Gloria Díaz: “Ojalá la poesía tuviera un lugar más importante en la humanidad”
Gloria Cecilia Díaz, autora del libro “Eliador y el viaje de regreso”, habló sobre su vida en Francia, el papel de la naturaleza en su literatura y la importancia de la poesía.
Andrés Osorio Guillott
Se habló de patria, de infancia, de naturaleza y poesía. Y ya lo decía Rainer Maria Rilke: “La verdadera patria del hombre es la infancia”. Y recordé esa frase cuando Gloria Cecilia Díaz apeló a los recuerdos de sus primeros años de vida para hablarme de la importancia de la naturaleza en sus libros, de por qué abundaba este elemento en Eliador y el viaje de regreso, su más reciente novela de literatura infantil.
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Se habló de patria, de infancia, de naturaleza y poesía. Y ya lo decía Rainer Maria Rilke: “La verdadera patria del hombre es la infancia”. Y recordé esa frase cuando Gloria Cecilia Díaz apeló a los recuerdos de sus primeros años de vida para hablarme de la importancia de la naturaleza en sus libros, de por qué abundaba este elemento en Eliador y el viaje de regreso, su más reciente novela de literatura infantil.
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“Cuando nací Calarcá era una ciudad pequeña. En las ciudades pequeñas o pueblos de Colombia la naturaleza entra por todos los rincones. Yo fui una niña con una infancia muy feliz, con un hogar donde había mucho amor. Tuve una libertad que los niños no pueden tener ahora. Los peligros eran pocos. Pero volviendo al tema, la naturaleza estaba muy cerca, cogíamos moras, frutas, viajábamos al río. Y todo eso dejó huella. Yo no puedo vivir sin las frutas, por ejemplo. Las mariposas, los pájaros que visitaban la casa. Todo estaba al alcance de la mano, por eso la naturaleza está tan presente en mis libros”; dijo Díaz.
Y hablamos de patria porque volvió a Colombia para presentar su libro tras varios años de ausencia. Desde la década de 1980 vive en Francia, específicamente en París, esa ciudad que considera “una trampa”, pues de allí difícilmente se sale. “La patria es algo que uno lleva adentro. No necesito estar viniendo para sentirme colombiana. Hace mucho tiempo me siento francesa también. Cuando te vas a un país y te adoptan se convierte también en tu país. Allá me permitieron volverme escritora. No estoy llorando porque no estoy aquí. Cuando vengo estoy plenamente, me impregno de los colores, los sabores, la gente, el paisaje. Me encanta tener dos países, dos nacionalidades. Para muchos es un trauma, para mí no”.
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“Cuando me fui en los años 80 Colombia estaba muy mal. Mucha violencia. Era joven y quería conocer el mundo. Quería aprender francés. No quería ir a un país con una lengua y cultura parecida y yo quería otra cosa diferente. Nunca pensé en quedarme. La idea inicial era ir, aprender el idioma y estar uno o dos años y me devuelvo. Pero no lo hice. París es una trampa. García Márquez decía que París era cruel con los pobres. La gente tiene una imagen muy equivocada de los franceses. Son los “aprioris” que tenemos muchos de los países que no conocemos. Tú no puedes saber lo que es un país si no vas. Cuando alguien habla mal de Colombia, cuando estaba tan mal, por ejemplo, un profesor del liceo donde yo trabajaba, empezó a decir muchas cosas y le tuve que decir que él no era colombiano, que si no había venido que se callara porque no sabía nada. Para hablar de un país y más con esa propiedad con la que lo hacía hay que ir. Sé que cada uno habla desde la experiencia. Yo siempre tuve una actitud muy positiva frente a mi condición de migrante. Cuando vas a otro país tienes que adaptarte a él, no al revés”.
Volvimos a la infancia y me pareció que todo aquello que bordea este tema le interesa, pues minutos antes de la entrevista vi a Gloria Díaz preguntando y escudriñando en la sección de literatura infantil de la librería Casa Tomada. Y de su infancia volvimos a la naturaleza, pero especialmente a los ríos, al agua como elemento vital, como si Eliador, el personaje de su más reciente novela, o como si ella adoptara el agua como arjé, ese principio que defendió Tales de Mileto en la Antigua Grecia “Desde niña he amado los ríos, mi papá me enseñó a quererlos, siempre nos llevaba a uno. Siempre he sido una pésima nadadora, hago tres brazadas y ya no puedo respirar, pero estar en el agua es una maravilla. Yo nací a los pies de las montañas, pero el agua es el elemento vital. Pienso que venimos de ahí. Estamos en el líquido amniótico. Es el primer elemento que nos toca”.
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Podría uno pensar que en el libro hay dos críticas implícitas, una sobre el daño al medio ambiente y otra sobre el colonialismo, o sobre la visión de la felicidad en occidente, que poco tiene que ver con las ideas que de ella tienen las comunidades indígenas, pues el robo del oro en la historia de Eliador y el viaje de regreso está relacionado con la explotación y, posteriormente, con la acumulación de riqueza como sinónimo de bienestar.
Sobre una especie de reflexión alrededor de la violencia a la naturaleza, Díaz dijo que: “Yo le decía a unos alumnos que a mí no me gustan las modas o el oportunismo. De este libro se podría decir que me agarré del tema ecológico, pero esto lo escribí hace muchos años y no lo había publicado. Lo recuperé, lo releí, corregí y lo mandé. Aunque es una historia que está situada hace más de un siglo, es de actualidad. La naturaleza el hombre la ha dañado desde el principio de los tiempos. Desde esa época había una preocupación. Ahora estamos al borde del caos. Y los extranjeros que sacan el oro del río representa esa avidez que fue terrible para nosotros, que no solo se dio esa forma sino también en la época de la colonia cuando los españoles robaron el oro para fundir lo que los indígenas habían hecho”.
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La opulencia como sinónimo de felicidad. El oro y una posible apología a la época de la colonia en Sudamérica. Sobre esto, Gloria Díaz comentó que: “A mí me enseñaron la historia diciendo que los españoles nos salvaron de la idolatría y el salvajismo. Jamás me enseñaron a apreciar mi ascendencia indígena. Jamás me enseñaron a valorar su aporte, las raíces africanas o indígenas. Antes te sentías avergonzada porque no eras blanca. Pienso que son cosas que se pasan. Hay una memoria que nos ha hecho menospreciar a nuestros ancestros. Me impresiona que los colombianos digan “no seas indio” cuando se hace algo mal, o que “se trabaja como negros”. Esas expresiones me revuelven las entrañas porque estigmatizan. Hay que enseñarle a nuestros niños a sentirse orgulloso de sus ancestros. Y es absurdo cuándo nos miramos todos porque somos muy mezclados. Y en el libro hablo un poco de eso. No todos venían a matar. Muchas cosas fueron salvadas por los españoles. Fue un choque fuerte de todas formas por toda la destrucción que trajo”.
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Antes de finalizar habló sobre poesía, pues en la entrevista anterior la mencionó y en Eliador y el viaje de regreso se siente esa especie de onda que ofrece la poesía en la prosa: “Adoro la poesía y así ha sido desde niña. Yo recuerdo las cartillas de primaria y me emocionaban mucho. Leo mucha poesía, pero no puedo hacerlo en francés. No me emociona. La poesía francesa es muy buena, pero me hace feliz leerla en español. Y no concibo un libro sin poesía. Quisiera que la poesía tuviera un lugar más importante en la vida del ser humano”.