María Teresa Guerrero: ‘He comprobado que ninguna situación jamás se repite’
En esta entrega de Historias de Vida, la serie creada y producida por Isabel López Giraldo, presentamos una entrevista con la curadora y gestora cultural María Teresa Guerrero.
Isabel López Giraldo
Primeras memorias
Es una acción y un deseo que sentí desde muy joven, el ayudar a la comunidad, a la gente que requiere realmente apoyo de otras personas. Comencé de la mano del padre Rafael García Herreros en los años 50, al lado de mi hermana mayor, Isabel.
Las vacaciones, gran parte de ellas, las pasábamos con el Padre en compañía de los jóvenes que apoyábamos su causa; entre ellos se contaban extranjeros y colombianos, y de esta forma conocí parte del país.
Viajábamos en jeep por las vías que nos llevaban a destinos como Cartagena, ciudad a la que fuimos con un indio de la India, quien acaba de llegar a Colombia. En una Semana Santa nos llevó a Lorica. Hacíamos caminatas interminables. Conocí con él los Llanos Orientales de Colombia, donde dormimos en carpa cerca de un río. Yo era joven y no tenía idea de cocinar así que pasamos muchos trabajos. Fuimos también a la Motilona, desde Cúcuta, atravesando la Zona de Tibú; visitamos a los indios motilones. Los indios no creían que yo fuera mujer, para comprobarlo me hicieron entrar a la maloca, que me desvistiera y que me dejara tocar por las mujeres.
En otra ocasión hicimos un recorrido partiendo de Cúcuta y entre Tibú y Ocaña nos quedamos a dormir en un puente. Ahí perdimos muchos instrumentos que nos servían para cocinar. Al llegar a Ocaña, estaban en ferias, y mientras el padre durmió en el convento nosotros fuimos a un hotel que dejaba mucho que desear; no llevábamos ropa apropiada tampoco. En ese entonces no habían pavimentado la carretera así que el polvo nos cubrió por completo impidiendo que nos viéramos unos a otros.
Le sugerimos leer la Historia de Vida: Guillermo Federico Llinás: “Soy una persona en búsqueda constante”
Al parar el carro nos encontramos todos cubiertos de polvo de la cabeza a los pies. Seguimos el viaje hasta Bucaramanga, y llegamos al famoso restaurante La Carreta, del padre de Ángela Patricia Janiot. Como íbamos con el padre, nos permitieron la entrada: claramente no estábamos presentables.
Seguimos el viaje entre Bucaramanga y Pamplona hasta Cúcuta. Pasando por el Páramo del Almorzadero vimos en la cima de la montaña una casa iluminada que el padre nos retó a subir. Durante el trayecto me quedé sin voz por lo que el Padre se quitó la sotana para abrigarme el cuello. Al llegar a la casa me ofrecieron aguardiente con el fin de calentarme. En plena Semana Santa, camino a Lebrija y antes de llegar a San Gil, sufrimos un accidente, aunque por fortuna sin heridas graves. Recuerdo que iba con mi hermana menor, Cecilia.
El Padre, que no confiaba más en su conductor, decidió aceptar mis capacidades al volante. En cada viaje nos daba píldoras filosóficas que quedaron grabadas en mi mente, como sus enseñanzas, una de ellas: “Ninguna situación jamás se repite”. Y lo he comprobado.
Orígenes
Nací en una finca cerca de Villa del Rosario, Cúcuta, Norte de Santander, donde viví mis primeros cinco años. Mi abuelo paterno, Francisco Guerrero Hernández, fue finquero, aunque se había graduado de abogado en la Universidad del Rosario en el año 1881, y mi papá, Luis Francisco Guerrero Serrano, estudió en la Universidad de Leehay, Pensilvania, USA, Ingeniería de Petróleos, pero nunca ejerció, se convirtió en finquero al igual que mi abuelo.
Hago parte de una familia de ocho hijos siendo la quinta de ellos. Cuando murió mi padre tenía siete años y mi hermana menor un año de nacida. Ya vivíamos en Cúcuta en una casa al lado de la policía. Mi mamá nos educó con gran esfuerzo. Mi abuelo materno le daba soporte, entendiendo que antiguamente la mujer no podía trabajar, ni manejar los bienes, pero él la acompañó a las fincas, hasta que sufrió un derrame cerebral. Enfermo tuvo que solicitarle a Enrique, mi hermano mayor, que regresara al país para que lo sustituyera. En ese entonces Enrique, que llevaba estudiando dos años en los Estados Unidos, regresó a Colombia y se casó sin terminar su universidad.
Academia
Mi madre quiso educarnos en Bogotá por lo mismo crecimos bajo el cuidado de las tías abuelas. Recuerdo que cuando cursaba mi bachillerato me era claro que quería estudiar agronomía y tenía como algo marginal el arte. Le sugerí a mamá que yo estudiaría en Medellín dadas las huelgas de la Universidad Nacional de Bogotá, pero ella me increpó diciendo que lo que quería era que fuéramos educados en la capital, por lo mismo compró una casa en la que pudiéramos instalarnos.
Terminé el colegio en el año 1960 y durante las vacaciones viajé a Cúcuta. Mi madre me hizo devolver para que presentara los exámenes de admisión en la Universidad de Los Andes. Así comencé a estudiar Bellas Artes.
Le sugerimos leer la Historia de Vida: Martha Senn se conmueve a través de su pluma
Bellas Artes
Fui compañera de clase de Luis Caballero, quien venía de una familia absolutamente culta, literata, con respetable biblioteca, tenía todo lo que a muchos nos faltaba y compartió siempre su conocimiento y muy especialmente sus libros. Recuerdo que yo recogía a Luis todas las mañanas para ir a la Universidad, en tercer año se fue para Europa y de esa generación terminamos solamente cinco compañeras.
Martha Traba nos dictó clases de arte; también fueron nuestros profesores Luciano Jaramillo, Antonio Roda, Armando Villegas, Carlos Rojas, David Consuegra, Teresa Tejada, Astrid Álvarez, Teresa Cuéllar (Teyé), Beatriz González, Camila Loboguerrero (que se dedicó al cine), Gloria Martínez (que luego se casó con Luciano, iban dos años adelante y fueron otra generación de personajes con los que compartí).
Viajé de intercambio estudiantil con una beca del Minuto de Dios que el Padre García- Herreros me ofreció. No asistí al grado de la Universidad precisamente por este viaje. Mi ambición era conocer museos y fue la forma de lograrlo. Estudié inglés en Marion College, Indianapolis, donde conocí a mi primer esposo del que luego me separé. En esa época no se acostumbraba separarse, pero yo tomé la decisión de hacerlo.
Universidad Piloto de Colombia
No quería volver a Bogotá por lo que significaba mi estado ante la ley y la idiosincrasia del país, es por esto que me establecí en Caracas un tiempo hasta que regresé para tomar en la Universidad de Los Andes cursos de textiles cuando ya me encontraba en mi segundo matrimonio. Antonio Montaña me ofreció dictar clases de Historia del Arte y me encargó del naciente departamento de Humanidades en la Universidad Piloto, así pues que me dediqué a aprender todo sobre estos temas.
Retomé mi vida y me hice mamá: ¡lo más maravilloso de la existencia!
Museo de Arte Moderno
Juan Gustavo Cobo, el padre de mi hija, me hizo el contacto con Gloria Zea cuando estaba al frente de Colcultura. Gloria me nombró subdirectora del Museo de Arte Moderno en el año 1975. Allí trabajé de la mano de Eduardo Serrano. Durante los nueve meses que permanecí en el cargo, conocí a Andrés Uribe Crane, rector de la Universidad de los Andes, y me ofreció ser asistente de rectoría, dictar clases en la Facultad de Humanidades, que tenía como decano a Gretel Wehner. Puedo decir que el 13 de mayo de 1976 comenzó mi vida profesional.
Cerrada la Facultad de Bellas Artes se abrieron cursos libres de tejidos. El secretario de la Universidad me ofreció hacerme cargo de los cursos de extensión lo que me pareció perfecto. Comencé a estructurar la carrera de Textiles, aunque esa no era mi formación. Inicié con la creación de una biblioteca especializada en el tema, con la creación del curriculum que me sirviera de guía.
En los años 80 el rector, Mauricio Obregón, me encargó iniciar el contacto con los egresados de la Universidad. Yo quería dedicarme a los Talleres experimentales de tejido, nombre que camuflaba, pues el verdadero sentido era abrir la Facultad de Artes e integrarlas. Aunque no contaba con la aprobación del Consejo Académico, persistí en mi objetivo.
En el año 1981 abrí los Talleres Artísticos de la mano de Miguel Ángel Rojas. Me contacté con el artista y educador Luis Camnitzer, para su orientación en el nuevo proyecto. Busqué los apoyos académicos e ideológicos, armé una perspectiva clara generando conexiones con las demás áreas de la creación artística. Después de muchas luchas conquisté a miembros del Consejo Directivo. El primero fue Álvaro Salgado, exrector, miembro vitalicio del Consejo y a quien le había tocado el cierre de la antigua facultad.
Galería Espacio Alterno - Uniandinos
Eduardo Aldana era el presidente de AexAndes, hoy Uniandinos, quien realizó en 1986 un Congreso de Egresados dentro del recinto de la Universidad. Entendiendo que no había representación de Artes y Textiles en la Asociación de Egresados, lo contacté para hacer este voluntariado.
Abrí una galería dentro de la Asociación, pues ya había curado varias exposiciones de los egresados, estudiantes y profesores en el Colombo Americano y en la Luis Ángel Arango, aunque siempre deseaba algo más permanente. Ahí surgió la idea de la creación de la “Galería Espacio Alterno-Uniandinos” que en el año 2017 cumplió treinta años. Fui la primera mujer nombrada presidente de la Asociación de Uniandinos, lo que considero todo un honor. Conformé mi equipo para escribir su “credo”, la misión y visión. Recuerdo que Ramón de Zubiría corregía mis textos. La casa actual se compró durante mi presidencia con el apoyo logístico de Ramiro de la Vega y un gran equipo que me ayudó en la configuración de la sede como se conoce actualmente.
Universidad Militar
Al mismo tiempo trabajé en la Universidad Militar, donde tuve como responsabilidad el área cultural, deportiva y de salud. Mi visión era darle buen nombre a nuestra facultad de Textiles y Arte, brindarle crecimiento, proyección.
Trabajé con el equipo de profesores de los programas para conseguir la aprobación por parte del ICFES, lo que se logró en entre los años 1989 y 1990.
En el 90 fui invitada por la Embajada de Estados Unidos para visitar durante seis semanas universidades norteamericanas. Allí la mayoría de los miembros de los programas de arte y textiles que visité, se sorprendieron al conocer la unión de las dos disciplinas pues son complementarias y de básica integración, y un propósito que ellos nunca habían logrado.
Para esa época, década de los noventa, comencé a sentir un cambio en los jóvenes que ingresaban a la Universidad y su tendencia hacia los vicios: las drogas. Fui la única de la Universidad que se atrevió a denunciarlos y de suspender a tres de los estudiantes. Eso me trajo situaciones tanto buenas, como malas y difíciles.
Plan retiro
Cuando Rudolf Holmes llegó a la rectoría de la Universidad de los Andes cambió el norte que se tenía y me invitó a considerar el plan retiro. Ese momento no fue fácil para mí. En el mes de julio de 1996 hice entrega de mis funciones administrativas y tramité mi pensión cuatro años más tarde.
El Museo de Arte Contemporáneo del Minuto de Dios lo cerraron después del fallecimiento del padre García Herreros. Los padres de la comunidad Eudista me llamaron para que les ayudara en el proceso de remodelación que tenían planteado. Participé muy activamente dirigiéndolos, hice varias exposiciones con enfoques novedosos que requerían recursos importantes como “El museo se viste”, “Rayos, brillos y destellos”, “Epifanía y Diafanía”. En febrero del 2002 me retiré.
En mi retiro he colaborado con Claudia Hakím, quien fue mi alumna. Hago varias curadurías para Espacio Alterno - Uniandinos y por lo general realizo una curaduría al año.
Refugio
Me preocupé por tener un refugio, así pues, construí mi cabaña. Es un espacio que me brinda una paz infinita. Ahora estoy mirando el panorama a distancia.
Primeras memorias
Es una acción y un deseo que sentí desde muy joven, el ayudar a la comunidad, a la gente que requiere realmente apoyo de otras personas. Comencé de la mano del padre Rafael García Herreros en los años 50, al lado de mi hermana mayor, Isabel.
Las vacaciones, gran parte de ellas, las pasábamos con el Padre en compañía de los jóvenes que apoyábamos su causa; entre ellos se contaban extranjeros y colombianos, y de esta forma conocí parte del país.
Viajábamos en jeep por las vías que nos llevaban a destinos como Cartagena, ciudad a la que fuimos con un indio de la India, quien acaba de llegar a Colombia. En una Semana Santa nos llevó a Lorica. Hacíamos caminatas interminables. Conocí con él los Llanos Orientales de Colombia, donde dormimos en carpa cerca de un río. Yo era joven y no tenía idea de cocinar así que pasamos muchos trabajos. Fuimos también a la Motilona, desde Cúcuta, atravesando la Zona de Tibú; visitamos a los indios motilones. Los indios no creían que yo fuera mujer, para comprobarlo me hicieron entrar a la maloca, que me desvistiera y que me dejara tocar por las mujeres.
En otra ocasión hicimos un recorrido partiendo de Cúcuta y entre Tibú y Ocaña nos quedamos a dormir en un puente. Ahí perdimos muchos instrumentos que nos servían para cocinar. Al llegar a Ocaña, estaban en ferias, y mientras el padre durmió en el convento nosotros fuimos a un hotel que dejaba mucho que desear; no llevábamos ropa apropiada tampoco. En ese entonces no habían pavimentado la carretera así que el polvo nos cubrió por completo impidiendo que nos viéramos unos a otros.
Le sugerimos leer la Historia de Vida: Guillermo Federico Llinás: “Soy una persona en búsqueda constante”
Al parar el carro nos encontramos todos cubiertos de polvo de la cabeza a los pies. Seguimos el viaje hasta Bucaramanga, y llegamos al famoso restaurante La Carreta, del padre de Ángela Patricia Janiot. Como íbamos con el padre, nos permitieron la entrada: claramente no estábamos presentables.
Seguimos el viaje entre Bucaramanga y Pamplona hasta Cúcuta. Pasando por el Páramo del Almorzadero vimos en la cima de la montaña una casa iluminada que el padre nos retó a subir. Durante el trayecto me quedé sin voz por lo que el Padre se quitó la sotana para abrigarme el cuello. Al llegar a la casa me ofrecieron aguardiente con el fin de calentarme. En plena Semana Santa, camino a Lebrija y antes de llegar a San Gil, sufrimos un accidente, aunque por fortuna sin heridas graves. Recuerdo que iba con mi hermana menor, Cecilia.
El Padre, que no confiaba más en su conductor, decidió aceptar mis capacidades al volante. En cada viaje nos daba píldoras filosóficas que quedaron grabadas en mi mente, como sus enseñanzas, una de ellas: “Ninguna situación jamás se repite”. Y lo he comprobado.
Orígenes
Nací en una finca cerca de Villa del Rosario, Cúcuta, Norte de Santander, donde viví mis primeros cinco años. Mi abuelo paterno, Francisco Guerrero Hernández, fue finquero, aunque se había graduado de abogado en la Universidad del Rosario en el año 1881, y mi papá, Luis Francisco Guerrero Serrano, estudió en la Universidad de Leehay, Pensilvania, USA, Ingeniería de Petróleos, pero nunca ejerció, se convirtió en finquero al igual que mi abuelo.
Hago parte de una familia de ocho hijos siendo la quinta de ellos. Cuando murió mi padre tenía siete años y mi hermana menor un año de nacida. Ya vivíamos en Cúcuta en una casa al lado de la policía. Mi mamá nos educó con gran esfuerzo. Mi abuelo materno le daba soporte, entendiendo que antiguamente la mujer no podía trabajar, ni manejar los bienes, pero él la acompañó a las fincas, hasta que sufrió un derrame cerebral. Enfermo tuvo que solicitarle a Enrique, mi hermano mayor, que regresara al país para que lo sustituyera. En ese entonces Enrique, que llevaba estudiando dos años en los Estados Unidos, regresó a Colombia y se casó sin terminar su universidad.
Academia
Mi madre quiso educarnos en Bogotá por lo mismo crecimos bajo el cuidado de las tías abuelas. Recuerdo que cuando cursaba mi bachillerato me era claro que quería estudiar agronomía y tenía como algo marginal el arte. Le sugerí a mamá que yo estudiaría en Medellín dadas las huelgas de la Universidad Nacional de Bogotá, pero ella me increpó diciendo que lo que quería era que fuéramos educados en la capital, por lo mismo compró una casa en la que pudiéramos instalarnos.
Terminé el colegio en el año 1960 y durante las vacaciones viajé a Cúcuta. Mi madre me hizo devolver para que presentara los exámenes de admisión en la Universidad de Los Andes. Así comencé a estudiar Bellas Artes.
Le sugerimos leer la Historia de Vida: Martha Senn se conmueve a través de su pluma
Bellas Artes
Fui compañera de clase de Luis Caballero, quien venía de una familia absolutamente culta, literata, con respetable biblioteca, tenía todo lo que a muchos nos faltaba y compartió siempre su conocimiento y muy especialmente sus libros. Recuerdo que yo recogía a Luis todas las mañanas para ir a la Universidad, en tercer año se fue para Europa y de esa generación terminamos solamente cinco compañeras.
Martha Traba nos dictó clases de arte; también fueron nuestros profesores Luciano Jaramillo, Antonio Roda, Armando Villegas, Carlos Rojas, David Consuegra, Teresa Tejada, Astrid Álvarez, Teresa Cuéllar (Teyé), Beatriz González, Camila Loboguerrero (que se dedicó al cine), Gloria Martínez (que luego se casó con Luciano, iban dos años adelante y fueron otra generación de personajes con los que compartí).
Viajé de intercambio estudiantil con una beca del Minuto de Dios que el Padre García- Herreros me ofreció. No asistí al grado de la Universidad precisamente por este viaje. Mi ambición era conocer museos y fue la forma de lograrlo. Estudié inglés en Marion College, Indianapolis, donde conocí a mi primer esposo del que luego me separé. En esa época no se acostumbraba separarse, pero yo tomé la decisión de hacerlo.
Universidad Piloto de Colombia
No quería volver a Bogotá por lo que significaba mi estado ante la ley y la idiosincrasia del país, es por esto que me establecí en Caracas un tiempo hasta que regresé para tomar en la Universidad de Los Andes cursos de textiles cuando ya me encontraba en mi segundo matrimonio. Antonio Montaña me ofreció dictar clases de Historia del Arte y me encargó del naciente departamento de Humanidades en la Universidad Piloto, así pues que me dediqué a aprender todo sobre estos temas.
Retomé mi vida y me hice mamá: ¡lo más maravilloso de la existencia!
Museo de Arte Moderno
Juan Gustavo Cobo, el padre de mi hija, me hizo el contacto con Gloria Zea cuando estaba al frente de Colcultura. Gloria me nombró subdirectora del Museo de Arte Moderno en el año 1975. Allí trabajé de la mano de Eduardo Serrano. Durante los nueve meses que permanecí en el cargo, conocí a Andrés Uribe Crane, rector de la Universidad de los Andes, y me ofreció ser asistente de rectoría, dictar clases en la Facultad de Humanidades, que tenía como decano a Gretel Wehner. Puedo decir que el 13 de mayo de 1976 comenzó mi vida profesional.
Cerrada la Facultad de Bellas Artes se abrieron cursos libres de tejidos. El secretario de la Universidad me ofreció hacerme cargo de los cursos de extensión lo que me pareció perfecto. Comencé a estructurar la carrera de Textiles, aunque esa no era mi formación. Inicié con la creación de una biblioteca especializada en el tema, con la creación del curriculum que me sirviera de guía.
En los años 80 el rector, Mauricio Obregón, me encargó iniciar el contacto con los egresados de la Universidad. Yo quería dedicarme a los Talleres experimentales de tejido, nombre que camuflaba, pues el verdadero sentido era abrir la Facultad de Artes e integrarlas. Aunque no contaba con la aprobación del Consejo Académico, persistí en mi objetivo.
En el año 1981 abrí los Talleres Artísticos de la mano de Miguel Ángel Rojas. Me contacté con el artista y educador Luis Camnitzer, para su orientación en el nuevo proyecto. Busqué los apoyos académicos e ideológicos, armé una perspectiva clara generando conexiones con las demás áreas de la creación artística. Después de muchas luchas conquisté a miembros del Consejo Directivo. El primero fue Álvaro Salgado, exrector, miembro vitalicio del Consejo y a quien le había tocado el cierre de la antigua facultad.
Galería Espacio Alterno - Uniandinos
Eduardo Aldana era el presidente de AexAndes, hoy Uniandinos, quien realizó en 1986 un Congreso de Egresados dentro del recinto de la Universidad. Entendiendo que no había representación de Artes y Textiles en la Asociación de Egresados, lo contacté para hacer este voluntariado.
Abrí una galería dentro de la Asociación, pues ya había curado varias exposiciones de los egresados, estudiantes y profesores en el Colombo Americano y en la Luis Ángel Arango, aunque siempre deseaba algo más permanente. Ahí surgió la idea de la creación de la “Galería Espacio Alterno-Uniandinos” que en el año 2017 cumplió treinta años. Fui la primera mujer nombrada presidente de la Asociación de Uniandinos, lo que considero todo un honor. Conformé mi equipo para escribir su “credo”, la misión y visión. Recuerdo que Ramón de Zubiría corregía mis textos. La casa actual se compró durante mi presidencia con el apoyo logístico de Ramiro de la Vega y un gran equipo que me ayudó en la configuración de la sede como se conoce actualmente.
Universidad Militar
Al mismo tiempo trabajé en la Universidad Militar, donde tuve como responsabilidad el área cultural, deportiva y de salud. Mi visión era darle buen nombre a nuestra facultad de Textiles y Arte, brindarle crecimiento, proyección.
Trabajé con el equipo de profesores de los programas para conseguir la aprobación por parte del ICFES, lo que se logró en entre los años 1989 y 1990.
En el 90 fui invitada por la Embajada de Estados Unidos para visitar durante seis semanas universidades norteamericanas. Allí la mayoría de los miembros de los programas de arte y textiles que visité, se sorprendieron al conocer la unión de las dos disciplinas pues son complementarias y de básica integración, y un propósito que ellos nunca habían logrado.
Para esa época, década de los noventa, comencé a sentir un cambio en los jóvenes que ingresaban a la Universidad y su tendencia hacia los vicios: las drogas. Fui la única de la Universidad que se atrevió a denunciarlos y de suspender a tres de los estudiantes. Eso me trajo situaciones tanto buenas, como malas y difíciles.
Plan retiro
Cuando Rudolf Holmes llegó a la rectoría de la Universidad de los Andes cambió el norte que se tenía y me invitó a considerar el plan retiro. Ese momento no fue fácil para mí. En el mes de julio de 1996 hice entrega de mis funciones administrativas y tramité mi pensión cuatro años más tarde.
El Museo de Arte Contemporáneo del Minuto de Dios lo cerraron después del fallecimiento del padre García Herreros. Los padres de la comunidad Eudista me llamaron para que les ayudara en el proceso de remodelación que tenían planteado. Participé muy activamente dirigiéndolos, hice varias exposiciones con enfoques novedosos que requerían recursos importantes como “El museo se viste”, “Rayos, brillos y destellos”, “Epifanía y Diafanía”. En febrero del 2002 me retiré.
En mi retiro he colaborado con Claudia Hakím, quien fue mi alumna. Hago varias curadurías para Espacio Alterno - Uniandinos y por lo general realizo una curaduría al año.
Refugio
Me preocupé por tener un refugio, así pues, construí mi cabaña. Es un espacio que me brinda una paz infinita. Ahora estoy mirando el panorama a distancia.