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                                                                                                                                Humberto De la Calle: un político nadaísta

                                                                                                                                Presentamos un perfil del actual senador de la Coalición Alianza Verde Centro Esperanza. Un repaso por su cercanía con la literatura y su experiencia como constituyente y jefe negociador del gobierno Santos en el proceso de paz con las FARC.

                                                                                                                                Andrés Osorio Guillott

                                                                                                                                Coordinador newsletters
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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Liberal como sus padres, pero también por personas que fueron referentes o líderes para un partido que dice él que, al igual que todos, es imposible recuperar, pues “la política se está haciendo hoy en un escenario más amplio. Es como si estuviéramos en una obra de teatro y los actores no solo están allá en tarima, sino que caminan por los pasillos y actúan. Es decir, en esta obra de teatro de la política ya no todo está ocurriendo allá en el escenario. Entonces eso revienta la ambición totalizante de los partidos. Hay una multiplicidad de focos en ebullición que ya no están a la orden del día de los partidos, lo cual está bien, a mí me parece que eso es más democrático. Por eso lo que pienso es que los partidos son muebles viejos”.

                                                                                                                                Puede leer: La eternidad de Egon Schiele

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Esa faceta de escritor e intelectual la fue descubriendo desde pequeño y se fue alimentando con los años. Mario De la Calle, su hermano, recuerda: “Dada la diferencia de edades, y en parte gracias a esas caminatas diarias entre la casa y el colegio, tuve la oportunidad de percibir directamente el notable desarrollo intelectual de ese hermanito menor. Debo decir que era sorprendente. Él sufría un asma muy complicada, por lo que lo sometían a frecuentes tratamientos de dolorosas inyecciones, pero esto no le impidió llevar sus actividades intelectuales y físicas. En cambio sí contribuyó, me parece, a fortalecer su capacidad de sobreponerse, su resiliencia y una gran fuerza de voluntad que, lo confieso, llegué a envidiarle. Un ejemplo simple, de los muchos que se podrían relatar: compré un manual de enseñanza de la Remington Rand para aprender a escribir a máquina. Me cansé repitiendo en el teclado: tur, run, fui, tur, run, fui, tur run, fui, así como los conjuntos asdfgf, ñlkjhj. Dos o tres semanas después perdí el entusiasmo y deseché la tarea. Mi hermano, en cambio, en solo dos semanas podía ya competir con ventaja con secretarias de experiencia. ¡Un logro! Así era él: lo que se proponía lo alcanzaba. Para mí se convirtió en un ejemplo permanente de una capacidad notable”.

                                                                                                                                Le recomendamos: Lecturas queer: historias para hablar de diversidad

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La torpeza la reconoció cuando se dio cuenta de que no jugaba bien al fútbol, que si se peleaban por dejarlo jugar, era porque nadie quería tenerlo en su equipo. Y lo mismo pasaba en el baile, pues tampoco se destacó por su destreza, así que en cuanto a la música, a los tangos, las milongas y los boleros que escucha, porque se fueron quedando en su oído y memoria cada vez que caminaba por los barrios de su casa al colegio y viceversa, quedó un oyente y no un bailarín.

                                                                                                                                En Memorias dispersas, una especie de biografía que publicó en 2021, De la Calle reconoce: “Mi refugio fue la lectura de Imitación de Cristo, de Kempis. Y allí comenzó esa saga intelectualonga. En efecto, comencé a frecuentar tertulias literarias. Allí, como en una especie de club de libros espontáneo, llegué a Camus, a Sartre, a Hermann Hesse, a Henry Miller, a tantos otros. Comenzó el contagio de ese pesimismo infernal del cual todavía quedan trazas”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                De la Calle cuenta que en su casa había “un ambiente intelectual, no había televisión, luego había suficiente tiempo para conversar y para leer, eso sí, lo que no faltaba era el rosario. Mi madre era extraordinariamente ferviente en su catolicismo, era una mezcla extraña porque era una familia liberal, pero en el caso sobre todo de mi madre muy apegada a la religión católica”. En ese momento empezó a tener sus primeros atisbos de la rebeldía propia de la juventud. Las lecturas sobre el existencialismo francés le preocupaban a su mamá, tanto así que le preguntaba a su consultor espiritual sobre esos libros y él aconsejaba destruirlos. “Para mí la lectura era también una reafirmación de la independencia”. Y en ese momento apareció el nadaísmo. “Me convertí en una especie de propagandista del movimiento, siempre he dicho que fui como un monaguillo del nadaísmo, porque los grandes generales del nadaísmo no solo eran mucho mayores que yo, sino que tenían un gran prestigio intelectual, y ese es el desenvolvimiento de mi vida hasta cuando termino mis estudios de derecho y comienza esa separación de la política y el trabajo ya más que todo de profesor universitario durante muchísimos años y abogado litigante”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Las definiciones sobre literatura pueden ser muchas, pero resulta casi innegable que esta, como cualquier expresión artística, termina derivando en la comprensión del mundo y la condición humana. En el caso de Humberto De la Calle, esa inmersión en el nadaísmo, según él, tuvo su alcance en un momento tan importante como lo fue la Constitución de 1991. “Del existencialismo/nadaísmo, como se diría ahora, derivé muchas cosas. En primer lugar, un deseo de desmitificar las estructuras que son naturales en la política. La política construye un edificio que es un poco utópico y ahí genera unas banderas que desafortunadamente hoy se han convertido en eslogan. Pero de esa estructura lo que heredé es esta visión más cruda y un poco pesimista de la naturaleza humana, es el deseo de profundizar en el realismo de lo que realmente hay detrás de la máscara, que fue el primer intento del nadaísmo, quitarle la máscara a la sociedad colombiana. De hecho, esto se reproduce en la Constituyente de 1991, porque más allá de los elementos funcionales de la Constitución, la realidad, es cómo funcionó el Congreso; el ideario central de la Constitución también fue un acto de desnudismo, de encontrar una sociedad que estaba ahí, pero estaba prepermitida. Ahí descubrimos la multiculturalidad, el pluralismo, el respeto a los derechos de las etnias y los derechos de comunidades afrodescendientes que mantuvieron su unidad. Y luego lo que se ha derivado de la Constitución, que son los temas cruciales de orden moral, las disyuntivas alrededor del aborto, del tema de género, de la opción de parejas del mismo sexo, con la eutanasia y todas estas discusiones que todavía persisten”.

                                                                                                                                Le puede interesar: “El último sueño” de Pedro Almodóvar

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                                                                                                                                Una de las memorias de De la Calle con los poetas nadaístas está relacionada con la vez en que la policía detuvo a Gonzalo Arango y a varios asistentes a una reunión que tuvo “el Estado Mayor del Nadaísmo” en el Parque Caldas, de Manizales, mientras se proclamaban discursos en contra del régimen de Gustavo Rojas Pinilla. Esa tarde, todos, incluyéndolo a él, le dijeron a las autoridades que si se llevaban preso a uno tenían que llevárselos a todos, de manera que la policía desistió y todo se disolvió de “manera pacífica”, recuerda De la Calle, quien afirma también que nunca tuvo trato con Gonzalo Arango, pero sí con Jota Mario Arbeláez y con Pablus Gallinazus.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El híbrido entre sus lecturas y su experiencia en la política también se vieron reflejados en el que puede ser el otro pico en su carrera: su rol como jefe negociador del gobierno Santos en el proceso de paz con las FARC: “Tengo como una especie de tic mental que algunos podrán considerar que es un vicio, que es que siempre que se plantea una tesis trato de mirar la antítesis, cómo piensa el otro, y eso es lo que me conecta con la experiencia en La Habana, que era el gran esfuerzo para examinar cuál era el interés del otro. Siempre usaba un eslogan que es en parte acreditado por la cultura popular, pero le agregué un segundo elemento. El eslogan es ponerse en los zapatos del otro, o sea, ponerme en los zapatos de las FARC, pero le agregué que no hay que usarlos, pues eso no implicaba renunciar a las convicciones propias. Una característica de la mesa en La Habana, es que siempre le decíamos a la guerrilla: ustedes crean y practiquen lo que a bien tengan en materia política. Toda esta conversación se reduce a eliminar la violencia y las armas, pero no a convencerlos, y ustedes tampoco nos van a convencer a nosotros de nuestras convicciones.Entonces, en efecto, todo este legado de la literatura y de la filosofía sí se expresa en la mesa de conversaciones, a lo cual quiero agregar una reflexión adicional, y es que creo que me enriquecí como persona por la experiencia de La Habana, porque a través de la lente de las FARC y de tratar de interpretar cuál era su visión, creo que conocí más a Colombia. Tuve más contacto con esas realidades olvidadas que uno mismo a veces pierde en los afanes de la vida diaria, de la profesión, de ganarse el sustento para su familia, como que empieza a recortar la realidad. Pienso que para mí La Habana fue una ventana a esa Colombia que de alguna manera uno olvida en el trasiego de la vida ordinaria”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Fueron cinco años en los que De la Calle convivió más con los exguerrilleros de las Farc, que con su familia, en los que estuvo más en La Habana que en Colombia, pues Juan Manuel Santos, en ese entonces presidente, le encomendó la difícil tarea de liderar el equipo negociador del gobierno para los diálogos de paz. Su hijo José Miguel recuerda esos años: “Es innegable que para mi mamá, para mis hermanas, para todos los nietos y para mí, fue un momento estelar en su vida pública que nos llenó de el máximo orgullo que uno pueda tener por un papá o por un ser querido. Su trabajo fue impecable y ejemplar. Fue una cátedra de habilidad política y despliegue de fina experiencia durante todo el tiempo de la negociación. Creo que el orgullo que los colombianos sintieron al momento de la firma del acuerdo, hay que multiplicarlo a la ene potencia para entender el sentimiento familiar que despertó en todos nosotros. Recuerdo como si fuera ayer el momento en que regresó de la ceremonia de la firma en Cartagena al hotel donde lo estábamos esperando junto a toda la familia. Apenas entró, nos dimos con él un abrazo profundo y hermoso que creo que compensa con creces los cinco años de ausencia que tuvimos que vivir por su presencia en La Habana”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Además del recuerdo que recuperó de adulto sobre Giraldo Marín, hay otro suceso junto con su hermano Mario que dice mucho de por qué desde pequeño constituyó el rechazo a la violencia como uno de sus principios fundamentales: Tenía yo por allí ocho o nueve años cuando se inauguró el ferrocarril del Magdalena. Mi hermano mayor me dijo ‘ya podemos ir en tren hasta Santa Marta yendo a La Dorada’. Había que tomarlo en La Dorada. Y decidimos irnos, los dos niños o jóvenes. Y al cruzar el Páramo de Letras, mi hermano, en su deseo protector, pero también en su ingenuidad me dijo ‘Humberto, póngase la platica dentro de las medias porque por aquí hay mucha chusma’. Entonces, imagínese que a un niño de nueve años o algo así, su hermano mayor le diga que están en peligro, pues francamente son cosas imborrables. Y todo esto conecta, como ya lo narré, con el momento en que el movimiento estudiantil se vuelca hacia el apoyo a la guerrilla y la efervescencia de la confrontación puramente social a través del uso de las armas. Viene luego la revolución cubana, que también trae secuelas en Colombia, particularmente con el ELN. Después la muerte de Salvador Allende, que fue un golpe muy duro para quienes creían que podía adoptarse un régimen de izquierda por la vía de los votos. Eso simplemente reafirmó el deseo del uso de la no violencia”.

                                                                                                                                De la Calle reconoce que no se siente un político profesional, “en el sentido de estos profesionales de la política que siempre están allí en esa escalera, en el eslabonamiento de pequeños triunfos para construir su vida. He tenido distintas vidas simultáneas, he ido a la vida pública, he estado por fuera de ella y tengo, dijéramos, otras vidas y otras almas que no se agotan en la política, sobre todo en la política electoral, que realmente no ha sido mi fuerte”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                De esta faceta e interés lejano por ser un político tradicional habla su hijo, que lo recuerda también como profesor de la cátedra de títulos valores en la Universidad del Rosario, en una época en la que él estudiaba también en el mismo recinto y se iban juntos en el carro que manejaba José Miguel. “Mi padre es un hombre honesto, en el más elevado sentido de la palabra. Estricto y riguroso con el apego a lo ético, no solo en lo público o externo, sino en todas las facetas de su vida. Un hombre bueno, enteramente bueno, de pies a cabeza, con una vocación natural y espontánea por el servicio público. Increíblemente desprendido del poder o, por decirlo así, del poder que da el poder y siempre con los pies en la tierra, aun en las épocas en las que ocupaba altas dignidades. Nunca se obsesionó con ser presidente y tal vez, si así se puede decir, uno de sus defectos en la vida pública fue que -de alguna manera- dejó esa posibilidad más al azar o a la voluntad espontánea de los colombianos, que a un trabajo político continuo, ladrillo por ladrillo”.

                                                                                                                                De la Calle habla de que un político debe tener valentía, un tema que se leerá más adelante, y una de las razones por las que no se considera un político puro y duro, es precisamente por eso, por la falta de arrojo y las derrotas que eso le trajo en dos momentos claves, que no lo atormentan ahora que las recuerda, pero que sí las tiene presentes como anécdotas del ejercicio de hacer política: el plebiscito por la paz y la campaña a la presidencia en 2018.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “Dicen que a mí me derrotan porque no soy buen político y yo creo que eso es cierto. Hay circunstancias en las que me puede haber faltado arrojo, más capacidad de aventura. Le pongo un ejemplo concreto: cuando estábamos en la campaña del 2018, éramos antagonistas varios candidatos, entre ellos Gustavo Petro, y yo era candidato oficial del liberalismo después de haberle ganado a Cristo en la consulta interna. Pero esa base liberal empezó a debilitarse. Ahí ocurrieron cosas por las que la gente incluso, legítimamente, dice que al final el Partido Liberal me abandonó. Mi votación fue tan exigua que se demostró que ese partido es muy inoportuno. En cierto momento empezó a aflorar una idea. Personas que me asesoraban me decían que estaba preso de un partido liberal que no le está contribuyendo a la campaña. O yo no era el adecuado para ellos, porque no necesariamente hay que echarle la culpa a los demás. Entonces me propusieron que rompiera todo eso y desafiara a Petro a una consulta. Y dije que no. ¿Por qué dije que no? Uno, porque el propio Petro, con razón, porque para eso es la política, decía: “Hagamos una consulta y si usted gana yo lo apoyo”. Pero naturalmente había unas contraprestaciones. Supongamos que yo hubiese ganaado. Las encuestas mostraban en ese momento que hubiera podido ganar, pero yo quedaba ligado. Ahí es donde juega eso de qué es la política. Yo quedaba ligado a un trasiego. Yo soy partidario de algunas de las ideas de Petro, pero yo tengo una visión completamente distinta del mundo político. Entonces me parecía que no solo no era leal ese camino con la gente, sino que implicaba una coyunda de una forma de gobernar. Probablemente cualquiera otro hubiera aceptado. Hubiese dicho “Bueno, yo gano y ahí vamos viendo”. La política era ahí vamos viendo. Yo finalmente dije que no, bueno, me metieron esa derrotada, la mayor derrota de la historia electoral de Colombia la tengo yo. No renuncio a ese sector, vivo muy orgulloso de eso. Pero ese es el típico ejemplo de lo que estoy diciendo, de una cierta falta de flexibilidad que es necesaria en la política.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Y el caso del plebiscito: Las encuestas mostraban que el plebiscito ganaba. Que el sí era obvio, nadie ponía en duda eso. Yo empecé a notar que eso no iba a ser así. Nunca pensé que perdíamos, pero sí pensé que ganábamos por poco a partir de ciertas experiencias, porque había un análisis muy superficial. Y otro que creo que fue más profundo que el que empecé a vivir. No es porque me hubiera inventado una teoría, sino porque la viví. ¿A qué me refiero? El análisis superficial era: centro izquierda vota sí y la derecha vota no. En la campaña por el sí, cuando yo recorrí, dijéramos, barrios populares, empecé a notar que había una fibra que no era izquierda o derecha, de personas que realmente expresaban descontento porque les parecía que no es que fueran demasiadas las concesiones, sino que no se justificaban, porque la justificación era la violencia.‘Yo no soy violento y yo estoy en la olla y a mí no me prestan atención’, me decían. Y me parece que eso incidió. Y lo segundo, que sí fue muy dramático. Y este sí muy malicioso fue el tema de género.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                A las 4:00 se cierran las urnas y punto y perdimos. Pero digamos que yo no sentí tanto en ese momento el peso de la derrota. Ya venía preparándome, no para perder, pero sí para entender que la cosa estaba difícil. Yo renuncié al otro día a mi presencia en La Habana y Santos me dijo ‘no, señor, siga’, porque ahí se abrió la segunda fase para la búsqueda del nuevo acuerdo. Entonces, dijéramos, esa es una derrota que produce efectos nocivos, que le dio a la derecha la gran argumentación de decir que nosotros traicionamos al pueblo”.

                                                                                                                                En medio de las conversaciones con Humberto De la Calle, le propuse hablar de algunas definiciones relacionadas con política que dio hace un poco más de dos décadas en la entrevista que le hicieron Rosa Jaramillo y Beatriz Gómez, y que quedó alojada en el libro Anatomía del cambio, de los 60 al siglo XXI.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Usted dijo en ese entonces que el político ideal tiene que tener valor personal y arrojo. Política y cobardía son incompatibles aún en las sociedades más civilizadas y pacíficas. ¿Sigue pensando lo mismo?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sigo pensando lo mismo, en el caso particular de Colombia, sobre todo. Voy a decirle una cosa que va a sonar exagerada y caricaturesca y seguramente hasta recibiré insultos por esto, pero yo creo que para gobernar en Colombia no se necesita tanto inteligencia como valentía. Al revés de lo que la gente cree, la gente siempre dice “no, es que el señor es inteligente”. No hay forma de que un presidente se pueda desligar de los problemas permanentes del orden público en Colombia que exigen tener una orientación clara en materia, por ejemplo, de la criminalidad organizada. En la época en que yo era ministro, siendo César Gaviria presidente, yo quedaba de ministro delegatario con bastante frecuencia. El presidente viajaba y me tocaba a mí. Yo no digo que haya sido encargado de la presidencia, que no digan eso porque no es cierto. No. A uno le toca es tener la rienda mientras el presidente regresa. Pero yo llegaba pues a las siete de la mañana al Palacio de Nariño y la primera impresión que usted recibe es un informe de inteligencia de las fuerzas militares y deltas donde lo que encuentra es un panorama de confrontación, de delincuencia, de riesgos. Todos los días. Todos los días. Entonces usted no puede desligarse de eso. Le voy a poner ejemplos. Ernesto Samper llegó con una política social, una plataforma social bastante interesante y terminó con los problemas de él y del Proceso 8.000, porque no es posible que un presidente se sustraiga de eso. Lo mismo llega con César Gaviria con la idea del futuro, la Constituyente y tal, pero todos los días usted tiene que estar tomando decisiones. En el caso de Gaviria, Pablo Escobar, el cartel de Medellín, etc. Yo creo que el mismo Gustavo Petro establece la idea de la paz total, nombra al comisionado, pero él empieza a trabajar en las grandes ideas que incluso mira desde una perspectiva supranacional, todo el tema de energías limpias, de cambio climático. Pero en el fondo mire usted lo que está pasando. Cuando un presidente en Colombia termina embarcado en decisiones dramáticas que tienen que ver con problemas delincuenciales y de orden público, de alguna manera se vuelve un sheriff. Y el mejor ejemplo, para lo que estoy diciendo, se llama Virgilio Barco. A mí me parece que Virgilio Barco fue un gran presidente y que Colombia le debe más reconocimiento del que le ha dado. Nunca falló en la lucha contra el cartel de Medellín, en la persecución contra Pablo Escobar. Si un presidente no entiende que tiene que estar enfrentando decisiones dramáticas alrededor de los temas claves de extradición, de persecución, de la criminalidad organizada, no puede abogar.

                                                                                                                                La política es un oficio ingrato. ¿Sigue creyendo eso?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Claro. Es más, se me ha acentuado por una razón, porque en la política concurre lo más noble de la especie humana y lo más abyecto. Es una mezcla muy dramática de ideales y de metodologías algunas veces bastante discutibles, y en Colombia mucho más porque hay un fondo en la política que es un poco nauseabundo. Toda esta cosa de la compra de votos, el tejemaneje, las relaciones de mermelada entre el Ejecutivo y el Congreso. La base del sistema político tiene enormes deficiencias y defectos, no solo en Colombia. La política tradicionalmente, y hay muchas expresiones literarias de esto, es un poco sucia. Está la famosa idea que se le atribuye a distintas personas, que la política es como las salchichas, que son muy buenas, pero es mejor no preguntar cómo las hacen.

                                                                                                                                ¿Qué opina del poder?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El poder es abrumador. El poder real contrasta dramáticamente con el poder que la gente le atribuye a los famosos. Repito, salir en televisión es como una condena de estar sometido a eso. Pues es una influencia, ¿no? Ellos seguramente tienen esos favores por influyentes. Pero es mucho menos de lo que la gente cree. Entonces, por lo menos en mi caso, me queda siempre un vacío. Yo siempre quedo atormentado de cómo hago para ayudar. Hay personas que yo quisiera ayudarlas y que me escriben y que realmente durante varios años han ayudado, etc. Y yo no veo cómo. Yo no llevo hojas de vida. Yo no me entiendo con el gobierno. Yo nunca hablo con un gobernante sino en el recinto oficial donde sea necesario. Me produce agobio, puede haber otros políticos cínicos que engañan o que simplemente maman gallo y no les importa. Yo siempre siento que estoy en deuda y me atormenta. Lo cual me lleva al segundo punto que viene incluso desde los griegos y luego pasando por Shakespeare, que es el agobio del poder que se deriva en parte de esto que yo estoy diciendo. Los dramas del poder implican una angustia permanente que se mezcla con el deseo de lograr unos fines. Es decir, el que se mete a hacer política, lo primero que tiene es ambición, porque el que no tiene ambición no se metería en una cosa tan complicada. Y esa ambición puede ser a la vez, porque todos somos ángeles y demonios, a la vez puede ser una cosa personal, de reconocimiento, puede haber dosis de variedad de narcisismo, pero también unas ideas que quiere impulsar. Pero todo eso se mezcla con la responsabilidad que implica estar tomando decisiones que afecten a los demás. Entonces, el poder también es un yugo.

                                                                                                                                También afirmó en su momento que “el hombre público debe tener memoria”, ¿eso también lo sostiene?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Ah, claro, ese es un tema fundamental, porque la memoria en este caso la asumo como la prenda de garantía de la coherencia. Entonces del político se espera la coherencia. Pero no sucede así siempre. Hay políticos, algunos más coherentes que otros, pero en esta materia nadie puede tirar la primera piedra. ¿Cuántos presidentes hemos visto que sostenían una circunstancia en un determinado contexto y luego cambian de opinión? Lo cual en sí mismo no debería ser tan grave. O sea, digamos, hay una exigencia de coherencia de parte de la comunidad, que es válida, pero que a veces también exagera. El problema de la memoria es un deber de coherencia, pero en el fondo es una coherencia quintaesenciada.

                                                                                                                                En el libro también señaló que la tolerancia y el pluralismo son los principios que usted defiende como político: ¿siguen siendo esos? ¿Cambiaría o agregaría alguno?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                No, yo creo exactamente lo mismo y yo creo que esa es la piedra la central de una posición política hoy y en Colombia en particular mucho más. Frente a este mar de intolerancia y de fanatismo y de sectarismo que estamos viviendo, pues uno lo que debería hacer es cuidar, tratar de rescatar y mantener esos elementos que fueron centrales por la constitución del 91, que es el reconocimiento de la diversidad, el multiculturalismo. Pero yo agregaría una reflexión adicional. Hay un trasfondo complicado en la política de las acciones, hay quien dice que el político siempre está desacreditado, ¿por qué? Porque su tarea es negociar, y entonces el que negocia pierde apoyo de los que lo siguen y odio de los que no lo siguen. La primera vez que llegué a Madrid a posicionarme en la embajada en España, prendieron el radio ya saliendo del aeropuerto de Barajas, y entonces aparecía la esposa de Felipe González, que era diputada, diciendo “hoy nos reuniremos a negociar el aborto”, entonces yo quedé horrorizado, ¿cómo así que negociar el aborto? Yo recibí una lección, y es que al político le toca negociar. La palabra negociar es como maluca, como sucia, pero realmente un político lo que hace es eso, es buscar, la política es el arte de lo posible, entonces en cada negociación deja un jirón del alma, porque claro, tiene que renunciar él y el otro también, entonces siempre el político está un poco condenado a eso de alguna manera.

                                                                                                                                ***

                                                                                                                                También hablamos del presente, de la política actual, del gobierno de Gustavo Petro, del proceso de paz con el ELN...

                                                                                                                                ¿Qué opina de la política actual y del Estado colombiano?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La política ya no está concentrada en los monopolios de los partidos y eso los ha arruinado, pero ha abierto, por ejemplo, la presencia de la sociedad civil. Hoy hay unas identidades independientes distintas del ciclo político, entonces los temas morales que ya mencioné confrontan a la sociedad, el aborto, el matrimonio gay y eso no se está tramitando en el Congreso ni es monopolio de los partidos. Yo sí creo que hay más activismo, más libertad en el ejercicio de la política, pero al mismo tiempo estamos como en un momento de transición porque como hay una gran impaciencia y un deseo de liquidar rápidamente o por lo menos aminorar esas diferencias sociales, pues de todos modos hay un cierto desorden, ansiedad lo que yo estoy viendo, incluso en el gobierno actual, es que por razones ideológicas uno entiende que elimina cualquier tentación de represión, pero hay una, digamos, una ebullición muy desordenada de distintas insatisfacciones, luego, el cambio hay que hacerlo, pero también el cambio exige método. Muchas veces las revoluciones fracasan por la ausencia de control. Esa... esa idea de Saturno devorando a sus hijos es un poco lo que le pasó a Robespierre, que sacó a la gente a la calle y luego terminó en la guillotina. Para resumir, veo una sociedad más libre, más consciente de las inequidades, por lo tanto más aspiracional llena de conflictos, y claro con un telón de fondo que nunca podemos olvidar que ha sido la gran tragedia de Colombia, que es el narcotráfico, que cambió no solo la configuración de las élites sino también dijéramos los criterios éticos sobre la acumulación de capital. E ahorro nos ha invadido todo esto del enriquecimiento rápido y la destrucción de valores.

                                                                                                                                ¿Cómo ve el gobierno de Gustavo Petro?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Gustavo Petro ha ido cumpliendo con las normas constitucionales, uno no puede decir que haya obrado de manera arbitraria, pero a mí sí me impresionó mucho ese discurso, que ahora se llama el balconazo, de la reforma a la salud, etcétera, donde sí recoge elementos de lo que hoy se llamaría el populismo. La gran pregunta en Colombia es: el Gustavo Petro de hoy, que ya no tiene la luna de miel que disfrutó, ¿qué camino tomará? ¿El camino de conciliación y formación de acuerdos o el del radicalismo? Eso realmente es imposible de responder en este momento.

                                                                                                                                ¿Qué opina de las negociaciones de paz con el ELN?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El gobierno, yo creo que con razón, mantuvo la separación entre grupos con reconocimiento político, con pasado político, con raíces políticas o lo que queramos decir, y los otros grupos delincuenciales que realmente están buscando lucrarse de actividades ilegales pero que no están propiamente en una guerra contra el Estado. Yo creo que esa separación, más allá de lo jurídico, es importante. Jurídicamente, el Derecho Internacional Humanitario lo que hace es señalar en qué consiste un conflicto armado interno, cuáles son las características, y a partir de allí, recomendar negociaciones, sin distingo de si se trata de grupos de reconocimiento político o no. Pero eso es lo jurídico.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Me parece legítimo el esfuerzo del gobierno de tratar de buscar una solución negociada con el ELN. Me parece que lograrlo implica recorrer un camino muy sólido en la historia de Colombia. El camino es robusto. La mayor discusión está con las bandas criminales sobre cómo aproximarse, pero frente al ELN, no hay duda en lo que hay que hacer. El problema es si se logrará o no y qué es lo que hay que negociar. Obviamente, esa es la dificultad mayúscula. Y es mucho más difícil que lo que pasó con las Farc en La Habana, por varias razones. En primer lugar, en la mesa de las conversaciones de La Habana estaban las Farc. Después aparecieron o coexistieron ciertas disidencias, pero ese era el grueso de una organización que es un ejército con mandos verticales. Ellos lo llaman centralismo democrático, pero la verdad es que el secretariado toma las decisiones y se cumplen. Las dos o tres veces que decretaron se cumplieron. Es un ejército con mandos. El ELN tiene una composición más federal. Esto no es que sea original. El llamado comando central es un punto de encuentro de los jefes de los distintos frentes de guerra, como los llaman ellos. Entonces, la toma de decisiones es mucho más compleja, porque no es que haya un secretariado que tome las decisiones, sino que tienen que conjugar, dijéramos, los intereses. Eso hace que haya sido siempre con el ELN una negociación más difícil. Entre otras cosas porque hay unas grandes desproporciones. El poder militar y social que tiene el ELN en Arauca no lo tiene en el Chocó. Entonces, cada frente tiene circunstancias e intereses diferentes. Esa es una primera razón de la dificultad. Yo creo que hay una segunda razón y es que es un grupo donde todavía hay una línea muy radical que se inspira mucho en la teología de la liberación.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El tercer elemento central para la dificultad con el ELN es que ellos hacen un gran énfasis en la participación. En el pasado hablaban de la necesidad de una convención nacional, ahora hablan de una discusión participativa sobre las transformaciones. De lo cual deducen ellos, en el pasado de manera más categórica, ahora un poco menos, pero en la práctica así es, la tesis de que ellos no negocian, que negocia el gobierno con las comunidades y que ellos son como los supervisores de esas negociaciones, supervisores armados, lo cual realmente es un desafío para un Estado. Entonces el trasiego de esas conversaciones sometidas a discusiones con las comunidades es obviamente mucho más difícil. Puede ser bueno, regular o malo, pero es mucho más difícil. Luego en el panorama que es lo que yo veo, que es legítimo que el gobierno lo intente, ojalá lo logre: yo creo que el ELN debería aprovechar una circunstancia histórica. Hay un gobierno alternativo que comparte algunas de las ideas del ELN, es la gran oportunidad para tener una presentación histórica, válida, de por qué dejan las armas.

                                                                                                                                ***

                                                                                                                                Y también hubo espacio para hablar de otros temas desligados de la política:

                                                                                                                                ¿Qué opina usted del amor?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Yo tengo el recuerdo de un profesor mío que decía, el amor es una esclavitud consentida. El amor… el amor significa que usted renuncia a una parte de su libertad en beneficio de preservar su pareja, cualquiera que ella sea. Es una limitación, pero es una limitación sublime, porque precisamente lo más bello del amor es que usted siente que no lo hace por obligación, sino que es al contrario. Lo que vivifica el enamorado, es que goza de sentirse limitado, goza de tener que entrar en una fase de concesiones cada segundo. Y a partir de esa estructura, obviamente que empieza esto a tomar manifestaciones distintas.

                                                                                                                                ***

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Y aquí es necesario hablar de Rosalba Restrepo, quien fue su esposa y falleció en 2020. “Yo me casé bastante joven. A los 22 años y nunca me arrepiento. Rosalba fue un gran apoyo para mí en la vida, en todo, y particularmente en la política. Ella siempre estuvo metida a fondo, apoyando, y no solo en lo que era política electoral. Además de mi esposa y madre de mis hijos, fue una compañera invaluable. Y en los momentos de desfallecimiento, ella realmente tenía una energía muy grande de estar superando dificultades”.

                                                                                                                                Hablemos del miedo

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Pues ese es el resultado del instinto de supervivencia, el primer miedo de la humanidad es cuando aparece un bisonte para matarlo a uno. De allí solo se podía salir corriendo. Es ahí, entonces, cuando volvemos a la química del cerebro y sale la descarga de cortisol, sale la adrenalina. Usted corre más de lo que correría normalmente cuando tiene el bisonte detrás, brinca un muro que nunca hubiera sido capaz de saltarse, pero ¿hacia dónde evoluciona el miedo? Hacia la unión, la primera forma de cooperación en la humanidad es el resultado del miedo. Si usted teme que el bisonte algún día lo alcance y lo mate, llama al otro y le dice: hombre, ¿por qué no enfrentamos esta amenaza? Y de esa unión para enfrentar la amenaza surgen dos cosas fundamentales en la humanidad, la una es la política, porque la política consiste en que uno de esos señores en la cueva dice no, yo soy el más macho aquí, entonces yo los voy a dirigir a ustedes para que atajemos el bisonte, entonces eso se llama liderazgo, es el poder, y el hombre que se sube en los hombros del otro dice es que yo soy el que mando, usted es inferior a mí, pero es que yo mando es porque voy a preservarlos a todos; y lo segundo es la tecnología. El señor dice, ¿por qué no cogemos una vara fuerte de bambú, le sacamos punta y entonces uno con una lanza se defiende mejor? Y si además después le pone una laja de piedra elaborada entonces lo que tiene es un hacha, y la tecnología es producto del miedo. Hoy yo creo que eso subsiste porque todavía tenemos la política, uno de los vectores de la política fundamental es el miedo que también se combina con el odio, odio y miedo son, dijéramos, un componente de la política, suele decirse que el político tiene más éxito si le temen.

                                                                                                                                ¿Y qué decir del perdón?

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Yo distingo entre perdón y reconciliación y eso lo dije varias veces desde La Habana porque creo que hay una conclusión, sobre todo a partir de la oposición que tuvimos tan dura a las conversaciones. Yo creo que el perdón no es un papel del Estado, algunos lo llevan más al terreno religioso y están en su derecho, otros lo hacen desde una perspectiva agnóstica o lo que usted quiera, pero son elaboraciones personales. El Estado no tiene manera de entrometerse en el terreno del perdón, cada quien lo hace, juzga de qué manera lo logra, algunos piensan que la mejor forma de perdonar es el olvido, Borges incluso dice que el olvido es una especie de venganza, es la mejor respuesta al odio, ese es el elemento personal y subjetivo. El Estado sí tiene que ver con la reconciliación, ¿en qué sentido? En que puede crear escenarios para permitir que las personas cambien su interrelación, se logre una sociedad más constructiva, pero no necesariamente por razón del perdón, sino de una forma de convivencia.

                                                                                                                                Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

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