“El stand-up comedy tiene una alta dosis de terapia personal”
El comediante Iván Marín, que presenta su nuevo show titulado Desde que se inventaron las excusas, compartió detalles del proceso de creación de un espectáculo de comedia, la importancia de la autenticidad en su trabajo y su experiencia enfrentándose ante diferentes públicos.
Diana Camila Eslava
Está presentando un nuevo Stand Up llamado “Desde que se inventaron las excusas”...
Sí, la temporada se presenta todos los viernes a las 8 p. m. en el Teatro Santa Fe. Este es un show de comedia donde quiero reflejar que, sin importar nuestras creencias, siempre tenemos una excusa para justificar cualquier embarrada que hacemos. Por eso, la frase coloquial que explica el show es “desde que se inventaron las excusas, todos quedamos bien”. Aunque, claro, a veces con las excusas quedamos peor de lo que estábamos.
¿Qué hay detrás de montar un show de stand up?
Bueno, detrás de la realización de un show de stand-up hay un arduo trabajo que es exitoso si la gente no se da cuenta de que hubo todo ese trabajo. El secreto está en hacerle sentir al público que lo que uno está diciendo lo dice por primera vez de manera espontánea, cuando en realidad es un material trabajado que se ha elaborado de manera minuciosa para que haya garantía de que se va a cumplir con el objetivo
¿Cómo es la experiencia de enfrentarse a un público nuevo en cada presentación?
Es curioso, pero el show, aunque entre comillas es siempre el mismo, nunca es igual. Estos factores varían y lo que realmente los define es el público. A veces parece como si el público se pusiera de acuerdo previamente para decir: “Hoy se lo vamos a poner más difícil al comediante”. Esa es parte de la emoción de este trabajo. Uno está seguro y confiado en el material que lleva, pero, al final, siempre es una nueva experiencia. Hay muchos factores que pueden hacer que el show sea más complicado o que salga trescientas mil veces mejor.
¿Cuáles han sido los hitos en su carrera?
Yo creería que el primer hito fue cuando ingresé a los medios de comunicación. Me gané una convocatoria que realizó la extinta 88.1 Superestación para un nuevo integrante de su programa: El zoológico de la mañana. Luego, diría que fue cuando me vinculé al grupo cómico paisa El Manicomio de Vargasvil. Crisanto fue una persona que depositó en mí una gran confianza, me permitió aprender mucho y tener grandes responsabilidades que me hicieron madurar artísticamente. Después de eso, el otro gran salto fue la llegada de Los comediantes de la noche. Pudimos hacer visible un trabajo que veníamos realizando durante mucho tiempo en bares y pequeños teatros, intentando dar a conocer un género que en ese entonces era casi desconocido en el país.
Y más adelante trabajó en otros formatos....
Después, trabajé en Usted no sabe quién soy yo, una película que marcó un referente interesante en cuanto a la taquilla y que con su propuesta nos abrió muchas puertas. Luego, participé en el sketch web Cinco minutitos más, donde pudimos explorar muchas ideas que no podíamos hacer en televisión. Y después de eso, el proyecto en el que estoy trabajando: Los de la culpa, junto a mis amigos. Un proyecto que empezó en Comedy Central y decidimos continuar, pero modificando ciertas características del formato.
Después de “Comediantes de la noche” se empezó a hablar aún más del formato de stand up en Colombia. ¿Qué pasaba por esos años?
En ese momento yo trabajaba en el canal, tenía un cargo de asesoramiento de contenidos humorísticos y escritura para varios proyectos. Los comediantes de la noche llegó como un accidente afortunado. Nos estábamos presentando en el Festival Iberoamericano de Teatro y a Fernando Gaitán se le ocurrió la idea de grabar nuestros shows y hacer un contenedor con fragmentos de varios de ellos. Era solo un experimento.
Pero el público acogió muy bien el formato...
Fue entonces cuando el canal decidió actuar y convertirlo en una realidad. Fernando Gaitán, a quien siempre le agradeceré mucho, fue una de las personas que confió en mí y me apoyó a lo largo de mi carrera. Él me planteó la idea y me dijo que llamara a mis amigos con los que grabamos esto, y que debíamos conformar un grupo y hacer de esto un programa continuo. Lo demás es historia; por fortuna, salió muy bien.
¿Qué le ha enseñado a usted el stand up que implementa en su vida?
El stand-up comedy, creo yo, tiene una alta dosis de terapia personal. Si te fijas bien, especialmente en las nuevas generaciones, hay muchos cómicos, no solo en Colombia sino a nivel mundial, que han aprovechado de manera positiva sus defectos. Muchos de nosotros descubrimos que burlarnos de nosotros mismos nos ayuda a superar nuestras inseguridades. Esto fue lo que me motivó inicialmente a querer enfrentar a un público. Cuando uno se para en el escenario y no se victimiza por lo que le pasa, sino que se ríe de ello, encuentra una especie de fortaleza o una nueva manera de verse a sí mismo.
¿Cuáles cree que son las cualidades de una persona que hace stand up?
La primera característica es la autenticidad. Creo que la principal diferencia entre el stand-up comedy y los chistes tradicionales radica en que los chistes suelen tener un final definido, convirtiéndose en parte de la cultura popular que todos pueden contar. Por ejemplo, un chiste sobre dos borrachos podría ser repetido por diferentes humoristas en una misma noche porque hablan en tercera persona. En cambio, en el stand-up es muy poco probable que encuentres a dos comediantes contando lo mismo.
¿Cómo era usted antes del stand up?
Yo empecé a estudiar literatura, pero dejé la carrera a mitad de camino por motivos personales. Escribía muchos monólogos, pero eran de carácter dramático. En una ocasión, luego de una presentación, una chica me invitó a actuar en un bar. Era la primera vez que me presentaba en un lugar así y el ambiente era completamente diferente, más relajado y festivo. Pensé que mis monólogos no encajarían en ese contexto, así que decidí adoptar una actitud más simpática y amigable. Para mi sorpresa, la gente empezó a reírse con mis ocurrencias.
¿Qué le aconsejaría a alguien que hasta ahora está empezando este camino?
Mi principal consejo es que, si desean adentrarse en este mundo, lo hagan por el amor al arte de hacer reír. Suele suceder que, si alguien comienza con motivaciones distintas: economía, fama, relaciones personales u otros deseos superficiales, se enfrentará a la realidad de que estos logros no llegan de inmediato. El camino hacia el éxito en el mundo del humor es arduo y puede llevar tiempo. Si inicias en este mundo por amor a la comedia, tendrás la energía y la determinación necesarias para persistir una y otra vez hasta que logres tus metas.
Está presentando un nuevo Stand Up llamado “Desde que se inventaron las excusas”...
Sí, la temporada se presenta todos los viernes a las 8 p. m. en el Teatro Santa Fe. Este es un show de comedia donde quiero reflejar que, sin importar nuestras creencias, siempre tenemos una excusa para justificar cualquier embarrada que hacemos. Por eso, la frase coloquial que explica el show es “desde que se inventaron las excusas, todos quedamos bien”. Aunque, claro, a veces con las excusas quedamos peor de lo que estábamos.
¿Qué hay detrás de montar un show de stand up?
Bueno, detrás de la realización de un show de stand-up hay un arduo trabajo que es exitoso si la gente no se da cuenta de que hubo todo ese trabajo. El secreto está en hacerle sentir al público que lo que uno está diciendo lo dice por primera vez de manera espontánea, cuando en realidad es un material trabajado que se ha elaborado de manera minuciosa para que haya garantía de que se va a cumplir con el objetivo
¿Cómo es la experiencia de enfrentarse a un público nuevo en cada presentación?
Es curioso, pero el show, aunque entre comillas es siempre el mismo, nunca es igual. Estos factores varían y lo que realmente los define es el público. A veces parece como si el público se pusiera de acuerdo previamente para decir: “Hoy se lo vamos a poner más difícil al comediante”. Esa es parte de la emoción de este trabajo. Uno está seguro y confiado en el material que lleva, pero, al final, siempre es una nueva experiencia. Hay muchos factores que pueden hacer que el show sea más complicado o que salga trescientas mil veces mejor.
¿Cuáles han sido los hitos en su carrera?
Yo creería que el primer hito fue cuando ingresé a los medios de comunicación. Me gané una convocatoria que realizó la extinta 88.1 Superestación para un nuevo integrante de su programa: El zoológico de la mañana. Luego, diría que fue cuando me vinculé al grupo cómico paisa El Manicomio de Vargasvil. Crisanto fue una persona que depositó en mí una gran confianza, me permitió aprender mucho y tener grandes responsabilidades que me hicieron madurar artísticamente. Después de eso, el otro gran salto fue la llegada de Los comediantes de la noche. Pudimos hacer visible un trabajo que veníamos realizando durante mucho tiempo en bares y pequeños teatros, intentando dar a conocer un género que en ese entonces era casi desconocido en el país.
Y más adelante trabajó en otros formatos....
Después, trabajé en Usted no sabe quién soy yo, una película que marcó un referente interesante en cuanto a la taquilla y que con su propuesta nos abrió muchas puertas. Luego, participé en el sketch web Cinco minutitos más, donde pudimos explorar muchas ideas que no podíamos hacer en televisión. Y después de eso, el proyecto en el que estoy trabajando: Los de la culpa, junto a mis amigos. Un proyecto que empezó en Comedy Central y decidimos continuar, pero modificando ciertas características del formato.
Después de “Comediantes de la noche” se empezó a hablar aún más del formato de stand up en Colombia. ¿Qué pasaba por esos años?
En ese momento yo trabajaba en el canal, tenía un cargo de asesoramiento de contenidos humorísticos y escritura para varios proyectos. Los comediantes de la noche llegó como un accidente afortunado. Nos estábamos presentando en el Festival Iberoamericano de Teatro y a Fernando Gaitán se le ocurrió la idea de grabar nuestros shows y hacer un contenedor con fragmentos de varios de ellos. Era solo un experimento.
Pero el público acogió muy bien el formato...
Fue entonces cuando el canal decidió actuar y convertirlo en una realidad. Fernando Gaitán, a quien siempre le agradeceré mucho, fue una de las personas que confió en mí y me apoyó a lo largo de mi carrera. Él me planteó la idea y me dijo que llamara a mis amigos con los que grabamos esto, y que debíamos conformar un grupo y hacer de esto un programa continuo. Lo demás es historia; por fortuna, salió muy bien.
¿Qué le ha enseñado a usted el stand up que implementa en su vida?
El stand-up comedy, creo yo, tiene una alta dosis de terapia personal. Si te fijas bien, especialmente en las nuevas generaciones, hay muchos cómicos, no solo en Colombia sino a nivel mundial, que han aprovechado de manera positiva sus defectos. Muchos de nosotros descubrimos que burlarnos de nosotros mismos nos ayuda a superar nuestras inseguridades. Esto fue lo que me motivó inicialmente a querer enfrentar a un público. Cuando uno se para en el escenario y no se victimiza por lo que le pasa, sino que se ríe de ello, encuentra una especie de fortaleza o una nueva manera de verse a sí mismo.
¿Cuáles cree que son las cualidades de una persona que hace stand up?
La primera característica es la autenticidad. Creo que la principal diferencia entre el stand-up comedy y los chistes tradicionales radica en que los chistes suelen tener un final definido, convirtiéndose en parte de la cultura popular que todos pueden contar. Por ejemplo, un chiste sobre dos borrachos podría ser repetido por diferentes humoristas en una misma noche porque hablan en tercera persona. En cambio, en el stand-up es muy poco probable que encuentres a dos comediantes contando lo mismo.
¿Cómo era usted antes del stand up?
Yo empecé a estudiar literatura, pero dejé la carrera a mitad de camino por motivos personales. Escribía muchos monólogos, pero eran de carácter dramático. En una ocasión, luego de una presentación, una chica me invitó a actuar en un bar. Era la primera vez que me presentaba en un lugar así y el ambiente era completamente diferente, más relajado y festivo. Pensé que mis monólogos no encajarían en ese contexto, así que decidí adoptar una actitud más simpática y amigable. Para mi sorpresa, la gente empezó a reírse con mis ocurrencias.
¿Qué le aconsejaría a alguien que hasta ahora está empezando este camino?
Mi principal consejo es que, si desean adentrarse en este mundo, lo hagan por el amor al arte de hacer reír. Suele suceder que, si alguien comienza con motivaciones distintas: economía, fama, relaciones personales u otros deseos superficiales, se enfrentará a la realidad de que estos logros no llegan de inmediato. El camino hacia el éxito en el mundo del humor es arduo y puede llevar tiempo. Si inicias en este mundo por amor a la comedia, tendrás la energía y la determinación necesarias para persistir una y otra vez hasta que logres tus metas.