Luis Miguel Rivas: “Todos tenemos el anhelo de una compañía espiritual”
El escritor colombiano es uno de los invitados a la Fiesta del Libro de Medellín. En esta ocasión hablamos sobre “Los amigos míos se viven muriendo”, libro reeditado por Planeta, pero que fue lanzado en 2007 por el Fondo Editorial Eafit.
Andrés Osorio Guillott
Quizá uno de los mensajes que va dejando la literatura es que nada parece ser tan gratuito como se nos presenta, que tal vez debemos escuchar más las señales que la vida misma nos va mostrando porque todo nos encamina a un propósito.
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Quizá uno de los mensajes que va dejando la literatura es que nada parece ser tan gratuito como se nos presenta, que tal vez debemos escuchar más las señales que la vida misma nos va mostrando porque todo nos encamina a un propósito.
A principio de año, una amiga me regaló Malabarista nervioso, un libro de relatos de Luis Miguel Rivas, y me dijo que su sentido del humor y su ironía hacían entretenida su lectura. A hoy no lo he leído completo, pero a los pocos meses llegó Todos los amigos míos se viven muriendo, un libro de cuentos que se publicó en 2007 por Eafit, y que Planeta reeditó este año. Rivas, entonces, llegó a mi vida hace un tiempo, y el destino mismo se encargó de mostrarme que me estaba perdiendo de un autor que, en efecto, tiene ese sentido del humor tan particular y característico de los antioqueños -aunque él es de Cartago, pero creció en Medellín-, y que además logra frases que retumban e invitan a pensar, al menos a detener la lectura para ahondar en el sentido de esas afirmaciones.
Hay destreza, por ejemplo, en el cuento “Anoche me acechaba un objetivo”, pues con sus tintes kafkianos, Rivas describe lo que el autor checo retrató el siglo pasado y es la enfermedad de la burocracia, el mal contemporáneo en el que todos caemos y que vemos cuando los sueños y anhelos se convierten en una larga fila de objetivos generales, específicos, metas, cifras y pequeños pero eternos detalles que deben quedar en actas, contratos y demás documentos en los que se nos va la vida.
“Este es un cuento sobre cómo los ideales, por nobles que sean, se vuelven rutinarios al momento de ejecutarlos, y al ser atravesados por el poder se enturbian y se olvida el propósito. Eso pasa con el poder político: hay unas propuestas de país, pero al hacerlas efectivas se cruzan con muchas cosas, se olvida la causa noble y se queda en las pequeñas cosas. Yo trabajé varios años en ONGs, y escribía proyectos, marcos teóricos, justificaciones, y en un momento a uno se le olvida por qué está haciendo eso, ya no piensa uno en gente, sino en cifras y en proyectos. El dolor del personaje no es por la lucha por un país mejor, sino por no encontrar el objetivo que tiene que poner por esa cosita pequeña del trabajo que está haciendo. Los grandes ideales se terminan reduciendo a la pequeña mezquindad de la mentalidad de un funcionario”, afirmó Rivas.
Hay en el cuento que lleva de título el nombre de este libro una alusión a la violencia, pero no la hace implícita, ¿por qué?
Creo que yo quería, y lo digo basándome en ese tiempo porque uno no es muy consciente en ese tiempo en el que escribe, hablar de la violencia, pero sobre todo, qué le pasa a una persona frente a eso, así que quería plantear la atmósfera psicológica que hay en una ciudad en la que al voltear la esquina te van a robar, pero en otra estás soñando que te vas a encontrar al amor de tu vida, y muchas veces no pasa ninguna de las dos cosas, pero como circunstancia mental está eso. Me basé en muchas experiencias y circunstancias que tuve en esa época. Por ejemplo, el asunto de sentirse perseguido por alguien que va delante de uno. A finales de los 80, principios de los 90, en la época de las bombas, alguien podía gritar que había una, bajaban las persianas de los almacenes y había una correría tremenda. Recuerdo que una vez iba un tipo así, delante de mí, pero que iba a los mismos lugares que yo iba, y ahí caí en cuenta de ese nivel de paranoia que hemos desarrollado, que naturalmente le llega a uno ese pensamiento.
La amistad es un elemento preponderante en el libro: usted aborda incluso la soledad desde la pérdida de un amigo, no de un amor o de un vínculo familiar…
El sentimiento más profundo es la amistad, incluso más que el amor de pareja, y es más profundo porque a la vez es más liviano, no tiene todo ese contenido de posesión, creo que es el más esperanzador y el que más anhela alguien que se siente realmente solo. En esa época no había Instagram, los celulares no proliferaban, pero es la misma situación de hoy, yo me monto en el transporte público y todo el mundo está buscando una comunicación ficticia. Todos tenemos el anhelo de una compañía espiritual, y la amistad creo que es la instancia más desinteresada en la que se acerca uno a ese momento, a esa posibilidad de tener una identidad con alguien más.
¿Y por qué quiso también construir personajes que descubren o conviven con su soledad?
Uno mitifica el amor romántico y anhela la realización de ese amor, pero ahí hay una contradicción, porque nunca lo vas a realizar, y cuando lo tenés vos lo tenés en la cabeza. Uno no ama a una persona sino a un ideal de amor y le va poniendo las caritas de las distintas relaciones que va teniendo en su historia. Hay una soledad esencial porque ese amor nunca se puede realizar como se anhela y no se puede porque lo mitificamos. Recuerdo mucho a Estanislao Zuleta cuando decía que no es que no podamos realizar los sueños, sino que no sabemos soñar, pues lo hacemos de una manera muy estrecha y unívoca, por eso siempre vamos a estar frustrados. Ahí habrá una soledad eterna y una insatisfacción irremediable.
¿Nos seguimos debatiendo entre el miedo y la gana?
Esa es la vida de las ciudades. La persona que va por la calle tiene esa misma duplicidad de sentimientos: el terror a ser violentado y el anhelo de ser amado. Esa es una condición del ser humano, pero en la ciudad eso está más evidente. Ese tipo de conflictos me interesan mucho porque no son de los que se habla, sino que siempre están en el inconsciente de la gente, pero como que no lo verbalizamos o no lo alcanzamos a ver.
¿Por qué cansa tanto la tristeza?
Todos los sentimientos intensos provocan eso, pero en este caso, sobre todo, la tristeza callada. Cuando los sentimientos se expresan, uno como que se libera y se quita el peso, que es tremendo, pero cuando se vive en soledad y se tiene ahí, eso agota. A veces me siento muy cansado de estar triste. Colombia dizque ha sido el país más feliz del mundo, pero creo que nos hemos inventado una felicidad artificial para salir a los trancazos de esa tristeza que no queremos ver.
Hay un cuento que habla de la primera mirada, pero no es el único en el que se trata esta noción...
Muchos filósofos y poetas lo han dicho, la mirada como ventana del alma. Yo tengo otro cuento que se llama “Ramiro no me mire a los ojos” y es cómo en la mirada de una persona vi toda una historia, todo un universo. La mirada es lo más sincero que hay. En las palabras uno puede ocultar o manipular, pero la mirada es absolutamente sincera. Sin querer, uno ahí puede revelar todo lo que realmente hay adentro de una persona.
Ese cuento de la mirada nace de un poema de Jaime Alberto Vélez, un escritor de Medellín. En ese momento, el poema hablaba de lo importante que sería saber en qué momento empieza el amor. Uno puede tener un vínculo con alguien, una amistad, y luego termina enamorado, si uno supiera en que milésima de segundo empezó eso y pudiera prever que algo desgraciado sucederá, uno podría tomar la decisión en ese instante de seguir o no. Por eso hablaba de huir de la primera mirada.
El primer cuento es un retrato de país, es incómodo por la escena de la violación...
Es fuerte. De hecho, hay una mentalidad de una mentalidad machista y homofóbica. Los personajes hacen parte de ese mundo, no tienen otra instancia de pensamiento. Es un cuento que generó muchos problemas. Yo quise contar ahí una historia de amor, nunca pensé en violación, y partió de algo que me contó un compañero del colegio que estaba enamorado de una chica, los dos se emborracharon, él empezó a tocarla y la chica empezó a excitarse, hasta ahí fue el relato, pero lo que yo pensé es que cuando una persona está inconsciente, y su cuerpo está excitado, en quién piensa esa persona, quién se metió tanto en el alma de alguien que cuando está inconsciente piensa en ese alguien. Para mí la pregunta ahí es quién es Jairo, por qué se metió tanto en él. Mira que yo nunca pensé en la palabra violación. Es tremendo. Al cabo de los años caí en cuenta porque una amiga me lo dijo.
Uno de los personajes es descrito como una persona que sabe muchas cosas de la vida, pero no sabe nada de estudio. ¿Halagamos más a quien conoce el mundo por medio de lo banal?
Este cuento es un retrato de una sociedad, del modo de pensar de una sociedad. Por un lado está el poder del macho, y por el otro el poder de la plata. No hay otros valores. Si tienes plata, tienes credibilidad, así no tengas ninguna idea sobre nada. Es un tema que he tratado en otros libros. Somos muy arribistas. Lo que esto nos muestra es una escala de valores que llega en uno de sus momentos más crueles y más incómodos.
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