Ida Vitale: lo simple y lo sublime
Este jueves dos de noviembre la escritora uruguaya Ida Vitale cumple 100 años. El humor y la poesía, parece que allí reside su elixir de vida.
Andrés Osorio Guillott
Hace menos de una semana dejó este mundo la poeta colombiana Maruja Vieira. Faltaron poco menos de dos meses para que llegara a los 101 años. Parece demasiado tiempo. Quién sabe. Parece una cifra no apta para los seres humanos, pero hay quienes llegan con una lucidez difícil de entender a ser testigos de un siglo entero. Hoy es Ida Vitale quien cumple un centenario. El miedo se asoma porque inevitablemente pensamos que entre más pasa el tiempo más probable es que en un parpadeo la vida se nos escape. Sin embargo, ese miedo con la poeta uruguaya se va cuando uno la escucha o la lee.
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Hace menos de una semana dejó este mundo la poeta colombiana Maruja Vieira. Faltaron poco menos de dos meses para que llegara a los 101 años. Parece demasiado tiempo. Quién sabe. Parece una cifra no apta para los seres humanos, pero hay quienes llegan con una lucidez difícil de entender a ser testigos de un siglo entero. Hoy es Ida Vitale quien cumple un centenario. El miedo se asoma porque inevitablemente pensamos que entre más pasa el tiempo más probable es que en un parpadeo la vida se nos escape. Sin embargo, ese miedo con la poeta uruguaya se va cuando uno la escucha o la lee.
Ese miedo se va cuando deja ver su sentido del humor, cuando rompe el hielo con su gracia y su serenidad. “El humor es esencial para sobrevivir, y no me refiero a los chistes: a veces el humor se refleja simplemente en una actitud de tolerancia que debe empezar por uno mismo”. Ha sabido liberarse de las poses, del reconocimiento y de cierta pretensión de eternidad que ronda en las artes. “Los españoles siguen igual de locos que en la época de la conquista”, dijo cuando se enteró que había ganado el Premio Cervantes en 2021.
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Y haciendo alusión precisamente al premio, el día que lo recibió, en su discurso, en el que habló de la relación que tuvo con los libros del autor español, cerró su intervención diciendo que: “Con todo lo que las afirmaciones de don Quijote, prudente y aun sabio, me reclaman de acatamiento, para terminar debo disculparle una afirmación que como suya, podría ser aceptada sin más “que no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo”.No es mi caso, puedo asegurarlo. Sin duda, don Quijote no imaginó jamás que ese género femenino al que se consideraba por oficio llamado a honrar y defender, pudiera caer en tan osada pretensión. Y en eso, estoy segura que acertó”.
Quizá pueda ser más probable vivir tanto tiempo cuando se es capaz de liberarse de las cargas que los seres humanos nos otorgamos a veces sin razones aparentes. A Vitale no le interesa la atemporalidad, parece que su ego y ella entendieron los límites hace años y entonces desde esa serenidad logra evadir la angustia del paso de los días y de todo el devenir de una vida. “Me parece abrumador pensar en eso (la eternidad)”, me aseguró antes de la pandemia cuando asistió como invitada al Hay Festival de Cartagena en 2020.
“Todo tiene su norma de olvido”, dice uno de los versos del poema Para qué incurrir en historia. No le angustia pasar a la posteridad, ha afirmado en su poesía y en varias entrevistas que no hay nada más fugaz que la memoria, y no se considera tan importante como para trascender su tiempo y su espacio. La tranquilidad que otorga concebirse como un ser humano más en el mundo, reconociendo su oficio y su labor en él, pero sin responder a la presión de una imagen o de un estatus.
Su poesía es su espejo. Para los académicos su poesía es simbolismo y esencialismo. Vitale ha visto siempre belleza en lo cotidiano, en lo simple, en lo que se vuelve paisaje a diario, pero también en lo que la naturaleza vuelve excepcional. “Mi homenaje al que plantó cada árbol, sin pensar, para siempre. O acaso imaginando al desunido que un día lo convoca, lo celebra. A lo que no obstante el mediodía, se da en glorioso atardecer. A todo lo que ocurre sin ser más que eso: algo”, se lee en Mi homenaje.
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Volvió hace unos años a Uruguay, la tierra en la que fue se sintió extraña y vivió el desexilio del que hablaba Mario Benedetti. Prefiere la poesía hablada, no la declamada, al igual que Juan Ramón Jiménez, que le enseñó a naturalizarla. Puede que sea ese uno de sus rasgos principales, el hecho de naturalizar la vida, de no llenarla de arandelas o adornos innecesarios. Es sobria hasta para soñar, pues aquella vez en Cartagena declaró que “podemos soñar lo que no nos corresponde”.
Aunque exalta lo cotidiano y lo simple, que podrían ser sinónimos de palabras y poemas que se vuelven imágenes que no necesitan explicaciones, Vitale elige siempre dejar una sombra, un oscuro, algo que siembre la duda, concepto que para ella no deja de ser relevante para la educación y que lamenta que este presente no deje espacio para la imaginación y para el ejercicio de cuestionarse lo que se presenta ante nuestros ojos.
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De leer cuatro periódicos diarios y los libros en francés e italiano que tenía en su casa en Montevideo, de leer siempre más prosa que poesía y de vivir y beber de esta última para adquirir un sentido sublime de la vida. Qué privilegio poder seguir rindiendo homenajes en vida, homenajes que la hacen sentir incómoda, pues también ha aclarado que las adulaciones no le gustan, que son exageradas para lo que ella es. Ojalá el tiempo nos siga alcanzando para leerla, para ser tercos frente a la bruma de la eternidad y creer que a ella también le corresponde por una obra que engalanó la poesía uruguaya y la literatura latinoamericana en el siglo XX.
“Solo acepto este mundo iluminado, cierto, inconstante, mío. Sólo exalto su eterno laberinto y su segura luz, aunque se esconda. Despierta o entre sueños, su grave tierra piso y es su paciencia en mí la que florece. Tiene un círculo sordo, limbo acaso, donde a ciegas aguardo la lluvia, el fuego desencadenados. A veces su luz cambia, es el infierno; a veces, rara vez, el paraíso. Alguien podrá quizás entreabrir puertas, ver más allá promesas, sucesiones. Yo sólo en él habito, de él espero, y hay suficiente asombro. En él estoy, me quede, renaciera”, dice el poema En este mundo.
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