“Hoy desde el cielo, mañana desde cualquier lugar del mundo”
Con esta frase, Julio Sánchez Cristo se despidió de su padre, Julio E. Sánchez Vanegas, locutor, empresario y presentador colombiano, quien falleció el 26 de enero. Un homenaje a una de las figuras más relevantes de los medios de comunicación y la televisión colombiana.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Ser el primero. Y no solamente por llegar antes que los demás, como en las carreras, sino por la invención, por ser el primero en algo que ningún otro estaba persiguiendo, porque no se conocía. Se debe sentir bien ganar, sobresalir. Pero se debe sentir mejor inventarse algo. Podría decirse que así le pasó a Julio Sánchez Vanegas, que vino al mundo para ignorar los límites, que vivió para hacer, así la situación económica, las dificultades, el pueblo, las ciudades y los miedos propios y ajenos le hubiesen dicho que no se podía.
En 1954, la televisión llegó a Colombia para probar la existencia de la magia. Él fue la primera cara en salir de aquel mundo impensable que ya era real. Jorge Barón, uno de sus más grandes admiradores, recordó que la primera vez que vio aquella pantalla no entendía cómo era posible que de allí salieran imágenes de personas moviéndose y hablando: “Los seres humanos somos una maravilla”, recuerda que se dijo, y por eso fue que cuando vio a Vanegas en persona se sintió afortunado de estar más cerca de cumplir el sueño de ser mago o presentador, que para él eran lo mismo.
Para ser exactos, fue el 13 de junio de 1954. “Estamos inaugurando la televisión de Colombia”, fue lo que Vanegas dijo durante ese momento, mientras se metía en la casa de los colombianos más afortunados que consiguieron aquella caja de encantamientos o realidades que aún no se asumía como algo posible. “Yo quiero traer Miss Universo a Colombia”, le dijo al director de Miss Universo. “Cuando quiera, Julito”, le contestaron. Así lo contó en el programa Los informantes, de Caracol Televisión. Y también trajo los Premios Óscar. Algunos de los eventos en los que se reunían las figuras y los hechos más importantes del mundo llegaron aquí por él. Esos a los que nosotros pensábamos que jamás llegaríamos porque se veían de otro planeta. O, mejor dicho: nosotros, que nos sentíamos de otro planeta y sin posibilidades de acceder a la civilización, vimos el mundo a través de su gestión e infinita capacidad. Él nos incluyó.
Le invitamos a leer: El mensaje de Chayanne tras la muerte de Julio Sánchez Vanegas
En su casa, sus cuatro hijos siempre fueron primero. En la mesa tenían la comida servida antes que su madre y su padre. Si no hubiese habido, los mayores habrían dicho que no tenían hambre, o simplemente no habrían comido. Y en esas comidas, a veces salían historias de los inicios del padre: “¿Cómo es que alguien consigue los derechos de Miss Universo en Estados Unidos sin hablar ni una gota de inglés?”, se preguntó Gerardo Sánchez Cristo. Y se maravilló. La voz le cambió cuando volvió a ser consciente de que su padre fue su padre. Aseguró que jamás hubo presiones para que ninguno de ellos estudiara algo relacionado con Producciones JES, su empresa. Que se les respetó su libertad.
Este año, la organización en mención liderada por Vanegas cumpliría 60 años. De allí nacieron los programas Concéntrese, que estuvo al aire durante 35 años, y Espectaculares JES, en el que reunió figuras mundiales de la música. En el primero, retaba la memoria de los participantes. En el segundo, acercaba a los artistas más reconocidos del momento a sus televidentes. También tuvo un programa de variedades llamado Panorama y, una vez más, rebasó sus límites produciendo novelas como Sangre de lobos y La maldición del paraíso.
Fue presentador, locutor, empresario, esposo, padre, explorador, jefe, pionero y actor. El milagro de sal, una película que contó algunas de las precarias condiciones en las que trabajaban los obreros en Colombia, fue protagonizada por él. En Mares de pasión también ocupó el estelar. Pero también fue publicista, o logró lo que querrían algunos publicistas: meterse entre la memoria. “Hoy desde Madrid, mañana desde cualquier lugar del mundo”, decía si estaba en Madrid, y la frase se ajustaba al sitio en el que estuviera transmitiendo.
“Se fue mi héroe. Le debo todo y más… Ya desde el cielo, mañana desde cualquier lugar del mundo… ¡Hasta siempre, adorado padre!”, publicó Julio Sánchez Cristo, su hijo, en su cuenta de X. El cantante Carlos Vives comentó: “Gran pionero del arte del entretenimiento y en mi vida también lo fue. Siguió mis primeros pasos en la música y me dio un lugar en su historia. Recuerdos simplemente espectaculares, gracias, don Julio. Hoy sus hijos y nietos son su mejor herencia. Descansa en paz”. Y figuras reconocidas colombianas como Margarita Rosa de Francisco, Camilo Romero, Daniel Coronell, Álvaro Uribe y Claudia López, entre otras, se unieron a los homenajes para Sánchez Vanegas, y a la solidaridad hacia sus familiares.
No le gustaba que le dijeran don Julio. “Ese es el del Ley”, decía. Le encantaba trabajar. Otros disfrutaban de leer, bailar, viajar. A él le fascinaba trabajar. Ese era su hobby, su sustento y su razón. Se aprendía de él mirándolo: su coherencia era visible. No gastaba todo el dinero que tuviera para un proyecto, no se “enloquecía” con las primeras ganancias que recibía y no negociaba la rectitud, su mayor garantía. No necesitó aprender inglés para acortar distancias y tender puentes. Fueron suficientes el español, la voluntad y el ejemplo para sobrepasar el último límite que le quedaba: murió de 93 años, pero dejó obra. “Hoy desde el cielo, mañana desde cualquier lugar del mundo”, como lo precisó su hijo.
Ser el primero. Y no solamente por llegar antes que los demás, como en las carreras, sino por la invención, por ser el primero en algo que ningún otro estaba persiguiendo, porque no se conocía. Se debe sentir bien ganar, sobresalir. Pero se debe sentir mejor inventarse algo. Podría decirse que así le pasó a Julio Sánchez Vanegas, que vino al mundo para ignorar los límites, que vivió para hacer, así la situación económica, las dificultades, el pueblo, las ciudades y los miedos propios y ajenos le hubiesen dicho que no se podía.
En 1954, la televisión llegó a Colombia para probar la existencia de la magia. Él fue la primera cara en salir de aquel mundo impensable que ya era real. Jorge Barón, uno de sus más grandes admiradores, recordó que la primera vez que vio aquella pantalla no entendía cómo era posible que de allí salieran imágenes de personas moviéndose y hablando: “Los seres humanos somos una maravilla”, recuerda que se dijo, y por eso fue que cuando vio a Vanegas en persona se sintió afortunado de estar más cerca de cumplir el sueño de ser mago o presentador, que para él eran lo mismo.
Para ser exactos, fue el 13 de junio de 1954. “Estamos inaugurando la televisión de Colombia”, fue lo que Vanegas dijo durante ese momento, mientras se metía en la casa de los colombianos más afortunados que consiguieron aquella caja de encantamientos o realidades que aún no se asumía como algo posible. “Yo quiero traer Miss Universo a Colombia”, le dijo al director de Miss Universo. “Cuando quiera, Julito”, le contestaron. Así lo contó en el programa Los informantes, de Caracol Televisión. Y también trajo los Premios Óscar. Algunos de los eventos en los que se reunían las figuras y los hechos más importantes del mundo llegaron aquí por él. Esos a los que nosotros pensábamos que jamás llegaríamos porque se veían de otro planeta. O, mejor dicho: nosotros, que nos sentíamos de otro planeta y sin posibilidades de acceder a la civilización, vimos el mundo a través de su gestión e infinita capacidad. Él nos incluyó.
Le invitamos a leer: El mensaje de Chayanne tras la muerte de Julio Sánchez Vanegas
En su casa, sus cuatro hijos siempre fueron primero. En la mesa tenían la comida servida antes que su madre y su padre. Si no hubiese habido, los mayores habrían dicho que no tenían hambre, o simplemente no habrían comido. Y en esas comidas, a veces salían historias de los inicios del padre: “¿Cómo es que alguien consigue los derechos de Miss Universo en Estados Unidos sin hablar ni una gota de inglés?”, se preguntó Gerardo Sánchez Cristo. Y se maravilló. La voz le cambió cuando volvió a ser consciente de que su padre fue su padre. Aseguró que jamás hubo presiones para que ninguno de ellos estudiara algo relacionado con Producciones JES, su empresa. Que se les respetó su libertad.
Este año, la organización en mención liderada por Vanegas cumpliría 60 años. De allí nacieron los programas Concéntrese, que estuvo al aire durante 35 años, y Espectaculares JES, en el que reunió figuras mundiales de la música. En el primero, retaba la memoria de los participantes. En el segundo, acercaba a los artistas más reconocidos del momento a sus televidentes. También tuvo un programa de variedades llamado Panorama y, una vez más, rebasó sus límites produciendo novelas como Sangre de lobos y La maldición del paraíso.
Fue presentador, locutor, empresario, esposo, padre, explorador, jefe, pionero y actor. El milagro de sal, una película que contó algunas de las precarias condiciones en las que trabajaban los obreros en Colombia, fue protagonizada por él. En Mares de pasión también ocupó el estelar. Pero también fue publicista, o logró lo que querrían algunos publicistas: meterse entre la memoria. “Hoy desde Madrid, mañana desde cualquier lugar del mundo”, decía si estaba en Madrid, y la frase se ajustaba al sitio en el que estuviera transmitiendo.
“Se fue mi héroe. Le debo todo y más… Ya desde el cielo, mañana desde cualquier lugar del mundo… ¡Hasta siempre, adorado padre!”, publicó Julio Sánchez Cristo, su hijo, en su cuenta de X. El cantante Carlos Vives comentó: “Gran pionero del arte del entretenimiento y en mi vida también lo fue. Siguió mis primeros pasos en la música y me dio un lugar en su historia. Recuerdos simplemente espectaculares, gracias, don Julio. Hoy sus hijos y nietos son su mejor herencia. Descansa en paz”. Y figuras reconocidas colombianas como Margarita Rosa de Francisco, Camilo Romero, Daniel Coronell, Álvaro Uribe y Claudia López, entre otras, se unieron a los homenajes para Sánchez Vanegas, y a la solidaridad hacia sus familiares.
No le gustaba que le dijeran don Julio. “Ese es el del Ley”, decía. Le encantaba trabajar. Otros disfrutaban de leer, bailar, viajar. A él le fascinaba trabajar. Ese era su hobby, su sustento y su razón. Se aprendía de él mirándolo: su coherencia era visible. No gastaba todo el dinero que tuviera para un proyecto, no se “enloquecía” con las primeras ganancias que recibía y no negociaba la rectitud, su mayor garantía. No necesitó aprender inglés para acortar distancias y tender puentes. Fueron suficientes el español, la voluntad y el ejemplo para sobrepasar el último límite que le quedaba: murió de 93 años, pero dejó obra. “Hoy desde el cielo, mañana desde cualquier lugar del mundo”, como lo precisó su hijo.