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“La Metamorfosis” y un acercamiento al existencialismo

La obra de Franz Kafka aborda en varios de sus apartados conceptos y preguntas centrales de esta corriente del pensamiento que se dio en Europa entre el siglo XIX y XX.

Andrés Osorio Guillott
11 de junio de 2021 - 02:15 a. m.
“La metamorfosis”, novela de Franz Kafka, fue escrita en 1912.
“La metamorfosis”, novela de Franz Kafka, fue escrita en 1912.
Foto: Getty images

Dice al principio de La Metamorfosis: “Estoy atontado de tanto madrugar – se dijo -. No duermo lo suficiente. Hay viajantes que viven mucho mejor. Cuando a media mañana regreso a la fonda para anotar los pedidos, me los encuentro desayunando cómodamente sentados. Si yo, con el jefe que tengo, hiciese lo mismo, me despedirían en el acto. Lo cual, probablemente, sería lo mejor que me podría pasar. Si no fuese por mis padres, ya hace tiempo que me hubiese marchado. Hubiera ido a ver al director y le habría dicho todo lo que pienso. Se caería de la mesa, ésa sobre la que se sienta para, desde aquella altura, hablar a los empleados, que, como es sordo, han de acercársele mucho. Pero todavía no he perdido la esperanza. En cuanto haya reunido la cantidad necesaria para pagarle la deuda de mis padres – unos cinco o seis años todavía-, me va a oír”.

Gregorio Samsa, personaje principal de la novela escrita por Franz Kafka en plena Primera Guerra Mundial, podría ser la personificación del individuo existencialista, de aquel que reconoce el peso de su existencia y lo halla sumido en la angustia, en el absurdo, en el instante en que se ve gobernado por la responsabilidad de ser él y todos, tesis que plasmó Jean Paul Sartre cuando afirmó que “Cuando decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero también queremos decir con esto que, al elegirse, elige a todos los hombres. En efecto, no hay ninguno de nuestros actos que, al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser. (...) El existencialista suele declarar que el hombre es angustia. Esto significa que el hombre que se compromete y que se da cuenta de que es no sólo el que elige ser, sino también un legislador, que elige al mismo tiempo que a sí mismo a la humanidad entera, no puede escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad”.

Ese sentido de la responsabilidad es también una de las vías que conduce a la angustia que ya había señalado Soren Kierkegaard, la angustia como una “categoría del espíritu” y como un canal que reproduce la preocupación por la nada, la nada entendida como la muerte y el fin de una existencia que siempre se vio limitada y supeditada a su finitud: “En este estado hay paz y reposo; pero también hay otra cosa, por más que ésta no sea guerra ni combate, pues sin duda que no hay contra lo que luchar. ¿Qué es entonces lo que hay? Precisamente eso: ¡nada! Y ¿qué efectos tiene la nada? La nada engendra la angustia. Éste es el profundo misterio de la inocencia, que ella sea al mismo tiempo la angustia. (…) La angustia es una categoría del espíritu. (...) La angustia tiene aquí el mismo significado que el que encierra la melancolía en un momento muy posterior, a saber, cuando la libertad, una vez que ha recorrido las formas imperfectas de su historia, está a punto de alcanzarse a sí misma en el sentido más profundo”.

Se lee en La Metamorfosis: “Todo estaba silencioso, pese a que, con toda seguridad, la casa no estaba vacía. <<¡Qué vida tan tranquila lleva mi familia!>>, pensó Gregorio. Mientras su mirada se perdía en las sombras, se sintió orgulloso de haber podido proporcionar a sus padres y a su hermana tan sosegada existencia, en un hogar tan acogedor. De pronto pensó con terror que aquella tranquilidad, aquel bienestar y aquella alegría iban a terminar”.

Y aquí entonces pasamos a Albert Camus, al absurdo, al instante que como bien describe Kafka produce terror, del reconocimiento de la negación de la existencia y de todo lo que la rodea: “Pensar es, ante todo, querer crear un mundo (o limitar el propio, lo que equivale a lo mismo). Es partir del desacuerdo fundamental que separa al hombre de su experiencia para encontrar un terreno de armonía conforme a su nostalgia, un universo encorsetado con razones o aclarado por analogías que permitan resolver el divorcio insoportable”.

Hay todo un comportamiento reflejado en Gregorio Samsa que no tendría que pensarse como algo gratuito o de la imaginación de Kafka. La transformación del personaje y sus pensamientos son producto del tiempo que vivió Europa y de la posible, si se quiere leer de esa forma, degradación de la condición humana que se vivió en las primeras décadas del siglo XX y que se fue recrudeciendo con las guerras en ese continente.

“Queridos padres – dijo la hermana, dando, a modo de introducción, un fuerte puñetazo sobre la mesa -, esto no puede seguir así. Si vosotros no lo queréis ver, yo sí. Ante este monstruo, no quiero ni siquiera pronunciar el nombre de mi hermano; y, por tanto, sólo diré que hemos de librarnos de él- Hemos hecho todo lo humanamente posible para cuidarlo y soportarlo, y no creo que nadie pueda hacernos el menor reproche. (…) – Tiene que irse – dijo la hermana -. No hay más remedio, padre. Basta que procures desechar la idea de que se trata de Gregorio. El haberlo creído durante tanto tiempo es, en realidad, la causa de nuestra desgracia”, dice en La Metamorfosis.

La muerte como obsesión del ser humano. La muerte como elemento que hace parte de La Metamorfosis y que también se lee en El Proceso de Kafka. La muerte, que entendida de múltiples maneras, también es la negación y es también el absurdo señalado por Camus cuando dijo que la verdadera pregunta que debía hacerse la filosofía tenía que estar relacionada con el suicidio y el sentido de la vida. Cuando el mundo perdió el rumbo de lo fundamental y construyó las distopías de las guerras, empezó a asistir a ese existencialismo del que hablaron Kierkegaard, Schopenhauer, Sartre, Camus, entre otros. La humanidad empezó a verse gobernada por la angustia, por verse incapaz de la responsabilidad de ser todos, por un posible desamparo que también fue vaticinado por Nietzsche cuando habló de la muerte de Dios. Individuos cada vez más individuos. Un insecto como una de las metáforas de la transformación de la naturaleza humana y como el camino hacia nuestra incapacidad de asumir las cargas de la existencia.

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ORLANDO ISAZA(75309)11 de junio de 2021 - 12:27 p. m.
Interesante artículo, me hizo ver la metamorfosis desde una nueva perspectiva, volveré a leerla.
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