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Una serie de eventos en mi vida me condujeron a iniciar un proceso de transformación interior.
No tenía un sueño específico ni una misión definida. Vivía el momento y gozaba al máximo.
El momento de definición llegó sin anunciarse. Tomé una decisión impulsivamente que hoy reconozco como emanada de mi intuición interior y que me llevó a traspasar el umbral hacia un nuevo mundo lleno de satisfacciones personales, muy diferentes a las alcanzadas en las etapas anteriores de mi vida, pero indudablemente de mayor impacto en la vida de un gran número de personas.
No es un camino fácil. Cuando todo parece que está coordinado, que los sucesos se complementan, que hay sincronicidad, los eventos del diario vivir distraen mi atención perdiendo en ocasiones el rumbo, desorientándome y requiriendo de mi interior un proceso de auto–análisis y auto–redireccionamiento. Igual efecto produce el poderosos Ego, quién no ha podido adaptarse cómodamente a mi nuevo Yo. Algunas veces se rebela y toma control.
Encontrar mi propósito ha sido, al estilo Machado, un hacer camino al andar. Pero la cantidad de personas admirables que me han dado su apoyo han facilitado el que lo pueda vislumbrar y percibir, aun cuando esté muy lejos de vivirlo plenamente.
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Y mirando en perspectiva, todos los acontecimientos en mi vida tienen su papel sincrónico en prepararme para poderlo ejecutar a plenitud.
He tenido una actitud disruptiva que algunas veces, quizás demasiadas, ha sido calificada como indisciplina. Terminé el bachillerato con uno de los mejores promedios del grupo, pero con matrícula condicional por mis “iniciativas”. En la universidad, donde estudié mi carrera becada, habíamos creado un grupo de Acción Comunal para construir en vacaciones escuelas en municipios de la costa, colaboraba un grupo de hoy destacados profesionales, logramos un espacio en televisión para difundir las labores, pero desafortunadamente fue cancelado porque no encajaba en los parámetros y directrices de la institución. Promoví un primer “paro” para protestar por la indiferencia ante la muerte de un estudiante de universidad pública. Nos sentamos en las escaleras a debatir el tema hasta que algún buen amigo mío decidió liberar a Seneca, símbolo de la Universidad, y todos huimos para evitar sus cornadas. El rector de esa época, Andrés Uribe, con quien tengo una muy buena relación, cada vez que nos encontramos recuerda el incidente.
Séneca
Debo reconocer que también he cometido muchos errores que indudablemente son enseñanzas. Y me arrepiento de haber afectado negativamente a algunas personas.
¿Quién es Guillermo Federico Llinás Angulo?
En la definición de Propósito sugerida por Ángela María Peña he encontrado una nueva plataforma para desde allí profundizar en su búsqueda y vivenciarlo.
Soy alegría, conocimiento y paz, esencias que mediante referenciación me permiten orientar a las personas a tomar decisiones educadas, con conocimiento, lo cual las lleva a vivir de manera sencilla sus eventos logrando armonía al evolucionar.
¿Cómo se define?
Soy una persona en búsqueda constante por entender como las personas podemos identificar nuestros sueños, encontrar los elementos o fuerzas que nos ayudan a realizarlos, transformándonos en estas jornadas mediante un proceso de crecimiento espiritual.
¿Cuál es la historia familiar, cómo llegan sus abuelos al país y qué motivó su viaje?
En mí confluyen distintos momentos de la historia Nacional. En mi árbol genealógico, al lado de conquistadores que llegaron con Nicolás de Federmán, Jiménez de Quesada y Sebastián de Belalcázar, aparece documentada una “India de Facatativá”, un capitán que llegó con Morillo a la reconquista, se enamoró y se quedó, y unos ingleses contratados para iniciar las ferrerías en el país.
De esta amalgama hay una vena muy importante en algo que me apasiona que es la enseñanza. En todas las ramas mis abuelos han fundado y dirigido colegios, yo he sido profesor y decano y mi hijo mayor es profesor.
Este rasgo en el ADN me ha permitido indagar, investigar y transmitir, esencia de mi propósito.
¿Cómo transcurre su infancia?
Vivíamos cerca del Nuevo Gimnasio, abrieron un kínder mixto y me inscribieron allí. Lloré toda la mañana al ver tantas mujeres, me agarré de una barra de un columpio y no me solté hasta que mi mamá fue a recogerme al medio día. No quise regresar al colegio y mientras se iniciaba un nuevo año escolar me pusieron una institutriz. Jugaba en las mañanas y estudiaba en las tardes. Me desarrolló un amor que aún perdura por las matemáticas y me enseñó a leer y a escribir. De la lectura desarrollé la pasión por los libros, que conservo.
Cuando ingresé al colegio ya estaba adelantado con respecto a mis compañeros. Era un colegio con castigos ancestrales, golpes en la mano con la regla para indisciplinas menores y una caja oscura con huecos para respirar donde encerraban a los que cometían infracciones “mayores”.
Cambié de colegio porque nos fuimos a vivir al campo. Con mis hermanos, (somos seis hermanos hombres), teníamos que caminar un kilómetro para tomar el bus del colegio. Ya más creciditos, si nos dejaba el último bus de la noche de regreso, caminábamos cinco kilómetros desde la última parada del bus de Bogotá hasta la casa. Una época deliciosa que me compenetró con el campo, teníamos vasas, gallinas, burro, perros. Pasión que hoy me permite reconectarme y armonizarme cuando entro en contacto con la naturaleza.
Me gradué a los 16 años.
Mis padres eran ejemplarizantes. Vivían el uno para el otro. Mi padre abogado fue académico, sentía placer al enseñar. Mi madre era una persona armonizante y compasiva. Compasiva en el significado budista de alegría, solidaridad con los otros, reconocimiento, servicio e inclusión de todos. Era una persona llena de amor que esparcía a su alrededor.
Dic 31 de 1962 - Barranquilla
Los seis hermanos recordamos con gratitud la ocasión en que siendo ya mayores en un fin de semana cuando rutinariamente íbamos todos con neutras familias a almorzar a la casa paterna, nos oyó discutir sobre algún tema económico en la empresa de la cual todos éramos socios. Nos llamó y pidió el favor de que nunca pelearemos por plata. Ese lunes liquidamos las sociedades. Este paso nos permitió ser solidarios, amigos y compinches sin trabas ni problemas.
Los jóvenes de la Primera línea hoy día son padres.
Hoy nuestros amigos envidian el clan que hemos formado, ya somos algo más de 50, todos unidos, los primos tienen el mismo grado de solidaridad, nos reunimos todos periódicamente y continuamos celebrando unidos la Navidad a pesar de que ya no podemos ir a recoger musgo y armar unos pesebres gigantescos.
¿Qué situaciones y personas lo marcaron de manera importante?
Indudablemente en mi infancia mi institutriz. Del colegio no podría destacar alguien en especial. Pero en la universidad encontré personas maravillosas que transmitían sus conocimientos con pleno desprendimiento. Para obtener el grado debía cursar y aprobar 122 créditos, me gradué con 172 créditos. Tomé todos los cursos de Arte con Marta Traba, todos los de Historia con Abelardo Forero, todos los de Antropología con Gerardo Reichel, David Manzur me permitía acompañar su clase de dibujo en el salón y las excursiones a pintar paisajes. Y en matemáticas aun cuando parezca extraño, Leonel Parra, con quien tuve una gran amistad y aún en sus últimos años de vida nos reuníamos y al calor de unos whiskys que tenía vedados sacaba su guitarra y amanecíamos oyéndole las cronologías de cada canción. Y no puedo dejar de recordar a Mario Laserna. Su visión de bienestar en la sociedad lo llevó a impulsar programas de recreación en Bogotá. Me nombró su delegado para asistir a las reuniones de creación de estas actividades en el Distrito. Posteriormente lo representé en Juntas Directivas de sus empresas privadas.
Salí de la universidad como creo que debería ser la verdadera educación, con intereses en todas las áreas del conocimiento.
En mi primer trabajo, Colombates, conocí a su presidente, José María Cortes. Su calor humano hacia sus empleados hacía que trabajar con él fuera sentir el calor de hogar. Su ejemplo me sirvió siempre para relacionarme con colegas y subalternos.
¿Cómo define su vocación de vida?
Volvamos a mi propósito. El cáncer transformó mi vida. Cuando rehusé las intervenciones invasivas inicié una exploración hasta encontrar al Dr. Santiago Rojas. Él me ha guiado en este proceso de crecimiento interior. Me enseñó a ser amigo de la enfermedad, no a temerla. Y a comunicar este principio a muchas personas. Me invitó a reunir inicialmente pacientes suyos para intercambiar testimonios, experiencias y temores. Y aquí aparece la gran sincronicidad en mi vida, aun cuando toda la experiencia anterior sirvió como fundamento para avanzar en esta etapa.
Llevamos 102 reuniones quincenales, “Conversatorios”. Allí un poco más de 50 conferencistas en forma generosa han compartido sus conocimientos en temas relacionados con el cuerpo, las emociones, al alma y el espíritu, para en su conjunto estructurar un proceso de crecimiento interior.
Sirvo como referencia a muchísimas personas que se acercan para encontrar como enfrentar su evento particular. Y procuro de manera sencilla y fácil darles las herramientas para empoderarse y tomar sus propias dediciones.
El blog www.vivirsanamente.org ya pasó de las 12.000 visitas este año. Allí se encuentran muchos temas de interés, los resúmenes de los 102 Conversatorios y de las 40 sesiones de cocina que hemos realizado.
Pero aún me falta mucho camino por recorrer y quisiera definir un perfil de operación que le dé continuidad a esta aventura cuando yo ya no pueda dirigirla.
¿En qué campos de acción se sintió más identificado?
Siempre en servir y poner mis conocimientos y habilidades al servicio de los demás.
Creo que la educación es un tesoro invalorable para todos los seres. Y he procurado apoyar y esparcir esta idea. Fui profesor en varias universidades, Decano. En una fundación que ayudé a estructurar, dirigí por un tiempo y colaboré durante los 48 años de su existencia desarrollamos programas de capacitación empresarial. Trajimos ejecutivos retirados canadienses y americanos para transmitir sus conocimientos a pequeños empresarios colombianos. Iniciamos programas de capacitación en los sitios de trabajo cediendo parte del tiempo laboral para que los trabajadores pudieran adquirir conocimientos. Apoyamos las personas que querían estudiar de noche o virtualmente, validar sus bachilleratos y estudiar posteriormente.
Pero todo esto no lo hubiera logrado sin los maravillosos equipos de personas que me acompañaron en estas actividades.
Este indudable amor por la educación lo heredaron mis hijos. A ellos los apoyé en escoger sus caminos de vida donde amaran lo que hicieran. Mi hijo mayor es educador, mi segunda hija es coach y mi tercer hijo economista y ecologista, es empresario, apoya los estudios de sus empleados y tiene con ellos una envidiable relación de camaradería e inclusividad.
¿Cuáles han sido los mayores aportes a la sociedad y desde qué posiciones?
Indudablemente considero que el aporte más importante es el que desarrollo actualmente. Claro que mi Ego saltará a mencionar posiciones y aportes, pero yo los consideraría preparatorios para el actual. La Referenciación que ha sido mi Bendición cubre campos diversos. Mi mayor satisfacción es encontrarme con una persona que me dice: “Gracias a su consejo, su guía hoy soy o estoy”. Ese día siento que vivir lo que he vivido ha valido la pena.