Isabel Allende: “Estados Unidos necesita a los inmigrantes”
Presentamos una entrevista con Isabel Allende, que publicó recientemente la novela “El viento conoce mi nombre”.
Andrés Osorio Guillott
Dice Isabel Allende que “el origen de esta novela nos remite a 2019, cuando me enteré de un caso particular. Ya sabía de muchos casos antes, porque la política de separar a los niños empezó en el 2017, pero me enteré del caso de una niñita ciega que la separaron en la frontera. La publicación de la novela coincidió prácticamente en la misma semana con el hecho de que quitaron el Title 42, que era la norma, con la disculpa de la pandemia, de no dejar entrar a nadie que viniera de países que tuvieran casos de contagio por coronavirus, pero como ahora se declaró el fin de la pandemia, tuvieron que quitar eso, pero pusieron dos reglas que son peores todavía, así que la crisis humanitaria que hay en la frontera es peor que nunca”.
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Dice Isabel Allende que “el origen de esta novela nos remite a 2019, cuando me enteré de un caso particular. Ya sabía de muchos casos antes, porque la política de separar a los niños empezó en el 2017, pero me enteré del caso de una niñita ciega que la separaron en la frontera. La publicación de la novela coincidió prácticamente en la misma semana con el hecho de que quitaron el Title 42, que era la norma, con la disculpa de la pandemia, de no dejar entrar a nadie que viniera de países que tuvieran casos de contagio por coronavirus, pero como ahora se declaró el fin de la pandemia, tuvieron que quitar eso, pero pusieron dos reglas que son peores todavía, así que la crisis humanitaria que hay en la frontera es peor que nunca”.
El viento conoce mi nombre, la nueva novela de Isabel Allende, une las historias de Samuel, que tuvo que separarse de su familia tras la Noche de los Cristales Rotos, en la Segunda Guerra Mundial, y la historia de Leticia, que escapó de la masacre del Mozote, en El Salvador, y de su hija, Anita. Cuenta la escritora chilena-estadounidense que quiso plantear un arco narrativo, y para eso construyó el personaje de Samuel, que en su vejez se encuentra con Anita, quien le recuerda el drama de haber desistido del futuro en su país de origen para buscarlo en otro; en este caso, en Estados Unidos.
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“Nadie sale de su país para ir a otro donde te van a recibir con hostilidad si no es porque vas escapando de algo, y a menudo vas escapando para salvar la vida, vas escapando de la extrema pobreza o extrema violencia. Eso es universal. No existían los refugiados de Ucrania hasta que Rusia invadió a ese país. Ahora, esos refugiados son bien recibidos en todas partes porque son blancos, la gente que viene a golpear las puertas de la frontera en los Estados Unidos son gente de color, pero si fueran escandinavos ya estarían adentro. También hay problemas racistas y de clase. La inmigración es una cosa y los refugiados son otra. Son víctimas de una crueldad sistemática. La separación de la familia fue una crueldad organizada, una política de gobierno para desalentar a la gente de venir. Cómo serán las circunstancias originales para que la gente venga de todas maneras y corra el riesgo. El problema de la inmigración no es solo de los países de destino, sino de los países de los que salen; ahí empieza, es la raíz de todo. Sus vidas son ya desarticuladas desde sus países de origen. Estados Unidos necesita a los inmigrantes porque ellos hacen el trabajo que no hace ningún americano por muy poco dinero y en condiciones a menudo subhumanas. Aquí los necesitan, pero a la vez hay toda una retórica contra ellos porque no se les facilita nada”.
La migración, la violencia de género y la infancia son temas que atraviesan una historia que refleja precisamente cómo la crisis humanitaria que se desprende de la migración es un tema que, lastimosamente, no pierde vigencia, que sucede en muchas partes del mundo y en distintos tiempos.
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“Primero tengo que decirte que cuando escribo una novela no pienso dar un mensaje. No estoy tratando de ganar la consciencia de nadie. La gente que me lee ya piensa como yo, y la que no, ni se les ocurra agarrar un libro mío. Sería como predicarle al coro. No tengo para qué hacer eso. Solo busco contar una historia. Cuando nos dicen que hay 80 millones de refugiados en el mundo no significa nada, pero si nos cuentan la historia de una niña como Anita o de un niño como Samuel, con 80 años de diferencia en el tiempo, podemos relacionarnos más personalmente. Ese es finalmente el propósito del arte, o lo que el arte consigue aunque no se lo proponga, y es acercarte a la experiencia humana. Eso es lo que me fascina: agarrar un personaje, un suceso histórico y transformarlo en algo con lo cual yo me puedo relacionar y un lector o lectora complaciente puede hacerlo”.
Allende lleva varios años defendiendo las causas del feminismo desde la literatura y su fundación. Apoyar a mujeres víctimas de violencia de género y construir personajes femeninos para exaltar sus luchas son las formas en las que la escritora trabaja en este interés. Su más reciente novela no está exenta de este tema: se enfoca mucho más en la gente que está ayudando que en las víctimas, y el 90 % de la gente que está ayudando son mujeres. “En Estados Unidos hay 40.000 abogados que trabajan para representar a los niños en las cortes, más del 90 % de ellos son mujeres, porque ahí no hay dinero, no hay gloria, no hay fama, no hay nada más que corazón y trabajo. El homenaje a las mujeres es natural porque con ellas me entiendo, he podido entrarle al problema. En la literatura, en la vida, en la historia, siempre es la voz del hombre la que predomina. ¿Quién escribe la historia?, los vencedores, y los vencedores generalmente son hombres blancos, esa es la historia oficial, la memoria colectiva, y las otras voces no existen, la de las mujeres, la de los niños, los pobres, los derrotados. A esas voces las borró la historia. Desde el punto de vista de la escritura, es mucho más interesante buscar esas voces que seguir contando la historia oficial”.
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