“Gran parte de los colombianos han sufrido un asalto a la memoria”
Francisco Javier Flórez, director del Archivo General de la Nación, reflexionó sobre lo que ha sido asumir el máximo cargo en la entidad responsable de conservar y salvaguardar el archivo y el patrimonio de la nación.
Samuel Sosa Velandia
¿Cuál ha sido su trabajo en la dirección del Archivo General de la Nación?
Mi función principal es dictar las orientaciones en torno al horizonte institucional que debe tener esta entidad para cumplir lo que corresponde en términos de salvaguardar, promocionar y divulgar el patrimonio histórico colombiano. De igual manera, mi responsabilidad está en establecer las políticas en materia archivística y trazar el camino que debemos tomar como país en este sentido.
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Hablemos de lo que es el Archivo…
Usualmente se piensa que el Archivo es un espacio físico, pero para mí es algo más que eso. Es el escenario donde reposa la memoria histórica de una nación, lo que quiere decir que aquí se construyen relatos, visiones, voces y rostros que le dan forma a este país. Somos más que unas simples paredes o un establecimiento. Somos la posibilidad que tiene el país para pensar y conectar el pasado con el presente y atrevernos a imaginar el futuro.
¿Por qué cree que esta entidad ha carecido del protagonismo que merece?
Eso tiene que ver con la visión que se tiene frente al Archivo, pues generalmente se piensa que está única y exclusivamente para los procesos de gestión documental. Pero lo que estamos proponiendo es cambiar ese paradigma y que se entienda que somos una posibilidad para generar conciencia histórica y que desde allí se pueden propiciar conversaciones sobre la paz, lo biocultural y la reparación. El archivo no es solo lo documental, son los sonidos, las artes, los sabores y los territorios.
¿Cuáles considera que son sus retos en el cargo?
Para mí hay tres retos fundamentales. El primero, que logremos modernizar y fortalecer tecnológicamente la entidad para que la gente pueda acceder a la información de manera efectiva. En segunda instancia, debemos descentralizar el archivo y lograr llegar a las regiones y rescatar su material histórico que se está perdiendo y, por último, que tengamos una visión más global para fortalecer los procesos de cooperación internacional.
¿Y qué ha sido lo más gratificante?
Gran parte de los colombianos ha sufrido un asalto a la memoria, pues se han instalado unos relatos que no tienen en cuenta las realidades, las expectativas y las necesidades de distintos habitantes del país. Por tanto, para mí han sido valiosos los esfuerzos que estamos haciendo de incorporar esas voces que no han sido escuchadas, porque no se trata de llevar la memoria de la nación desde Bogotá a un territorio, sino construirla desde allí.
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¿Qué historia que le contaron ha desmitificado?
Mucha de la memoria que se ha construido en el país carece de la posibilidad de reconocer al otro, pues se ha negado a reconocer las contribuciones y miradas diferentes. Cuando se habla de La Guajira o Chocó siempre se hace de una manera en la que se privilegian narrativas que los muestran como espacios bárbaros, inferiores, atrasados o en los que hay que llevar la cultura, pero allí está y allí se crea. Hemos pensado siempre en cómo desacralizar esa historia de héroes fundacionales que hemos glorificado y cómo traer esos relatos que han sido ignorados porque no cumplen los cánones de lo estandarizado.
¿Sus raíces caribeñas, negras y campesinas han influido en su labor?
Por supuesto. Una de las cosas que vengo insistiendo en este tiempo es que, para narrar esas historias, hay que contar con sensibilidad, que no es parte de las formas en como este país ha sido pensado, diseñado y narrado. Al ser de la costa Caribe colombiana tengo una conexión con el mundo artesanal, el campesino y el afro, porque de ahí viene mi familia, y todo eso me ha permitido entender y pensar cuál es el lugar que estos grupos han tenido históricamente. Hay preocupación real y que ha logrado que se vuelque la mirada hacia la región y los territorios, que nos permite ampliar nuestra cobertura, para pasar de la queja del centralismo a contar historias desde todos los lugares del país.
¿Qué habilidad ha desarrollado estando en el cargo que le haya servido para su vida?
Soy investigador y siempre he estado involucrado con la academia y me he dado cuenta de que acá hay unas discusiones de orden administrativo que no dan lugar para las de orden académico. Creo que he logrado, junto con mi equipo, sensibilizarnos y encontrar una relación entre estos dos mundos, que necesitan complementarse y darse la mano para avanzar.
Parte de su labor es preservar el legado de un país, ¿pero ha pensado en cuál le gustaría que fuera el suyo?
No me lo he planteado. Sin embargo, no me veo simplemente en una entidad, siempre he pensado que me gustaría que me identifiquen como alguien que estuvo comprometido con generar conciencia histórica y con crear narrativas que ayuden a ampliar la memoria del país.
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¿Cuál ha sido su trabajo en la dirección del Archivo General de la Nación?
Mi función principal es dictar las orientaciones en torno al horizonte institucional que debe tener esta entidad para cumplir lo que corresponde en términos de salvaguardar, promocionar y divulgar el patrimonio histórico colombiano. De igual manera, mi responsabilidad está en establecer las políticas en materia archivística y trazar el camino que debemos tomar como país en este sentido.
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Hablemos de lo que es el Archivo…
Usualmente se piensa que el Archivo es un espacio físico, pero para mí es algo más que eso. Es el escenario donde reposa la memoria histórica de una nación, lo que quiere decir que aquí se construyen relatos, visiones, voces y rostros que le dan forma a este país. Somos más que unas simples paredes o un establecimiento. Somos la posibilidad que tiene el país para pensar y conectar el pasado con el presente y atrevernos a imaginar el futuro.
¿Por qué cree que esta entidad ha carecido del protagonismo que merece?
Eso tiene que ver con la visión que se tiene frente al Archivo, pues generalmente se piensa que está única y exclusivamente para los procesos de gestión documental. Pero lo que estamos proponiendo es cambiar ese paradigma y que se entienda que somos una posibilidad para generar conciencia histórica y que desde allí se pueden propiciar conversaciones sobre la paz, lo biocultural y la reparación. El archivo no es solo lo documental, son los sonidos, las artes, los sabores y los territorios.
¿Cuáles considera que son sus retos en el cargo?
Para mí hay tres retos fundamentales. El primero, que logremos modernizar y fortalecer tecnológicamente la entidad para que la gente pueda acceder a la información de manera efectiva. En segunda instancia, debemos descentralizar el archivo y lograr llegar a las regiones y rescatar su material histórico que se está perdiendo y, por último, que tengamos una visión más global para fortalecer los procesos de cooperación internacional.
¿Y qué ha sido lo más gratificante?
Gran parte de los colombianos ha sufrido un asalto a la memoria, pues se han instalado unos relatos que no tienen en cuenta las realidades, las expectativas y las necesidades de distintos habitantes del país. Por tanto, para mí han sido valiosos los esfuerzos que estamos haciendo de incorporar esas voces que no han sido escuchadas, porque no se trata de llevar la memoria de la nación desde Bogotá a un territorio, sino construirla desde allí.
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¿Qué historia que le contaron ha desmitificado?
Mucha de la memoria que se ha construido en el país carece de la posibilidad de reconocer al otro, pues se ha negado a reconocer las contribuciones y miradas diferentes. Cuando se habla de La Guajira o Chocó siempre se hace de una manera en la que se privilegian narrativas que los muestran como espacios bárbaros, inferiores, atrasados o en los que hay que llevar la cultura, pero allí está y allí se crea. Hemos pensado siempre en cómo desacralizar esa historia de héroes fundacionales que hemos glorificado y cómo traer esos relatos que han sido ignorados porque no cumplen los cánones de lo estandarizado.
¿Sus raíces caribeñas, negras y campesinas han influido en su labor?
Por supuesto. Una de las cosas que vengo insistiendo en este tiempo es que, para narrar esas historias, hay que contar con sensibilidad, que no es parte de las formas en como este país ha sido pensado, diseñado y narrado. Al ser de la costa Caribe colombiana tengo una conexión con el mundo artesanal, el campesino y el afro, porque de ahí viene mi familia, y todo eso me ha permitido entender y pensar cuál es el lugar que estos grupos han tenido históricamente. Hay preocupación real y que ha logrado que se vuelque la mirada hacia la región y los territorios, que nos permite ampliar nuestra cobertura, para pasar de la queja del centralismo a contar historias desde todos los lugares del país.
¿Qué habilidad ha desarrollado estando en el cargo que le haya servido para su vida?
Soy investigador y siempre he estado involucrado con la academia y me he dado cuenta de que acá hay unas discusiones de orden administrativo que no dan lugar para las de orden académico. Creo que he logrado, junto con mi equipo, sensibilizarnos y encontrar una relación entre estos dos mundos, que necesitan complementarse y darse la mano para avanzar.
Parte de su labor es preservar el legado de un país, ¿pero ha pensado en cuál le gustaría que fuera el suyo?
No me lo he planteado. Sin embargo, no me veo simplemente en una entidad, siempre he pensado que me gustaría que me identifiquen como alguien que estuvo comprometido con generar conciencia histórica y con crear narrativas que ayuden a ampliar la memoria del país.
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