Mamá a bordo: Martha Rodríguez, monitora de ruta escolar
La vida de esta mujer y de su familia está sobre las ruedas y en las calles. Las rutas escolares se han convertido en algo más que su lugar de trabajo, pues es allí en donde pasa mayor tiempo junto a su esposo y sus hijos.
¿Cómo se inició en esta profesión?
Yo trabajaba como auxiliar de laboratorio y a la vez era mamá de un niño, que tuve a los 15 años. En 2008, él perdió el año porque yo me la pasaba trabajando y estudiando, y era poco el tiempo que tenía para acompañarlo. En esa misma época, mi familia se inició en el servicio de ruta escolar: un tío compró un carro y me dijo que me fuera a trabajar con él, que este era un buen negocio y, sobre todo, que iba a tener tiempo para mi hijo. Luego, conocí a mi esposo. Juntos compramos un carro a cuotas y empezamos nuestra propia ruta. Fue complicado, pero por lo menos había la posibilidad de que pudiera estar con mi niño, porque lo recogía en las tardes y le ayudaba a hacer tareas. Después tuve a los otros dos niños.
¿Cómo funciona el servicio de rutas?
Todos los carros deben afiliarse a una empresa para poder prestar el servicio de ruta. Se debe pagar un seguro para rodamiento a esa compañía y ya todo lo relacionado con la contratación la hacemos directamente nosotros con las familias. Vamos a los colegios cuando están en matrículas y ofrecemos nuestro servicio, pero antes miramos que el tiempo nos dé para trabajar en las instituciones. En este momento, trabajamos con tres colegios.
Cuéntenos sobre su empresa, ¿quiénes la componen?
Está casi que toda mi familia: mi tío, mis primas, sus esposos, mi hermano y mi cuñada. Todos trabajamos en los mismos colegios y nos colaboramos para poder cubrir los sectores entre nosotros.
¿Cómo es su día laboral?
Yo me levanto, alisto a mis hijos para el colegio, con quienes salgo a las 5:30 de la mañana. Aunque el servicio de ruta se inicia a las 5:00, a esa hora mi esposo está con otra monitora, porque ese tiempo yo lo aprovecho para los niños. Cuando todos estamos listos, salimos a recoger el resto de estudiantes. A las 7:30 terminamos el recorrido y luego llegamos a la casa para hacer el almuerzo y organizar todo. Después, a las 10:50, salimos para recoger a los niños que ingresan en la jornada de la tarde, los dejamos en el colegio y recogemos a los que dejamos en la mañana. Esta labor la terminamos como a las 3:30 de la tarde. En ese tiempo, recojo a mis hijos, quienes almuerzan en el carro para que cuando lleguemos a la casa, ellos se dediquen a hacer tareas. A las 4:30 o 5:00 salimos a recoger a los demás niños.
Es decir, usted es madre y monitora paralelamente... ¿Cómo ha sido eso?
Es complicado. Por ejemplo, el año pasado yo tenía que sacar a los niños a las 4:30 de la mañana. Los bañaba, les ponía la pijama y mientras hacíamos un recorrido, empezaba a vestirlos en la ruta. Les llevaba todos sus implementos de aseo y hasta el desayuno: era la única manera en la que nos alcanzaba el tiempo y era complicado pagar otro sueldo. Entonces, mis hijos nacieron y han crecido en la ruta. Incluso, cuando terminé la dieta a los cuarenta días, salí a trabajar con ellos.
¿Y ellos qué le dicen sobre eso? ¿Ha sido difícil adaptarlos a esa rutina?
Es difícil por la mañana, pero en realidad a ellos siempre les ha gustado madrugar para salir a trabajar con nosotros. Yo también les digo que tienen que aprender y ayudarme a ser monitora, mientras vamos haciendo otras cosas. Son muy colaboradores, a pesar de ser pequeños: uno tiene 10 y el otro, 9 años.
Hablemos sobre su relación con los demás niños…
Yo les digo a ellos que son mis “amiguis”, porque finalmente uno los termina de conocer mejor que hasta los propios padres. Cuando vamos en la ruta ellos se sueltan como si estuvieran en el colegio y uno también los aconseja. Los niños son una parte importante en nuestras vidas.
¿Y ese relacionamiento con otros niños quizás le ha servido para ser más comprensiva o abierta con sus hijos?
Sí, por supuesto, uno cambia muchos pensamientos. Aunque ser amiga de los niños es diferente a ser madre, sí he aprendido muchas cosas de ellos. Por ejemplo, ahora que mi hija pasa a bachillerato, muchos de ellos me dicen: “Moni, no te preocupes, todo va a estar bien”. Ellos me recuerdan que no hay que olvidar a nuestro niño interior.
¿Cómo es movilizarse en una ciudad como Bogotá en la que el tráfico y algunas condiciones pueden ser difíciles? Por ejemplo, cómo afrontaron lo del paro...
Es complicado. Digamos que lo pasó ahora con el paro me hizo pensar en si nos iba a tocar igual que en la pandemia. Un momento en el que nos quedamos de brazos cruzados y en ceros, porque este era el único ingreso que teníamos con mi esposo. Nosotros nos preocupaba que lo del paro se alargara. Ahora, andar dentro del carro, tanto tiempo, es estresante, sobre todo, cuando uno es quien conduce. Debes estar atento a los motociclistas, los taxistas, las peleas y la policía, quienes nos acosan mucho. Siempre los de las rutas escolares somos los culpables para ellos.
¿Qué sueña?
Estamos trabajando para conseguir una casa propia para mis hijos y que ellos puedan tener un futuro mejor.
¿Cómo se inició en esta profesión?
Yo trabajaba como auxiliar de laboratorio y a la vez era mamá de un niño, que tuve a los 15 años. En 2008, él perdió el año porque yo me la pasaba trabajando y estudiando, y era poco el tiempo que tenía para acompañarlo. En esa misma época, mi familia se inició en el servicio de ruta escolar: un tío compró un carro y me dijo que me fuera a trabajar con él, que este era un buen negocio y, sobre todo, que iba a tener tiempo para mi hijo. Luego, conocí a mi esposo. Juntos compramos un carro a cuotas y empezamos nuestra propia ruta. Fue complicado, pero por lo menos había la posibilidad de que pudiera estar con mi niño, porque lo recogía en las tardes y le ayudaba a hacer tareas. Después tuve a los otros dos niños.
¿Cómo funciona el servicio de rutas?
Todos los carros deben afiliarse a una empresa para poder prestar el servicio de ruta. Se debe pagar un seguro para rodamiento a esa compañía y ya todo lo relacionado con la contratación la hacemos directamente nosotros con las familias. Vamos a los colegios cuando están en matrículas y ofrecemos nuestro servicio, pero antes miramos que el tiempo nos dé para trabajar en las instituciones. En este momento, trabajamos con tres colegios.
Cuéntenos sobre su empresa, ¿quiénes la componen?
Está casi que toda mi familia: mi tío, mis primas, sus esposos, mi hermano y mi cuñada. Todos trabajamos en los mismos colegios y nos colaboramos para poder cubrir los sectores entre nosotros.
¿Cómo es su día laboral?
Yo me levanto, alisto a mis hijos para el colegio, con quienes salgo a las 5:30 de la mañana. Aunque el servicio de ruta se inicia a las 5:00, a esa hora mi esposo está con otra monitora, porque ese tiempo yo lo aprovecho para los niños. Cuando todos estamos listos, salimos a recoger el resto de estudiantes. A las 7:30 terminamos el recorrido y luego llegamos a la casa para hacer el almuerzo y organizar todo. Después, a las 10:50, salimos para recoger a los niños que ingresan en la jornada de la tarde, los dejamos en el colegio y recogemos a los que dejamos en la mañana. Esta labor la terminamos como a las 3:30 de la tarde. En ese tiempo, recojo a mis hijos, quienes almuerzan en el carro para que cuando lleguemos a la casa, ellos se dediquen a hacer tareas. A las 4:30 o 5:00 salimos a recoger a los demás niños.
Es decir, usted es madre y monitora paralelamente... ¿Cómo ha sido eso?
Es complicado. Por ejemplo, el año pasado yo tenía que sacar a los niños a las 4:30 de la mañana. Los bañaba, les ponía la pijama y mientras hacíamos un recorrido, empezaba a vestirlos en la ruta. Les llevaba todos sus implementos de aseo y hasta el desayuno: era la única manera en la que nos alcanzaba el tiempo y era complicado pagar otro sueldo. Entonces, mis hijos nacieron y han crecido en la ruta. Incluso, cuando terminé la dieta a los cuarenta días, salí a trabajar con ellos.
¿Y ellos qué le dicen sobre eso? ¿Ha sido difícil adaptarlos a esa rutina?
Es difícil por la mañana, pero en realidad a ellos siempre les ha gustado madrugar para salir a trabajar con nosotros. Yo también les digo que tienen que aprender y ayudarme a ser monitora, mientras vamos haciendo otras cosas. Son muy colaboradores, a pesar de ser pequeños: uno tiene 10 y el otro, 9 años.
Hablemos sobre su relación con los demás niños…
Yo les digo a ellos que son mis “amiguis”, porque finalmente uno los termina de conocer mejor que hasta los propios padres. Cuando vamos en la ruta ellos se sueltan como si estuvieran en el colegio y uno también los aconseja. Los niños son una parte importante en nuestras vidas.
¿Y ese relacionamiento con otros niños quizás le ha servido para ser más comprensiva o abierta con sus hijos?
Sí, por supuesto, uno cambia muchos pensamientos. Aunque ser amiga de los niños es diferente a ser madre, sí he aprendido muchas cosas de ellos. Por ejemplo, ahora que mi hija pasa a bachillerato, muchos de ellos me dicen: “Moni, no te preocupes, todo va a estar bien”. Ellos me recuerdan que no hay que olvidar a nuestro niño interior.
¿Cómo es movilizarse en una ciudad como Bogotá en la que el tráfico y algunas condiciones pueden ser difíciles? Por ejemplo, cómo afrontaron lo del paro...
Es complicado. Digamos que lo pasó ahora con el paro me hizo pensar en si nos iba a tocar igual que en la pandemia. Un momento en el que nos quedamos de brazos cruzados y en ceros, porque este era el único ingreso que teníamos con mi esposo. Nosotros nos preocupaba que lo del paro se alargara. Ahora, andar dentro del carro, tanto tiempo, es estresante, sobre todo, cuando uno es quien conduce. Debes estar atento a los motociclistas, los taxistas, las peleas y la policía, quienes nos acosan mucho. Siempre los de las rutas escolares somos los culpables para ellos.
¿Qué sueña?
Estamos trabajando para conseguir una casa propia para mis hijos y que ellos puedan tener un futuro mejor.