Guillermo Santos: “El papel está en agonía”
En esta nueva entrega de la serie Historias de Vida, creada y producida por Isabel López Giraldo, presentamos una entrevista con Guillermo Santos Calderón, creador del portal Taller Arte Digital y ex vicepresidente general de El Tiempo.
Isabel López Giraldo
Desde el saludo se hizo evidente la calidad humana de Guillermo Santos. Una persona que transmite una muy buena energía; resalto su calidez, empatía, capacidad de comunicar; es un excelente anfitrión. Porque las personas somos esencia que trasciende y que contiene una historia que se va escribiendo día a día. Sin más preámbulos los dejo con la entrevista que muy amablemente me brindó Guillermo Santos Calderón, el “Evangelista de la Tecnología”
Soy una persona muy diferente a lo que la gente se imagina. Me ven como un ejecutivo, pero soy muy sencillo: me abrazo con el portero de mi edificio. Soy un buen ser humano: solidario, colaborador, comprometido. Hago lo que quisiera que hicieran por mí. Estas características las heredé de mi papá, Hernando Santos Castillo, accionista, director y jefe de Redacción de la Casa Editorial El Tiempo durante muchos años.
Mi mamá, Helena Calderón Nieto, fue ama de casa. Tuvo un restaurante llamado “La Red”, con especialidad en mariscos, ubicado en la 87 con 15 del cual fui socio. Ella era socia de mi tía Clemencia, madre de Juan Manuel Santos, y de Magola de Gamboa. Cuando vendieron, compré una parte y entre mi mamá y yo compramos la otra mitad, así me volví socio mayoritario. Cerramos cuando nos sacaron de la 87 por una ley que impedía tener terraza sobre la 15. Luego fundamos una sucursal en La Soledad. Se vendió la casa y se cerró. No existe hoy en día.
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Comencé estudiando en el Abraham Lincoln y luego cursé bachillerato en el Anglo Colombiano. En el primero hablaba inglés en todas las clases, en el segundo requerí tiempo, aunque mi papá reconocía que lo hablaba de manera fluida. La diferencia radicaba en el acento americano del primero y acento inglés del segundo que, como le decía a mi papá, una cosa era decir “yeah” como los gringos y otra cosa era decir “yes” como los ingleses. Siempre fui “nerd” ocupando los primeros lugares, líder de las “House Captain” del Anglo, en las que se usaban corbatas de distintos colores. Del colegio me gustaron mucho las competencias deportivas y culturales entre estas casas. También los “Prefects” de los que hice parte. Al momento del grado, mi papá me preguntó qué quería estudiar. La respuesta no podía ser otra distinta a periodismo, pero él no estuvo de acuerdo porque eran otras épocas y argumentaba “Si nos cierran El Tiempo ¿de qué vamos a vivir?”. Así pues, comencé Ingeniería Industrial en la Universidad de los Andes. En un semestre tomé dos cursos, uno de resistencia de materiales, otro de programación de computadores, en el primero saqué 2.5 y en programación 5. Entonces descubrí que lo mío era la tecnología. Me pasé a Ingeniería de Sistemas donde fui monitor de varios cursos.
El Tiempo
Cuando me gradué comencé a trabajar en Telecom como jefe de Sistemas Administrativos, pero me retiré porque la empresa compró un sistema que cambió el de las tarjetas perforadas de computador que ponían la hora de inicio y de finalización de las llamadas para cobro. Me invitaron a ser jurado de la licitación, pero no acepté por no considerarlo conveniente. Luego estudié una maestría en Ciencias de Computación en Estados Unidos. Cuando la terminé abrí el Departamento de Tecnología de la Casa Editorial El Tiempo.
Traje el primer computador sin lector de tarjeta perforada en 1978. Cuando salíamos con mi papá a los cocteles nos presentaba así: “Este es mi hijo Francisco, editor de la Sección Internacional; mi hija Adrianita, la que maneja el área comercial; mi hijo Rafael, jefe de Redacción, y este es mi hijo Guillermo, que habla de computadores y nunca se le entiende nada”. Para formar parte de la familia pensé que tendría que hacer periodismo, así que me surgió la idea de hacer una sección de tecnología que para esa época se llamaba “Sección de computadores”. Esta fue la primera sección semanal especializada en tecnología que se creó en Suramérica.
No había periodistas de informática por lo que me apoyé en amigos ingenieros, como el hoy decano de la Facultad de Ingeniería de Sistemas de Uniminuto, Manuel Dávila, pero también en Roberto Pardo, entre muchos otros. Con toda modestia me atrevo a decir que soy el decano de los Periodistas Informáticos. Comencé a escribir de informática hace más de treinta y cinco años. Mi papá me dijo que me llevara un número cero, que es un prototipo de la sección, y aprobó la mía, aunque no entendía de qué le hablaba.
En 1993 le manifesté que la tecnología sería más importante que la economía y que la política, y el periódico no tenía una Editorial. Entonces me la asignó, lo que me implicó un reto enorme dado que yo era muy técnico. Alguna vez, luego de una columna, recibí la llamada de la ministra de Comunicaciones para comentarla, situación que me sorprendió por las implicaciones que tenía la Editorial.
El 24 de enero de 1994 comencé con mi columna que se publica de manera ininterrumpida. Sólo hubo un lunes en el que no publiqué y la razón es que siempre me sentí en la obligación de escribir a pesar de que no tuviera tema, pero tomé la decisión de no hacerlo más de esa manera.
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Fui vicepresidente general de El Tiempo, el segundo cargo más importante del periódico. Luis Fernando Santos se hizo presidente y para esa época yo me descubrí, no por lo que hacía, sino por quien era. Ahí fue cuando decidí volver a mis temas tecnológicos sin importar lo que implicara. Al retirarme era CIO, Chief Information Officer de El Tiempo y todas sus empresas.
En el año 96, cuando estaban de moda las revistas Motor, Carrusel, Elenco y Cronómetro, pensé que era el momento para una revista de tecnología, idea que solo sería aceptada si yo la hacía. Ahí nació Enter. La idea y el nombre son míos. Tenemos más de veinte años en el mercado.
En El Tiempo era la revista de Guillermo, sin cuerpo de ventas asignado y se sostenía por las suscripciones. La trataron de cerrar cuando llegó Planeta, pero me quedé con ella. Durante los primeros tres años salía con la suscripción del periódico. Luego la separaron y hoy es completamente independiente. Quien la quiera se puede suscribir, comprarla o bajarla por Internet. También organicé foros tecnológicos para El Tiempo.
Traje al hacker más famoso, Kevin Mitnick, para el Foro de Seguridad Informática, a Steve Wozniak en el Foro Vida Digital. Seguimos haciendo foros y el programa Vida Digital, que lo pasa el Canal 13. En la revista hacemos investigación y enseñamos, tenemos tutoriales. Hoy nos encuentran en Enter.Co (http://www.enter.co/)
Cámara Colombiana de Informática y Telecomunicaciones
En 1994, creé y presidí la Cámara Colombiana de Informática y Telecomunicaciones. Cuando estaba en El Tiempo me di cuenta de que era necesario crear un gremio fuerte y consolidado que fuera escuchado en el Gobierno. Hicimos un Gremio de Empresas y con condiciones claras como una cuota importante de participación.
Dejé la Presidencia porque comenzó a correr el rumor de que mi columna era el “megáfono” de la CCIT, por lo que decidí retirarme: para mí la columna era muy importante. El presidente actual, Alberto Samuel Yohai, me hizo un reconocimiento por ser su fundador diciendo que de otra forma no existiría.
El Tiempo tenía una característica muy particular: los socios vivían de las utilidades. Cuando se abrió la posibilidad de un tercer canal de televisión, que implicaba una exigencia de recursos importante, El Tiempo quería entrar y, para eso, debíamos capitalizar, pero decidimos vender. Entonces llegó Planeta. Todos vendimos la mitad de nuestras acciones. En el acuerdo de accionistas había una fecha límite para vender y yo opté por ella: algún día me encontré con alguien muy especial dentro del periódico a quien le hicieron entregar la oficina y retirar la foto de mi papá. Entendí que la empresa familiar, la de los afectos, la que empleaba a siete mensajeros por ser hijos de otros funcionarios, la que tomaba decisiones que no tenían en cuenta temas tan financieros como el EBITDA, distaba de las consideraciones que sí tenía Planeta. Me quedó muy claro que era el momento de no seguir. Esa persona hoy es columnista Editorial de El Tiempo, alguien muy de mis afectos.
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Club Millonarios
Soy un aficionado al fútbol y, siendo presidente, Andrés Pastrana me dijo que quería sanear a Millonarios. Convoqué a Álvaro Dávila, quien era presidente de la Fundación Social José Francisco Chalela de Gamboa&Chalela Abogados y otros. Compramos acciones hasta el día en el que una periodista de Caracol dijo que habíamos comprado una compañía sospechosa.
Como presidente de Millonarios fui a brindar versión libre con todos los soportes del caso como mi Declaración de Renta. Antes de realizar las compras pedíamos el visto bueno a la Fiscalía, a Extensión de Dominio, a la DNE y a Lavado de Activos.
Presenté todas las autorizaciones del caso. La deuda se la pagaron a la DNE, aunque las acciones siguieron siendo mías.
Presidí de 2002 a 2003. Le tuve vendido el Club Millonarios a Colpatria por las deudas de más de tres mil millones, hasta que alguien de la Junta, Juan Carlos López, influyó en Alfonso Plazas Vega, que era el director de la DNE de ese momento. Yo había invitado a la Junta a Camilo Villaveces, socio de Inverlink.
Nos tomó seis meses hacer un estudio de la viabilidad de Millonarios y se lo presenté a Plazas Vega, quien me retiró el apoyo. Decidí renunciar con la condición de que él fuera el presidente y consiguiera los recursos que se necesitaban. El estudio reflejaba que Millonarios no sería rentable en diez años así fuera campeón porque no tendría cómo pagar lo que debía.
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Los abogados asesoraron a Plazas Vega diciéndole que no podía ser presidente. Sabas Pretel me reclamó por abandonar el Club y llamó a Plazas Vega citando a reunión en la que se manifestó que se iniciaba el Comité Consultor lo que tuve que rechazar pues yo no estaba dispuesto a avalar con mi presencia decisiones de otros, mi voto tenía que tener el mismo peso que el de todos.
Con mi renuncia, El Tiempo y Semana no favorecieron a Plazas Vega, por lo que me reclamó. Pasé carta al ministro renunciando al Comité. Hoy es una sociedad anónima que, aunque no sea rentable, ya pueden capitalizar. También se me criticó por un Estadio en Cota: Iván Mejía, el comentarista deportivo, decía que yo quería valorizar mis terrenos, pero lo invité a revisar todos los documentos que desvirtuaban su teoría, aunque no quiso hablar conmigo. Yo asumía mis costos y gastos en los viajes que hacía con el Club.
Me amenazaron las barras bravas y no pude ingresar al Estadio por más de un año.
Posición política
Han intentado secuestrarme en dos ocasiones: bajo la presidencia de Álvaro Uribe y la de Juan Manuel Santos. Soy coronel de los Profesionales Oficiales de la Reserva, comandante de la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdoba y me siento muy orgulloso de eso.
Soy Uribista, pero ya no tanto: ya pasaron las elecciones. Ojalá nos uniéramos alrededor de este país y de la paz. Si hay que hacer oposición, deberíamos hacerla con altura. El país no puede seguir destruyéndose por peleas. Debo diferenciar que una cosa es el afecto que le tengo a Juan Manuel y otra cosa es cómo me parece a mí su labor como presidente. He sido crítico de sus actuaciones. Fui el primer uribista miembro de la familia Santos.
Cuando Uribe estaba en campaña, en el Metropolitan me presentaba como “el primer Santos que me apoyó”. Detesto la política, pero me gustaban sus propuestas, razón por la que hacía comentarios en la columna. “Qué tal este país en manos de Pachito” es quizas el comentario más ácido que le he hecho a Juan Manuel. Comenté diciendo “prefiero un país en manos de Pachito que en manos de Memel”, porque así le decíamos cuando era niño.
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Momento actual
Actualmente estoy pensionado, tengo esta revista y el portal, Taller Arte Digital, en el que dictamos clases de arte. También tengo una compañía de seguridad informática que aseguró las elecciones en Ecuador de Congreso y de Presidencia. Hago un programa con Fernando Londoño de 9:15 a 9:30 de la mañana todos los lunes en la Hora de la Verdad. Tengo, además, la pizzería Milanos en Bocagrande, Cartagena, en la calle sexta con tercera.
Familia
Me casé con una cartagenera hace casi cuarenta años, tenemos tres hijos, Juan Carlos, Mateo que es editor del Portal, y Helena.
En el año 72, cuando Lufthansa inauguró el vuelo directo Bogotá-Frankfurt, mi papá iba a viajar, pero no pudo, entonces fui por él. Estando allí con Luis Alberto Cano, quien ya falleció y que hacía parte del periódico El Espectador, quisimos ir a Londres. Algún día en la playa recogimos dos niñas. Por la noche, una de ellas me dijo que quería quedarse conmigo todas mis vacaciones. Nos despedimos casi llorando una semana después. A los nueve meses recibí una carta en la que me decía que tenía una hija llamada Carrie y se incomunicó. En el año 2002 recibí un correo que decía “Mi nombre es Carrie, si usted quiere saber quién soy yo, si me quiere contestar, me encantaría”. Le contesté: “Usted es mi hija”.
Mi señora conoce la situación, fuimos a conocerla a Londres y vinimos con ella a Cartagena. Tengo tres nietos. No me contactaron antes porque la mamá se casó a los dos meses de haber nacido Carrie y el señor la adoptó. Soy su papá biológico y tenemos muy buena relación.
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Aficiones
Troto todos los días, me gusta y me he ganado abiertos de golf. Me encanta el cine comercial , un gusto que heredé de mi abuelo y mi papá. Mis géneros preferidos son el terror y la ciencia ficción, pero prefiero ir solo para concentrarme. Esa es mi vida.
Hoy existe una tendencia de tecnología verde donde los computadores son reciclables. De hecho, hay muchas compañías que cuando sacan sus pliegos de referencia para comparar computadores, exigen que sean reciclables. Lo que no se recicla envenena el ambiente. Se requieren campañas de concientización, algo que debe estar a cargo del gobierno.
Los puntos de quiebre de la tecnología son el nacimiento del portátil, el Internet, el comercio electrónico y las redes sociales. Viene lo que se conoce como el IOT, Internet of Things. Ya hay más cosas conectadas a Internet que seres humanos.
¿Qué tanto nos anula la tecnología? En educación, ya es más importante chatear que mirar a una persona a los ojos mientras se conversa con ella, la privacidad se perdió aún con leyes para regularla, como la seguridad.
El papel está en agonía. Lo único que leo en papel es el periódico El Tiempo.
Desde el saludo se hizo evidente la calidad humana de Guillermo Santos. Una persona que transmite una muy buena energía; resalto su calidez, empatía, capacidad de comunicar; es un excelente anfitrión. Porque las personas somos esencia que trasciende y que contiene una historia que se va escribiendo día a día. Sin más preámbulos los dejo con la entrevista que muy amablemente me brindó Guillermo Santos Calderón, el “Evangelista de la Tecnología”
Soy una persona muy diferente a lo que la gente se imagina. Me ven como un ejecutivo, pero soy muy sencillo: me abrazo con el portero de mi edificio. Soy un buen ser humano: solidario, colaborador, comprometido. Hago lo que quisiera que hicieran por mí. Estas características las heredé de mi papá, Hernando Santos Castillo, accionista, director y jefe de Redacción de la Casa Editorial El Tiempo durante muchos años.
Mi mamá, Helena Calderón Nieto, fue ama de casa. Tuvo un restaurante llamado “La Red”, con especialidad en mariscos, ubicado en la 87 con 15 del cual fui socio. Ella era socia de mi tía Clemencia, madre de Juan Manuel Santos, y de Magola de Gamboa. Cuando vendieron, compré una parte y entre mi mamá y yo compramos la otra mitad, así me volví socio mayoritario. Cerramos cuando nos sacaron de la 87 por una ley que impedía tener terraza sobre la 15. Luego fundamos una sucursal en La Soledad. Se vendió la casa y se cerró. No existe hoy en día.
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Comencé estudiando en el Abraham Lincoln y luego cursé bachillerato en el Anglo Colombiano. En el primero hablaba inglés en todas las clases, en el segundo requerí tiempo, aunque mi papá reconocía que lo hablaba de manera fluida. La diferencia radicaba en el acento americano del primero y acento inglés del segundo que, como le decía a mi papá, una cosa era decir “yeah” como los gringos y otra cosa era decir “yes” como los ingleses. Siempre fui “nerd” ocupando los primeros lugares, líder de las “House Captain” del Anglo, en las que se usaban corbatas de distintos colores. Del colegio me gustaron mucho las competencias deportivas y culturales entre estas casas. También los “Prefects” de los que hice parte. Al momento del grado, mi papá me preguntó qué quería estudiar. La respuesta no podía ser otra distinta a periodismo, pero él no estuvo de acuerdo porque eran otras épocas y argumentaba “Si nos cierran El Tiempo ¿de qué vamos a vivir?”. Así pues, comencé Ingeniería Industrial en la Universidad de los Andes. En un semestre tomé dos cursos, uno de resistencia de materiales, otro de programación de computadores, en el primero saqué 2.5 y en programación 5. Entonces descubrí que lo mío era la tecnología. Me pasé a Ingeniería de Sistemas donde fui monitor de varios cursos.
El Tiempo
Cuando me gradué comencé a trabajar en Telecom como jefe de Sistemas Administrativos, pero me retiré porque la empresa compró un sistema que cambió el de las tarjetas perforadas de computador que ponían la hora de inicio y de finalización de las llamadas para cobro. Me invitaron a ser jurado de la licitación, pero no acepté por no considerarlo conveniente. Luego estudié una maestría en Ciencias de Computación en Estados Unidos. Cuando la terminé abrí el Departamento de Tecnología de la Casa Editorial El Tiempo.
Traje el primer computador sin lector de tarjeta perforada en 1978. Cuando salíamos con mi papá a los cocteles nos presentaba así: “Este es mi hijo Francisco, editor de la Sección Internacional; mi hija Adrianita, la que maneja el área comercial; mi hijo Rafael, jefe de Redacción, y este es mi hijo Guillermo, que habla de computadores y nunca se le entiende nada”. Para formar parte de la familia pensé que tendría que hacer periodismo, así que me surgió la idea de hacer una sección de tecnología que para esa época se llamaba “Sección de computadores”. Esta fue la primera sección semanal especializada en tecnología que se creó en Suramérica.
No había periodistas de informática por lo que me apoyé en amigos ingenieros, como el hoy decano de la Facultad de Ingeniería de Sistemas de Uniminuto, Manuel Dávila, pero también en Roberto Pardo, entre muchos otros. Con toda modestia me atrevo a decir que soy el decano de los Periodistas Informáticos. Comencé a escribir de informática hace más de treinta y cinco años. Mi papá me dijo que me llevara un número cero, que es un prototipo de la sección, y aprobó la mía, aunque no entendía de qué le hablaba.
En 1993 le manifesté que la tecnología sería más importante que la economía y que la política, y el periódico no tenía una Editorial. Entonces me la asignó, lo que me implicó un reto enorme dado que yo era muy técnico. Alguna vez, luego de una columna, recibí la llamada de la ministra de Comunicaciones para comentarla, situación que me sorprendió por las implicaciones que tenía la Editorial.
El 24 de enero de 1994 comencé con mi columna que se publica de manera ininterrumpida. Sólo hubo un lunes en el que no publiqué y la razón es que siempre me sentí en la obligación de escribir a pesar de que no tuviera tema, pero tomé la decisión de no hacerlo más de esa manera.
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Fui vicepresidente general de El Tiempo, el segundo cargo más importante del periódico. Luis Fernando Santos se hizo presidente y para esa época yo me descubrí, no por lo que hacía, sino por quien era. Ahí fue cuando decidí volver a mis temas tecnológicos sin importar lo que implicara. Al retirarme era CIO, Chief Information Officer de El Tiempo y todas sus empresas.
En el año 96, cuando estaban de moda las revistas Motor, Carrusel, Elenco y Cronómetro, pensé que era el momento para una revista de tecnología, idea que solo sería aceptada si yo la hacía. Ahí nació Enter. La idea y el nombre son míos. Tenemos más de veinte años en el mercado.
En El Tiempo era la revista de Guillermo, sin cuerpo de ventas asignado y se sostenía por las suscripciones. La trataron de cerrar cuando llegó Planeta, pero me quedé con ella. Durante los primeros tres años salía con la suscripción del periódico. Luego la separaron y hoy es completamente independiente. Quien la quiera se puede suscribir, comprarla o bajarla por Internet. También organicé foros tecnológicos para El Tiempo.
Traje al hacker más famoso, Kevin Mitnick, para el Foro de Seguridad Informática, a Steve Wozniak en el Foro Vida Digital. Seguimos haciendo foros y el programa Vida Digital, que lo pasa el Canal 13. En la revista hacemos investigación y enseñamos, tenemos tutoriales. Hoy nos encuentran en Enter.Co (http://www.enter.co/)
Cámara Colombiana de Informática y Telecomunicaciones
En 1994, creé y presidí la Cámara Colombiana de Informática y Telecomunicaciones. Cuando estaba en El Tiempo me di cuenta de que era necesario crear un gremio fuerte y consolidado que fuera escuchado en el Gobierno. Hicimos un Gremio de Empresas y con condiciones claras como una cuota importante de participación.
Dejé la Presidencia porque comenzó a correr el rumor de que mi columna era el “megáfono” de la CCIT, por lo que decidí retirarme: para mí la columna era muy importante. El presidente actual, Alberto Samuel Yohai, me hizo un reconocimiento por ser su fundador diciendo que de otra forma no existiría.
El Tiempo tenía una característica muy particular: los socios vivían de las utilidades. Cuando se abrió la posibilidad de un tercer canal de televisión, que implicaba una exigencia de recursos importante, El Tiempo quería entrar y, para eso, debíamos capitalizar, pero decidimos vender. Entonces llegó Planeta. Todos vendimos la mitad de nuestras acciones. En el acuerdo de accionistas había una fecha límite para vender y yo opté por ella: algún día me encontré con alguien muy especial dentro del periódico a quien le hicieron entregar la oficina y retirar la foto de mi papá. Entendí que la empresa familiar, la de los afectos, la que empleaba a siete mensajeros por ser hijos de otros funcionarios, la que tomaba decisiones que no tenían en cuenta temas tan financieros como el EBITDA, distaba de las consideraciones que sí tenía Planeta. Me quedó muy claro que era el momento de no seguir. Esa persona hoy es columnista Editorial de El Tiempo, alguien muy de mis afectos.
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Club Millonarios
Soy un aficionado al fútbol y, siendo presidente, Andrés Pastrana me dijo que quería sanear a Millonarios. Convoqué a Álvaro Dávila, quien era presidente de la Fundación Social José Francisco Chalela de Gamboa&Chalela Abogados y otros. Compramos acciones hasta el día en el que una periodista de Caracol dijo que habíamos comprado una compañía sospechosa.
Como presidente de Millonarios fui a brindar versión libre con todos los soportes del caso como mi Declaración de Renta. Antes de realizar las compras pedíamos el visto bueno a la Fiscalía, a Extensión de Dominio, a la DNE y a Lavado de Activos.
Presenté todas las autorizaciones del caso. La deuda se la pagaron a la DNE, aunque las acciones siguieron siendo mías.
Presidí de 2002 a 2003. Le tuve vendido el Club Millonarios a Colpatria por las deudas de más de tres mil millones, hasta que alguien de la Junta, Juan Carlos López, influyó en Alfonso Plazas Vega, que era el director de la DNE de ese momento. Yo había invitado a la Junta a Camilo Villaveces, socio de Inverlink.
Nos tomó seis meses hacer un estudio de la viabilidad de Millonarios y se lo presenté a Plazas Vega, quien me retiró el apoyo. Decidí renunciar con la condición de que él fuera el presidente y consiguiera los recursos que se necesitaban. El estudio reflejaba que Millonarios no sería rentable en diez años así fuera campeón porque no tendría cómo pagar lo que debía.
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Con mi renuncia, El Tiempo y Semana no favorecieron a Plazas Vega, por lo que me reclamó. Pasé carta al ministro renunciando al Comité. Hoy es una sociedad anónima que, aunque no sea rentable, ya pueden capitalizar. También se me criticó por un Estadio en Cota: Iván Mejía, el comentarista deportivo, decía que yo quería valorizar mis terrenos, pero lo invité a revisar todos los documentos que desvirtuaban su teoría, aunque no quiso hablar conmigo. Yo asumía mis costos y gastos en los viajes que hacía con el Club.
Me amenazaron las barras bravas y no pude ingresar al Estadio por más de un año.
Posición política
Han intentado secuestrarme en dos ocasiones: bajo la presidencia de Álvaro Uribe y la de Juan Manuel Santos. Soy coronel de los Profesionales Oficiales de la Reserva, comandante de la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdoba y me siento muy orgulloso de eso.
Soy Uribista, pero ya no tanto: ya pasaron las elecciones. Ojalá nos uniéramos alrededor de este país y de la paz. Si hay que hacer oposición, deberíamos hacerla con altura. El país no puede seguir destruyéndose por peleas. Debo diferenciar que una cosa es el afecto que le tengo a Juan Manuel y otra cosa es cómo me parece a mí su labor como presidente. He sido crítico de sus actuaciones. Fui el primer uribista miembro de la familia Santos.
Cuando Uribe estaba en campaña, en el Metropolitan me presentaba como “el primer Santos que me apoyó”. Detesto la política, pero me gustaban sus propuestas, razón por la que hacía comentarios en la columna. “Qué tal este país en manos de Pachito” es quizas el comentario más ácido que le he hecho a Juan Manuel. Comenté diciendo “prefiero un país en manos de Pachito que en manos de Memel”, porque así le decíamos cuando era niño.
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Familia
Me casé con una cartagenera hace casi cuarenta años, tenemos tres hijos, Juan Carlos, Mateo que es editor del Portal, y Helena.
En el año 72, cuando Lufthansa inauguró el vuelo directo Bogotá-Frankfurt, mi papá iba a viajar, pero no pudo, entonces fui por él. Estando allí con Luis Alberto Cano, quien ya falleció y que hacía parte del periódico El Espectador, quisimos ir a Londres. Algún día en la playa recogimos dos niñas. Por la noche, una de ellas me dijo que quería quedarse conmigo todas mis vacaciones. Nos despedimos casi llorando una semana después. A los nueve meses recibí una carta en la que me decía que tenía una hija llamada Carrie y se incomunicó. En el año 2002 recibí un correo que decía “Mi nombre es Carrie, si usted quiere saber quién soy yo, si me quiere contestar, me encantaría”. Le contesté: “Usted es mi hija”.
Mi señora conoce la situación, fuimos a conocerla a Londres y vinimos con ella a Cartagena. Tengo tres nietos. No me contactaron antes porque la mamá se casó a los dos meses de haber nacido Carrie y el señor la adoptó. Soy su papá biológico y tenemos muy buena relación.
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Hoy existe una tendencia de tecnología verde donde los computadores son reciclables. De hecho, hay muchas compañías que cuando sacan sus pliegos de referencia para comparar computadores, exigen que sean reciclables. Lo que no se recicla envenena el ambiente. Se requieren campañas de concientización, algo que debe estar a cargo del gobierno.
Los puntos de quiebre de la tecnología son el nacimiento del portátil, el Internet, el comercio electrónico y las redes sociales. Viene lo que se conoce como el IOT, Internet of Things. Ya hay más cosas conectadas a Internet que seres humanos.
¿Qué tanto nos anula la tecnología? En educación, ya es más importante chatear que mirar a una persona a los ojos mientras se conversa con ella, la privacidad se perdió aún con leyes para regularla, como la seguridad.
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