“Los niños son sinceros: como ellos dicen la verdad, no se les puede mentir”
En este 2024, La Academia, un centro de estimulación temprana del área motriz y de gimnasia artística para niños y bebes, cumplió 50 años. Su fundador, Julio Doná, un educador argentino radicado en Colombia, habló de su historia y la de este lugar que se convirtió en el centro de sus ideas e ideales.
Es docente de profesión. Más allá de lo obvio, ¿cuáles fueron sus motivaciones para crear La Academia?
Desde que me gradué de la universidad vi que existía un hueco en la enseñanza deportiva y motriz de los niños. Normalmente en esa época nos hablaban mucho sobre el deporte infantil a partir de los siete u ocho años, pero cuando nosotros recibíamos a los infantes de esas edades percibíamos que tenían vacíos en su desarrollo. Fue ahí cuando empecé a investigar, y así nació esta metodología en la que el ejercicio tiene una influencia en los procesos cognitivos y el desarrollo integral desde que son bebés.
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¿Qué lecciones le ha dejado toda esta trayectoria?
Mis mejores profesores han sido mis alumnos a lo largo de todos estos años. Uno aprende de los niños, incluso si es uno de seis meses. Por supuesto que mis profesores y los libros me han enseñado cosas, pero son los infantes quienes me han impartido las lecciones más importantes para mi vida y el desarrollo óptimo de mi profesión.
¿Y cuáles son las cosas que les ha aprendido a los niños?
Los niños son sinceros: como ellos dicen la verdad, no se les puede mentir. Siempre son francos y manifiestan sus emociones, entonces es importante que volvamos a inculcar esos principios y sigamos fomentando esa sinceridad. Por eso la labor de los maestros es importante, aunque no se reconozca tanto, porque son quienes reciben la información, deben transmitirla de manera correcta y dar ejemplo.
¿Por qué creó este espacio en Colombia y no en Argentina?
En los años 70 Argentina estaba atravesando una situación política, económica y social muy complicada, y justo para ese tiempo tuve la oportunidad de recibir una invitación de la Universidad Pedagógica para dictar unas conferencias, la cual acepté. Estando en esas charlas recibí una llamada de quien era la rectora del Marymount y me ofreció hacer este trabajo con las niñas del colegio, en donde estuve un año. Luego me llamaron del Gimnasio Moderno, en donde el interés fue despertándose y los grupos fueron creciendo, así nació La Academia.
¿Extraña algo de su país?
Sinceramente, me siento mucho más colombiano que argentino. Adoro mi país, me encantan sus cosas y su gente, pero llevo 50 años viviendo en Colombia, el doble de lo que viví en Argentina, y aquí me he enamorado de mi esposa, mis hijos, mis nietos y mis amistades. Quizá podría decir que extraño la buena carne argentina, pero de todos modos aquí también la comemos.
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La frase: “Un niño que no sabe jugar será un adulto que no sabrá pensar”, del pedagogo Jean Chateaux, es una cita célebre para usted, ¿por qué?
A mí me parece que el juego es la herramienta más importante que tenemos los maestros para enseñar. Para aprender, un niño tiene que ser feliz. Cuando hay recreación logramos que el infante se convierta en un adulto excelente que se interesará por aprender.
¿Cree que los niños de ahora son más “despiertos” que los de antes, como lo consideran algunas personas?
Puedo decir que los niños de hace 50 años tenían otros métodos de enseñanza a los de ahora, pero en sí, las capacidades siempre han sido las mismas, lo que pasa es que en la actualidad existen más medios, oportunidades y conocimientos. Todo esto se ha dado gracias a los avances tecnológicos, que permiten mayor acceso a la información. Sin embargo, eso implica que hay que tener mayor responsabilidad en la formación, porque no podemos desperdiciar las posibilidades.
¿Qué recuerda de su infancia?
Los niños antiguamente teníamos pocas oportunidades de lograr este gran desarrollo. Antes los juegos eran con un carrito de madera y nos dibujábamos un mundo imaginario muy agradable, y ese también era el único medio que tenían los padres, que de todos modos nos hacían la vida bonita.
También puede leer: La voz de una “boy band” colombiana.
Es docente de profesión. Más allá de lo obvio, ¿cuáles fueron sus motivaciones para crear La Academia?
Desde que me gradué de la universidad vi que existía un hueco en la enseñanza deportiva y motriz de los niños. Normalmente en esa época nos hablaban mucho sobre el deporte infantil a partir de los siete u ocho años, pero cuando nosotros recibíamos a los infantes de esas edades percibíamos que tenían vacíos en su desarrollo. Fue ahí cuando empecé a investigar, y así nació esta metodología en la que el ejercicio tiene una influencia en los procesos cognitivos y el desarrollo integral desde que son bebés.
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¿Qué lecciones le ha dejado toda esta trayectoria?
Mis mejores profesores han sido mis alumnos a lo largo de todos estos años. Uno aprende de los niños, incluso si es uno de seis meses. Por supuesto que mis profesores y los libros me han enseñado cosas, pero son los infantes quienes me han impartido las lecciones más importantes para mi vida y el desarrollo óptimo de mi profesión.
¿Y cuáles son las cosas que les ha aprendido a los niños?
Los niños son sinceros: como ellos dicen la verdad, no se les puede mentir. Siempre son francos y manifiestan sus emociones, entonces es importante que volvamos a inculcar esos principios y sigamos fomentando esa sinceridad. Por eso la labor de los maestros es importante, aunque no se reconozca tanto, porque son quienes reciben la información, deben transmitirla de manera correcta y dar ejemplo.
¿Por qué creó este espacio en Colombia y no en Argentina?
En los años 70 Argentina estaba atravesando una situación política, económica y social muy complicada, y justo para ese tiempo tuve la oportunidad de recibir una invitación de la Universidad Pedagógica para dictar unas conferencias, la cual acepté. Estando en esas charlas recibí una llamada de quien era la rectora del Marymount y me ofreció hacer este trabajo con las niñas del colegio, en donde estuve un año. Luego me llamaron del Gimnasio Moderno, en donde el interés fue despertándose y los grupos fueron creciendo, así nació La Academia.
¿Extraña algo de su país?
Sinceramente, me siento mucho más colombiano que argentino. Adoro mi país, me encantan sus cosas y su gente, pero llevo 50 años viviendo en Colombia, el doble de lo que viví en Argentina, y aquí me he enamorado de mi esposa, mis hijos, mis nietos y mis amistades. Quizá podría decir que extraño la buena carne argentina, pero de todos modos aquí también la comemos.
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La frase: “Un niño que no sabe jugar será un adulto que no sabrá pensar”, del pedagogo Jean Chateaux, es una cita célebre para usted, ¿por qué?
A mí me parece que el juego es la herramienta más importante que tenemos los maestros para enseñar. Para aprender, un niño tiene que ser feliz. Cuando hay recreación logramos que el infante se convierta en un adulto excelente que se interesará por aprender.
¿Cree que los niños de ahora son más “despiertos” que los de antes, como lo consideran algunas personas?
Puedo decir que los niños de hace 50 años tenían otros métodos de enseñanza a los de ahora, pero en sí, las capacidades siempre han sido las mismas, lo que pasa es que en la actualidad existen más medios, oportunidades y conocimientos. Todo esto se ha dado gracias a los avances tecnológicos, que permiten mayor acceso a la información. Sin embargo, eso implica que hay que tener mayor responsabilidad en la formación, porque no podemos desperdiciar las posibilidades.
¿Qué recuerda de su infancia?
Los niños antiguamente teníamos pocas oportunidades de lograr este gran desarrollo. Antes los juegos eran con un carrito de madera y nos dibujábamos un mundo imaginario muy agradable, y ese también era el único medio que tenían los padres, que de todos modos nos hacían la vida bonita.
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