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“Los museos son instituciones políticas muy poderosas”: William López

William López, el nuevo director del Museo Nacional de Colombia, habla sobre cómo se enamoró del arte y el estado en el que encuentra la institución que ahora maneja.

Daniela Cristancho
16 de diciembre de 2022 - 12:00 p. m.
“Los museos son instituciones políticas muy poderosas”: William López
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¿De dónde viene la afinidad con el arte?

Diría que es una afinidad con el arte y los museos al mismo tiempo. Mi aproximación arrancó muy pequeñito, porque siendo vecino del barrio La Candelaria, que hace mucho tiempo era un barrio cuyo espacio público estaba en un proceso de deterioro, el único lugar a donde me dejaban ir era a la biblioteca Luis Ángel Arango. Recuerdo muy vívidamente mi obsesión con un cuadro de Santiago Cárdenas que había en el espacio expositivo de la biblioteca. Como ese era el único espacio al que podía salir con cierto grado de seguridad, pues allí me encontraba con cosas muy extrañas, que por supuesto no encontraba en el colegio ni en mi casa, entonces ahí surgió esa fascinación.

Y eso luego se tradujo al estudio…

Sí. Cuando estudiaba literatura en la Universidad Nacional me encontré con un grupo de amigos y amigas en la escuela de artes con quienes construí una relación muy bonita, profunda y compleja. Ahí apareció un segundo momento: mi relación con el arte y los museos, de hecho, ellos son los que me animaron a presentarme a una convocatoria del grupo de guías del Banco de la República, y sorprendentemente pasé y de ahí en adelante ya no pude alejarme del tema. Fue como una especie de enfermedad, vicio, vocación, militancia. No sé cómo decirle.

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Hablemos del rol que tienen los museos en la educación…

Soy un defensor del concepto de educación en museos. En los últimos años se habla de “mediación”, y a mí ese término me parece una licuefacción ideológica de lo que hacen los museos, que es educación, plenamente dicho. Sin embargo, es una educación que está atravesada por varios elementos, pues las relaciones educativas dentro del museo no están fundadas por las relaciones de poder que tienen los niños y las niñas en el aula de clases. No hay esos instrumentos de disciplinamiento ni es una relación de larga duración. En el museo la relación pedagógica es efímera, pero ese carácter efímero hace que, al mismo tiempo, sea una relación pedagógica espontánea y, por el otro lado, atravesada fundamentalmente por la percepción y la sensibilidad. Insisto en que el guía del museo es alguien que, en principio, tiene que convertirse en el espectador ideal del museo, el que entiende, vive y vibra con el museo. Si tú no tienes esa vibración, no se la puedes transmitir a las personas.

El otro elemento importante es que en el museo tú trabajas con los sentidos y con las posibilidades que te dan los espacios museográficos. Entre más potente e inteligentemente sea diseñado un espacio museográfico, más fácil es trabajar desde el juego y la imaginación, o incluso desde la erudición más compleja. Y otra dimensión relevante de los museos es que cuando tú generas diálogo en el espacio museal, se vuelve simbólicamente muy poderoso, porque cuando el público se permite hablar en el museo, esa palabra o duda que se pronuncia allí adquiere una resonancia para ellos mismos, para el grupo, que no tiene en otro lugar. Como dirían los museólogos contemporáneos, los museos son instituciones políticas muy poderosas, particularmente en países como el nuestro.

Es decir, la relación entre el guía y el que visita el museo es más horizontal…

La noción de autoridad en pedagogía es fundamental. Sin orden no haces nada, pero la noción de autoridad que tienes en el aula es diferente a la que puede generar el museo. Hay museos autoritarios y hemos tenido una museología vertical mucho tiempo, pero la museología contemporánea precisamente ha hecho una gran reflexión para superar ese paradigma del museo autoritario para efectivamente generar esos empoderamientos. Es decir, no te impongo ninguna ni me sitúo frente a ti como una autoridad incontestable, sino, por el contrario, como alguien que dialoga contigo. Uno puede llegar a ser muy erudito y sofisticado, pero en el espacio museal tú no estableces esas relaciones si quieres que la gente vuelva al museo.

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¿A qué procesos se les da continuidad con el cambio de gobierno?

Los museos son instituciones paradójicas porque responden a dos exigencias éticas: por un lado, conservar el patrimonio cultural y, por el otro, ser instituciones de vanguardia que introducen dentro de su proyecto institucional maneras diversas de construir las curadurías y las museografías. Esa doble dimensión hace que uno encuentre una línea de continuidad muy grande y, al mismo tiempo, una línea de variación.

En particular, en este museo encuentro una larga tradición de por lo menos 40 años, de una museología que quiere ser moderna, de un museo que intenta por todos los medios desprenderse de los lastres más conservadores de la museología nuestra y por el otro lado, una gran precariedad. Es un museo que, dependiendo del capital político de su director o de su directora, ha tenido las posibilidades de desarrollar proyectos importantes significativos. Y es un museo que yo lo encuentro muy vulnerable, porque es un museo que tiene una responsabilidad enorme. Tiene unas colecciones muy valiosas, tiene que hacer el proceso de salvaguardia, restauración, colección, investigación, documentación y activación. El Museo lleva 12 años produciendo una nueva exposición permanente y en 2023 la tenemos que terminar por el cumpleaños 200 años del museo. Y no ha recibido el apoyo político y financiero que requiere para desarrollar en la dimensión que se requiere sus dos grandes responsabilidades: ser un lugar protagónico en la construcción de nación y, por el otro lado, hacerse cargo de la política pública de museos.

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Tiene retos muy importantes. El reto de la representación de nación, que necesariamente tiene que salir de este proceso centrado, única y exclusivamente, en estudio de las colecciones del museo para empezar a trabajar otra dimensión nueva. Es decir, investigaciones estratégicas en términos de los grandes silencios e injusticias epistémicas que tienen las colecciones. La Constitución de 1991, los jóvenes, el movimiento social, la academia, el movimiento feminista, los sectores LGTBIQ+ le formulan unas preguntas y unas exigencias cruciales al museo que hacen, necesariamente, que pensemos en volverlo otra cosa, en ir hacia otro lado sin olvidar los grandes proyectos y apuestas que han hecho los directores y las directoras en administraciones pasadas. Por ejemplo, el énfasis que Juliana Restrepo le ha dado en tratar de conectar al museo con los grupos juveniles en la ciudad es muy valioso.

Daniela Cristancho

Por Daniela Cristancho

Periodista y politóloga de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en resolución de conflictos e investigación para la paz.@danielacsidcristancho@elespectador.com

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