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Cuénteme de qué se trata su proyecto DivingLife.co.
Nuestro propósito es enamorar a la gente del mar. Esa es la razón por la que nos levantamos y respiramos todos los días. Además del buceo, en DivingLife buscamos aprender sobre la vida marina y apoyar iniciativas en pro de la conservación de estos ecosistemas. Uno de nuestros lemas internos es que, si a nosotros el mar nos brinda tanta felicidad, qué bueno poderle devolver parte de ese sentir.
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¿Cómo le devuelve esa felicidad al mar?
Nosotros somos buzos y estamos yendo a visitar unos ecosistemas que están supremamente amenazados, incluidas las especies que habitan allí. Por medio de nuestra actividad buscamos generar consciencia a través de la pedagogía y el apoyo a ciertas iniciativas que buscan conservar el medio ambiente marino. Por ejemplo, en un viaje podemos tener una charla de tortugas y esa conversación no solo genera aprendizaje, sino que también una ganancia que se destina a la institución para que pueda seguir con su función social.
¿Cómo surgió la idea de explorar ese mundo marino?
Hace unos años empecé a utilizar las redes sociales para compartir todo lo que estaba viendo bajo el agua y la gente comenzó a escribirme para agradecerme por publicar o para expresarme sus inquietudes. Luego, me manifestaron que sería bueno poder viajar conmigo; esa idea me quedó sonando y, por eso, me atreví a hacer ese sueño realidad. Pasé mucho tiempo ideando el modelo de negocio y monté en el papel una agencia de viajes con sedes en todos los países del planeta. Así empezamos a viajar mucho y a posicionarnos como una de las empresas especializadas en buceo y turismo marino que más personas moviliza a nivel nacional.
Hablemos de lo que siente cuando está sumergido en el mar...
Decir que me siento enamorado me queda corto. Siempre he utilizado una palabra que me gusta más: extasiado. Me siento totalmente sorprendido cuando entro al agua. Estar ahí es como meditar. Estás conectado con tu respiración y con tu cuerpo. No puedes hablar, tienes que disfrutar el momento y fuera de eso estás teniendo un encuentro con unos seres maravillosos. Los buzos tenemos una alta capacidad de asombro porque en el mar pasan muchas cosas, hay tantos animales, texturas y colores, que cada vez te vuelves mucho más consciente, que es un ecosistema que tenemos que salvar.
¿Qué ha sido lo más curioso que ha encontrado o visto bajo el mar?
Malpelo es una isla colombiana que queda en la mitad del Pacífico, a 500 km de la costa, en la mitad de la nada. En uno de los buceos empezaron a llegar los tiburones martillo. De un momento a otro nos rodearon 200 tiburones y yo me sentía uno de ellos. Eso nunca se me va a olvidar.
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¿Cómo reconoce esa conexión con los animales?
Los animales sienten nuestra energía. Hay una frase célebre que dice: “La calidad de las inmersiones es directamente proporcional a la energía del grupo”. Entonces, antes de un buceo, entramos con una frecuencia positiva y así el mar se encarga de mostrarnos la magia. Hemos vivido momentos bajo el agua que no tienen explicación racional porque es literalmente sentir una conexión con otro animal que está frente a ti, mirándote a los ojos, dándote mensajes para seguir trabajando en pro del planeta.
¿Ya no siente miedo bajo el mar?
Hay una diferencia entre miedo y respeto. Yo siempre que entro al agua entro con respeto, con admiración, pidiéndole permiso al mar y a todos los animales que habitan en él, para poder adentrarme en su hogar. Soy un invitado.
¿Cómo fue su primera vez en el mar?
Desde que era muy chiquito, afortunadamente varias de mis vacaciones familiares fueron en el mar. Yo era el típico niño que llegaba al mar, se metía y no quería salir. Me perseguían para que me aplicara los protectores solares y siempre salía corriendo y terminaba bronceado lleno de arena, porque me la pasa toda la semana metido en el mar y le pedía a mi papá que se metiera.
¿Y su primera vez en buceando?
Estaba en un hotel que tenía centro de buceo en el que se podía hacer algo que se llama el Discover Dying. Me anoté en el plan, pero antes tenía que leer un manual y hacer unas prácticas. Cuando lo hice entré al agua y fue como si mi vida se hubiese partido en dos. Sentí el agua en todo mi cuerpo, vi los arrecifes, los peces y dije: “Este es el ecosistema al que pertenezco y al que quiero seguir perteneciendo”. Esa primera vez también vi una guardería de coral. En ese momento no sabía nada, pero sentí una necesidad de aprendizaje, de protección, de cuidado con el planeta... También sentí pasión, admiración, capacidad de asombro. Era mi hobby, ahora es mi trabajo, pero cada vez que tengo tiempo libre voy a bucear porque es lo que más amo hacer.
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¿Le gusta estar más debajo del mar o en la tierra?
La vida en la tierra la utilizo para ir a cambiar las maletas. Amo estar en la naturaleza. Estoy viviendo a las afueras de Medellín, en una zona donde hay más bosque. Para mí es una mezcla perfecta. Entonces, ¿dónde prefiero estar? En la naturaleza. ¿Dónde me siento muy cómodo de estar? En el mar, es mi lugar feliz.
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