“Freedom”: una discusión sobre la libertad y las tensiones a su alrededor
La libertad es un ejercicio de pensamiento y de racionalidad que ha llevado a la conclusión de que todos los seres humanos son libres e iguales. Sin embargo, la ejecución de dicha idea es compleja. “Freedom”, el más reciente libro de Sebastian Junger, discute las tensiones y contradicciones que existen alrededor de dos valores centrales de la humanidad: la libertad y la vida en comunidad.
María José Noriega Ramírez
Corre, pelea y piensa son los tres estados desde los cuales Sebastian Junger, escritor y periodista estadounidense, reflexiona sobre la libertad y la vida en comunidad, dos valores transversales para la humanidad. La tensión entre la libertad personal y el bienestar colectivo, entre el nomadismo y el sedentarismo, entre la asimetría de los conflictos y la guerra, entre la inequidad frente a la repartición de la riqueza, la tasa de mortalidad y la vida en democracia, según el autor, da luces sobre cómo se relacionan las personas con la libertad, aquello que se piensa y se anhela, y que en la práctica, en el día a día, se enfrenta a múltiples contradicciones y obstáculos. “A lo largo de la historia, los humanos hemos sido impulsados por la búsqueda de dos ideales: la comunidad y la libertad. Los dos no coexisten fácilmente. Nosotros valoramos la individualidad y la autosuficiencia, y a pesar de ello somos absolutamente dependientes de la comunidad para suplir nuestras necesidades más básicas. En este libro, Sebastian Junger examina la tensión que se encuentra en el corazón de lo que significa ser humano”, se lee en la presentación del libro.
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Corre, pelea y piensa son los tres estados desde los cuales Sebastian Junger, escritor y periodista estadounidense, reflexiona sobre la libertad y la vida en comunidad, dos valores transversales para la humanidad. La tensión entre la libertad personal y el bienestar colectivo, entre el nomadismo y el sedentarismo, entre la asimetría de los conflictos y la guerra, entre la inequidad frente a la repartición de la riqueza, la tasa de mortalidad y la vida en democracia, según el autor, da luces sobre cómo se relacionan las personas con la libertad, aquello que se piensa y se anhela, y que en la práctica, en el día a día, se enfrenta a múltiples contradicciones y obstáculos. “A lo largo de la historia, los humanos hemos sido impulsados por la búsqueda de dos ideales: la comunidad y la libertad. Los dos no coexisten fácilmente. Nosotros valoramos la individualidad y la autosuficiencia, y a pesar de ello somos absolutamente dependientes de la comunidad para suplir nuestras necesidades más básicas. En este libro, Sebastian Junger examina la tensión que se encuentra en el corazón de lo que significa ser humano”, se lee en la presentación del libro.
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Tomando la historia y la antropología, recorriendo los ferrocarriles desde Washington hasta Baltimore, y llegando a Filadelfia, Junger reflexiona sobre el estilo nómada de las sociedades antiguas. “El movimiento nómada de todo tipo, aparentemente, no es visto como una necesidad onerosa, sino como algo saludable y deseable en sí mismo”, afirma el antropólogo James Woodburn. “Más importante aún es la forma en la que dichos arreglos son subversivos para el desarrollo de la autoridad. Los individuos no están atados a áreas determinadas (…) y son capaces de moverse sin dificultad y en cualquier momento”, añade el pensador. Por ello, en parte, se entiende que Paolo Ognibene, estudioso del nomadismo, afirme que “el mundo sedentario siempre ha mirado al mundo nómada con una combinación de suspicacia y envidia”, pues los nómadas se mueven libremente a través de un territorio que nunca llegan a controlar, mientras que las sociedades sedentarias controlan tierras muy difíciles de abandonar. Ejemplo de ello son los grupos Yahi y Apache, que trataron de protegerse de la invasión y el sometimiento estando en constante movimiento, lo que permitió que catorce generaciones del segundo grupo permanecieran autónomas, por lo menos hasta la llegada de los aviones y los automóviles. “Nada de esto pudo haber sucedido sin la singular habilidad que tienen los seres humanos de recorrer grandes distancias a pie”, afirma el periodista.
Así como el libro relaciona la libertad y la capacidad de algunos pueblos pequeños de escapar de la dominación de grupos más fuertes, Junger también explora en su narración la relación entre libertad, conflicto, guerra y violencia, tomando la frontera con Canadá como un ejemplo para ello. Allí, según él, la libertad, en siglos pasados, era un espejismo: “entre más cerca se estuviera de ella, mayor peligro existía y más necesarios eran los vecinos para sobrevivir, lo que significaba obedecer sus reglas y no las del gobierno”. Así, la libertad y la seguridad se movían en un continuo en el que si se obtenía más de un lado, se obtenía menos del otro. Algo similar ocurre con los miembros de las pandillas callejeras. Los Vice Lords, una de las más grandes y antiguas de Chicago, funcionaba en los años 60 bajo un sistema de lealtades. En un contexto de extrema violencia, como el que atravesaba la ciudad en ese entonces, varios jóvenes se refugiaron en la organización, ya que pertenecer a un grupo con control territorial era sinónimo de supervivencia. Según el antropólogo Lincoln Keiser, quien se adentró en la pandilla para conocerla de primera mano, todo miembro entraba a la agrupación luego de involucrarse en una pelea en la que estuviera participando otro miembro de la organización. La recompensa por hacerlo era de doble vía: se estaba a salvo de las otras pandillas y se obtenía un trato equitativo dentro de la propia, mientras que si no se cumplía con el reto, aquel que fallaba era abandonado en zonas controladas por grupos rivales.
La palabra freedom viene de vridom, que en lengua germana medieval significa “amado, y que refleja la idea de que solo las personas que pertenecen a nuestro grupo más inmediato son dignas del derecho a ser protegidas”, cuenta Junger. Así, los de fuera, los que no pertenecen, podían ser torturados y esclavizados, como en efecto ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad. Por eso, según cuenta el periodista, “el valor de la libertad nació del hecho de que los más libres, en la mayoría de los casos, eran los más belicosos”. Y es que la garantía de los derechos de los vencidos no empezó a sonar sino hasta mediados del siglo XVII, cuando Hugo Grotius intentó regular la guerra bajo el pensamiento de que “los hombres no deben creer que nada es permitido, o que todo lo es”. Con este jurista, al parecer, nació la idea de la libertad personal como un derecho extendido de los poderosos hacia los débiles. La base de dicha concepción fue la Ley natural: si los seres humanos son creaturas de Dios, si son producto de él, todos tienen derechos, entre ellos la libertad, que no se les pueden arrebatar. Sin embargo, esta concepción ha sido fácil de desafiar. Los gobiernos y los ejércitos han tenido la capacidad de deshumanizar a quien está a su alrededor. Un ejemplo: Andrapodon, como denominaban los griegos a los esclavos, significa “animales con pies de hombre”. “Una vez se ha deshumanizado al otro a este nivel, no hay por qué preocuparse por matar o esclavizar a los hijos de Dios, porque los verdaderos hijos de Dios están, supuestamente, en tu tribu o en tu clan”, dice Junger.
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La libertad, según relata el periodista en su libro, es un ejercicio de pensamiento y de racionalidad que ha llevado a la conclusión de que todos los seres humanos son libres e iguales. Sin embargo, la ejecución de dicha idea es compleja. En un mundo donde las desigualdades, la pobreza y las tasas de mortalidad varían entre países y entre sociedades, y aunque el periodista menciona que estos factores están estrechamente relacionados con la libertad, el escritor William Finnegan, en el artículo What Does ‘Freedom’ Really Mean?, hace una crítica a lo escrito por Junger: “Estas formulaciones - ‘levántate o sométete’, ‘insiste en tu autonomía’ - rayan en el olvido. Sí, vivimos en un mundo de leyes, trabajo pesado, interdependencia. Pero también vivimos en un mundo plagado de injusticias reales y, como cualquier concepto, la libertad siempre es contextual. La mayoría negra en el apartheid de Sudáfrica, la oposición democrática en Rusia hoy, los estadounidenses que luchan por expandir los derechos de voto: todos han tenido que luchar por una visión compartida de la libertad que sea contingente, social, multivalente, moderna. Estos significados parecen quedar fuera de la investigación”.
La construcción del ferrocarril en Estados Unidos, que puso en disputa la libertad de maximizar la prosperidad de la nación con la libertad individual de poseer y controlar un pedazo de tierra, las protestas de las mujeres inmigrantes en Lawrence, Massachusetts, en 1912, y el posterior descontento social de los trabajadores del acero en Pittsburgh, Pensilvania, que en su mayoría también venían de otros países, y a quienes se les privó de la posibilidad de reunirse y de asociarse, dada las exigencias de las compañías de acero al gobierno, son ejemplos de las tensiones que han existido alrededor de la libertad. Y es que “el problema central de la libertad humana es que los grupos que están bien organizados para defenderse de los demás también están preparados para oprimir a los suyos. El poder es tan fácilmente abusado, que se podría decir que su concentración es antitética a la libertad”, afirma Junger. De ahí se entiende que el periodista reconozca que la democracia, aún con sus falencias, es un intento de mediar y construir un balance entre dichos extremos.