Lo que Colombia ha aprendido sobre ‘narcoeconomía’ (I)
De la mano de Tom Wainwright y su libro Narconomics se analiza una de las políticas de drogas más relevantes para el país en la actualidad: el Acuerdo de paz. ¿Qué podemos aprender sobre aquellos que administran los cárteles de drogas?
Daniela Cristancho Serrano
¿Cómo se administra un cártel de drogas? Esta es la pregunta que trata de resolver Tom Wainwright, economista y periodista inglés, en su libro Narconomics. El tráfico de estupefacientes es una problemática de grandes dimensiones, que cuenta con 250 millones de consumidores alrededor del mundo, y un ingreso anual para los carteles de 300 mil millones de dólares aproximadamente. En un país como Colombia, donde históricamente nuestra identidad se va visto permeada por el narcotráfico, esta pregunta no es sólo válida, sino necesaria. Preguntarse y entender cómo funcionan los carteles, le permitiría al país identificar problemas estructurales en la formulación de políticas públicas de drogas y así, generar otras que apunten a una solución real.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
¿Cómo se administra un cártel de drogas? Esta es la pregunta que trata de resolver Tom Wainwright, economista y periodista inglés, en su libro Narconomics. El tráfico de estupefacientes es una problemática de grandes dimensiones, que cuenta con 250 millones de consumidores alrededor del mundo, y un ingreso anual para los carteles de 300 mil millones de dólares aproximadamente. En un país como Colombia, donde históricamente nuestra identidad se va visto permeada por el narcotráfico, esta pregunta no es sólo válida, sino necesaria. Preguntarse y entender cómo funcionan los carteles, le permitiría al país identificar problemas estructurales en la formulación de políticas públicas de drogas y así, generar otras que apunten a una solución real.
Uno de los más recientes, y robustos, proyectos de política pública de drogas en Colombia está incluido en el Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, firmado por el gobierno nacional y la guerrilla de las FARC en el 2016. Es claro que en Colombia alcanzar la paz sin solventar el problema de narcotráfico es imposible, por eso la ‘Solución al Problema de las Drogas Ilícitas’ comprende el punto número cuatro del Acuerdo. Y estas soluciones que propone el Acuerdo en materia de producción, consumo y comercialización de drogas, pueden ser analizadas a la luz del libro Narconomics.
La manía con la oferta
El primer enfoque que da el Acuerdo Final a la solución del problema de drogas tiene que ver con la producción, es decir con la oferta. En este punto se diseñó el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de uso Ilícito (PNIS). El PNIS se enfoca en generar condiciones que permitan que el campesino colombiano deje voluntariamente los cultivos de coca, marihuana y amapola, y haga una transición a otros cultivos lícitos. Para esto se propuso que, mientras se desenvuelve este tránsito, los cultivadores reciban asistencia alimentaria en forma de bonos y mercados, y se establezcan huertas caseras y cultivos de ciclo corto. Adicionalmente, se les dará a los campesinos que se acojan al PNIS un tratamiento penal diferencial, que incluye la extinción de la sanción penal por cultivos ilícitos. No obstante, el documento es claro en que, de no darse acuerdos con los miembros de la comunidad o en caso de que estos los incumplan, el Gobierno no renunciará a la erradicación.
Le recomendamos: Fragmentos de una maestra: la leyenda de Artemisia Gentileschi
Este punto se relaciona con el primer error que identifica Wainwright: la obsesión con el suministro. Esto quiere decir que la guerra contra las drogas ha centrado su atención equivocadamente en la oferta. Así lo explica el autor de Narconomics: “Cortar el suministro de hojas de coca en Los Andes, fumigar con herbicidas desde helicópteros de combate, han hecho muy poco para alterar el precio de la cocaína, a pesar de las décadas de inversión y una cantidad considerable de violencia”. Es decir, se ha buscado erróneamente subir el precio de la materia prima, cuando este no tiene un efecto real en el producto final. De hecho, si se lograra duplicar el costo de la hoja de coca, la cocaína no aumentaría su precio en más del 1%. Pero más importante aún, es el hecho de que, incluso si el precio subiera significativamente, la demanda de cocaína no disminuiría, pues es inelástica, lo cual significa que los consumidores seguirán comprando la misma cantidad incluso si los precios se elevan. Todo esto se traduce a que, si el precio de la cocaína sube, pero la demanda se mantiene más o menos igual, el único resultado es incrementar las ganancias totales de los criminales.
Los datos del Observatorio de Drogas de Colombia, soportan la tesis de que la obsesión por la erradicación no ha sido efectiva en disminuir la demanda. De hecho, ni siquiera estas estrategias ni siquiera han conseguido disminuir la oferta misma. En el 2016, el país contaba con 146,000 hectáreas de cultivo de coca, un incremento significativo en comparación con el 2014 y 2015, donde las hectáreas de cultivo de coca eran de 69,000 y 96,000 correspondientemente. Esto a pesar de que “en 2015 fueron erradicadas 12.267 hectáreas de cultivos ilícitos, 12% más que en el año anterior”, según UNODC. En pocas palabras, por mucho que se haya atacado la oferta, esta no ha disminuido y, por supuesto, tampoco lo ha hecho la demanda.
Combatir la demanda
El segundo eje de la ‘Solución al Problema de las Drogas Ilícitas’, sí cumple con el consejo de Wainwright de atacar la demanda, lo cual de entrada significa un avance en materia de políticas públicas sobre drogas. En Colombia hay aproximadamente 839,000 consumidores de drogas ilícitas. El gran cambio que propone el Acuerdo de paz es que, al igual que los campesinos, los consumidores no deben rotularse como criminales. Por el contrario, la reforma se propone desde el entendimiento, de manera que se puedan dar salidas efectivas de prevención y atención. Para este proyecto el Gobierno pondría en marcha un ‘Sistema Nacional de Atención al Consumidor de Drogas Ilícitas’. Este incluiría investigación en materia de consumo de drogas, desarrollo de programas con participación de la ciudadanía y sobre todo, tratar el problema como un asunto de salud pública.
Le sugerimos: Patricia Ariza: “La irrupción de las mujeres en el teatro ha sido determinante”
Esta estrategia, orientada desde la demanda, funciona, como explica el Wainwright: “imaginemos que se inicia una política que logra disuadir a las personas de consumir drogas: una campaña de salud pública, mejores instalaciones recreativas para los adolescentes, rehabilitación para los adictos. La demanda cae. Es probable que los traficante reaccionen bajando los precios, ya que ahora deben pelear entre ellos por una clientela más pequeña. Por lo tanto, el consumo y los precios caen, es decir, que el mercado criminal se reduce en dos frentes”.
En este punto, Colombia demuestra haber entendido un aspecto de ‘narcoeconomía’, al no caer en el error número dos: ahorrar dinero al comienzo y pagarlo más adelante. Según el autor, todo tipo de intervenciones se ven opacadas por los programas de tratamiento de adictos, en los que por cada millón de dólares invertido, se evita el consumo de más de 100 kilogramos de cocaína (a comparación de los 20 kilogramos que se reducen al tratar de interceptar droga en su camino a EEUU, por ejemplo). No obstante, aún hay ciertos consejos de Narconomics que resultarían ser útiles a la hora de hacer campañas de prevención en el país.
Históricamente, las campañas antidrogas se han centrado en los efectos de salud que pueden causar los estupefacientes. Últimamente, estas también han dado un giro, incluyendo otros ámbitos. Con el slogan “Las drogas pueden cambiar tus planes, métele mente y decide”, se han tratado de visibilizar los efectos que tienen las drogas en los planes de vida, en la educación y el trabajo. No obstante, según Narconomics, sería importante también hacer consciencia del sufrimiento que causa el negocio de las drogas.
Le podría interesar: Y volver a perder
“La verdad es que comprar y consumir drogas ilegales no te mate. Pero es probable que mate a alguien más. La cocaína, por ejemplo es fabricada y exportada exclusivamente por cárteles que usan el asesinato y la tortura como parte de su modelo de negocios”, afirma Wainwright. “Comprar cocaína trae consigo una incómoda certeza de que has ayudado a pagar para que se torture a muerte a una persona. Las personas deben saber eso”, asegura el autor.