Las “Animaciones salvajes” en las que los históricos del rock conversan
El músico argentino Martín Ameconi creó durante la pandemia una serie animada en la que personajes históricos del rock se encuentran, conversan y reflexionan sobre la música, el amor y la muerte.
María Paula Lizarazo
Un viernes a la noche están Fito Páez, Charly García, Andrés Calamaro, Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati sentados en el sofá de Friends en un café bar.
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Un viernes a la noche están Fito Páez, Charly García, Andrés Calamaro, Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati sentados en el sofá de Friends en un café bar.
Mientras tanto, Nina Simone habla de amor, tocando el piano. Y frente a una fogata, Mercedes Sossa reprocha a los artistas que niegan el fracaso como si la música fuera una carrera de caballos.
En algún otro lugar, Jorge Drexler confiesa que no puede escribir sin distraerse. Y ante un paisaje desolador, reaparece Calamaro defendiendo que la música es el territorio en donde nadie nos hace daño.
Paul McCartney habla sobre Yesterday, desde el techo de cualquier edificio. Leonard Cohan, en un bus, va rememorando la muerte de su padre. Y Bob Dylan camina entre las calles de su álbum The Freewheelin.
Todo esto ocurre en cualquier tarde, de cualquier año. Desde hace varios meses, Martín Ameconi recupera los audios de entrevistas radiales y televisivas de los artistas que lo han acompañado desde que era un niño: “de chico era adicto a los programas de entrevistas. Tengo el recuerdo de Charly contando una anécdota de Marilyn Manson”. Y una vez que encuentra un audio que le gusta, “me pongo a pensar en el contexto de ese audio. Hay veces que se me ocurre primero el contexto y después debo salir a buscar el audio y se complica”.
Esta obsesión de Ameconi por la música y, en específico, por el rock, empezó por medio del cine. A principios de los noventa alquilaba películas como Volver al futuro, Star wars o Superman para ver en VHS. “Mi vieja me había grabado la canción de Superman en un cassette, pasada del VHS. A mí me fascinaba poner la película y mientras la música sonaba yo armaba la aventura con los muñecos, o sea, me hacía el soundtrack de la aventura que yo empezaba a recrear. Después empecé a hacer eso con otras músicas. Me acuerdo en el 92: un disco que estaba en todas las casas era El amor depsués del amor, de Fito Páez, fue como un boom. Y me acuerdo de usarlo de la misma forma: ponerle play para musicalizar el momento que yo estaba recreando con mis muñecos. Lo primero que recuerdo de la música es ese uso, esa forma de relacionarme como si fuera un soundtrack, viste, como si fuera una banda sonora. Después, más adelante, en la adolescencia, llegó el contacto con la música de querer tocar. Tipo 13-14 años empecé a estudiar piano, a estudiar guitarra y me enloquecí con Charly García. Fue como una revelación para mí, Charly. Yo quería hacer eso que hacía él. Ni siquiera sé si quería hacer música. Yo quería ser Charly. Cuando era chico quería ser Batman y después quería ser Charly, de la misma forma, con la misma fantasía”.
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En su casa desde siempre estuvieron Los Beatles en un CD rojo y otro azul que traían lo mejor de cada época de la banda, “mi viejo los compró antes de que tuviéramos para reproducir CD. Beatles y Fito fue algo que escuchaba de chico y en la adolescencia ya pasé yo a apropiarme de ciertos músicos. A partir de Charly me fui abriendo también a Spinetta y a otras bandas de afuera: Led Zeppelin, Pink Floyd…”.
Hizo su primera animación salvaje hace poco más de un año. Cuando la pandemia llegó a la Argentina, sintió un fervor por hacer mucha música, hasta quería un disco doble, pero luego apareció un sinsentido absoluto. “Tenía más ganas de escuchar que de hablar. Por algo tal vez el personaje escucha, no habla. Creo que necesitaba eso, un poco más escucha. Necesitaba tomar clases de algo, pero no sabía de qué. ¿Dónde está el taller que quiero? No lo encontraba. En realidad estaba en esta gente que me vino hablando toda la vida. Y ahí fue cuando empecé a dibujar, haciendo garabatos, enviándoselos a mis amigos. El primero que hice fue uno de Calamaro, que nunca salió, tenía un tono burlón y chistoso, distinto de lo que después terminó siendo Animaciones Salvajes, que carecen de cinismo, no se ríen de lo que dicen los artistas sino que los acompañan, e incluso las que son graciosas son muy inocentes. Luego subí una de Fito, luego una de Charly, luego una de Spinetta”.
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¿Y cómo aparece el zorro?
-El zorro aparece un poco por ponerme a mí de alguna forma ahí. La idea de estar yo con la máscara viene del disco de El baile de los salvajes. Y un poco la idea de ponerlo ahí fue porque cuando me puse en la de Fito, sentí algo que no había sentido en la de Calamaro. Y se terminó transformando en una forma de ponerle firma a esas animaciones.
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Las primeras animaciones las hacía con el dedo sobre el celular. Luego consiguió un lápiz. Luego se compró una tablet. Y ahora también edita con el computador. Las primeras ilustraciones eran más precarias, sin fondo. Le gusta lo rústico, lo que no sea perfecto, y eso se lo permite la animación limitada.
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Dice que en esto de las animaciones juega de visitante. Siempre “estoy muy expectante buscando y diciendo ‘bueno, ¿a quién hay que ver?, ¿cuál es el gran animador?, ¿a quién hay que robarle?’. Sigue el trabajo de Alexis Moyano, la novela gráfica de Daniel Clowes y clásicos como Los Simpson. Y piensa que sus animaciones bien podrían ser viñetas de una historieta.
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-Me encantaría creer que el arte, lejos de simplificar las cosas, las hace más complejas. Que en vez de dar respuestas, genere incógnitas. Al mismo tiempo, el arte tiene eso de que hace bello algo que puede ser terrible. Estás leyendo un libro en el cual suceden cosas tremendas y te conmueve y no es que te conmueva por lo que está contando, te conmueve por cómo está escrito, que es distinto. Te fanatizás, le decís a alguien ‘che, tenés que leer este libro, que es buenísimo’ y te pregunta de qué trata y dices ‘ah, no, es terrible lo que pasa’, lo mismo pasa con el cine. El arte no te cierra nada, no te baja ningún tipo de línea, no te resuelve nada.
Un cuidado que tengo con las animaciones es que no estén bajando ninguna línea ni que estén explicando cómo es la vida.
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Sus días son caóticos, sin ningún orden. Vive en un apartamento en la Provincia de Buenos Aires, desde donde ve a Boca jugar. Allí tiene su estudio. Da clases de música y produce para otros artistas. Pero cuando no ha acabado alguna animación, cancela: “es lo más importante que me está pasando en la vida”. A veces el tiempo no le da para tanto. Empieza sus días después de medio día. “Me levanto muy tarde, me acuesto muy tarde”.
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Pero, ¿cómo muy tarde?
-Inconfesable. Horas inconfesables.