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¿Cómo se desarrolló su amor por los gatos?
Hace unos 18 años, empecé a ver cómo los dog cafés en Japón ganaban popularidad y me parecía un concepto muy interesante. Siempre tuve perros y no había sido de gatos hasta que conocí a mi esposo. Él y su familia sí son muy de gatos y a través de ellos los empecé a conocer y entender los caracteres de cada uno y me enamoré de ellos. Cuando decidí tener a mi primer gato, en 2012, visité una clínica veterinaria por mi trabajo en ventas como médica veterinaria. Ahí me contaron la historia de mi gato, Tango. Es de pelaje negro y había sido devuelto de cuatro hogares por su color y las creencias que hay alrededor de estos gatos. A partir de eso, empecé a trabajar para que la gente entienda que todas estas creencias sobre estos animales no son reales y, en especial, la de los gatos negros. Ahí nació mi motivación para crear el cat café.
¿Cómo nació Calico Cat Café?
Después de ver los dog cafés, empecé a conocer los cat cafés y me pareció que era mucho más fácil el manejo de estos espacios. Ahí decidí irme a Europa, porque en ese momento, en Latinoamérica, solo había uno en México y uno en Chile. Mi hermano visitó el de México y yo fui a unos en España y Francia, para entender cómo era el modelo de negocio y hacer esto real en Colombia. En 2016, mi hermano y yo decidimos renunciar a nuestros trabajos y meternos de lleno en esto. Con los viajes que hizo cada uno, teníamos los insumos de lo que queríamos crear y lo hicimos acompañados de la Cámara de Comercio, para hacer bien el proceso, porque era el primer cat café de Colombia y no era tan fácil que la gente entendiera de inmediato qué eran estos espacios.
¿Cuál ha sido la evolución del proyecto?
Tenemos un antes y un después de pandemia. El proyecto se empezó a hacer en el 2017. Tomamos una casa que estaba casi en ruinas, en la 61 con 5, y la adecuamos a cómo me soñaba el espacio para mis gatos. Fue muy lindo porque también hubo un proceso para que la gente entendiera cómo funcionaba nuestra propuesta. En Europa cobran ocho euros la hora por entrar y, en adelante, es como un parquímetro. Nosotros no hicimos eso y, al principio, casi me quiebro porque las personas consumían un tinto o una aromática y pasaban mucho tiempo con los gatos. Luego pusimos la condición de un consumo mínimo para ver a los animalitos. En ese momento teníamos siete gatos residentes y otros que estaban en adopción. En esa casa fueron adoptados 83 gatos. Cuando llegó la pandemia, tenía 21 gatos y fue muy difícil sostenernos porque este es un lugar de experiencia. Llegó un momento en el que tuve que pedirle a la gente que nos ayudara con comida o lo que se pudiera. Al final me quedé con 17, a dos los di en adopción y, desafortunadamente, otros dos murieron durante ese período. Después de la pandemia fue nuestra reapertura, el 27 de diciembre de 2023, con un modelo de negocio diferente en el que ya no somos un restaurante, sino que adaptamos la casa familiar de mi esposo, en Teusaquillo, para crear un espacio de interacción con algunas cosas de café y la idea es que la gente que venga por reserva llegue a estar más con mis gatos e interactuar con ellos.
¿Siguieron con la adopción?
En este momento no tenemos el espacio para dar en adopción a gatitos. Los que tenemos en este momento ya son parte de mi familia y no los voy a dejar ir. La opción que tomamos fue trabajar con unos hogares de paso y con fundaciones, y cuando alguien necesita, aquí perfilamos a la persona y al gato para hacer un buen match y poderles dar los gatos que realmente la gente pueda tener bien. No nos gusta hacer un proceso rápido, lo hacemos concienzudamente para que los animalitos queden en buenos hogares.
Mencionó que es médica veterinaria. ¿De dónde salió su pasión por los animales?
Decidí seguir esta carrera porque uno de mis perros, que estaba muy enfermo, murió en mis brazos y el hecho de no haber sabido qué hacer me motivó a ser médica veterinaria. Comencé a hacer mis prácticas con mascotas, pero cuando salí de la universidad, en el 2000, este camino no era muy bien pago y me dediqué a la línea de ganadería. Cuando adopté a mi gato, volví a trabajar con mascotas. Y con la pandemia volví a la ganadería. La verdad es que los animales siempre han estado muy cercanos a mi corazón.
¿Cuál es la lección más importante que ha aprendido de los animales?
Durante la pandemia, cuando tuvimos tantas situaciones difíciles, murió uno de mis gatos. En ese momento entendí y sentí que ellos realmente dan la vida por nosotros. Ellos están dispuestos a morir, a sacrificarse y a darnos todo para que nosotros estemos bien. Creo que los animales, indistintamente de que sean perros, gatos o vacas, no tienen límites frente al amor que nos dan. Esa es la lección más grande que me han dado: el amar sin medida, el amar sin límites, el estar dispuesto siempre para ayudarnos y para estar para nosotros.
¿Cómo ha cambiado la percepción de los colombianos frente a los gatos y las creencias sobre ellos?
Se nota muchísimo un cambio. Cuando estaba en empresas, veía que seguían existiendo creencias como que el gato era del tejado y que no podía entrar a una casa. Hoy eso ya no se ve casi. La mayoría de las personas que nos visita hoy tiene gato y los pocos que no, quieren saber cómo es la experiencia de estar con un gato. Cuando les hago preguntas a nuestros clientes, a veces me dicen que antes tenían perros, jamás un gato, y que ahora que lo tienen no se sienten capaces de volver a tener un perro, no porque sean malos ni por una comparación, sino por temas de pronto de practicidad. La gente ha visto esa posibilidad de entender que hay un amor filial y verdadero en los gatos. Antes tenían una percepción de que el gato era por su lado o no se dejaba consentir, y siempre digo que hasta que uno decide tener un gato se da cuenta de la experiencia verdadera. Son animales demasiado cariñosos y tienen un vínculo afectivo increíble, tienen sus propias “gatonalidades”. Los gatos no son para todo el mundo, hay que entenderlos y saber qué espera uno de ellos y ellos de uno.