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‘Las culturas tienen manifestaciones que se parecen: los festivales, los rituales’

En esta entrega de la serie Historias de Vida, creada y producida por Isabel López Giraldo, presentamos una entrevista con la empresaria Liliana Restrepo, viuda de Alfredo Hoyos Mazuera, fundador de la cadena de restaurantes Frisby.

Isabel López Giraldo
03 de agosto de 2021 - 10:34 p. m.
La empresaria Liliana Restrepo hace un recuento de la creación de la cadena de restaurantes Frisby.
La empresaria Liliana Restrepo hace un recuento de la creación de la cadena de restaurantes Frisby.
Foto: Archivo Particular
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Pertenezco a una familia muy numerosa de Pereira, soy la trece de quince hijos, siete mujeres y cinco hombres educados en equidad, sólidos principios y valores. Nos consintieron, nos dieron gusto y nos enseñaron el poder de la conversación, del diálogo.

Orígenes

Como era común en esa época disfruté de la presencia permanente de mi mamá y de mi abuela en la casa. Las empleadas que ayudaban vivían bajo nuestro techo con sus hijos, lo que nos dio la posibilidad de relacionarnos sin problemas de clases.

Visitábamos con mucha frecuencia a los abuelos paternos que vivían en Santa Rosa de Cabal y a mi abuela materna que era viuda y que vivía en Pereira. Las tardes en familia eran musicales porque todos cantábamos, éramos tantos que podíamos hacer una orquesta.

Aprendí mucho de mi madre, que era una mujer muy sencilla, con una conexión con Dios muy natural. No hablaba mal de nadie, era muy sana en su relacionamiento con nosotros, nos dejó ser y respetó nuestra individualidad. La admiré siempre también por su capacidad de formar una familia, de acompañar el crecimiento de tantos hijos, por construir en nosotros solidaridad, respeto y reconocimiento.

Mi mamá nos mantuvo como unos ‘postres’ cuando confeccionaba nuestra ropa, pues era la manera en que contribuía a la economía del hogar y estuvo siempre al lado de mi papá acompañándolo desde el amor.

Mi papá fue un hombre muy trabajador, juicioso y comprometido, ejemplo de honestidad, ese patriarca que está siempre presente dando guía, acompañamiento y disciplina. Trabajó mucho tiempo en el Almacén El Balín, muy conocido en la ciudad por vender bicicletas y de propiedad de mi tío Ricardo quien fue muy amoroso y alegre.

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Academia

Estudié en las Franciscanas, a pocas cuadras de la casa por la Plaza de Bolívar. El colegio ejerció una influencia muy importante en mí porque se identificaba con los valores de familia y para mí fue otro hogar.

Fui muy necia, insoportable, pero las monjas me quisieron y me permitieron ese espacio de seguridad. Fui una basquetbolista muy dedicada, adoré ese deporte, era mi pasión al grado de quedarme jugando toda la tarde después de clases.

Las amigas de María Cristina, mi hermana mayor, fueron también las mías y me consintieron siempre. Cuando entraron al colegio mis hermanitas menores, fui yo quien las consintió a ellas.

Viví el traslado del colegio al sector de la Universidad Tecnológica, cerca de Mundo Nuevo, lo que me significó una transición muy bonita y despertó un sentido de pertenencia muy fuerte.

Afectos

A mis quince, y por tres años, Carlos Varón (q.e.p.d.) y yo fuimos novios. Carlos fue una persona muy bella de la que me había enamorado desde mis doce años. Lo conocí como campeón de natación del Club del Comercio, cuando yo nadaba.

Aunque estaba muy joven, este fue un amor realizado, no me quedé con ese pendiente, fue un regalo muy bello de la vida, porque uno va construyéndose como persona con los otros. Nos dimos la oportunidad de acompañarnos.

Viví esta relación con mucha alegría y muy intensamente, pero, cuando él se fue a estudiar a Medellín, se generó una distancia no sana entre los dos.

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Alfredo Hoyos Mazuera

Conocí a Alfredo mientras estudiaba para un final de francés del colegio en el local de Kokoriko, empresa que había fundado en Pereira cuando se hizo socio de los Robayo y de los Cardona en 1973.

Me encantó desde que lo vi, me pareció un hombre muy serio, de ojos muy grandes y mirada profunda. Daniel Vega, amigo mutuo, nos presentó. Empezamos a vernos, pero como yo estaba tan chiquita, a mis papás no les pareció que saliera con un hombre diez años mayor y seis meses de separado.

Alfredo estuvo casado con Yamile Bojanini, con quien tuvo dos hijos, Alejandro y Carolina. Se sentía muy golpeado y triste, la separación fue muy dura para él. Y para mí no era fácil acompañarlo en este momento y me significaba un riesgo, por lo menos era lo que me decía mi mamá.

Comencé a estudiar Economía en la Universidad Libre en las noches, entonces me veía con él sin que nadie supiera. Recuerdo que al tiempo que estudiaba también trabajaba en Carvajal.

Daniel Santos se iba a presentar en el Coliseo de Pereira con la Sonora Matancera y como a Alfredo le gustaba tanto me invitó y acepté. Alguien en el concierto nos vio y llamó a mi mamá a contarle. A mi llegada fui recibida por el “consejo de familia”.

Pese a que le había manifestado a mi mamá que yo estaba dispuesta a continuar con la relación aún con lo que implicaba, en un momento decidí que lo mejor era terminar, pues yo necesitaba unas certezas.

Pasaron tres meses y, al reunirnos nuevamente, jamás nunca nos volvimos a separar. Desde entonces contamos con el buen recibo en mi casa.

A los tres años nos casamos muy enamorados, seguros y maduros. Seguíamos viendo a los niños que para ese momento tenían uno y tres años, con los que tuvimos la mejor relación. Nunca suplanté el rol de mamá, y les dimos dos hermanos, Catalina y Álvaro.

Frisby

Alfredo es un hombre muy curioso, investigador, buen lector y precisamente se había dedicado a estudiar todo lo referente al pollo frito, porque no es asado como el de Kokoriko. Pero los socios no creían en ese producto y al final hubo una situación entre ellos por lo que Alfredo no quiso tomar partido y decidió retirarse para comenzar con su negocio. Así pues, en junio de 1977 comenzamos Frisby cuando apenas teníamos seis meses de casados.

Germán Hoyos tenía una empresa llamada Galgos Publicidad, y nos apoyó buscando un nombre corto, fácil de recordar, sonoro y que no significara nada.

Alfredo ya había fundado la procesadora de pollo Pimpollo, había abierto Pollo Loco, negocio de asados ubicado entre las carreras octava y novena, del que salió como parte de la negociación con Kokoriko.

Comenzamos como una pizzería, porque el producto nos gustaba mucho. El local estaba ubicada junto a la iglesia El Claret, en el parque El Lago. Era muy pequeñito, de apenas ocho mesas y con el horno detrás. Recuerdo que la gente entraba a preguntar que por qué lanzaban las arepas al aire.

Pasado un tiempo abrimos MIMOS en el local del lado. Se trataba de la distribución para Pereira.

Fernando, hermano de Alfredo, llegó de los Estados Unidos, donde estudiaba alimentos. Como trajo la fórmula para hacer pollo frito, en San Andrés compramos la fritadora, de segunda, la instalamos en mi casa, comenzamos a hacer los primeros ensayos y los vendimos en la pizzería.

Fernando fue socio industrial, con el tiempo nos vendió su parte y en los últimos años trabajó en investigación y desarrollo de nuevos productos.

Más adelante abrimos Armenia, después Cartago y Manizales. Luego hicimos una sociedad con un primo de Alfredo para abrir Medellín, lo que terminó mal, nos acompañamos hasta donde pudimos.

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Pinki

Cuando el primo, que compró los locales y nunca la marca, creó Pinki, generó una confusión al consumidor tremenda, demandamos y ganamos por competencia desleal. Su proveedor de pollo se quedó con la empresa para luego vendérnosla. Con este tema de Pinki fuimos claros y éticos, pues desde siempre nos han acompañado los valores, pilar fundamental para tener éxito, para que la gente se quede con nosotros, para que el vínculo sea muy fuerte en una construcción muy sólida.

La vida devuelve lo que uno le da, así, en quince días, veinte de los locales estaban convertidos a Frisby. Esto significó un trabajo armonioso y organizado de todo un equipo que recobró la marca en Medellín.

Se consiguió un local en la calle 21, entre la 15 y 16. Pasados muchos años una casa en el barrio donde funcionaba el Fondo de Empleados. Tuvimos un crecimiento paulatino hasta comprar las oficinas en la Popa. Hoy tenemos una planta muy linda que remodelamos y actualizamos.

Internacional

Llegamos a Nueva York en una época muy difícil, cuando comenzó la depresión. Nos instalamos en Queens de la mano de un socio y vendimos muy bien, pero sostener todo el proceso de compras, de gestión humana, de mercadeo y al mismo tiempo la operación, representó mucho trabajo y nos significó grandes inconvenientes como que en la aduana dañaron los equipos que enviamos.

Mi hijo estuvo al frente atendiendo todos estos temas, pero decidimos cerrar porque teníamos formas de ver el negocio de manera muy distinta a la del socio y significaba mucho desgaste cuando aquí había mucho por hacer.

Ya ensayamos, ya probamos y decidimos enfocar todos nuestros esfuerzos en Colombia.

Venezuela

Conseguimos la franquicia de Cinabbon y sus dueños, en Venezuela y Panamá, nos invitaron a sus países, pero yo no estuve de acuerdo por la situación política. Animados por un grupo de amigos abrimos mercado. El problema mayor fue conseguir gente que quisiera trabajar porque, como el gobierno les pagaba por no hacer nada, la gente prefería quedarse en la casa. Entonces enviamos gente desde Colombia, lo que volvía el negocio muy costoso y complejo, además, conseguir materias primas era muy difícil.

Proyección

Abrimos veinte puntos de venta al año en cuarenta y cinco cabeceras municipales, con claridad en la meta a cinco años, enfocando nuestros esfuerzos en lo importante que es nuestra gente, nuestra cultura organizacional, nuestros valores y filosofía, nuestro Core Business que es alimentarnos con amor.

Nuestros valores tienen origen en nuestras familias, en la de Alfredo y la mía. Nuestro amor se ha fundamentado en ellas por eso tenemos una resonancia desde el corazón muy fuerte en la parte trascendente de la vida.

Meditación

Cuando nació Cata aprendimos a meditar y ese fue uno de los regalos que ella nos trajo. Recuerdo que estando en la dieta posparto, Alfredo me habló del curso que daban en Manizales y ahí comenzamos.

Ha habido una búsqueda de un despertar de la conciencia, de evolucionar y considerar por qué estamos en este mundo y cuál es la misión que tenemos. También hacemos análisis transaccional, programación neurolingüística, coaching.

Encontrar estas prácticas ha sido muy importante en nuestra vida porque es el espacio del silencio, de la reflexión, de poder reciclar toda la locura de vida y el estrés.

Tenemos un ritual de respiración en las mañanas, algo de Chi Kung también. Todo esto ha ido creciendo en nosotros para transmitirlo en la empresa. Así, la línea del ser se desarrolla paralela al hacer, por lo que llevamos esta filosofía a todos los rincones de Colombia.

Rindo un homenaje a nuestra profesora Nohelia, quien falleció, pero que dejó en nosotros una semilla importante.

Tenemos una finca en la montaña donde llevamos a cabo talleres con un programa de liderazgo en zona de aventura por el que han pasado más de ocho mil universitarios en veinte años.

Se trata de una propuesta que creó Rolando Toro, psicólogo chileno, que aborda al ser humano desde lo biológico y lo fisiológico. Bio es vida, danza es movimiento integrado pleno de sentido, es la expresión de tu esencia en movimiento que se inspira en la música. Actualmente soy profesora de Biodanza.

Biodanza

Los seres humanos tenemos cinco potenciales:

Vitalidad referida a la salud, la energía para la acción, el deseo de vivir, un cuerpo saludable, sexualidad que es rescatar el cuerpo como fuente de placer, la energía de la vida, el disfrutar, la seducción o empatía, pero más corporal.

Creatividad, como la capacidad de recrearme a mí mismo, de tener la resiliencia, de transformar, de sacar lo mejor de mí, de mi existencia. Es lo que se disfruta como el canto, la pintura, la poesía.

Afectividad, capacidad de ternura, de construir relaciones sostenibles, de contacto incluso con la mirada.

Trascendencia, la manera como estoy dejando este mundo y del cómo interactúo con la naturaleza. Es decir, se tiene una ruta de viaje.

Inconsciente vital

Las culturas todas tienen unas manifestaciones que se parecen, los festivales, los rituales. Es la humanidad que se expresa como especie. El inconsciente vital en que las células tienen memoria, inteligencia, capacidad de recrearse a sí mismas, se pueden organizar o rechazar.

Se está aliviado o enfermo desde las células que tienen torre de control en el cerebro. Este, a su vez, está compuesto del cerebro reptil, que es el más antiguo de todos, es el primitivo donde tenemos toda la información animal, es decir, el instinto; el sistema límbico está conformado por la amígdala, el hipotálamo y ahí se asientan las emociones; por último, el neocórtex, que es el más joven.

Música

La música entra en el cerebro límbico que envía la orden a través de los neurotransmisores de la oxitocina, la serotonina, la dopamina y la endorfina que son los que transmiten la alegría, el bienestar, la sensación de plenitud.

Algunos de los neurotransmisores son egoístas y otros altruistas, así, la dopamina y la endorfina son egoístas, y la oxitocina y la serotonina son los altruistas.

Por instinto el ser humano es gregario, pero se le olvida.

A través de la música se activa la capacidad que tiene el cerebro de establecer puentes con el otro. La euforia, la adrenalina, ayudan a lograr este encuentro social.

La música es orgánica, es del mundo, sus compases llevan el ritmo del corazón. Cada grupo de canciones tiene un objetivo que es activar la bioquímica del organismo lo que permite alivio con la propia energía vital.

Esta es mi vitalidad.

Por Isabel López Giraldo

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