Laura Vargas: El porvenir de las primeras veces
Estudió arquitectura y, gracias a esos conocimientos y a su pasión por el cine, decidió que su camino estaba en el diseño de producción. Ahora está en Estados Unidos sumando experiencia para que pronto pueda aportar desde este campo al cine independiente latinoamericano.
Andrés Osorio Guillott
Habría que tener siempre muy claro cuáles son nuestras convicciones, que pueden llamarse también utopías. Y habría que tenerlas claras siempre para que cuando ocurran esas llamadas “primeras veces” no nos desviemos del camino ya andado, pues hablar de “aquella primera vez” puede ser un recuerdo que resulta definitivo para entender el inicio de nuestras victorias o de nuestras derrotas, de allí depende en gran parte el tejido de aquello que llamamos destino.
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Habría que tener siempre muy claro cuáles son nuestras convicciones, que pueden llamarse también utopías. Y habría que tenerlas claras siempre para que cuando ocurran esas llamadas “primeras veces” no nos desviemos del camino ya andado, pues hablar de “aquella primera vez” puede ser un recuerdo que resulta definitivo para entender el inicio de nuestras victorias o de nuestras derrotas, de allí depende en gran parte el tejido de aquello que llamamos destino.
La primera vez de Laura Vargas en un set fue en la grabación del vídeo musical de Pasajero, una canción de Sergio Jiménez, cantante boyacense. En aquel entonces ya se había graduado de arquitectura de la Pontificia Universidad Javeriana, lugar donde conoció a algunos de sus amigos, que eran estudiantes de cine, y que ya la habían acercado a sus trabajos audiovisuales y de producción. “Fue inolvidable pisar el set. Había visto vídeos de cómo se hacían los detrás de escenas, pero nunca lo había experimentado, y esa primera vez fue definitivo para estudiar diseño de producción”.
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Fueron también las primeras veces en que cursó talleres de manualidades y se dio cuenta que tenía una afinidad a la creación y las artes, también la vez en que vio Adiós a Lenin y se sorprendió por la historia y el trabajo que había detrás, o por las ocasiones en que ya estando en Bogotá -tanto ella como su familia son de Neiva-, iba con su mamá a Cinemanía o Cinema Paraíso a ver cine independiente. Ambos conjuntos de recuerdos configuran el presente y un porvenir que se ha venido construyendo entre las dudas y las dificultades inherentes a la realización de los sueños.
“Siempre me gustaron las artes, el diseño, siempre fui muy sensible a ese tema. Empecé con arquitectura, que fue una opción que combinaba la creatividad y también una opción segura. Pero esta carrera me introdujo a otros temas, aprendí las bases del diseño que son muy importantes para el diseño de producción, para la planimetría, 3D, materiales”, afirmó.
Alejarse de casa y ver el mundo y la vida desde otras ventanas. Después de graduarse de arquitectura, aplicó para una maestría en la Universidad SCAD, en Estados Unidos, y logró irse en 2019. La alegría que representa perseguir y sentir que se acerca el punto más alto de los sueños, luchar desde la esperanza y el orgullo de saber que se consiguen los objetivos a corto plazo, que son los que edifican el objetivo a largo plazo, estudiar, aprender y conocer la vida en múltiples facetas. La llegada de la pandemia y el temor a lo incierto, a lo desconocido, vivir un evento circunstancial que nadie sabía cómo entender y asumir: “Uno viene con unas expectativas altas, pero la pandemia cambió todo porque no había trabajo, no había nada y menos en lo artístico. Eso puso un freno grande a mis planes y a los de todo el mundo. Tuve que enfrentar ese momento con mucha paciencia. Hubo momentos en los que no podía hacer más que aplicar y hablar con otras personas a ver qué conseguía. Fue una cuestión de aceptar la realidad que no era difícil solo para mí sino para todo el mundo. Aceptar el hecho de que todo estaba detenido o cerrado. En la universidad preguntaba qué hacer, pero nadie sabía nada porque ninguno había vivido algo así. Debía tener paciencia y no podía perder la fe”.
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Desde su primera experiencia en Colombia hasta hoy, Laura Vargas ha participado en múltiples producciones: Remnant, un corto de ciencia ficción independiente, donde fue la diseñadora de producción; “Little Women: The musical”: un musical en donde realizó los primeros diseños y fue asistente de su profesora de aquel entonces, quien dirigió toda la fabricación; “Christmas in Pine Valley”, “Novel Love”, y “Killer Cover Up”, largometrajes donde fue diseñadora de producción y “All the Queen’s Men”, serie producida por Tyler Perry Studios en donde fue la encargada de producir la planimetría de las locaciones.
Se graduó en medio de la pandemia y ese logro le hizo reafirmar su fe y valorar la paciencia como una virtud necesaria para emprender caminos y ver los resultados de cada paso. Hasta hoy se mantiene firme en su deseo de seguir trabajando y aprendiendo de la industria del cine estadounidense. Su anhelo es vivir un buen tiempo en el país norteamericano y obtener así la experiencia y los conocimientos necesarios para luego aportar en el cine independiente que aprendió a querer desde hace años y que considera que tiene mucho por aportarle a América Latina: “Las historias del cine independiente son muy ricas en su narrativa, tienen un ritmo diferente. Son temas que van más allá del diseño de producción, por eso me parece tan importante. Me gustaría poder hacer parte de ese tipo de historias que son muy valiosas en Latinoamérica y que van más allá de la violencia”.