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Paola Márquez: “Los músicos son como atletas olímpicos”

Márquez presentará su composición inédita “Etudes For Immigrants”, con el pianista Andrés Jaramillo, el 21 de enero en California. Para este chat, habló sobre sus experiencias como inmigrante y sus percepciones sobre la música.

Pablo Marín J.
09 de enero de 2025 - 12:00 p. m.
La colombiana Paola Márquez tuvo una composición nominada al Premio Grammy en 2022.
La colombiana Paola Márquez tuvo una composición nominada al Premio Grammy en 2022.
Foto: Bryana Williams
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¿Qué la llevó a ser compositora?

Hace unos años, cuando yo estaba tomando clases de piano, estábamos analizando una obra de un compositor muy famoso. Todos los pianistas hablaban de los dedos, de la técnica, y en ese momento me di cuenta de que estaba encantada con la música, no con la técnica ni otras cosas. Ahí fue cuando comprendí que definitivamente quería ser compositora. Entonces me fui a la universidad y cambié el área de mi enfoque de piano a composición.

¿Por qué primero estudió piano?

Yo empecé a tocar piano muy joven, más o menos a la edad de cuatro años. Mi tía compró un piano cuando era pequeña y, obviamente, era un juguete grande para mí. De allí continué mis estudios y decidí dedicarme profesionalmente. En cierto punto, todos los estudiantes que estudian música deben tener un instrumento principal para poder ser parte de la carrera.

¿Cómo fue ese cambio a la composición? ¿Cuál fue el reto más grande que encontró?

Como compositor, más allá del instrumento, tienes que aprender sobre la vida de los compositores: por qué, dónde, cuándo, a qué horas; leer mucho, aprender de tus colegas músicos, tenerles mucho respeto, porque cada instrumento tiene particularidades técnicas diferentes. Por ejemplo, en los instrumentos de viento, como las flautas, los músicos necesitan respirar, entonces no puedes escribirles música sin pausas; hay que darles espacios para que respiren. Es un aprendizaje más global. Es muy bonito e interesante porque te abre las puertas a otros mundos.

Usted también es psicóloga y trabajadora social, ¿cómo aportan estas profesiones a su labor de compositora?

La música viene de un ser humano, viene de la sociedad, entonces no se separan, pero conocerlos en sus diferentes áreas te enriquece. Entender ciertas teorías y ciertos sistemas de conocimiento en cada área me ha permitido identificar puntos donde puedo decir: “Ah, bueno, listo, aquí voy a representar esta situación”. Por ejemplo, llegar a un mundo nuevo y sentir esa sensación de nostalgia, ¿cómo puedo representar eso musicalmente?

Usted presentará “Etudes For Immigrants”, su nueva composición. ¿De dónde surgió la idea?

La idea nació durante una conversación con un pianista, el doctor Andrés Jaramillo. Él me invitó a ser la compositora, y estuvimos hablando de la experiencia de ser inmigrantes, sobre todos los obstáculos y las situaciones difíciles que le había tocado vivir. Investigué sobre los estados psicológicos de los inmigrantes. Me sumergí en el tema y a partir de esa investigación escribí un documento para explicar de dónde venía la idea. Basándome en eso, creé cinco etapas que resumían todo lo que había leído, y se convirtieron en la estructura de los cinco estudios. Cada uno representa un estado psicológico. El primero es cuando llegas y todo es lindo; el segundo, cuando ya sientes nostalgia por tu hogar; el tercero, cuando experimentas el choque cultural; el cuarto, cuando finalmente te sientes en casa en el nuevo lugar, y el quinto, la multiculturalización, que es cuando viajas de regreso a tu tierra y te sientes extranjero, pero al mismo tiempo sigues siendo extranjero en tu nuevo hogar.

¿Cómo ha sido su experiencia como migrante?

Ha sido una experiencia bonita, pero también de mucho descubrimiento personal, porque hay que desaprender muchas cosas y aprender otras. Es necesario ser muy resiliente y paciente, tanto con tu propio proceso como con el de las demás personas. Cuando llegas a una tierra nueva, nadie te conoce, y hay que darles tiempo para que te entiendan, pero también debes estar abierto a comprender de dónde vienen ellos. Descubres cosas que nunca imaginaste vivir, conoces otros sitios, otras personas, otros idiomas, comidas y culturas. Ha sido muy enriquecedor como profesional.

¿Recuerda la primera vez que interpretaron una composición suya? ¿Cómo fue ese momento?

Fue muy divertido, pero también tuve mucho susto. Siempre se tiene una idea de cómo debe sonar la música, pero como es algo que nunca se ha escuchado antes, la persona necesita tiempo para entender la idea. Cuando se sientan, la interpretan y logran acercarse mucho a la idea que tengo, es un momento muy emocionante. Siempre se me llenan los ojos de lágrimas cuando eso pasa porque es realmente muy lindo verlo.

¿Cómo ha sido trabajar con orquestas?

Es una experiencia muy bonita. Es conocer a personas que están completamente dedicadas a su arte, lo cual merece mucho respeto, porque eso implica horas y horas de trabajo y compromiso. Estos músicos son como atletas olímpicos: trabajan seis o siete horas diarias en su instrumento. Ver el esfuerzo que hacen para aprender algo totalmente nuevo, algo que nunca se ha escuchado antes, y tratar de entender de dónde viene y cómo se conecta, es una experiencia muy especial.

Cuando escribe sus composiciones, ¿tiene algún instrumento favorito?

Yo digo que siempre hay favoritos entre los compositores, pero me siento muy cómoda escribiendo para piano, porque es el instrumento que toco. Algo que hice durante mi carrera fue tomar clases de canto, violín y clarinete para entender las mecánicas de esos instrumentos. Cada uno tiene su propia magia y sus “superpoderes” diferentes. Puedes reunirlos a todos y, dependiendo de lo que necesites, seleccionar cuál puede transmitir mejor la idea que quieres presentar. La orquesta, considerada como un solo instrumento, es bellísima, pero todo depende de la música que estes escribiendo en ese momento.

¿Cómo llegó a la Community Music School-Detroit?

Cuando llegué a Estados Unidos, después de terminar mis dos maestrías, me mudé de Nueva York a Míchigan, que es donde resido. Apliqué a diferentes trabajos y trabajé en una organización sin fines de lucro llamada Matrix Human Services. Luego me moví al Detroit Children’s Choir, donde estuve casi cinco años. Durante mi tiempo allí, siempre quise trabajar en una universidad, especialmente en una universidad grande. Empecé a aplicar a trabajos y encontré una vacante en Detroit. Apliqué, hice el proceso de entrevistas, que duró casi siete meses y obtuve el trabajo. Fue una bendición.

¿Por qué quería trabajar en una universidad?

Crecí con educadores, así que siempre me ha gustado la educación. Estar en un ambiente educativo tiene muchas ventajas. Trabajar en la universidad me da acceso a muchas oportunidades, como la colaboración social. Parte de mi trabajo es conectarme con organizaciones de la ciudad para hacer proyectos conjuntos y traer educación a estudiantes que no tienen acceso a la música por diversas razones.

¿Cómo ve el proceso de enseñar artes?

Creo que debe ser un proceso de mucha empatía y de entender quién es tu estudiante, al menos desde mi perspectiva. A mí me gusta conocer al estudiante y también invitarlo a conocerme. Cuando empiezo a dar clases de instrumento les digo: “Hagamos cinco sesiones juntos. Si le gusta y a mí me gusta, seguimos. Si no, no hay problema, hasta ahí vamos”. Porque, obviamente, estudiar música no es solo aprender música, sino que implica un compromiso personal contigo mismo. Hay que practicar todos los días o la mayoría de los días, sacar tiempo, aunque no tengas tiempo. No todo el mundo está dispuesto a eso. Es como una expresión que se usa aquí: “Labor of love”, es un proceso de amor.

¿Qué la hace sentir la música?

La música me hace sentir viva, me conecta con el universo, con Dios, o como prefieras llamarlo, porque me permite llegar a espacios donde encuentro ese momento de paz, especialmente en un mundo que a veces parece caótico. También lo puedo ver cuando veo a otros conectándose a través de ella, lo cual es muy bonito. Por ejemplo, en la escuela tenemos una señora de 94 años que viene a sus clases de música. La ves y está feliz, contenta. Ella me dice: “A esta edad, uno tiene que buscar algo que le dé alegría en la vida”. Y eso es lo que la música hace por mí: me hace sentir llena.

Pablo Marín J.

Por Pablo Marín J.

Profesional en Creación Literaria. Escritor de cuentos y novelas de ciencia ficción. Apasionado del cine y guionista de varios cortometrajes.pmarin@elespectador.com

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