Jorge Volpi: “Vivimos en una época de rabias instrumentalizadas”
Entrevista con uno de los autores mexicanos invitados a la pasada Feria Internacional del Libro de Bogotá sobre la rabia y la violencia en nuestras sociedades, a partir de los libros “Enrabiados” y “Partes de Guerra”.
Andrés Osorio Guillott
Si bien uno es una novela y el otro es un libro de cuentos, ambos tienen algo en común: la rabia. ¿Por qué?
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Si bien uno es una novela y el otro es un libro de cuentos, ambos tienen algo en común: la rabia. ¿Por qué?
Tanto Partes de guerra como Enrabiados los escribí en la pandemia. Primero fue la novela y luego el libro de cuentos. Esos meses de encierro fueron muy largos. Años de no tener clases presenciales en la Unam, que es donde yo trabajo, entonces era mucho tiempo en casa. Y me imagino que fue una época sobre la frustración de estar en casa, de la incertidumbre, de estar mucho más tiempo de lo normal conectado a internet y redes sociales, así que había una percepción de que la rabia era el sentimiento dominante en ese momento, pero creo que lo sigue siendo.
¿Por qué le interesó más la rabia que la nostalgia o la incertidumbre como sentimientos que también afloraron en la pandemia?
A lo mejor el exceso de estar en Twitter, de ver cómo es la discusión pública provoca todavía más la sensación de que es un ambiente lleno de rabia.
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Hablemos de eso, precisamente, pues uno de los temas en uno de los cuentos de Enrabiados: la violencia en las redes sociales...
Por desgracia, esta red social no nace, me imagino, para despertar la rabia, pero su arquitectura y diseño sí la provocan. Es una red social hecha para que sea muy rápida e intempestiva una respuesta. Lo que se premia es lo que es más ingenioso, pero también lo que es más violento. Se premia normalmente con retuits y con ‘likes’, que son instancias de contaminación. Cuantos más ‘likes’ tienes, más te sientes querido y apreciado en ese miedo. Si a eso sumas una época enmarcada por Donald Trump y lo que significaba su presencia en redes, se engendran líderes de este tipo, que siempre están enojados, que siempre están atacando a alguien, que todos los días insultan a alguien, pues eso se exacerba más, pero si además sumas la parte del anonimato, de los avatares que no son realmente tú, que te permiten una libertad mucho mayor para insultar, a lo mejor encuentras por qué impera esta sensación de rabia.
¿Por qué cree que hay una necesidad de figurar o de buscar protagonismo, y por qué hacerlo desde la rabia?
De por sí los medios tradicionales nos hacían ver que las figuras del espectáculo son siempre deseables. Cuando aparecen las redes sociales eso se democratizó. Y a lo que nos impulsan todas es a hacer al mismo tiempo exhibicionistas y voyeristas, a estar todo el tiempo mostrándonos, a mostrar cada paso de lo que haces en tu día y además los que están, están fisgoneando las vidas de los demás todo el tiempo, en un ambiente donde uno además no quiere ser uno mismo, sino que quiere proyectarse como quisiera que los otros lo vieran. Es un mundo que en realidad es ficticio, pero dominado por esta ansía de exhibición y de espionaje. Esas condiciones están ahí rigiendo nuestra vida social.
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En un fragmento de Partes de guerra uno de los personajes asegura que es imposible no sentir rabia en un país lleno de violencia...
Hay rabias legítimas, rabias necesarias, la rabia frente a la violencia, la injusticia, la desigualdad o la mentira. Pero también vivimos una época de rabias inducidas, de rabias artificiales o instrumentalizadas, sobre todo por políticos que, para ganar seguidores justamente, para crear un lazo emocional con sus lectores, impulsan su rabia. La rabia hacia enemigos repentinos, la rabia porque no se vive lo que se quiere, la rabia por un pasado glorioso que se perdió, la rabia porque los otros siempre son culpables de lo que nos pasa.
Y si la rabia es tan imperante, ¿cómo no satanizarla si esta está legitimada y cómo gestionarla para evitar perpetuar la violencia?
Sí debería haber una especie de terapia de control de la ira social. Eso lo tenemos en otros discursos que buscan la reconciliación, el diálogo, la tolerancia.
Hablemos de la rabia o de la violencia cuando ya no son políticas sino culturales, cotidianas...
Eso está en todos los sectores de nuestra vida. En sociedades como las nuestras vemos todos los tipos de violencia, violencia del Estado, contra migrantes, política, intrafamiliar, de género. Es un cúmulo de violencias.
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¿Qué cree usted sobre una violencia circular?
La violencia se puede volver una epidemia. Si tú eres violento conmigo yo lo soy contigo, o como la gente ve eso todo el tiempo cree que es la única manera de resolver conflictos. Lo que necesitamos es ver la violencia de esa forma y tratar de controlarla tal como lo hacemos con las epidemias.
¿Por qué cree que es tan fácil que se vuelva estructural la violencia?
No tenemos un sistema de justicia que funcione, por lo tanto no tenemos garantías de que los culpables vayan a pagar, de que las víctimas van a ser resarcidas, de que no se repetirán los hechos. Si no hay esas condiciones estructurales se van a seguir dando estos escenarios de violencia.
En Enrabiados hay una referencia a la tragedia griega, ¿a qué se debió?
Hay elementos autobiográficos en esa rabia del círculo familiar, pero me parece que podía permitirse la tragedia griega para observar un origen también de esa rabia.
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El último relato es muy interesante porque el personaje lo ataca a usted...
Pero no es a mí (risas), es al autor. Es un relato satírico que se burla de la autoficción, de la metaficción para mostrar también las rivalidades internas en el medio literario, además de la ansia de fama.
¿Por qué tituló los cuentos con los conceptos de: reversabilidad, fatalidad, sustentabilidad, transparencia, atonalidad y poética?
Quería que fuera una sola palabra, que fuera un juego intentar definir el cuento mismo y provocar un poco al lector.
Volvamos a Partes de guerra... ¿por qué quiso construir una historia alrededor de unos niños criminales?
Hace mucho tiempo me he obsesionado con casos de niños que se vuelven criminales, llevo mucho tiempo recortando casos de muchas partes, no solo de México, sino también de Europa, de Estados Unidos, porque siempre es un asunto muy sobrecogedor cómo se pierde esa inocencia y cómo un niño o adolescente se puede convertir en una persona malvada, tal vez, incluso, no lo había pensado antes, pero de niño, una de las películas que más me fascinaban era Demian, un niño que es el hijo del diablo, a lo mejor también ahí hay algo que ver.
La rabia es una emoción clave, pero usted apela al corazón como símbolo de los sentimientos. ¿Por qué esta connotación emocional de los seres humanos?
El corazón es la metáfora para hablar de la parte más emocional. Era una confrontación conmigo mismo. Mis amigos o los críticos me han hablado de una parte excesivamente racional, y aquí más bien quería fluyera lo emocional, que es lo mismo que le pasa a la protagonista del libro.
En uno de los diálogos de la novela se habla del discernimiento moral de los niños, del momento en que aprenden sobre el bien y el mal...
Todo indica que hay ciertas condiciones morales con las que nacemos. La tienen también los primates. Los simios tienen un cierto sentido de la justicia, de la reciprocidad, del altruismo, y en nosotros se desarrolla más. Las bases de la ética parece que son biológicas.
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