Gabriela Cabezón: “Mi educación sentimental y ética está construida por libros”
La escritora argentina, una de las invitadas al Hay Festival de Cartagena, habló sobre su novela “Las niñas del naranjel”, historia inspirada en Catalina de Erauso, la Monja Alférez del siglo XVI.
Andrés Osorio Guillott
Muchas de las palabras de Gabriela Cabezón están atravesadas por un sentido del humor que no le restan seriedad a sus aseveraciones, sino que reafirman la inteligencia que fue nutriendo desde pequeña leyendo los libros que podía, luego los que el azar le permitía y más adelante los que fue consiguiendo a como diera lugar.
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Muchas de las palabras de Gabriela Cabezón están atravesadas por un sentido del humor que no le restan seriedad a sus aseveraciones, sino que reafirman la inteligencia que fue nutriendo desde pequeña leyendo los libros que podía, luego los que el azar le permitía y más adelante los que fue consiguiendo a como diera lugar.
“Quise ser escritora desde que recuerdo. Nunca quise otra cosa. Es algo medio extraño porque mis padres eran proletarios con apenas séptimo grado. No tenían relación con los libros. Pero una familia proletaria de los años 70 cuando los niveles de pobreza eran del 4 % -hoy son del 50- tenía razonables expectativas de que a sus hijos les fuera mejor en la vida, por lo menos en términos de economía y educación”, cuenta Gabriela Cabezón.
Para Cabezón la lectura siempre ha sido una posibilidad de encontrar seguridad, de hablar con otros, de vivir y ser testigo de mundos mucho más ricos que el que a veces nos topamos. Los libros de segunda, los que podía comprar a cuotas, los que encontró en la casa de su abuela, todo ese universo de páginas amarillentas y letra pequeña la fue adentrando y convenciendo cada vez más de que si algo quería hacer cuando fuera grande era ser escritora.
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“Cuando se dieron cuenta que a mí me gustaba leer, mi papá trabajaba en una tienda, pasaba un señor que vendía libros, iba y después cobraba una vez por semana, de manera que se pagaban de a poco. Había menos inflación también. Hoy es como el 250 %. Compraban una colección de libros con tapas duras, con ilustraciones a la Disney, como versiones de cuentos de los Hermanos Grimm, o fragmentos de las Mil y una noches, todos esos. Yo estaba completamente enamorada. A partir de ahí seguí leyendo. Estaba completamente ahí cuando leía. Mis padres tenían cosas buenas, pero también eran violentos, entonces era muy difícil la vida con ellos. Cuando leía había como un cono de seguridad, era casi seguro que no iba a recibir ninguna paliza. Eso me habría un mundo más rico, más ordenado. Me expandía en cuerpo y alma, suponiendo que esa división existe. Cada vez era menos yo, a la vez estaba charlando con gente muchísimo más interesante de la que me rodeaba. Mi educación sentimental y ética está construida por libros. En algún momento descubrí que mi abuela paterna tenía una pequeña biblioteca con 40 o 50 libros de una colección que se llamaba Robin Hood. A mí me parecía la Biblioteca de Alejandría. En ese tiempo ya iba a la escuela, así que había que escribir lo que en ese momento se llamaba composiciones, que resulta muy interesante porque elude más a la música que a la literatura, si se quiere, y a mí se me quedó mucho de la música ligada a la escritura”.
Hay algo mágico en la vida que nos va llevando a los mundos que queremos, como si ese dios en el que creemos moviera sus hilos para darnos entre los días que son iguales pequeños detalles o posibilidades de seguir descubriendo el camino que nos apasiona, y en ese mismo camino se presentan retos, dificultades, pruebas que quizá se muestran ante nosotros para que vayamos entendiendo que todo aquello que queremos tiene un costo, un costo que a veces no es el ideal, el más justo o el más esperado. “Mis vecinos eran un poco más de clase media que mis padres, y compraban libros de cualquier cosa, y leía cualquier cosa. Fui consiguiendo libros como pude, cuando no lo lograba les empecé a robar plata a mis padres para comprar más, entonces eso era problemático porque yo volvía con los libros, ni en pedo los iba a devolver, y los escondía, pero mi mamá los encontraba y eso me aseguraba una paliza. Pero no tiraban los libros”.
En esa defensa de ser lectora empezó a ir a librerías de segunda, en la que “la oferta era un poco contemporánea. Huxley, en un momento había leído Mi planta de naranja lima, de Vasconcelos, creo que nunca había llorado tanto en mi vida, ni cuando se murió mi padre. Me compré todos los libros de él. Descubrí a Yourcenar, Mishima, Cortázar, ese tipo de autores”.
¿Qué libros marcaron esa educación sentimental y ética que menciona?
Los hermanos Karamazov. Es un libro impresionante, fundante. La obra de Néstor Perlonguer. Es difícil contestar porque eso todo el tiempo se está fusionando. Pero sí puedo decir esos fundamentalmente.
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Cabezón, autora de libros como Las aventuras de la china Iron, La virgen cabeza, Le viste la cara a Dios, entre otros, publicó hace unos meses Las niñas del naranjel, una historia que tiene como protagonistas a la Monja Alférez, Catalina de Erauso, a dos niñas y la selva. Su interés por el barroco, su defensa del medio ambiente y su crítica al colonialismo son elementos que conversan bajo la superficie de una historia que tiene la influencia de la cultura guaraní, pues la escritora argentina señala en el libro el relato Ayvu Rapyta de los Mbyá-Guaraní.
¿Cómo llegó a la historia de Catalina de Erauso y por qué quiso contarla?
Había una acuarela en la casa de un gran amor que tuve, en la que se veía a una persona a la armadura asesinando con una lanza a un indígena, y abajo decía “La Monja Alférez”. Yo no sabía que Alférez era un cargo militar, entonces era para mí era como si fuera la monja Fernández. Todo me resultó tan raro que quise saber quien era. Ella, la dueña de la pintura, algo me contó. Encontré su autobiografía y la leí. Fue muy impactante porque es un texto puro sujeto, verbo, objeto, pura acción. No hay una reflexión, es muy veloz; su vida es una constante huida. Es una persona horrible, siniestra, y a la vez fascinante en su determinación. Está siempre huyendo y no porque lo persigan por lo que hoy diríamos una persona trans, pero me parece que no cabe para esa época, sino por asesino y con justos motivos. Participa activamente del genocidio de los pueblos amerindios. Es siniestro. Y tiene esta velocidad loca y exclusión de toda reflexión y todo sentido. Es casi total. En un momento pensé que este personaje podía ser un amalgama de la colonia, la selva, lo vivo, y también me interesaba explorar la cuestión existencial de qué pasa si un ser así para, para no en una celda a punto de ser ahorcado, sino en un lugar en el que está seguro, rodeado de seres que no pueden representar una amenaza bajo ningún concepto. Son dos niñas, un caballo, un perro, dos monos, siendo afectado por la presencia y el diálogo con estos seres. Ahí se arma una especie de pliegue para reflexionar sobre sí mismo, y también me interesó cuánto se puede transformar un ser humano en otra clase de ser.
Cuando yo terminé mi novela anterior, que se llamó Las aventuras de la china Iron, termina en una especie de utopía que sucede en la selva del noroeste de mi país, que es la selva paranaense. Es uno de los lugares más biodiversos de Argentina, que quedan muy pocos porque la entusiasta adhesión de la élite política y empresarial de mi país a hacer de nosotros una colonia hace que el extractivismo sea feroz, y de verdad que tienen un entusiasmo... Prácticamente compiten por ver quien es el mejor virrey. Y les va bien. Yo estoy fascinada con esta historia. Es maravilloso estar vivo entre lo vivo, no les tengo que explicar esto a ustedes que tienen selvas maravillosas por todo lado. En Argentina no es así, y no se nos ocurre ir tanto, no es algo tan presente en la cultura. Y a raíz de todo esto que te estoy diciendo, se me ocurrió que este personaje podía funcionar como una especie de amalgama de todas estas cuestiones.
Todos tenemos que hacer un esfuerzo muy grande por tener un punto de vista propio. Cómo te vas a pensar desde la tradición de pensamiento occidental para la que sos el otro. Tenés que poner a pensarte, sin excluir que esa tradición tiene sus momentos gloriosos, que sos el otro de esa tradición, es una tradición armada para hacerte mierda. Y ni hablar de los pueblos amerindios. A mí me parece que tenemos que afectarnos por eso, tenemos que escuchar, que aprender; hay otras maneras de vivir, de ver el mundo, por ende, hay otro mundo.
¿Por qué quiso hacer de la selva un protagonista de la novela?
La selva es una de las formas de tramarse la vida de la tierra, es una de las formas más exuberantes en las que se siente esa vida del planeta por como está tejida, por como un ser sale de otro; hay otros ojos viéndote, hay muchos mundos. Y ahí es muy obvio que los seres humanos somos una partecita de un tejido mucho más enorme y que la vida de la tierra es muy hermosa. Y qué decirte, el arrasamiento de las selvas es el arrasamiento de las formas de vida más complejas de la tierra. Lo que se está haciendo en la Amazonia va a redundar en un desastre planetario. Lo que se está haciendo en mi país con estos virreyes que nos gobiernan y ahora con este virrey de la oscuridad, del mal, con este loco hijo de puta. Él sacó un mega decreto a los dos días de gobernar. Y aparentemente hay altísimas sospechas de que esa mega decreto fue elaborado por los estudios de abogados de las mayores empresas de Argentina. Y si seguís a quien beneficia económicamente cada medida todos tienen nombre y apellido, son los empresarios más ricos de Argentina. Es una cosa muy siniestra. Y este loco de mierda niega el cambio climático y los empresarios no lo niegan, pero están en la misma onda que la élite mundial de hacer toda la plata posible, lo más rápido posible y que nos muramos todos. En Argentina hay glifosato en el agua que bebemos. Aberrante.
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Hablemos de las dos niñas que acompañan al personaje a lo largo de la historia...
Yo estaba escribiendo esta novela hace mucho tiempo y todo era muy oscuro, muy violento, muy cruel, y yo no quería permanecer en ese mundo. Además, todo lo que te decía, me gustaba pensar en un contacto real. Y bueno, nada menos oscuro en forma de ser humano que una niña, un niño. Los niños son luminosos. Incluso si los haces pelota son luminosos. Y la posibilidad de preguntar y poner en cuestión sin bajar línea, de la pregunta de infancia, de ese por qué, por qué, por qué, que se puede comparar con el método socrático, pero es más lindo y va más lejos, permite cuestionar todo el aparato identitario y cultural del personaje de una manera muy divertida que dejaba en evidencia esa arbitrariedad.
Las niñas del naranjel nos llevan a la época de la colonización, ¿por qué?
Yo me siento latinoamericana, incluso antes que argentina, lo que no es muy fácil porque nosotros fuimos educados en una idea de excepcionalidad de que no éramos Latinoamérica porque estaba mal vista para la cultura argentina de hace 30 o 40 años, era como el ejemplo de lo que no había que hacer. Nosotros éramos como una especie de europeos en el exilio que veníamos en barcos. Era una negación de la existencia de nosotros mismos. Es re loco. Yo también tengo antepasados indígenas. Y así no los tuviéramos, ¿cómo vas a negar la existencia del que vive con vos, pedazo de bestia genocida hijo de puta? Entonces, fue todo un trabajo desprenderme de esa alienación de educación argentina -que estamos haciendo muchos, por suerte-. Este es un continente colonizado, cualquiera que diga otra cosa, miente. Somos tan colonia como fuimos siempre. Me interesa pensar en esto.
Es interesante y poderosa esa relación de la religión con las fuerzas armadas...
Él deja de ser Monja Alférez en la novela. Son dos muy buenas cosas para dejar de ser. Esas fuerzas que siempre apelan a una especie de esencia pura, la mera idea de esencia pura es nazi. Eso no existe en ningún orden de lo vivo, lo lamento, muchachos. Esa noción de volver a alguna especie de pasado fundamental de pureza, de volver a la colombianidad, argentinidad, ¡¿qué?! Eso nunca existió. Son dos herramientas muy poderosas para disciplinarnos, incluso con la muerte. Es una negación del cuerpo. La obsesión de las religiones monoteístas por el sexo. Si vos lees las listas de las preguntas de confesión del siglo XVI y XVII no lo podés creer, te preguntaban si incluso habías pecado con tu madre. Es un delirio, el nivel de obsesión y negación del cuerpo, de la alegría de vivir, de la libertad como posibilidad.
El libro empieza con una carta del personaje a su tía, ¿por qué?
Al principio él para en un entorno amoroso, tiene un tiempo fuera del tiempo de él, que es el tiempo del crimen y la huida. En ese tiempo que es distinto se le puede armar una especie de pliegue en la consciencia. Le puede surgir una necesidad de contarse, de decirse, de preguntarse quién soy y cómo habré llegado hasta acá, y por otra parte era bueno que se lo contara la tía, que en algún sentido era el único personaje de su vida que tuvo algo que ver con el cuidado, con el amor. Por otra parte, me daba la oportunidad de darle cauce a mi vena barroca, que es mucha y es muy linda para mí, y me servía para contrastar con un narrador más seco.
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