Jorge Luis Borges: hacer del lápiz un diapasón
Una nota que reúne algunas de las reflexiones de Jorge Luis Borges sobre el ejercicio de escribir.
Andrés Osorio Guillott
A veces podríamos creer que no es suficiente con leer una y otra vez las obras de los autores que se convierten en nuestros referentes. A veces es necesario acudir a las ocasiones en que estos dijeron por qué y cómo escribieron lo que escribieron, no creyendo que allí encontraríamos la fórmula ideal, pero sí pensando que en su voz y su experticia estarían los susurros que hacían falta para comprender sus textos y para aventurarnos también a crear los nuestros.
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A veces podríamos creer que no es suficiente con leer una y otra vez las obras de los autores que se convierten en nuestros referentes. A veces es necesario acudir a las ocasiones en que estos dijeron por qué y cómo escribieron lo que escribieron, no creyendo que allí encontraríamos la fórmula ideal, pero sí pensando que en su voz y su experticia estarían los susurros que hacían falta para comprender sus textos y para aventurarnos también a crear los nuestros.
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Hay que dar las gracias a quienes convierten en libros algunas clases o conversaciones de los grandes autores sobre la vida o el arte. El aprendizaje del escritor es un ejemplo de ello, un texto que reúne las charlas de Jorge Luis Borges en tres reuniones diferentes para el programa de escritura de la universidad de Columbia, en Nueva York, en 1971.
El respeto por las tradiciones, por el pasado, que se reúne en un interés por cuidar el lenguaje; su obsesión por el concepto del tiempo; la forma de construir un poema, el proceso para escribir poesía; la importancia de la verosimilitud de una historia y la manera en que las anécdotas y el conocimiento se vuelven material para un cuento. Son muchos los temas que aborda Borges por las preguntas de su auditorio. Leerlo puede quitar el velo, puede ser una forma de hallar las epifanías que impulsan a escribir, a dejar el temor de la hoja en blanco y aventurarse a crear una historia, o por lo menos a entender la estructura de las que leemos en otros autores. De cómo Borges hizo del lápiz o de la pluma un diapasón para que otros inspirados en él pudieran hacerse escritores.
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“Yo creo que uno debería narrar los hechos como si no los entendiera del todo, puesto que así es la realidad. Si ustedes exponen un hecho dado y luego aseguran no saber nada en absoluto acerca de un segundo elemento, eso hace del primero un hecho real, ya que le otorga a la totalidad una existencia más extensa”, dijo Borges sobre la importancia de cuidar la verosimilitud de una historia, un elemento que para el autor argentino era clave a la hora de escribir cuentos, y que lo trató en la charla rodeando el proceso de escritura del cuento El otro duelo.
A propósito del cuento, en el que dos hombres uruguayos se baten a duelo después de muertos, un estudiante le señala a Borges sobre su relación con este concepto. Desde allí, el autor de El Aleph o de Historia universal de la infamia, empieza a cavilar en varias ocasiones sobre el tiempo, entendiendo a este como dimensión, pero también como un sinónimo de época.
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En un primer momento, Borges asegura que “La Ficción está siempre comprometida con su tiempo. Nosotros no tenemos por qué preocuparnos por eso. Por el solo hecho de ser contemporáneos, no podremos sino escribir en el estilo y el modo de nuestro tiempo. (...) No creo que ustedes deban tratar de ser fieles a este siglo ni a las preocupaciones de este siglo, porque ustedes, de hecho, ya están inmersos en este siglo. Ustedes tienen una certa voz, una cierta identidad, una cierta forma de escribir, y no podrían escaparles aunque quisieran. Entonces, ¿por qué molestarse en ser moderno o contemporáneo, si no se puede ser otra cosa? (...) La idea de que la literatura deba tratar de temas contemporáneos es ella misma moderna, tanto es así que pertenece más al periodismo que a la literatura. Ningún escritor real trató jamás de ser contemporáneo”.
Esto último nos lleva a pensar incluso en lo que podríamos llamar un estado de la literatura actual, ya sea a nivel nacional o internacional. La idea de que la literatura del presente se aborde desde los temas más virales o desde los activismo hace de esta una literatura que bien puede dar cuenta de la época, pero es una literatura que no encontrará otra voz, que se hará homogénea por la uniformidad de historias y enfoques, lo que le otorga cierta relación con el periodismo y su interés por hacer parte de una coyuntura y no de la historia universal.
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Y sobre eso Borges vuelve más adelante: “Yo creo que el deber de un escritor es ser un escritor, y si puede ser un buen escritor, está, entonces, cumpliendo con su deber. Además, tengo para mí que mis opiniones son superficiales. Por ejemplo, soy un conservador, aborrezco a los comunistas, aborrezco a los nazis, aborrezco a los antisemitas, y demás, pero he tratado que esas opiniones más no intervengan en mi labor literaria -salvo, como nadie ignora, cuando estuve ciertamente alborozado por la Guerra de los Seis Días-. En general, prefiero mantenerlas aparte. Yo he declarado siempre mis opiniones, pero con respecto a mis sueños y a mis cuentos, a estos debería otorgárseles, creo, libertad absoluta. No quiero influir en ellos; yo escribo ficción, no fábulas. (...) Yo soy un antagonista de la littérature engagée (la llamada “literatura comprometida”) porque creo que se sostiene sobre la hipótesis de que un escritor no puede escribir lo que quiere”.
La importancia del criterio. Si bien toda literatura es subjetiva, saber separar las opiniones de las historias y sus personajes es un trabajo que requiere cultivar y respetar el criterio, pues este también alimenta la credibilidad o verosimilitud de un relato. El debate sobre el compromiso de la literatura o de los artistas se ha dado siempre, y una postura como la de Borges aporta a la discusión y da en uno de los puntos que tanto defiende la cultura: la libertad. Habría que pensar a profundidad si el escritor que habla de otros tiempos no lo hace también como una inquietud del suyo, razón por la cual tendría sentido lo que dice el autor argentino sobre la imposibilidad de desprenderse de su contemporaneidad, así como también tendría sentido que su libertad podría ser relativa, pues el tema por el cual escribe puede responder a una necesidad o un vacío de la época, y si bien está la capacidad de elegir hablar o escribir sobre ello, también se estaría atado a un llamado por ocupar ese agujero de la historia.
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