La Esquina Delirante XCI (Microrrelatos)
Este espacio es una dentellada a la monotonía mediante el ejercicio impulsivo y descarado de la palabra escrita.
Autores varios
Destino
La abuela examina las formas que se desprenden del fuego. Toma sorbos de aguardiente y aspira el humo. Intenta adivinar a través de las cenizas del tabaco. Ignora la mariposa negra que se esconde debajo de la mesa.
Norma Yurié Ordóñez – Guatemala.
Le sugerimos leer: La Esquina Delirante LXXXVII (Microrrelatos)
Parafraseando a Monterroso
Y cuando despertó, las jeringas, las agujas, la cuchara, la coca, el encendedor, el sorbo de whisky barato en una copa y su cadáver, estaban allí, en descomposición.
Harvey Murcia.
Luciérnagas
En las noches contempla el cielo y piensa que las estrellas son luciérnagas resistentes que la lluvia no ha podido extinguir. Tiene sentido, se apagan y se encienden sin tregua; por otra parte, cuando hay nubes vuelan lejos. Las luciérnagas son su principal interés desde que el primer día de vacaciones una niña del salón le regaló una. Le dijo a su mamá que piensa volverse experto y las teorías sobre luciérnagas no dejaron de aparecer: encontraría la más bella que existiera y se la regalaría a la niña.
Todo estaba listo. No era perfecto, pero la luciérnaga era bella y las teorías convincentes, aunque fantásticas. Estaba nervioso. Le sudaban las manos. La niña del salón no regresaba a la escuela, parecía que la familia se hubiese ido del pueblo. La esperaba con la memoria intacta hasta que el tiempo hizo de las suyas. Olvidó casi todo y construyó la creencia de que el amor era como las luciérnagas, una luz efímera e intermitente.
Ahora, cuando contempla el cielo en las noches, lo único que ve son estrellas.
Antonio José Hernández Montoya
Podría interesarle: Carlos Eduardo Gómez: “El montañista y el escritor son seres solitarios”
Intermitencias
Soy ateo, sin embargo duermo de lado y ronco como ningún creyente. Clepsidras intermitentes desbordan por completo mi sueño; gotean y marcan el final de las horas, días o quizá mi propio tiempo.
Estoy con una multitud que sueña con los hombres esporádicos de los sueños.
Están los que corren, los que navegan olas de tentación, los que cabalgan sobre unicornios sin alas; incluso que participan en concursos para matar de risa a la señora Ferguson.
Suelen llegar al límite del sueño y lanzarse al vacío. Oigo sus gemidos de pecado y, entonces, la clepsidra de mi propio sueño decreta la última gota. Y huyo hacia el despertar. Es cuando comprendo que no estás del otro lado y, sin desatarme de las pesadillas, me quedo para seguir buscándote en esa maraña de incomprensiones.
Rebeca Abreu. Canarias, España.
Le sugerimos leer: Ese misterio (Cuentos de sábado en la tarde)
Estaba allí
Lo percibí cuando bajamos del coche: la cabaña abandonada parecía estar esperándonos. Al entrar me vino un aluvión de recuerdos de los veranos que pasamos mamá y yo juntos. Un año papá vino con nosotros, un hombre violento que nos maltrataba. De un día para otro desapareció y pasado un tiempo, la policía cerró el caso: no era la primera vez que se iba y no volvía. Después de descansar, nos adentramos en el bosque. Nos metimos por el camino que llevaba al árbol más viejo del lugar. Cavé un agujero entre las raíces que sobresalían y deposité allí la urna con las cenizas de mamá. Al otro lado del camino, no muy lejos de allí, bajo una piedra pesada, estaba papá.
José María Andreo Millán-Valencia-España
*Bienvenidos todos los microrrelatos a laesquinadelirante@gmail.com, máximo 200 palabras. Síganos en Instagram #laesquinadelirante.
Destino
La abuela examina las formas que se desprenden del fuego. Toma sorbos de aguardiente y aspira el humo. Intenta adivinar a través de las cenizas del tabaco. Ignora la mariposa negra que se esconde debajo de la mesa.
Norma Yurié Ordóñez – Guatemala.
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Parafraseando a Monterroso
Y cuando despertó, las jeringas, las agujas, la cuchara, la coca, el encendedor, el sorbo de whisky barato en una copa y su cadáver, estaban allí, en descomposición.
Harvey Murcia.
Luciérnagas
En las noches contempla el cielo y piensa que las estrellas son luciérnagas resistentes que la lluvia no ha podido extinguir. Tiene sentido, se apagan y se encienden sin tregua; por otra parte, cuando hay nubes vuelan lejos. Las luciérnagas son su principal interés desde que el primer día de vacaciones una niña del salón le regaló una. Le dijo a su mamá que piensa volverse experto y las teorías sobre luciérnagas no dejaron de aparecer: encontraría la más bella que existiera y se la regalaría a la niña.
Todo estaba listo. No era perfecto, pero la luciérnaga era bella y las teorías convincentes, aunque fantásticas. Estaba nervioso. Le sudaban las manos. La niña del salón no regresaba a la escuela, parecía que la familia se hubiese ido del pueblo. La esperaba con la memoria intacta hasta que el tiempo hizo de las suyas. Olvidó casi todo y construyó la creencia de que el amor era como las luciérnagas, una luz efímera e intermitente.
Ahora, cuando contempla el cielo en las noches, lo único que ve son estrellas.
Antonio José Hernández Montoya
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Intermitencias
Soy ateo, sin embargo duermo de lado y ronco como ningún creyente. Clepsidras intermitentes desbordan por completo mi sueño; gotean y marcan el final de las horas, días o quizá mi propio tiempo.
Estoy con una multitud que sueña con los hombres esporádicos de los sueños.
Están los que corren, los que navegan olas de tentación, los que cabalgan sobre unicornios sin alas; incluso que participan en concursos para matar de risa a la señora Ferguson.
Suelen llegar al límite del sueño y lanzarse al vacío. Oigo sus gemidos de pecado y, entonces, la clepsidra de mi propio sueño decreta la última gota. Y huyo hacia el despertar. Es cuando comprendo que no estás del otro lado y, sin desatarme de las pesadillas, me quedo para seguir buscándote en esa maraña de incomprensiones.
Rebeca Abreu. Canarias, España.
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Estaba allí
Lo percibí cuando bajamos del coche: la cabaña abandonada parecía estar esperándonos. Al entrar me vino un aluvión de recuerdos de los veranos que pasamos mamá y yo juntos. Un año papá vino con nosotros, un hombre violento que nos maltrataba. De un día para otro desapareció y pasado un tiempo, la policía cerró el caso: no era la primera vez que se iba y no volvía. Después de descansar, nos adentramos en el bosque. Nos metimos por el camino que llevaba al árbol más viejo del lugar. Cavé un agujero entre las raíces que sobresalían y deposité allí la urna con las cenizas de mamá. Al otro lado del camino, no muy lejos de allí, bajo una piedra pesada, estaba papá.
José María Andreo Millán-Valencia-España
*Bienvenidos todos los microrrelatos a laesquinadelirante@gmail.com, máximo 200 palabras. Síganos en Instagram #laesquinadelirante.