorito de “Don Quijote”?
Es un libro en el que es posible gastar muchos días leyéndolo y tratando de comprender el significado de ese castellano de hace 500 años. También hay que conocer la filosofía de los poemas, como aquel en el segundo tomo que dice: “Busco en la muerte la vida, salud, en la enfermedad, en la prisión, libertad, en lo cerrado, salida y en el traidor, lealtad”.
Después de tantos años como actor, ¿cuál es su consejo para la creación artística?
Digamos que uno vive muy alienado con las redes sociales y tanta información que hay. Esto hace que la creatividad se deje llevar a imitar cosas de esa realidad virtual. Por otra parte, se ha perdido mucho la lectura; el hecho de sentarse a leer a Cortázar o García Márquez. Es necesario retomar este hábito para ser un productor de imágenes y personajes que vengan de la esencia del ser humano, y no solo de la realidad virtual. Con la creación propia se inventa un personaje imaginario, porque uno es un ser con determinadas circunstancias de nacimiento, vivienda y demás. Sin embargo, un personaje es aquel al que uno le presta su inteligencia, su cuerpo y su voz.
¿Cuál es su historia en el teatro?
Bueno, me dicen Poli porque vivo en un barrio que se llama Policarpa; ese nombre me lo puso el maestro Santiago García cuando inicié en el grupo de La Candelaria. Voy a cumplir 53 años de estar activo como actor y músico. Algunas veces también hago escenografías, estoy bastante integrado a la a lo que es este grupo, que, a propósito, cumple 58 años este jueves 6 de junio, de los cuales yo llevo 50 años.
¿Cómo se inició en las artes?
Empecé en mi barrio, hacía teatro con un grupo y después en otras agrupaciones. En esa época hacíamos un teatro muy coyuntural, muy político. También estuve estudiando en la Escuela de Arte Dramático. Cuando llegué a La Candelaria, me involucré más en la obra artística, en asumir como profesión de mi vida el teatro. Con ellos estuve haciendo talleres y giras por Europa, desde entonces he sido parte integral de este grupo.
¿Qué recuerda de sus primeros años en el grupo?
En La Candelaria, la primera obra que vi fue La ciudad dorada, que fue la segunda creación colectiva del teatro y me cautivó mucho. Se trataba de la historia de una familia desplazada por la violencia, que llega a la ciudad, entonces esa fue la primera obra y a mí me impresionó. Eso determinó mucho lo que yo quería hacer en la vida.
¿Qué puede contar de la obra de “El Quijote”?
La montamos hace 25 años, fue escrita y dirigida por el maestro Santiago García y la codirección estuvo a cargo de Patricia Ariza. Esta semana estamos presentándola por última vez. Aunque es un hito del grupo, es una obra que ya cumplió su tiempo con nosotros. En El Quijote yo hago el papel de Sancho, heredado de Fernando Peñuela cuando él se retiró de la compañía, entonces yo entré a reemplazarlo haciendo mi versión de Sancho.
¿Qué ha caracterizado la obra durante esos 25 años?
Lo que más llama la atención es la utopía del ser humano que, a pesar de todas las adversidades, encuentra que quiere lograr sus objetivos. Por ejemplo, el ideal de Dulcinea, aunque exista o no, o el poder de soñar y de cumplir un deseo. Por otro lado, el lenguaje. El castellano es una lengua prestada, no es la propia de nuestra región, es un idioma que de alguna manera ha sido impuesto, pero que, curiosamente, en regiones como Boyacá, todavía se encuentran expresiones de esta herencia, como el “su merced”. Se trata de recuperar ese nacimiento de lo que fue el castellano aquí en nuestro entorno.
¿Qué dicen las personas de la obra?
En épocas anteriores, muy pocas personas tenían acceso a la lectura. Antes se reunían a escuchar relatos de Don Quijote en las tabernas o en las posadas. Esta obra, en particular, se presenta con mucha gracia. Por ello, el grupo quiso recuperar ese sentido del humor que es el que la hace vigente. Es usual ver al público muy conectado, la gente se suele conmover mucho y se ríen bastante.
¿Cuál es la anécdota que recuerda con más cariño?
Una anécdota es que la gente del público se identifica mucho con Sancho porque, al final, él es un campesino que no tiene la prosapia ni la facilidad de lenguaje que tiene don Quijote. Termina volviéndose como el idealista que quiere seguir las ocurrencias de don Quijote, esto produce una sensación de solidaridad, y, cuando termina la obra, el público se siente enternecido con esta propuesta.
¿Dónde está la inspiración para interpretar a Sancho?
En La Candelaria. Nosotros nos demoramos hasta dos años y medio trabajando todos los días, porque hay mucha investigación, hay mucho trabajo de campo y, necesariamente, la inspiración viene de un personaje como este. Sale de un campesino que puede ser de Boyacá o de Santander o llanero, uno encuentra la inspiración en el contexto cercano y cotidiano.
¿Podría mencionar su fragmento favorito de “Don Quijote”?
Es un libro en el que es posible gastar muchos días leyéndolo y tratando de comprender el significado de ese castellano de hace 500 años. También hay que conocer la filosofía de los poemas, como aquel en el segundo tomo que dice: “Busco en la muerte la vida, salud, en la enfermedad, en la prisión, libertad, en lo cerrado, salida y en el traidor, lealtad”.
Después de tantos años como actor, ¿cuál es su consejo para la creación artística?
Digamos que uno vive muy alienado con las redes sociales y tanta información que hay. Esto hace que la creatividad se deje llevar a imitar cosas de esa realidad virtual. Por otra parte, se ha perdido mucho la lectura; el hecho de sentarse a leer a Cortázar o García Márquez. Es necesario retomar este hábito para ser un productor de imágenes y personajes que vengan de la esencia del ser humano, y no solo de la realidad virtual. Con la creación propia se inventa un personaje imaginario, porque uno es un ser con determinadas circunstancias de nacimiento, vivienda y demás. Sin embargo, un personaje es aquel al que uno le presta su inteligencia, su cuerpo y su voz.