La cotidianidad de una profesora de jardín
Leidy Sánchez compartió su experiencia como profesora y coordinadora pedagógica, abordó los desafíos en su trabajo y reflexionó sobre las “lecciones” que los niños le han dado.
Además de profesora es coordinadora pedagógica. ¿Cuáles son las funciones que desempeña en esas dos áreas?
Como profesora titular, mis responsabilidades incluyen planear, realizar y ejecutar todas las actividades pedagógicas con los niños y las niñas, desarrollando las metodologías de la institución que represento: El Árbol Mágico. Esto abarca la implementación de métodos alternativos basados en la experiencia, la creación de informes y la atención a padres. En el rol de coordinadora pedagógica mis tareas se amplían a la gestión administrativa y de talento humano. Superviso proyectos pedagógicos, realizo observaciones y aseguro el cumplimiento de todos los estándares y requisitos de papelería solicitados por la Secretaría de Integración Social.
¿Qué tiene que hacer una persona para realizar un trabajo como el suyo?
Primero, tener vocación, sentir un profundo amor por los niños y tener mucha paciencia. Si uno realmente desea estar allí, eso influye en ser un buen maestro. La vocación y el deseo de estar con los niños son fundamentales. El resto, como la formación académica, viene por añadidura: estudiar, obtener una licenciatura o un técnico, hacer especializaciones e investigar continuamente para planear con los niños. Como maestros, aprendemos todos los días. Así que, más que nada, se trata de tener ese amor y vocación para querer trabajar para los más pequeños.
Hablemos de su trayectoria. ¿Cuándo decidió que quería seguir este camino?
El “clic” lo sentí cuando era muy niña, mientras estaba en la primaria. Recuerdo que mi profesora nos preguntó a todos: “¿Qué quieren ser cuando grandes?” Y yo, que estimaba mucho a mi profesora Albita, quien todavía vive, le dije: “Yo quiero ser profe.” Desde allí esa vocación comenzó a alimentarse. Luego me trasladé a Bogotá para terminar mis estudios y, durante ese tiempo, consideré otras posibilidades. Sin embargo, mientras revisaba esas opciones, me di cuenta de que la educación era mi verdadera pasión. A medida que avancé en mis estudios y gané experiencia con mis alumnos, esa vocación se fortaleció aún más. Cada día con mis chiquitos alimenta más mi amor por la educación y reafirma mi decisión de seguir este camino.
¿Y cómo fue ese primer contacto con los niños, cuando ya por fin los tuvo a su cargo?
Si te soy sincera, fue un momento de mucho nerviosismo y expectativa. Inicialmente, uno realiza prácticas durante su formación, en diferentes lugares, pero no es lo mismo que ser el responsable en el aula. Cuando finalmente tuve mi primer grupo de alumnos y fui la profesora titular, sentí mucha expectativa: ¿cómo reaccionarán los niños? ¿Estará bien lo que estoy haciendo? Empecé con una sensación de incertidumbre, pero el primer día fue muy positivo. Los niños estaban muy felices, y las actividades les gustaron mucho. Así que seguí alimentando ese amor por la enseñanza, dándome cuenta de que sí lo estaba haciendo bien y esforzándome por adaptarme a sus gustos e intereses.
¿Qué ejercicios son los que más le gusta trabajar con los niños y las niñas?
Lo que más me gusta y considero más significativo es trabajar con literatura. A lo largo de mis años de experiencia he aprendido que esto también depende de los gustos personales. A mí me apasiona la literatura, así que disfruto mucho incorporar actividades literarias en mi enseñanza. Los niños suelen sentirse muy atraídos por estas actividades, y las combino con el arte para hacerlas aún más interesantes. Por eso siempre me siento entusiasmada al planificar y ejecutar actividades que mezclan literatura con el trabajo plástico.
¿Nos podría dar un ejemplo de una de sus actividades?
Por ejemplo, en uno de nuestros proyectos iniciamos con una canción o una historia. Les digo a los niños que vamos a hacer un viaje, y los llevamos al parque para conocer las plantas de manera lúdica. Allí, tienen un espacio con libros sobre el tema, los “compran” como un juego, los leemos y discutimos las historias. También comparten sus propias experiencias relacionadas. Finalizamos con una canción y trabajamos objetivos pedagógicos como la conciencia fonética y la socialización, todo a través del juego.
¿Qué es lo más difícil de esta profesión?
Aunque cada niño tiene sus características y necesidades especiales, uno busca herramientas para cumplir con los objetivos pedagógicos, emocionales y sociales. Sin embargo, gestionar el trato con algunos padres puede ser complicado. Cada uno tiene expectativas diferentes, y es necesario escucharlos a todos, presentarles nuestras ideas y hacerles entender que estamos trabajando en equipo para el bienestar de sus hijos. La comunicación y el compromiso de ambas partes son cruciales, por lo que, en realidad, el desafío mayor no es solo el niño, sino también los padres de familia.
¿Cómo trabajan con los padres?
Para explicar a los adultos la importancia de la infancia, es crucial enfocarse en la emocionalidad y el desarrollo integral del niño. A veces, los adultos no comprenden completamente este impacto, por lo que trabajamos en talleres y actividades que les permiten conectar con sus propias emociones y experiencias infantiles. Por ejemplo, recientemente realizamos un taller llamado “Conociéndome a mí mismo,” en el que invitamos a los padres a reflexionar sobre su propia infancia y cómo eso influye en su relación con sus hijos. Este enfoque de sensibilización y empatía ayuda a los adultos a entender mejor la importancia de criar a sus hijos de manera respetuosa y consciente.
¿Qué le han enseñado los niños y niñas que usted atesora y aplica en su vida diaria?
A veces soy muy rígida, por llamarlo de alguna manera; me gusta que todo esté en su lugar. En ese afán, a veces dejo de lado cosas importantes. Es crucial no olvidar ser niño, divertirse y disfrutar de las cosas simples de la vida. Una niña, un niño, puede ser feliz con una mariposa o una hoja, deteniéndose a observar los pequeños detalles. En contraste, uno a menudo está tan enfocado en el trabajo y la rutina diaria que no se detiene a apreciar estas bellezas. Es una lección importante que me han enseñado: disfrutar de las cosas simples de la vida.
¿Qué consejo le daría a alguien que está empezando a trabajar con la primera infancia?
Mi consejo primordial es no hacerlo por el dinero. La verdadera recompensa está en las experiencias, el trabajo social y la satisfacción personal que proviene de contribuir al desarrollo de un ser humano. Si uno está motivado solo por el aspecto económico, quizás debería considerar otra carrera. La vocación y el amor por la enseñanza son esenciales. Es fundamental recordar que cada niño, aunque pequeño y con limitadas habilidades de comunicación, es un ser humano que merece respeto, amor y cariño. Trabajar con la infancia es una oportunidad para impactar positivamente en la sociedad desde sus primeras etapas.
¿Es difícil despedirse de los niños cuando terminan su ciclo en jardín?
Sí, es muy duro. Aunque uno asimila este tipo de situaciones, es la ley de la vida y son etapas que se deben vivir. Uno piensa en ese niño y en cómo ha completado una etapa y debe pasar a otra. Graduar a los niños es emocionalmente difícil, especialmente cuando han estado contigo desde que eran muy pequeños. Por ejemplo, en el Árbol Mágico, he visto a muchos niños crecer y graduarse. Cuando entraron tenían tres o estaban en pañales, y ahora ya están grandes. Aunque es duro cuando se van, también es una experiencia que hay que vivir y que trae satisfacción.
Además de profesora es coordinadora pedagógica. ¿Cuáles son las funciones que desempeña en esas dos áreas?
Como profesora titular, mis responsabilidades incluyen planear, realizar y ejecutar todas las actividades pedagógicas con los niños y las niñas, desarrollando las metodologías de la institución que represento: El Árbol Mágico. Esto abarca la implementación de métodos alternativos basados en la experiencia, la creación de informes y la atención a padres. En el rol de coordinadora pedagógica mis tareas se amplían a la gestión administrativa y de talento humano. Superviso proyectos pedagógicos, realizo observaciones y aseguro el cumplimiento de todos los estándares y requisitos de papelería solicitados por la Secretaría de Integración Social.
¿Qué tiene que hacer una persona para realizar un trabajo como el suyo?
Primero, tener vocación, sentir un profundo amor por los niños y tener mucha paciencia. Si uno realmente desea estar allí, eso influye en ser un buen maestro. La vocación y el deseo de estar con los niños son fundamentales. El resto, como la formación académica, viene por añadidura: estudiar, obtener una licenciatura o un técnico, hacer especializaciones e investigar continuamente para planear con los niños. Como maestros, aprendemos todos los días. Así que, más que nada, se trata de tener ese amor y vocación para querer trabajar para los más pequeños.
Hablemos de su trayectoria. ¿Cuándo decidió que quería seguir este camino?
El “clic” lo sentí cuando era muy niña, mientras estaba en la primaria. Recuerdo que mi profesora nos preguntó a todos: “¿Qué quieren ser cuando grandes?” Y yo, que estimaba mucho a mi profesora Albita, quien todavía vive, le dije: “Yo quiero ser profe.” Desde allí esa vocación comenzó a alimentarse. Luego me trasladé a Bogotá para terminar mis estudios y, durante ese tiempo, consideré otras posibilidades. Sin embargo, mientras revisaba esas opciones, me di cuenta de que la educación era mi verdadera pasión. A medida que avancé en mis estudios y gané experiencia con mis alumnos, esa vocación se fortaleció aún más. Cada día con mis chiquitos alimenta más mi amor por la educación y reafirma mi decisión de seguir este camino.
¿Y cómo fue ese primer contacto con los niños, cuando ya por fin los tuvo a su cargo?
Si te soy sincera, fue un momento de mucho nerviosismo y expectativa. Inicialmente, uno realiza prácticas durante su formación, en diferentes lugares, pero no es lo mismo que ser el responsable en el aula. Cuando finalmente tuve mi primer grupo de alumnos y fui la profesora titular, sentí mucha expectativa: ¿cómo reaccionarán los niños? ¿Estará bien lo que estoy haciendo? Empecé con una sensación de incertidumbre, pero el primer día fue muy positivo. Los niños estaban muy felices, y las actividades les gustaron mucho. Así que seguí alimentando ese amor por la enseñanza, dándome cuenta de que sí lo estaba haciendo bien y esforzándome por adaptarme a sus gustos e intereses.
¿Qué ejercicios son los que más le gusta trabajar con los niños y las niñas?
Lo que más me gusta y considero más significativo es trabajar con literatura. A lo largo de mis años de experiencia he aprendido que esto también depende de los gustos personales. A mí me apasiona la literatura, así que disfruto mucho incorporar actividades literarias en mi enseñanza. Los niños suelen sentirse muy atraídos por estas actividades, y las combino con el arte para hacerlas aún más interesantes. Por eso siempre me siento entusiasmada al planificar y ejecutar actividades que mezclan literatura con el trabajo plástico.
¿Nos podría dar un ejemplo de una de sus actividades?
Por ejemplo, en uno de nuestros proyectos iniciamos con una canción o una historia. Les digo a los niños que vamos a hacer un viaje, y los llevamos al parque para conocer las plantas de manera lúdica. Allí, tienen un espacio con libros sobre el tema, los “compran” como un juego, los leemos y discutimos las historias. También comparten sus propias experiencias relacionadas. Finalizamos con una canción y trabajamos objetivos pedagógicos como la conciencia fonética y la socialización, todo a través del juego.
¿Qué es lo más difícil de esta profesión?
Aunque cada niño tiene sus características y necesidades especiales, uno busca herramientas para cumplir con los objetivos pedagógicos, emocionales y sociales. Sin embargo, gestionar el trato con algunos padres puede ser complicado. Cada uno tiene expectativas diferentes, y es necesario escucharlos a todos, presentarles nuestras ideas y hacerles entender que estamos trabajando en equipo para el bienestar de sus hijos. La comunicación y el compromiso de ambas partes son cruciales, por lo que, en realidad, el desafío mayor no es solo el niño, sino también los padres de familia.
¿Cómo trabajan con los padres?
Para explicar a los adultos la importancia de la infancia, es crucial enfocarse en la emocionalidad y el desarrollo integral del niño. A veces, los adultos no comprenden completamente este impacto, por lo que trabajamos en talleres y actividades que les permiten conectar con sus propias emociones y experiencias infantiles. Por ejemplo, recientemente realizamos un taller llamado “Conociéndome a mí mismo,” en el que invitamos a los padres a reflexionar sobre su propia infancia y cómo eso influye en su relación con sus hijos. Este enfoque de sensibilización y empatía ayuda a los adultos a entender mejor la importancia de criar a sus hijos de manera respetuosa y consciente.
¿Qué le han enseñado los niños y niñas que usted atesora y aplica en su vida diaria?
A veces soy muy rígida, por llamarlo de alguna manera; me gusta que todo esté en su lugar. En ese afán, a veces dejo de lado cosas importantes. Es crucial no olvidar ser niño, divertirse y disfrutar de las cosas simples de la vida. Una niña, un niño, puede ser feliz con una mariposa o una hoja, deteniéndose a observar los pequeños detalles. En contraste, uno a menudo está tan enfocado en el trabajo y la rutina diaria que no se detiene a apreciar estas bellezas. Es una lección importante que me han enseñado: disfrutar de las cosas simples de la vida.
¿Qué consejo le daría a alguien que está empezando a trabajar con la primera infancia?
Mi consejo primordial es no hacerlo por el dinero. La verdadera recompensa está en las experiencias, el trabajo social y la satisfacción personal que proviene de contribuir al desarrollo de un ser humano. Si uno está motivado solo por el aspecto económico, quizás debería considerar otra carrera. La vocación y el amor por la enseñanza son esenciales. Es fundamental recordar que cada niño, aunque pequeño y con limitadas habilidades de comunicación, es un ser humano que merece respeto, amor y cariño. Trabajar con la infancia es una oportunidad para impactar positivamente en la sociedad desde sus primeras etapas.
¿Es difícil despedirse de los niños cuando terminan su ciclo en jardín?
Sí, es muy duro. Aunque uno asimila este tipo de situaciones, es la ley de la vida y son etapas que se deben vivir. Uno piensa en ese niño y en cómo ha completado una etapa y debe pasar a otra. Graduar a los niños es emocionalmente difícil, especialmente cuando han estado contigo desde que eran muy pequeños. Por ejemplo, en el Árbol Mágico, he visto a muchos niños crecer y graduarse. Cuando entraron tenían tres o estaban en pañales, y ahora ya están grandes. Aunque es duro cuando se van, también es una experiencia que hay que vivir y que trae satisfacción.