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“No te muestran cómo es la violencia psicológica, hasta que la vives”: Erika Ortega

Hasta el 1 de octubre se está presentando “Malsano” en La Ventana Circo. La obra, que es dirigida y protagonizada por Érika Ortega, explora el tema de la violencia psicológica.

Danelys Vega Cardozo
26 de septiembre de 2022 - 11:00 a. m.
Erika Ortega, directora de La Ventana Circo
Erika Ortega, directora de La Ventana Circo
Foto: El Espectador - Óscar Pérez

¿Por qué se interesó por crear una obra relacionada con la violencia psicológica?

Desde el año pasado empecé a indagar un poco en temas de género, porque el circo es patriarcal, el hombre es primero: él es quien negocia, quien decide qué y a quiénes quiere, y la mujer siempre está detrás (…) De ahí, en enero leí en Twitter la historia de Laura, una colombiana que lleva desde hace cinco años un caso de diferentes violencias a raíz de la convivencia con un alemán. Este caso me impresionó mucho por el nivel de detalle que leí, en donde veía que ella había perdido su identidad, su capacidad de trabajo y el contacto con su familia. Tampoco podía salir, la dejaban encerrada y él le daba comida cada cierto tiempo. Entonces, empecé a pensar que la violencia psicológica es un flagelo muy duro, que básicamente te deja sin voz, sin poder hablarlo, porque lo que haces es perder la capacidad de tener opinión: tú ya no crees en lo que piensas, dudas todo el tiempo de tu capacidad. Todo eso me pareció muy fuerte y me pareció completamente pertinente que la próxima creación abordara un tema que justamente quieren callar, porque los seres humanos que sufren violencia psicológica —porque no es solo un tema de género—, lo que hacen es silenciarse y sufrir la cadena de no tener la capacidad de decidir sobre su propia persona. Por eso fue por lo que decidí crear Malsano.

Usted menciona que de una u otra forma es el hombre quien termina decidiendo por la mujer en el ámbito del circo, pero ¿qué responsabilidad tienen las mujeres para que esto sea así?

Tiene mucha responsabilidad y yo creo que lo que estamos haciendo con Malsano es un poco ayudar a incentivar esa capacidad de discernir que tenemos los seres humanos, pero que a algunas personas se les duerme frente a casos como, por ejemplo, el maltrato. Todos nacemos con esa capacidad, solo que dependiendo de los entornos en los que crezcamos, llámese familia, comunidad, etc., vamos a poder desarrollar mayor o menor capacidad; por ejemplo, de pensamiento crítico o de una autoestima que pueda proteger mi salud emocional y mental. Yo pienso que muchas mujeres del circo tienen miedo de decir lo que realmente piensan y aguantan mucho maltrato, ya sea por el carácter que tienen o por los sueños de éxito, de salir adelante, pero a cambio de qué (…) Yo creo que es un tema cultural que no se habla, un tema de miedo, de la incapacidad de tomar decisiones. Entonces, con Malsano también estamos haciendo prevención, porque nadie a ti te muestra cómo es la violencia psicológica hasta que la vives.

Usted decía hace algunos minutos que la violencia psicológica no es un tema de género, y, de hecho, los hombres también pueden llegar a padecer esta problemática. Sin embargo, en el caso de ellos pienso que es un tema que casi no se habla, incluso a algunos les da hasta vergüenza mencionarlo. ¿Por qué cree que sucede eso?

Yo creo que hay una cosa muy arraigada en todos nosotros: creemos que el amor todo lo puede, que todo lo soporta. Desde pequeños, desde los círculos más íntimos, que es la familia, estamos viendo una forma de relacionarnos malsana. Entonces, yo creo que esto es un tema de empezar a educar a las familias, a los hogares, a los niños, en que ese tipo de relacionamiento está muy mal. Creo que la gente, sea hombre o mujer, pone el valor, el afecto por el otro, el enamoramiento, en lugares erróneos; siempre ponen el amor como afuera, no parten como de un amor propio, que quiere compartir y construir con el otro. Y ahí se empiezan a generar unos lazos de dependencia que sí o sí resultan en una relación malsana, porque ya no eres tú por ti mismo, sino por las cosas que haces por, con o para el otro. Ya tú no te miras al espejo y te agradas o desagradas, sino que tu opinión empieza a perderse, así que le preguntas al otro: ¿Cómo me veo? ¿Te gusto así? Entonces, comienzan a buscar en el otro la forma de tomar decisiones para su vida.

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De pronto buscan en los demás eso de lo que carecen…

Sí… lo que no se tiene, lo que lo hace sentir seguro, pero eso es un tema de autocuidado, de afecto, de aceptación propia. Cuando tú estás débil adentro, es muy fácil que caigas en relaciones malsanas, en donde te empiezan a violentar psicológicamente, dado que no tienes esos pilares bien desarrollados. Entonces, muestras debilidad, altos grados de dependencia e incapacidad para tomar decisiones (…) Y hay otro tema: existen personas que creen que van a salvar al mundo y a la gente con la que se meten, entonces piensan “no importa cómo haya sido, sé que conmigo va a cambiar”, pero nadie cambia a un adulto. Tenemos es la posibilidad de criar niños con sanas formas de relacionarse, pero el adulto cambia si quiere.

Exacto, lo máximo que podemos hacer es cambiarnos a nosotros mismos. De resto, cada quien cambia si quiere, si tiene la voluntad de hacerlo…

Exacto, de resto nadie va a cambiar por otra persona. Entonces, ahí yo les digo que se les desarrolla “el síndrome de rehabilitar gamín”. ¿Por qué quieres cargar con la desgracia y con alguien que ya tiene un montón de problemas? Yo conozco a alguien así y salgo corriendo, pero hay mujeres o hombres que eso les parece atractivo: entre más problemas, entre más dificultades como que piensan que hay mayor pasión en la vida. Eso es muy complicado, porque quieren estar todo el tiempo en unos desgastes psicológicos y emocionales muy fuertes (…) Yo creo que es un tema difícil, en donde la gente no sabe en qué momento parar y salir de esas relaciones.

¿Por qué cree que la gente permanece en relaciones en donde saben que están siendo maltratadas?

Algunos porque ese mismo daño psicológico que le ha hecho esa pareja, le ha inculcado pensar que eso es lo mejor que puede tener, que afuera de esa relación no va a tener nada y va a estar sola y peor, y es incapaz de tener otra forma relacionarse (…) Lo primero con lo que acaban es con tu autoestima, cuando uno no tiene autoestima no es capaz de dar el paso al lado, no hay algo que te haga decir “no más”. Entonces, permite y permite pensando en que no va a volver a suceder eso, así que les cuesta tomar la decisión de salir de ahí. Y cuesta también salir porque sienten una gran vergüenza: tienen pena de reconocer el círculo vicioso en el que están y han caído. También, hay mujeres o hombres que dejan de trabajar, entonces ya están dependiendo económicamente del otro, así que prefieren vivir como “tacitas de oro” y guardadas en un armario, que teniendo su libertad y valiéndose por si mismas, dado que les gusta la comodidad.

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Me decía hace algunos momentos, por así decirlo, que le huye a las relaciones “malsanas”, pero ¿usted ha sido víctima de violencia psicológica?

Yo directamente no, pero mi mamá estuvo con un malsano, que fue mi papá. Desde que estaba embarazada de mí hasta que yo tenía cuatro años estuvo con él y si no es por una tía, que va y nos rescata de Cúcuta, quién sabe que hubiese pasado con nosotras dos (…) Siempre chocaba con mi mamá, porque además yo tenía un amor profundo por mi papá, sin saber los hechos que de verdad acontecieron a mi alrededor. Cuando monto la obra y llego a mi casa, en estos días que estaba a punto de estrenarse, tengo un “flashback” del momento final de la obra, que es muy fuerte, en donde veo a mi mamá. Entonces, empiezo a silenciarme y decir: “mi papá fue un malsano”, y caigo en un profundo dolor y digo “yo he reaccionado en todo este tiempo como una indolente con mi mamá” (…) Y ahí me doy cuenta de que todos en algún momento hemos tenido un malsano en nuestras familias, en nuestras vidas. Por fortuna, yo no tengo eso en mis recuerdos porque era muy pequeña y nunca he tenido una relación malsana, pero mi madre sí. Ella nunca volvió a enamorarse, y aunque mi papá falleció hace seis años todavía lo odia. Yo tengo la misma cara que mi papá, entonces hay problema porque ella ve en mí a él, pero nunca había sido capaz de entenderlo.

¿Cree que eso que sucedió entre sus papás le ha permitido distanciarse de relaciones malsanas?

Yo sí creo. Pienso que me formó un carácter en donde no negocio muchas cosas. Eso me permitió tener una capacidad de trabajar mucho en mi autoestima y en mi forma de ser, que también me ha servido como directora en el mundo del circo.

¿Y piensa que también ese suceso con su familia la influyó hacia el camino del activismo?

Sí, también creo eso. A mí me dio muy duro que mi mamá nunca volviera a enamorarse. Y sentirle el odio profundo hacia los hombres era una cosa muy loca: ella prefirió la soledad a volver a enamorarse. Entonces, fíjate cómo algunas mujeres tienen la resiliencia para pararse, sacudirse y decir: “con este no más, pero ¿por qué no volverse a enamorar?” A mí eso me parece como castrarse… Para mí el amor no tiene nada que ver con lo malsano, pero hay personas que como viven lo malsano, enredados en el amor, creen que la naturaleza del amor es el dolor.

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Claro, porque es lo único que conocen…

Y lo conocieron tan mal y tocaron tanto fondo que quedaron curados, y de ahí prefieren condenarse a vivir en soledad, que volverse a enamorar. A mí me dio mucho dolor que mi mamá nunca pudo rehacer su vida y ver que le cogía fobia al amor, un sentimiento tan hermoso. Yo siento que sí quedó esa marca de mi familia, en donde yo no paso media en mis relaciones, yo no negocio esas cosas que quizás a mí me recuerdan o me dan un brote de violencia o de menosprecio o de “yo soy más que tú” (…) Quedé muy cruzada y choqueada, y todavía me da mucho pesar que mi mamá viva sola y que esté empezado una vejez sola.

¿Quizás siente un poco de culpa?

No, culpa no siento, porque yo tenía cuatro años. Me da es impotencia que nunca pude convencer a mi madre de algo diferente. Y aunque fue hace cuarentas años que le sucedió eso, ella todavía guarda ese mal recuerdo. Que fuerte no poder superar una situación después de que te separas y esa persona se muera, que todavía sigas conservando ese sentimiento de odio y rencor.

Su papá falleció hace seis años y su mamá aún le guarda rencor, ¿y usted?

Yo tuve el proceso al revés: ahora es que estoy sintiendo un gran rencor por él. Yo no tuve la culpa de lo que sucedió, pero no fui muy empática con mi mamá con el tema, así que ella sentía que yo estaba muy del lado de mi papá y eso debió ser muy “berraco”. Entonces, estoy en ese proceso: me estoy permitiendo odiar a mi papá.

¿De qué le sirve odiar a su papá?

Yo creo que eso no sirve para nada. Yo pienso que, para hacer el trabajo de recuperar tu valor, uno debe permitirse odiar a alguien en algún momento, no toda su vida, pero debes permitirte imaginarlo, quemar las cartas, hacer un trabajo de duelo, realizar un proceso terapéutico. Pero yo creo que no está bien albergar odio por tiempos amplios en tu cabeza y en tu corazón, porque eso te enferma y te cierra las posibilidades de poder tener una nueva relación, ya que todavía estás muy enganchado con el dolor, con lo que te hicieron. Hay personas que lo sueltan de diferentes maneras: haciendo ejercicio, pintando, cosiendo, contando historias, pero lo importante es que lo puedas soltar. Entonces, yo creo que sentir rencor o ira es parte de una emoción y lo tienes que sentir para tu trabajo de duelo, no te puedes quedar ahí, pero me parece un momento sanador permitirse odiar a una persona mientras estás cerrando ese ciclo.

Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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