Lina Meruane: “Escribo ficción para mirar lo que no soy”
Nueva entrega del especial “Fuera del papel”. Esta vez hablamos con la escritora chilena sobre las maternidades, tema que se desprende de su libro de cuentos “Avidez” (Páginas de Espuma).
Andrés Osorio Guillott
En los últimos años, si hablamos de Lina Meruane, hablamos de Palestina, de los libros que esta chilena ha escrito alrededor de los dramas y problemáticas que, quizá con una vigencia que muchos no habían notado, siguen presentes.
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En los últimos años, si hablamos de Lina Meruane, hablamos de Palestina, de los libros que esta chilena ha escrito alrededor de los dramas y problemáticas que, quizá con una vigencia que muchos no habían notado, siguen presentes.
Sin embargo, en esta oportunidad, Meruane visitó Bogotá y la Feria del Libro con motivo del lanzamiento de Avidez, un libro de cuentos publicado bajo el sello Páginas de Espuma, que retrata en varios relatos el hambre, el cuerpo, el dolor y la maternidad.
A lo largo de estas dos semanas hemos estado entrevistando autores a partir de algunos personajes de sus obras literarias. Bien habríamos podido hablar de Palestina y aprovechar la coyuntura, pero sin desconocer la importancia que Meruane ha tenido en los estudios y análisis de este territorio en la última década, pero en esta oportunidad quisimos abordar otras de sus inquietudes y manías.
“Para mí es un poco misterioso eso de por qué salen y se repiten ciertas obsesiones”, dijo la escritora chilena, que contó además que los relatos que componen Avidez fueron escritos en distintos años, y que al reunirlos, gracias a su editor Juan Sotomayor, se dio cuenta de que varios tenían puntos en común, lo que indicaba nuevamente que los escritores, o mejor, los seres humanos, tenemos temas que nos obsesionan y nos acompañan con el paso del tiempo, quizá mutando en sus formas, pero manteniendo la inquietud por su origen y sus manifestaciones en nuestras vidas.
En Avidez hay una exploración por ciertos límites de la condición humana. El hambre y el dolor son algunos de estos. Algunos de los cuentos entran en esa posible tendencia literaria de los últimos años en América Latina por la ciencia ficción, por cierto tono de suspenso que hemos visto en otras escritoras como Samantha Schewblin, Mariana Enríquez y Liliana Colanzi, entre otras.
Sobre el concepto del hambre, Meruane afirmó que “no podría decir que todos hemos pasado un poco de hambre alguna vez, no al menos a un nivel tan grande como para que se convierta en un dolor psíquico. Entonces, no estoy segura de por qué reaparece el hambre, pero sobresalen varias cosas que están conectadas. Una es la orfandad, otra es la supervivencia y otra la condición humana, y para sobrevivir hay que comer, y en esas orfandades que están en este libro no siempre hay para comer. Yo creo que la desigualdad social, la pobreza y el hambre que yo vi en el Chile de mi juventud deben haber dejado alguna huella significativa como para volver a la escena del hambre una y otra vez”.
Sin embargo, más que un concepto, que sí se aborda desde ahí, en este libro se repiten también las madres como personajes, de manera que en esta oportunidad quisimos abordar la maternidad y los significados que ha encontrado la autora chilena en su obra y en su experiencia también como lectora.
¿Por qué la reiteración de la maternidad en los cuentos de “Avidez”?
Es que estas madres se aparecen o están tan planificadas. Lo que pasa es que he escrito mucho sobre la infancia. Y de una manera u otra, la infancia está siempre ligada a l a madre o al padre. Ahora, cuando yo escribí mi primer libro de cuentos, que es Las infantas, ahí no hay ni una madre. Es más bien la figura paterna la que aparece explorada con muchísima intensidad. La madre no era lo que estaba pensando. Supongo que en estos otros aparece esta figura porque al padre lo agoté como tema. Las madres que van apareciendo son una especie de contrapunto de los hijos. La madre presente y la ausente, la madre dolorosa y la obsesiva. Y fíjate, las madres de los cuentos de “Ay” y de “Tan preciosa su piel” están en el mismo mundo, que es el del cuidado, pero lo ejercen de maneras completamente distintas. Una cuida casi por recorte, por lo que no les da a los hijos, por lo que les quita. La otra madre, la madre de “Ay”, es por lo que les quiere dar, que es el sumo cuidado. Luego están las de “Reptil”, por volver a otro cuento, que también son dos madres, pero queer. Las madres no normativas.
Y ahí también aparece su interés por lo normativo...
Gran parte de lo que he escrito tiene mucho que ver con una interrogación a la normatividad. ¿Quién la construye? ¿Quién la normaliza y con qué fines? Lo que también es cierto es que la gente, las mujeres, siempre han quedado fuera de la norma, salvo que hagan una declaración muy explícita de adhesión a esa norma, pero siempre quedarán como personajes secundarios de la estructura normativa. Me ha interesado explorar ese lugar que ocupan las mujeres, que ocupa la gente no blanca, que ocupan los enfermos —que es otro sujeto que me interesa muchísimo—. Ahora que yo estoy mayor también empiezo a interesarme por los viejos y las viejas, que son lugares de deterioro.
¿Por qué le interesa la figura materna?
Ese es un tema que a mí me ha interesado desde muy joven, en parte porque yo nunca quise ser madre, pero esa figura sí me interesó mucho, justamente porque no es mi figura. Quise explorar todas esas madres que son realmente muy diferentes. Tenemos un prototipo para este personaje en la literatura que convierte a la madre en un ser sin subjetividad: un sujeto servicial que está aquí, que solo existe en función de su marido y, sobre todo, de sus hijos, o la madre nefasta y violenta. La mala madre. Me parece que en esa estereotipación de esta figura materna, que en ambos casos es acartonada, no tiene subjetividad y solamente tiene un rol posible. Yo me encontré escribiendo sobre múltiples madres, porque me interesó esa figura, eso que no soy yo. Por eso escribo ficción, para mirar lo que yo no soy y las cosas que a mí no me pasan, pero que me inquietan.
¿Cómo ha visto la maternidad plasmada en la literatura?
En la literatura escrita por mujeres yo veo unas madres muy complejas. O sea, no quiero aparecer como que yo he explorado muchas figuras maternas complejas. Pienso, por citar a una, en Diamela Eltit, ya de la generación anterior, pero todavía contemporánea, que tiene una madre muy interesante en una novela que se llama Los vigilantes. Me parece que en esa generación, tanto en los retratos que hace Silvia Molloy de su madre, que son muy interesantes en la no ficción, o los retratos que hace Silvina Ocampo sobre las madres, terminan generando esa diversidad. Lo que pasa es que fue una literatura de mujeres a la que mi generación le costó más acceder porque no se encontraban los libros, sobre todo cuando eran extranjeros. Siempre ha habido un interés por esa figura, lo que pasa es que no era vista como apta para la literatura, y eso es lo que creo que se está reivindicando ahora con tanta fuerza. Han aparecido tantas novelas sobre la maternidad. Pienso en Samantha Schweblin y Distancia de rescate, Guadalupe Nettel con La hija única o Brenda Navarro con Casas vacías.
¿Cómo cree que ha cambiado la percepción de la maternidad por los feminismos?
Creo que, sobre todo, se han preocupado por cuestionar toda esa normativa que pone a la mujer en un lugar forzado. De hecho, cuando escribí Contra los hijos, me di cuenta de que había habido momentos mucho más libres para las mujeres en términos de la exigencia de su maternidad, y que tenía mucho que ver con las necesidades del Estado, la economía y la política. En los momentos de guerra, cuando fue necesario que una mujer fuera a la industria a apoyar el esfuerzo de guerra, nadie estaba hablando de la maternidad. Pero en cuanto regresaron los hombres del frente y ellas ocuparon sus puestos de trabajo, reapareció con mucha fuerza el discurso materno. Hay una cuestión muy interesante en este momento y es que los discursos capitalistas les dicen a las mujeres que pueden elegir lo que quieran, pero en países como Estados Unidos se acaba de echar atrás la ley Roe versus Wade, y eso ha significado que, según lo último que leí en el New York Times, haya 65.000 nuevos niños no deseados, precisamente porque se impide que una mujer pueda cambiar de idea o directamente no querer tener hijos. Entonces hay una cuestión que está realmente vinculada con la economía y con un cierto conservadurismo social muy potente.
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