¿Independencia o neoliberalismo en las artes? (Opinión)
Presentamos la quinta entrega de Art70, una columna escrita por la antropóloga Catalina Ceballos. En estos textos se planteará un tema que partirá de una premisa relacionada con problemáticas contemporáneas desde la perspectiva cultural. Esta discusión es ampliada en el pódcast homónimo publicado por la Revista 070.
Catalina Ceballos
Nunca pensamos en el trabajo, pensamiento o emoción de los creadores. Tampoco lo hacemos cuando se trata de las prácticas culturales. Estas, creo yo, permiten intervenir en lo material y en lo simbólico, pero la verdad es que en la mayoría de los casos deben lograr ser competitivos: tener altos niveles de excelencia -lo que sea que eso quiera decir-, ser sostenibles, conocidos, etc… A mí me suena a un camino lleno de ansiedad y precariedad. Me suena, además, cercano a la explotación: entre tanta excelencia se pierde el goce de la relectura sobre un mismo párrafo o la posibilidad de quedarse más tiempo de lo previsto apreciando una obra de arte o la dicha de repetirse una y otra vez un álbum completo.
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Me pregunto en quién recae la responsabilidad de ese disfrute: pareciera que es exclusivo del algoritmo que dictamina juicios y valores. En ese sentido, los artistas corren el riesgo de perder autonomía y caer en trampas de géneros uniformes que producen muchos ingresos. Se olvida la delicia de la heterogeneidad o, mejor, la dicha de la diversidad, esa que siempre ha sido utilizada y ha enarbolado retóricas (apropósito de la Feria del Libro de Madrid). Sin embargo, si se hace un esfuerzo por seguir con el ateísmo rampante frente al entretenimiento efímero se puede uno encontrar con unas joyas que, fácilmente, podrían hacerle trampa al algoritmo. Eso me sucedió con Bella Álvarez, una mujer paisa que decidió, con el corazón y la mente, dedicarle sus horas productivas y de ocio a ser cantautora. Hablé con ella y me volví a plantear preguntas como: ¿qué tan cierto es que muchos trabajos creativos o asociados a la expresión artística surgen como trabajos producto de la pasión? ¿quién dijo que al principio la remuneración es sentimental?
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Es imposible no pensarse las artes y la cultura dentro de la dinámica propuesta por el neoliberalismo. La economía naranja es eso, una gran bandera neoliberal en donde el mercado libre es competir a muerte con otros individuos (entre artistas). Según ese modelo económico, tenemos que ser racionales y autoexplotarnos porque todos nos vendemos. En el neoliberalismo se regulan hasta las creencias y la competencia es la única actividad humana. También es hipócrita la racionalidad neoliberal de la eficiencia y el mercado libre donde siempre habrá perdedores (pensemos en las convocatorias). Hay un mercado libre como utopía frente a la distopía en la todo se convierte en una necesidad de acumular. Escuchar, leer, ver y disfrutar el camino de aquellos que apuestan por la independencia no es otra cosa que pensar en modelos solidarios y colectivos donde el tiempo aún puede ser para el simple y profundo goce.
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* * *
Oigo y leo a escritores y políticos comentando sobre la Feria del Libro de Madrid y concluyo: el arte no está por fuera de la política, pero la política, en cambio, casi siempre está en su producción, su distribución y su recepción.
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