Más allá del santo Gaitán
En este texto se explican algunos aspectos ocultados o pasados por alto del caudillo de izquierda, que explican por qué no podía ser escogido como candidato del Partido Liberal para las elecciones de 1946.
Olga L. González*, especial para El Espectador
Este 9 de abril coincide con la fiesta católica del domingo de pascua. Tal vez por esa razón, desde el Centro Nacional de Memoria Histórica se quiere recordar a Gaitán en un sentido místico: circula una invitación a participar de la “resurrección” de Gaitán, con misa incluida.
Es curiosa esa forma de conmemorarlo, a él que era ateo, y que aceptó casarse por la iglesia ante la insistencia de su novia Amparo Jaramillo, y con dispensas especiales del arzobispo, justamente dada su calidad de no creyente.
El 9 de abril podría ser un motivo para ir más allá de una enésima santificación de Gaitán, y reflexionar sobre la persistencia del mito, sobre lo que se debe celebrar -o no- de su trayectoria política, y sobre lo que todo esto dice de nuestra cultura política.
Indudablemente, Gaitán es una figura emblemática de la izquierda: fue autor de una tesis sobre las ideas socialistas en Colombia; se dio a conocer a nivel nacional con el extraordinario debate de las Bananeras (1929); fue abanderado de las causas populares y de los derechos de las mujeres; en los años treinta fundó un movimiento (Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria), en cuya plataforma se lee: «Hay dos fuerzas en la lucha: de un lado están los poseedores de los medios de producción y de otro los que no tienen sino su trabajo».
Estos son los aspectos más conocidos de la trayectoria de izquierda de Gaitán. Ahora bien, ignoramos aún muchos asuntos. Es verdad que existe una producción de artículos y libros, sobre todo de unos diez años hacia acá (recientemente: los libros de sobre Cali gaitanista, de Esteban Morera; de Cristian Acosta, sobre Gaitán y el populismo; de Adriano Guerra, sobre gaitanismo en la Costa Caribe; además de artículo como los de Joan M. López sobre sus conceptos como penalista; de Adriana Rodríguez sobre la prensa gaitanista, entre otros). Sin embargo, estas son publicaciones académicas, especializadas, y de circulación relativamente restringida.
(Te podría interesar: “Contra las oligarquías, ¡a la carga!”)
Para los sectores no universitarios, para la ciudadanía y el público general, Gaitán es el político de las reivindicaciones populares, el campeón de las masas, la víctima de las caricaturas racistas, y sobre todo, el hombre cuya muerte desencadenó la cólera y la violencia el 9 de abril de 1948. Sin embargo, otros aspectos de su vida son mucho menos conocidos, como su actividad en los años cuarenta, previos a 1947, período que actualmente investigo.
¿Acaso sabemos que en 1942 Gaitán no apoyó al candidato liberal (Alfonso López), sino que optó por el candidato escogido por los conservadores (Carlos Arango Vélez)? ¿Sabemos que durante el segundo gobierno de López, Gaitán no cesó de atacar a este gobierno con los mismos argumentos, e incluso los mismos términos, que Laureano Gómez? ¿Sabemos que Gaitán fue, sin embargo, ministro de ese gobierno? (Antes lo había sido del “oligarca” Eduardo Santos).
Todos estos elementos de contexto histórico ayudan a entender por qué, para las elecciones de 1946, Gaitán no podía ser el candidato del Partido Liberal, que era el partido que había logrado conquistar el poder en 1930 frente a los conservadores y que se esforzaba por sacar a Colombia de una concepción oscurantista, dominada por la iglesia católica, en vía contraria de las reivindicaciones populares y reacia a la idea de otorgarles derechos a las mayorías.
En 1945, cuando se reúne la Convención del Partido Liberal, es evidente que casi ninguno de los más de doscientos delegados lo iban a escoger a él, que había acusado incesantemente al Partido Liberal. Escogen a otro hombre que, pese a tener críticas sobre actuaciones concretas de sus copartidarios, había puesto los intereses de ese partido por encima de los suyos: la Convención Nacional del Partido Liberal escoge a Gabriel Turbay, figura destacada y muy popular en la Colombia de los años treinta y cuarenta … ¡Y ahí fue Troya!
La historia de esta candidatura y el proceso electoral de 1946 han sido poco abordados por los historiadores, pues persiste la idea falsa de que Gabriel Turbay fue “el candidato de la oligarquía” y que además era un tipo gris, sin ningún relieve o interés. Conviene volver a los hechos: Gaitán lanza una candidatura disidente (estaba en su pleno derecho), pero va a jugar permanentemente con la ambigüedad: fustigar al Partido Liberal, a la vez que reclamarse de él (necesita esos votos).
(También puedes leer: Los nombres sí importan)
Para lograr su cometido, necesita debilitar a su adversario, Gabriel Turbay, nacido en Colombia de padres libaneses. Gaitán decide emplear la misma retórica racista que Laureano Gómez y que los conservadores, atacándolo por ser “extranjero”, publicando en su periódico Jornada artículos de autores abiertamente racistas (como el conservador Juan Roca Lemus), etc.
Caricatura racista de Gabriel Turbay, publicada en Jornada en 1946
Este aspecto de Gaitán ha sido ocultado o pasado por alto. Lo segundo pasa cuando, leyendo o escuchando sus discursos de campaña, o la prensa gaitanista, el lector o auditor no cae en cuenta de que el nacionalismo exacerbado que se despliega ante sus ojos es una forma de negarle a Turbay la nacionalidad. Y es que, si no se conoce el contexto histórico de la campaña electoral, los discursos de esa etapa no son fáciles de descifrar. De hecho, aparte del tono y de las arengas, ¿qué podemos recordar de esos discursos de Gaitán?
Hay ocultamiento también porque las fuentes faltan: muchos discursos de la campaña electoral de 1946 han desaparecido o han sido purgados. Un ejemplo es el discurso de Gaitán en el Teatro Municipal del 8 de abril de 1946. Este discurso es ampliamente conocido: circula en internet, ha sido publicado, existe un disco de acetato de la serie Caudillos y muchedumbres (de principios de los años setenta). Sin embargo, en ninguna de estas versiones figura el discurso completo de Gaitán. En particular, fueron omitidas frases enteras que dan cuenta de la forma como utilizó la xenofobia: allí habla de los “hijos de vientres colombianos” para atacar a Turbay, o de “gente de ínfima categoría de afuera”, o de su posición sobre la inmigración: “Soy partidario de una grande inmigración en esta patria que la necesita, pero no de esa inmigración a la manera de ahora, que ha sido por esa gente que se llama liberal y que ahora me combate”.
Carátula del disco de acetato de la serie “Caudillos y muchedumbres” dedicado a Gaitán.
El archivo sonoro de Señal Memoria, el acervo patrimonial de RTVC que actualmente posee las grabaciones de los programas de Todelar, incluyendo los registros originales de la serie radial Caudillos y muchedumbres, recién ha puesto en línea este discurso de Gaitán, con esos fragmentos.
En una anterior columna he llamado la atención sobre el mal estado de los archivos en Colombia. El bajo presupuesto e interés en conservar lo que hemos sido se traduce en una memoria mutilada. He señalado que es hora de que tengamos acceso a los documentos sobre Gaitán, y en particular la colección completa de Jornada. Poner en línea estos discursos, examinar el contexto, salirse del prejuicio son, además, grandes servicios que se le hacen al debate político colombiano. Merecemos conocer mejor nuestra historia, en vez de santificar a sus protagonistas.
* Investigadora, Doctora en sociología de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, con estudios de Maestría de Historia de la Universidad Nacional.
Este 9 de abril coincide con la fiesta católica del domingo de pascua. Tal vez por esa razón, desde el Centro Nacional de Memoria Histórica se quiere recordar a Gaitán en un sentido místico: circula una invitación a participar de la “resurrección” de Gaitán, con misa incluida.
Es curiosa esa forma de conmemorarlo, a él que era ateo, y que aceptó casarse por la iglesia ante la insistencia de su novia Amparo Jaramillo, y con dispensas especiales del arzobispo, justamente dada su calidad de no creyente.
El 9 de abril podría ser un motivo para ir más allá de una enésima santificación de Gaitán, y reflexionar sobre la persistencia del mito, sobre lo que se debe celebrar -o no- de su trayectoria política, y sobre lo que todo esto dice de nuestra cultura política.
Indudablemente, Gaitán es una figura emblemática de la izquierda: fue autor de una tesis sobre las ideas socialistas en Colombia; se dio a conocer a nivel nacional con el extraordinario debate de las Bananeras (1929); fue abanderado de las causas populares y de los derechos de las mujeres; en los años treinta fundó un movimiento (Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria), en cuya plataforma se lee: «Hay dos fuerzas en la lucha: de un lado están los poseedores de los medios de producción y de otro los que no tienen sino su trabajo».
Estos son los aspectos más conocidos de la trayectoria de izquierda de Gaitán. Ahora bien, ignoramos aún muchos asuntos. Es verdad que existe una producción de artículos y libros, sobre todo de unos diez años hacia acá (recientemente: los libros de sobre Cali gaitanista, de Esteban Morera; de Cristian Acosta, sobre Gaitán y el populismo; de Adriano Guerra, sobre gaitanismo en la Costa Caribe; además de artículo como los de Joan M. López sobre sus conceptos como penalista; de Adriana Rodríguez sobre la prensa gaitanista, entre otros). Sin embargo, estas son publicaciones académicas, especializadas, y de circulación relativamente restringida.
(Te podría interesar: “Contra las oligarquías, ¡a la carga!”)
Para los sectores no universitarios, para la ciudadanía y el público general, Gaitán es el político de las reivindicaciones populares, el campeón de las masas, la víctima de las caricaturas racistas, y sobre todo, el hombre cuya muerte desencadenó la cólera y la violencia el 9 de abril de 1948. Sin embargo, otros aspectos de su vida son mucho menos conocidos, como su actividad en los años cuarenta, previos a 1947, período que actualmente investigo.
¿Acaso sabemos que en 1942 Gaitán no apoyó al candidato liberal (Alfonso López), sino que optó por el candidato escogido por los conservadores (Carlos Arango Vélez)? ¿Sabemos que durante el segundo gobierno de López, Gaitán no cesó de atacar a este gobierno con los mismos argumentos, e incluso los mismos términos, que Laureano Gómez? ¿Sabemos que Gaitán fue, sin embargo, ministro de ese gobierno? (Antes lo había sido del “oligarca” Eduardo Santos).
Todos estos elementos de contexto histórico ayudan a entender por qué, para las elecciones de 1946, Gaitán no podía ser el candidato del Partido Liberal, que era el partido que había logrado conquistar el poder en 1930 frente a los conservadores y que se esforzaba por sacar a Colombia de una concepción oscurantista, dominada por la iglesia católica, en vía contraria de las reivindicaciones populares y reacia a la idea de otorgarles derechos a las mayorías.
En 1945, cuando se reúne la Convención del Partido Liberal, es evidente que casi ninguno de los más de doscientos delegados lo iban a escoger a él, que había acusado incesantemente al Partido Liberal. Escogen a otro hombre que, pese a tener críticas sobre actuaciones concretas de sus copartidarios, había puesto los intereses de ese partido por encima de los suyos: la Convención Nacional del Partido Liberal escoge a Gabriel Turbay, figura destacada y muy popular en la Colombia de los años treinta y cuarenta … ¡Y ahí fue Troya!
La historia de esta candidatura y el proceso electoral de 1946 han sido poco abordados por los historiadores, pues persiste la idea falsa de que Gabriel Turbay fue “el candidato de la oligarquía” y que además era un tipo gris, sin ningún relieve o interés. Conviene volver a los hechos: Gaitán lanza una candidatura disidente (estaba en su pleno derecho), pero va a jugar permanentemente con la ambigüedad: fustigar al Partido Liberal, a la vez que reclamarse de él (necesita esos votos).
(También puedes leer: Los nombres sí importan)
Para lograr su cometido, necesita debilitar a su adversario, Gabriel Turbay, nacido en Colombia de padres libaneses. Gaitán decide emplear la misma retórica racista que Laureano Gómez y que los conservadores, atacándolo por ser “extranjero”, publicando en su periódico Jornada artículos de autores abiertamente racistas (como el conservador Juan Roca Lemus), etc.
Caricatura racista de Gabriel Turbay, publicada en Jornada en 1946
Este aspecto de Gaitán ha sido ocultado o pasado por alto. Lo segundo pasa cuando, leyendo o escuchando sus discursos de campaña, o la prensa gaitanista, el lector o auditor no cae en cuenta de que el nacionalismo exacerbado que se despliega ante sus ojos es una forma de negarle a Turbay la nacionalidad. Y es que, si no se conoce el contexto histórico de la campaña electoral, los discursos de esa etapa no son fáciles de descifrar. De hecho, aparte del tono y de las arengas, ¿qué podemos recordar de esos discursos de Gaitán?
Hay ocultamiento también porque las fuentes faltan: muchos discursos de la campaña electoral de 1946 han desaparecido o han sido purgados. Un ejemplo es el discurso de Gaitán en el Teatro Municipal del 8 de abril de 1946. Este discurso es ampliamente conocido: circula en internet, ha sido publicado, existe un disco de acetato de la serie Caudillos y muchedumbres (de principios de los años setenta). Sin embargo, en ninguna de estas versiones figura el discurso completo de Gaitán. En particular, fueron omitidas frases enteras que dan cuenta de la forma como utilizó la xenofobia: allí habla de los “hijos de vientres colombianos” para atacar a Turbay, o de “gente de ínfima categoría de afuera”, o de su posición sobre la inmigración: “Soy partidario de una grande inmigración en esta patria que la necesita, pero no de esa inmigración a la manera de ahora, que ha sido por esa gente que se llama liberal y que ahora me combate”.
Carátula del disco de acetato de la serie “Caudillos y muchedumbres” dedicado a Gaitán.
El archivo sonoro de Señal Memoria, el acervo patrimonial de RTVC que actualmente posee las grabaciones de los programas de Todelar, incluyendo los registros originales de la serie radial Caudillos y muchedumbres, recién ha puesto en línea este discurso de Gaitán, con esos fragmentos.
En una anterior columna he llamado la atención sobre el mal estado de los archivos en Colombia. El bajo presupuesto e interés en conservar lo que hemos sido se traduce en una memoria mutilada. He señalado que es hora de que tengamos acceso a los documentos sobre Gaitán, y en particular la colección completa de Jornada. Poner en línea estos discursos, examinar el contexto, salirse del prejuicio son, además, grandes servicios que se le hacen al debate político colombiano. Merecemos conocer mejor nuestra historia, en vez de santificar a sus protagonistas.
* Investigadora, Doctora en sociología de la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, con estudios de Maestría de Historia de la Universidad Nacional.