“Morir es un país que amabas”: un homenaje a los líderes sociales asesinados
“Morir es un país que amabas” (Escarabajo y Abisinia) es un libro que reúne centenares de poemas dedicados a 413 líderes y lideresas asesinados en Colombia. Hablamos con los antologistas de este proyecto.
Andrés Osorio Guillott
Por sí solo podría ser un libro conmovedor en tanto que más de 400 poetas se congregaron para escribirle cada uno un poema a algún líder o lideresa social asesinados en Colombia en los últimos años, pero no lo es solo por esta razón, que sería ya suficiente, sino también porque encierra una trilogía hecha por las editoriales Escarabajo y Abisinia sobre poesía y violencia en el país y en el continente: Si después de la guerra hay un día, antología hecha por Henry Alexánder Gómez y Héctor Cañón, que reúne poemas sobre conflicto armado; Yo vengo a ofrecer mi poema, antología reunida por Freddy Yezzed y Stefhany Rojas Wagner, que aborda los estallidos sociales de varios países de América Latina en el último lustro, y Morir es un país que amabas son las obras que componen este proyecto. “La trilogía nos entristece. Quisiéramos hacer libros de otros temas. Nos convoca la violencia porque la detestamos; queremos un cambio. Los tres representan libros de la memoria, son testimonios directos de la intención que tienen los artistas de mejorar su entorno social. Puede que los actores directos jamás conozcan de estas obras —eso resulta irrelevante—, lo que importa es que ayudan a generar rechazo social, esa consciencia sobre la problemática que pone el dedo en la llaga y fuerza un cambio”, afirmó Eduardo Bechara Navratilova.
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Por sí solo podría ser un libro conmovedor en tanto que más de 400 poetas se congregaron para escribirle cada uno un poema a algún líder o lideresa social asesinados en Colombia en los últimos años, pero no lo es solo por esta razón, que sería ya suficiente, sino también porque encierra una trilogía hecha por las editoriales Escarabajo y Abisinia sobre poesía y violencia en el país y en el continente: Si después de la guerra hay un día, antología hecha por Henry Alexánder Gómez y Héctor Cañón, que reúne poemas sobre conflicto armado; Yo vengo a ofrecer mi poema, antología reunida por Freddy Yezzed y Stefhany Rojas Wagner, que aborda los estallidos sociales de varios países de América Latina en el último lustro, y Morir es un país que amabas son las obras que componen este proyecto. “La trilogía nos entristece. Quisiéramos hacer libros de otros temas. Nos convoca la violencia porque la detestamos; queremos un cambio. Los tres representan libros de la memoria, son testimonios directos de la intención que tienen los artistas de mejorar su entorno social. Puede que los actores directos jamás conozcan de estas obras —eso resulta irrelevante—, lo que importa es que ayudan a generar rechazo social, esa consciencia sobre la problemática que pone el dedo en la llaga y fuerza un cambio”, afirmó Eduardo Bechara Navratilova.
Cada libro obtiene su nombre de un poema. En este caso, Morir es un país que amabas es un verso escrito por Yves Bonnefoy. Eduardo Bechara Navratilova y Stefhany Rojas Wagner, editores, poetas y antologistas de esta obra, hablaron del proceso para poder llevar a buen término este libro de más de 900 páginas. Para ellos es importante hacerles saber a los familiares de los líderes y lideresas homenajeados que pueden contactarlos para hacerles llegar un ejemplar y así poder “abrazarlos”.
“El trabajo fue muy extenuante. Duró cuatro años exactos: desde marzo de 2020 a marzo de 2024. La idea surgió cuando vimos por las noticias, en plena pandemia, el aumento de los casos. El enfado nos llevó a pensar el proyecto. Encontramos por internet el doloroso listado de Pacifista que numera los asesinatos tras la firma del tratado de paz con las FARC. Empezamos a contactar a los poetas conocidos por nosotros, invitarlos a elegir el líder con el que más se identificaran y a escribir sus poemas. De ahí en adelante comenzó una ardorosa etapa de recepción, corrección y revisión de los textos, así como el diseño, la puesta a punto y financiación de la antología”, contó Bechara.
Poetas como Hellman Pardo, José Luis Díaz-Granados, Wiñay Fredy Chikangana, Luz Mary Giraldo, Samarys Polo, Lauren Mendinueta, Héctor Cañón, Ana Sofía Buritacá Vásquez, Mary Grueso, John Galán Casanova, Juan Manuel Roca y Jotamario Arbeláez, entre otros, aparecen en este libro.
Stefhany Rojas Wagner, quien apoyó con la curaduría del libro, comentó: “Desde nuestra orilla, ¿qué podemos hacer para visibilizar esta problemática que tanto le duele a Colombia? Creemos que el intelectual, el artista y el ciudadano crítico deben aportar desde sus herramientas y posibilidades a mirar y analizar con otra sensibilidad la violencia. Morir es un país que amabas busca combatir la indolencia y la indiferencia, y para ello tiene a la belleza, a la palabra y al talento de sus poetas de su lado”.
Cada líder social homenajeado en el libro cuenta con la fecha en que fue asesinado, así como también se menciona a qué comunidad pertenecía. Un poema por cada uno de ellos, un poema que hace memoria, que cuenta otro lado amargo de tantos que tiene la historia de Colombia, pero lo hace con ese énfasis en el que lo terrible alcanza a ser bello, alcanza a ser conmovedor. La tierra, los ríos, las ausencias, las ilusiones perdidas, las causas entorpecidas por la violencia. Los ángulos son miles, y este libro muestra eso también, que no hay una sola manera de narrar el conflicto, y que no es una sola la memoria, sino que son miles las que hay que evocar para que no quede en la dura impunidad lo hecho por todos aquellos que quisieron enfrentar los problemas de su territorio y murieron en nombre de ellos.
Freddy Yezzed, uno de los poetas que hace parte de esta antología, habló de lo que simboliza la poesía en un país que vive en constantes duelos individuales y colectivos, que no deja de llorar a sus muertos o algo incluso peor: que no termina de encontrarlos para poder llorarlos. “La poesía no sana heridas: la poesía no le devolverá a una madre a su hijo desparecido, torturado, desmembrado y arrojado al río por los paramilitares o alguno de los ejércitos que aquejan al país. La poesía acompaña en el dolor. La poesía es madre, hermana, abrazo. La poesía dice, deletrea, silabea ese dolor y esa angustia de aquella madre que no los puede enunciar. La poesía siempre ha cantado la ausencia; así, la poesía llama, ora, pide por el desaparecido, por el líder o lideresa colombiano asesinado. La poesía, de esta forma, está del lado de los muertos, de los familiares de esos líderes”.
“En una situación de barbarie y exaltación como la colombiana, el arte como medio de comunicación intenta representar el dolor, la frustración y el grito colectivo de la sociedad. Al ser creada con la sangre caliente, lanza piedras a una circunstancia que genera ardor. El reto de todos los géneros, incluida la poesía, es nombrar la fatalidad, el dolor, el grito desde la propia sutileza, la belleza misma, la delicadeza en lo más oscuro. En este sentido, podríamos afirmar que desde esa belleza se resignifica el dolor dejado por la violencia. Incluso puede llevarnos a encontrar la esperanza en sus heridas más abiertas”, concluyó Bechara Navratilova.
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