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Freud, el psicoanalista convertido en marioneta

“La increíble historia de la nariz del Dr. Freud”, obra de teatro de títeres basada en un cuento de Nikolái Gógol, se presentará este 20 de octubre a las 7:00 p.m., en la Libélula Dorada.

Danelys Vega Cardozo
19 de octubre de 2022 - 12:00 p. m.
Iván Darío Álvarez es el guionista de "La increíble historia de la nariz del Dr. Freud".
Iván Darío Álvarez es el guionista de "La increíble historia de la nariz del Dr. Freud".
Foto: El Espectador - Óscar Pérez
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En “La increíble historia de la nariz del Dr. Freud” el protagonista lucha contra sí mismo. Este componente es quizá la historia de la humanidad…

La obra está basada en algunos aspectos biográficos de Freud relacionados con los experimentos que realizó con la cocaína, debido a que quería, de alguna manera, revolucionar la medicina. Entonces, él realizó investigaciones sobre cómo los indígenas utilizaban la hoja de coca para superar condiciones físicas, como la fatiga e incluso el hambre. Debido a lo anterior, dedujo que podría ser utilizada con fines terapéuticos. Él experimentó consigo mismo y fue haciendo anotaciones científicas, y también pensó que la cocaína podría formularse para superar la adicción a la morfina. Sin embargo, cuando un amigo suyo se volvió adicto a la cocaína, hasta el punto de morir de una sobredosis, después de Freud habérsela recetado para combatir la adicción a la morfina y los dolores que le causaba una infección, se dio cuenta de que en realidad estaba desatando un flagelo contra la humanidad. Entonces, con respecto a lo que mencionas, los seres humanos no estamos exentos de contradicciones. Las creaciones que hacemos tanto en el arte como en la ciencia pueden ser como un bumerán que se devuelve contra uno. Por ejemplo, Einstein descubrió lo que podría ocasionar la bomba atómica, lo que finalmente se volvió una amenaza para la humanidad.

Uno no sabe con qué finalidad termine utilizando la gente las creaciones que uno realiza…

Sí… nadie está exento de contradicciones. (…). Freud también buscaba congraciarse un poco con Martha, quien fue luego su esposa, porque él era una persona de clase media, sin muchos recursos, y quería casarse con ella, así que vio que a través de esas investigaciones con la hoja de coca podría hacer un descubrimiento maravilloso que lo llevara a ganar dinero. Para ese momento, él todavía no se había adentrado a explorar en el psicoanálisis, que fue lo que lo terminó catapultando a la fama y convirtiéndolo en uno de los hombres más famosos del siglo XX. Finalmente, la cocaína sí se aplicó para fines terapéuticos, pero más que todo como sedante, ya que se la recomendó a otros amigos para que la emplearan de esta forma durante las operaciones en los ojos, así que esos médicos terminaron volviéndose famosos. Estas son las paradojas de la vida: “Nadie sabe para quién trabaja”.

¿Y de dónde proviene ese interés suyo por Freud?

Por la fascinación que me producen los grandes hombres como Freud, quien revolucionó el conocimiento de la mente humana. Él planteaba, por ejemplo, que no solo existía el consciente, sino también el inconsciente, creía que muchas de las conductas humanas se podrían explicar a partir de esa caja oscura. Asimismo, hizo exploraciones en torno a las pulsiones y cómo inciden en la vida del ser humano. Por ejemplo, el Thanatos, la pulsión de la muerte, o el Eros, la pulsión de la vida. Pienso que el teatro de alguna manera igual explora todos los conflictos del ser humano, por eso me parece que Freud le aporta mucho al teatro, sobre todo porque muchas de sus teorías las dedujo a partir de las lecturas que realizaba de los trágicos griegos. Él era también un lector apasionado del teatro antiguo y de Shakespeare, y para una persona del teatro tener como punto de partida a este dramaturgo y a los trágicos griegos es muy importante, porque son grandes hombres de este tipo de arte.

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Entonces, ¿qué puede aportar a la sociedad una obra que tenga como protagonista al padre del psicoanálisis?

Básicamente, esta obra es como un divertimiento, que llamó catarsis psíquica, y es una parodia del dramaturgo Alfred Jarry, quien se inventó la patafísica, una ciencia que explora las soluciones imaginarias, relacionadas con la fantasía. De alguna manera, Freud explora la fantasía del ser humano a nivel psíquico. Entonces lo que hago es un juego de palabras entre “patafísica” y “patapsíquica”. La obra es importante porque pone en escena a uno de los grandes hombres de la humanidad y muchas veces la gente desconoce todas esas exploraciones que realizó con respecto a la cocaína. Esta sustancia se ha vuelto como una especie de tabú, porque hay un gran conflicto sobre si se deben o no legalizar las drogas. Es como poner sobre el tapete un viejo problema de la humanidad y que grandes hombres como Freud han explorado. La sexualidad es otro de los tabús en los que se centra la obra, pero de una manera divertida. Entonces, la obra es una exploración de cómo la droga y los celos van atomizando a la gente.

Es decir, que aquí se explora de alguna manera las consecuencias de la adicción a las drogas…

Sí… Finalmente, la adicción a las drogas conlleva a la disolución del yo, porque ya no eres dueño de ti, sino que te conviertes en esclavo de la droga. Lo mismo pasa con los celos, que te pueden llevar a perder el control sobre ti, en particular, cuando son fantasiosos.

Con respecto a lo que acaba de mencionar. ¿Considera que el adicto conserva su libertad? ¿Todavía tiene capacidad de elección?

Es problemático, porque una vez que te instalas en ese tipo de adicciones lo que más cuesta es salir. Tomar ese camino peligroso es una elección que la gente hace, del que algunos logran salir, pero otros no. Y es que escapar de ese flagelo no es tan fácil, sobre todo por la abstinencia que se produce en quienes intentan dejar las drogas, entonces la gente sufre mucho. Finalmente, todo eso es “una temporada en el infierno”. Lo paradójico es que la gente que elige las drogas pareciera que optarán por el paraíso, pero terminan en el infierno. Estas sustancias tienen unas sensaciones muy agradables al comienzo, pero después se vuelven todo lo contrario.

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Usted hablaba hace algunos minutos sobre el inconsciente y cómo las acciones humanas se podrían explicar a través de él… un pensamiento que llevó a que Freud se ganara el título de “determinista”, pues dejaba a un lado la libertad del hombre…

En la obra no ahondamos en el psicoanálisis, sino en la vida de Freud. Sin embargo, estoy de acuerdo contigo porque es cierto que era muy determinista; todas esas personas ligadas a la ciencia como que establecen leyes y principios que parecen infalibles, pero no es así. Por ejemplo, Freud era muy pesimista en cuanto al ser humano, porque veía en él unas pulsiones destructivas que eran difíciles de manejar, entonces creía que solo a través de la cultura podría superar todas esas fuerzas oscuras que lo gobiernan; su tendencia a la autodestrucción. Otras corrientes psicológicas que han surgido han controvertido los postulados de Freud. Finalmente, esa categoría del inconsciente no es muy clara, pero él la defendió a escapa y espada y creó una escuela, que fue ganando adeptos, quienes se encargaron de seguirla defendiendo. Entonces, el psicoanálisis es interesante, pero también debatible. En nuestra obra no hay una apología a Freud, sino que, de alguna manera, es un poco irreverente o iconoclasta.

En la obra, Martha, la futura esposa del Dr. Freud, termina siéndole infiel, porque, según ella, su cónyuge ha perdido aquello que ella amaba como su olfato. ¿Por qué cree que los seres humanos tendemos a condicionar el amor?

Yo creo que hay dos cosas muy importantes en la vida del ser humano: el amor y el trabajo. Generalmente, vivimos insatisfechos en ambas áreas; nunca estamos contentos con lo que tenemos. Entonces, si estamos solos, deseamos estar con alguien; si estamos con alguien, queremos estar solos. Si tenemos trabajo, sufrimos por exceso de trabajo, pero cuando estamos descansando nos hace falta el trabajo. Entonces, el ser humano pareciera que nunca está feliz, porque le cuesta mucho estar sereno. Además, la vida contemporánea le exige bastante con este “culto al yo”, en donde todos tratamos de que nos admiren; hay mucho narcisismo en la sociedad contemporánea. De alguna manera Freud es un reflejo de eso: todo el mundo necesita que le den likes para que lo admiren o incluso lo envidien.

Un “culto del yo” que quizá es para otros, pero nunca para uno…

Seguro… Pienso que el ser humano padece de esa enfermedad de egopatía; muy condicionado también por la tecnología, porque eso está generando un individualismo extremo, una especie de tiranía del yo.

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¿Y cómo salir de ahí?

Creo que esto se logra a través del desapego; de la renuncia, y ser consciente de que uno es una gota mínima en el universo: tan diminuto como para considerarse el ombligo del mundo, más bien hay que pensar, como decía Rimbaud, “yo soy otro”. Entonces, uno se debe a los demás en la medida en que uno relativice su “yo” y aprenda a estar solo, porque de esa manera vamos a poder estar bien con los demás. Aunque no siempre se logra; es una lucha permanente.

Todos quizá estamos en ese camino…

Sí… Hay filosofías orientales como el taoísmo y el budismo, en donde el foco en uno mismo se diluye. Cuando la gente se centra en sí misma lo que hace es volverse obsesiva, por eso, existen prácticas como la meditación que ayudan a no rendirle tanto culto al “yo” o a la mente, que también está llena de angustia.

Sí, porque, de una u otra forma, uno puede ser su propio amigo o enemigo…

Sí, uno también se hace zancadilla todo el tiempo, porque se vuelve víctima de sus propias obsesiones.

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En la obra, Freud logra separar su mente de su cuerpo. ¿Qué tan probable es esto en la realidad? Porque se ha demostrado que el cuerpo y la mente son una unidad.

Sí, son una unidad… Pero, en realidad, en la obra lo que hacemos es fragmentar el cuerpo de Freud, algo que es simbólico porque es posible ver cómo se va diluyendo como persona, debido a que se va atomizando por sus celos; Martha es la que se va apropiando poco a poco de todos sus órganos incluyendo su pene, algo que es muy divertido en la obra. Eso no se podría hacer en teatro: mostrar cómo se atomiza el cuerpo de una persona, como se separa la nariz de la cabeza, las manos y las orejas, etc.

¿Y de dónde surge ese interés suyo por los títeres?

A través de la historia, el ser humano siempre ha representado el cuerpo humano por medio de muñecos, e incluso en muchas mitologías la aparición del hombre empieza con un mito. Por ejemplo, en la religión católica, cuando Dios crea al hombre, lo moldea a imagen y semejanza, pero partiendo de un muñeco en arcilla; esto mismo se repite en muchas culturas, en donde los dioses hacen un muñequito, ya sea en madera o en otros materiales, y le infunden la vida. De alguna manera, el ser humano es también un muñeco. Entonces, es muy bonito ese mito de que los muñecos son criaturas fantásticas que nacen del reflejo del ser humano. Desde que conocí los títeres, me pareció que están dotados de mucha magia, fantasía; a través de los muñecos se pueden crear universos muy bellos, en donde ellos pueden cobrar distintas formas y dimensiones, así que eso le da una cantidad de posibilidades plásticas al teatro de títeres. Por eso, este tipo de teatro posibilita la creación de universos en donde hay una poética del espacio y se puede transcribir el mundo cotidiano. También, es representar el milagro a través de los títeres: la vida.

Pero, ¿qué tanto se valora el trabajo del titiritero en Colombia?

El teatro de títeres en el mundo, no solo en Colombia, de alguna manera ha sido marginal: siempre ha estado a la sombra del teatro tradicional. Muchas veces la gente ve el teatro de títeres como el hermanito pequeño del teatro, e incluso como el hermanito bobo. Antiguamente, el teatro de títeres se hacía en las plazas públicas, así que era para todo el mundo. Poco a poco los niños se han ido apropiando de este tipo de teatro y eso lo ha puesto en una condición marginal, porque los niños son marginados no solo en lo social, sino también en lo cultural. Si uno ve a las grandes compañías de teatro, se da cuenta que son pocas las que hacen obras infantiles; esa labor la han hecho los titiriteros. En esta cultura se considera más importante lo que se hace para lo adultos que para los niños, porque se tiene esa concepción que eso va ligado al facilismo, ya que se consideran a los niños como retrasados mentales; no hay respeto hacia ellos. Estoy convencido de que si una obra de teatro infantil está bien hecha puede ser tanto para los niños como para los adultos. Además, es una mentira que los adultos superamos la infancia: nunca dejamos de ser niños, sobre todo, cuando nos ponemos a soñar, crear y jugar. Los niños son espectadores muy emotivos, no tan racionales como los adultos, así que se involucran más en las historias.

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Sí, lo racional, algunas veces, nos puede alejar del “disfrute” …

Si, del placer… El niño, en ese sentido, disfruta no solo con la mente, sino también con el cuerpo: grita, se emociona y le habla a los personajes; casi que quisiera estar en el centro de la acción.

Danelys Vega Cardozo

Por Danelys Vega Cardozo

Comunicadora social y periodista de la Universidad de La Sabana con énfasis en periodismo internacional y comunicación política, y un diplomado en comunicación y periodismo de moda. Perteneció al semillero de investigación Acción social y Comunidades, bajo el proyecto Educaré.danelys_vegadvega@elespectador.com

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