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‘Quiero ayudar al país a encontrar un norte’: Cecilia López (Historias de vida)

Nueva entrega de la serie Historias de vida, serie creada por Isabel López Giraldo para El Espectador. La ex ministra de agricultura, Cecilia López Montaño, habla de su vida y su familia, los obstáculos que ha superado, su trayectoria profesional y reflexiones personales.

Isabel López Giraldo
27 de septiembre de 2021 - 08:45 p. m.
Fue ministra de Agricultura durante el gobierno de Ernesto Samper y durante su paso por el Senado fue una voz activa en temas de política comercial exterior.
Fue ministra de Agricultura durante el gobierno de Ernesto Samper y durante su paso por el Senado fue una voz activa en temas de política comercial exterior.
Foto: Isabel López Giraldo
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Soy una economista que quiere mucho a su país. No me gusta que me llamen política, sino que prefiero que me reconozcan mis esfuerzos académicos. Algo muy importante en mi vida es que soy mamá y abuela, sin que aún pueda ser bisabuela porque mi nieto mayor todavía no se ha lanzado a tener hijos. Me considero costeña, aunque nací en Bogotá, porque uno es del lugar donde estudia y donde entierra a sus padres. Me hacen vibrar mi familia, mi país, la región Caribe y Popayán.

ORÍGENES – RAMA PATERNA

Supe más de mi familia por Aurelio Iragorri cuando, siendo yo viceministra, me dijo:

—- Tu abuelo era una persona de la clase media de Popayán. Fue secretario del banco, también fue importador.

No alcancé a conocer a mi abuelo, Laurentino López, pero sí su historia. Perteneció a una familia educada, porque fue muy elaborada intelectualmente y culta, pero también reconocida en la vida de Popayán.

Conocí a mi abuela, Dolores Torres, que pertenecía a una familia de músicos. Me parece verla en esas casas antiguas de Popayán con patio interior en el centro y con una mata de uvas. Tendría seis o siete años cuando me reuní con ella por primera vez.

CARLOS ARTURO LÓPEZ

Mi papá, Carlos Arturo López Torres, fue muy popayanejo y se formó en el seminario. Decía que era descendiente de un gran cacique indígena, pero no se le notaba, solo en su abundante pelo, que todos heredamos. Para él la Navidad debía acompañarse de rosquillas y empanadas de pipián. Siempre quiso volver a su ciudad, aunque a mi mamá la sola idea le parecía terrible.

Era el hombre menos machista que he podido conocer en la vida, culto, tranquilo y pésimo para los negocios porque pudo ser una persona muy rica, importó alimentos para pollos. Alguien muy reconocido en Barranquilla le dijo que importara trigo y lo hiciera pasar por su producto, pero él fue una persona muy decente, buena, de valores y ética a toda prueba que, por supuesto, no se prestó para semejante fraude y se molestó sobremanera. Esa fue una gran lección.

Murió a los ochenta y dos años de un infarto. Me encontraba fuera, de inmediato viajé y llegué al cementerio. Más tarde, en su casa, entré a su cuarto donde me encontré en su mesita de noche con la colección de artículos y libros que yo había publicado. Me dio tan duro que me costó regresar, entonces me quedé una semana haciendo mi duelo. Pocos meses después me posesioné como viceministra, lo que lo hubiera llenado de mucha satisfacción, como el resto de mi carrera profesional. A él le debo mucho, le agradezco su sacrificio y su confianza en mí.

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CASA MATERNA

Mi abuelo, Bernardo Montaño, era de Santa Rosa de Cabal, Risaralda, y siendo alcalde de un municipio le dio una pulmonía que le costó la vida. Entonces mi abuela, Matilde Gómez Murgeitio, murió de tristeza quedando así mi mamá huérfana siendo muy niña y a cargo de mujeres.

Descendemos del General Pedro José Murgueitio: un héroe cartagüeño en la Independencia, una figura de la historia del Valle del Cauca particularmente de Cartago. Los hombres de la familia Gómez murieron en la etapa de la violencia partidista entre liberales y conservadores que solo dejó vivas a las mujeres: mi bisabuela materna y sus hermanas.

MARIELA MONTAÑO GÓMEZ

Mi mamá, Mariela Montaño Gómez, nació en Cartago, fue una mujer muy linda, de pelo rubio, de ojos claros, que se sentía descendiente de los españoles. Fue criada por mi bisabuela y su tía Olga a quien quiso mucho.

Vivían ellas en una casa muy grande, típica del Valle, siendo muy pobres, pero dignas. Como no contaban con hombres que sostuvieran la familia, mis tías hacían tabaco y lo vendían.

Después a mi mamá la enviaron a Cali donde unos familiares con más recursos que tenían almacén. Mientras ayudaba a vender conoció a mi papá.

SUS PADRES

Mi papá, que había llegado de Popayán a Cali para trabajar en un ingenio, al conocer a mi mamá decidió proponerle matrimonio.

Mi mamá siempre fue la reina de la casa, vivió una relación de pareja muy sólida pese a la diferencia de edad entre los dos que era muy grande: mi papá se casó de cuarenta años y mi mamá de diecisiete. Él la consintió como a nadie, se entregó a ella y a nosotros, sus tres hijos: Cecilia Matilde, Carlos Fernando y Martha Lucía.

Ha habido una dosis de violencia en la familia que me hace muy sensible a esos temas, pues llegué a Barranquilla cuando a mis padres los sacó de Bogotá la violencia de los años cincuenta. Les dispararon los chulavitas y casi mueren mi mamá, mi bisabuela y una tía abuela. Papá tenía almacenes en el centro de la ciudad y el 9 de abril lo perdió todo, entonces nos fuimos a una finca, porque siempre fue avicultor.

Mi papá era amigo del ministro de Agricultura que lo nombró director de una granja en Malambo, pero también vendió santos en los pueblos del Atlántico porque fue un trabajador incansable. Fue él quien inició la avicultura en el Departamento, montó el primer almacén que vendió pollos congelados gracias al ingenio y habilidad para los negocios que tuvo mi mamá.

Mi hermano, Carlos Fernando, ocho años menor que yo, el consentido de mi mamá, fue un arquitecto que se dedicó al diseño de muebles, un artista incomprendido, de gran talento, al que el medio no le dio para su inmensa creatividad. Se casó en Barranquilla, tuvo tres hijos y murió en Panamá de cincuenta y dos años a causa de un aneurisma.

Mi hermana, Martha Lucía, doce años menor que yo, fue el amor de mi papá quizás por ser la chiquita, fue su debilidad, su consentida. Estudió química, es excelente lectora, mamá de Blas Arturo Barletta y abuela. Como nos parecemos tanto físicamente, cada vez que yo peleo con los Char, sufre pensando que será ella quien pague por mis conflictos cuando es tan discreta. Curiosamente es mi hermana quien cuida de mí, está pendiente de cada cosa que me pasa. Tenemos una excelente relación.

INFANCIA

Tengo una figura de familia muy sólida, viví una infancia feliz con unos padres muy pendientes, y en la que duré mucho tiempo como hija única. Pase de épocas de bonanza a momentos de precariedad económica. Antes del 9 de abril, tenía un triciclo magnífico, mejor que el de mis amigos de la cuadra, claro, jamás me permitieron montar en bicicleta y no lo he superado, por lo mismo me mortifico cada vez que Claudia López dice que ese debe ser el medio de transporte.

Tengo clarísimo el 9 de abril, ese día falté al colegio cuando me dejó el bus. Vivíamos en un muy buen barrio del centro y me parece ver a mi mamá con su abrigo rojo cuando salió con mi papá a defender sus almacenes en los que vendía por clubes, por lo mismo estos hechos lo arruinaron pues no solo los quemaron, sino que nadie le pagó las cuentas pendientes. Una prima de mi papá estaba casada con un diplomático peruano, lo que nos ayudó para que no nos faltara lo básico.

Fue así como bajamos a la pobreza representada en la granja en Malambo, donde los murciélagos nos sobrevolaban. Llegué de cuatro o cinco años, entonces me considero costeña. Por mucho tiempo vivimos de las joyas que mi papá empeñó y que le había alcanzado a regalar a mi mamá.

Recuerdo que a mis ocho años vendía pollitos en la farmacia Vida de Barranquilla y aseguraba saber cuál era el macho y cuál la hembra. Y la gente me creía.

Mi papá me cultivó intelectualmente, buscó siempre que saliera adelante, que me capacitara, mientras que mi mamá me celaba, me protegía de los novios, me encerraba. Creo que me volví adulta de manera prematura, quizás por la misma situación económica que me hizo ver llorar a mi mamá tantas veces, ella tan linda y tan joven. Muy temprano supe que tenía que ser responsable, y en ocasiones pienso que me faltó rumba. Quizás la mayor pilatuna fue accidental cuando rompí una mesa donde estaba toda la vajilla y cosas de mi abuela.

Nunca fui amiguera, porque no pude, pues cada vez que establecía vínculos me cambiaban de colegio.

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ACADEMIA

Estando en la granja no pude estudiar porque las condiciones de pobreza eran extremas a diferencia del modo de vida que teníamos en Bogotá donde alcancé a asistir a la Alvernia, muy cerca de la casa.

Como prácticamente no hice primaria, mi papá me dejaba tareas en un tablero y me fue educando. Siempre fui muy juiciosa y dedicada al estudio, a diferencia de mi hermano con quien fui muy intolerante y lo regañaba por todo, pues, mientras yo estudiaba, él mataba lagartijas.

Cuando en cuarto elemental me buscó colegio, ninguno le pareció suficientemente bueno ni adecuado, entonces me cambió repetidas veces hasta que llegué al Karl C. Parrish, equivalente al Nueva Granada.

Si bien no sabía inglés, mi papá era un convencido de que yo debía hacer algo fuera de lo normal, siempre pensó que debía adelantar una carrera y recibir la mejor educación posible dentro de las más extremas limitaciones, como las que sufrimos. Gracias a él aprendí inglés de manera acelerada con una profesora particular, en sexto hice dos años en uno para graduarme en octavo al año siguiente.

Me gradué en teoría musical a mis quince años, estudié piano clásico e hice parte del coro, pero mi mamá vendió el piano cuando vine a estudiar a Bogotá.

Fue una adolescencia difícil, pero conté con una excelente amiga, Adela Chaljub, esposa de Fuad Char, aunque parezca mentira. Éramos las dos únicas colombianas no judías que estudiamos en el Parrish, nos graduamos juntas e hicimos una amistad que duró hasta el día en que murió y por lo mismo me duele tanto todo lo que ha pasado con esta familia, pues ella fue un ser humano muy especial.

Al comienzo vivimos en un barrio muy pobre, mi papá que tenía estrechos vínculos con los popayanejos quienes siempre fueron muy solidarios, le ayudaron a conseguir una casa muy grande donde pasamos una etapa bonita pese a lo compleja. Con el tiempo nos mudamos a un apartamento en el barrio El Prado. En esa época quien no vivía en El Prado era de clase media.

Cuando terminé, mi papá me dijo que tenía que graduarme de bachillerato, pues el colegio no ofrecía más cursos, entonces me pasó a La Enseñanza para que lograra el título de uno colombiano.

Tuve muchos profesores particulares a fin de complementar las materias. Competí por las mejores notas con una amiga, Ivette Molinares, y nos graduamos con promedio de 4.9 sobre 5. Mis cuadernos de geometría y matemáticas los llevaba en tinta china, como me lo recordara uno de mis profesores a quien me encontré no hace mucho. Este era el colmo de la sofisticación.

Fui muy juiciosa porque aquí estudiaban las mujeres más lindas y elegantes de Barranquilla, Claudia Masserí, Margarita de Hart, Pilar Carbonell, entonces supe que yo tenía que destacarme siendo inteligente.

Mi papá insistió en que debía hacer mi carrera en Bogotá, lo que coincidió con una crisis económica profunda cuando se enfermó gravemente, mi mamá permanecía en la clínica acompañándolo, mientras mi hermano de once años quedó al frente de los negocios de incubadoras y galpones de pollos, pero estos quebraron. Aún así, mi papá se la jugó por mí.

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

Cuando llegué a Bogotá mis papás me ubicaron en una residencia en la calle 24 con la 1ª, y después en otra en la calle 39 que nos habían recomendado, y dotaron mi closet de vestidos sastres, como se usaba en esa época.

Pero no alcancé a matricularme en los Andes, pues ya habían comenzado el semestre. Tuve muy claro que quería ser profesional, pero no sabía en qué. La única posibilidad que tuve, como me lo dijo Danilo Cruz, el decano, era entrar a Filosofía, pero yo no quería porque la tenía descartada como la medicina.

Para esa fecha se creó la Escuela de Administración Pública y su director era de Popayán, por consiguiente, conocido de mi papá, y lo animó a que me matriculara con una beca de $350 mil pesos mensuales, que era mucha plata. Los profesores eran los mejores de los Andes, como Mario Latorre, Roberto Villaveces el de un reconocido exministro de Hacienda. Los estudiantes éramos de todas las regiones del país y yo hacía parte de un reducido grupo de mujeres.

Empezaron las clases y a las pocas semanas Roberto me dijo: “Cecilia, usted no tiene nada qué hacer aquí. Voy a abrirle cupo en los Andes”. Me parece verlo sentado en su oficina frente a su máquina de escribir redactando una carta en la que me aceptaba en la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes cuando ya había empezado el semestre.

Esto a mi mamá le pareció terrible, precisamente por su sobreprotección. Resulta que yo me ennovié desde que estaba muy chiquita cuando estudiaba en el Parrish. Él ya había comenzado ingeniería en los Andes cuando fui transferida. Entonces estando en Bogotá mi mamá me puso todas las restricciones posibles que encontró, entre muchas, debía reportarme a las cinco de la tarde sin falta todos los días.

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MATRIMONIO

Llegué feliz a clase con un profesor, que se convirtió en mi esposo, fue flechazo a primera vista. Roberto Junguito, que venía de ingeniería, se dio cuenta de que Max Rodríguez, profesor, amigo de Roberto, sobrino de Miguel Fadul, me coqueteaba, entonces escribió en el tablero con letra enorme: “El profesor está enamorado de la señorita López”.

Fue un noviazgo muy rápido, tradicional, serio desde la primera salida después de una llamada que me hizo en la que le dijo que me dijera curva de demanda, para asegurarme que era mi profe y que era cartagenero. Termine con mi primer novio a pesar de reconocer todo lo que me cuidó y acompañó durante mi primera etapa en Bogotá, pero lo encontraba muy celoso y consideré que no me dejaría terminar mi carrera, entonces, después de tres años decidí terminar la relación y romper nuestro compromiso.

Estando en la entrada de la universidad le dije a Max: “Terminé con mi novio”. De inmediato Max me acaparó, porque fue absolutamente dominante. Como debía viajar a Vanderbilt se reunió con mis papás en Bogotá, pero creo que las expectativas de mi suegra eran otras: soñaba para su hijo una mujer de condiciones completamente diferentes a las mías: la quería turca, linda y rica. Nada que ver conmigo.

Formalizamos el noviazgo en marzo, Max viajaba en junio, nos casaríamos por poder al final del año, pero se desesperó solo, entonces el matrimonio fue en Nueva York en septiembre de 1963.

Mis papás me dieron sus ahorros, y con esa plata viajé y al llegar me compraron un vestido de novia que detesté. Comencé a dictar clases de inglés a los enfermos latinos del hospital de Vanderbilt, también a las esposas de los españoles que venían a hacer su posgrado de medicina. Hice un mundo hasta quedar embarazada, entonces dejé las clases, pero cuidé bebés para ayudarme económicamente.

Durante dos años no pude estudiar, pese a que mi papá me había dicho que no abandonara mis estudios ya que Max estudiaba becado en una muy buena universidad, en la que estudiaba Pacho (Francisco) Ortega, pero al regresar al país volví a empezar y me gradué teniendo a mis hijos, María Claudia y Carlos, muy pequeños.

REGRESO AL PAÍS

Regresar no fue difícil en términos económicos porque Max llegó como secretario general de la Facultad de Economía, pero lo más grave para mí fue que llegamos a vivir en casa de sus papás.

Tomé muy pocos créditos para atender a mi hija en las tardes. Por las mañanas a María Claudia la cuidaba una joven lo que generaba muchos conflictos hasta que, por fortuna, mi mamá permitió que Esperanza, la joven que me había cuidado cuando niña, trabajara ahora para mí ayudándome a atender a mis hijos.

Recuerdo que para no tomar clases con Max me atrasé en materias, subir las escaleras embarazada no fue fácil, cargaba un frasco de alcohol para oxigenarme, igual tuve que suspender un semestre. Mientras mis compañeros iban de rumba yo daba teteros, y me veían mayor siendo su contemporánea. Pero mis amigas costeñas también me decían: “¿Por qué estás estudiando, acaso tu marido no gana lo suficiente?”

ÁLVARO LÓPEZ TORO

Tuve la suerte de que llegara Álvaro López Toro a los Andes. Se trata del científico social más importante que ha tenido la historia colombiana en las últimas dos o tres décadas, un genio, pero con serios problemas de salud que lo llevaron a una muerte prematura.

A él le debo lo que soy profesionalmente pues ser su alumna fue equivalente a haber adelantado una maestría. Álvaro López me enseñó demografía basado en sus clases siguiendo el programa de maestría que el desarrollaba en Princeton. Mi tesis de grado en Economía él me dijo que era mi grado en ese nivel.

Recuerdo que me decía:

— Quiero que vaya a París, se siente al lado de un famoso demógrafo en manejo de censos para especializarme en ese campo. Pero no pude hacerlo pues resultaba muy complejo dado mi momento de vida de familia. Eso sí, en el último semestre saque 5 en todo con profesores como Miguel Urrutia, Álvaro López Toro, y Albert Berry quien ha estado en lista de candidatos al Premio Nobel en Economía.

Alguna vez hicimos una comida en nuestro apartamento en el Nogal con toda la familia Fadul y dispuse todo de manera tan especial que al terminar la velada Miguel me dijo: “¡Qué lindo tu apartamento, qué buen gusto tienes y qué rica la comida!” Max respondió a eso diciendo que yo todo lo hacía bien. Me quede con la sensación de que en el fondo había una crítica. Una forma de manifestar descontento, de evidenciar la sociedad machista a la que pertenecía.

Hice parte de la generación de los tecnócratas, en mi caso sin la posibilidad de un doctorado. El año 70, en que me gradué, se dio el primer movimiento estudiantil, que quizás me hubiera podido llevar a la política, que apoyó Álvaro López, pero siempre he creído que el ala conservadora de esa Universidad propicio su salida de la Universidad y su llegada al Banco de la República, donde ocurrió el trágico final de su vida. Álvaro fue mi gran tutor, quiso hacer un proyecto en el que me incluía. Para esa época se dio la primera generación de candidatos a doctorado del que hicieron parte Álvaro Reyes, Manuel Ramírez, entre otros. Cuando entré a Fedesarrollo y escribí con Alejandro Angulo un documento sobre empleo para la Organización Internacional del Trabajo — OIT que se convirtió en parte de un libro de esa organización, uno de ese grupo de economistas al revisarlo ellos me dijo: “Bota esto a la basura”. Porque así de difícil nos ha tocado a las mujeres, como lo manifestamos recientemente en un conservatorio Ana Fernanda Maiguashca y Carolina Soto: “Tenemos techo de cristal”.

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GRADO

Me gradué y creí que ya había superado la etapa más difícil, entonces resolví trabajar medio tiempo para compartir con mis hijos de cuatro y dos años.

CEDE

Miguel Urrutia me invitó a trabajar con él en el CEDE y allí estuve en un grupo de investigación en Demografía que se acabó poco después de la salida de Álvaro López Toro.

FEDESARROLLO

Entré a Fedesarrollo cuando salía la primera tanda de economistas: Roberto Junguito, Guillermo Perry y otros que llegaban a diferentes cargos. Me llamó Rodrigo Botero a decirme: “Mire, Cecilia, necesito que se ubique en un corredor, porque aquí no hay espacio, y por favor escriba un artículo para Coyuntura Económica”, la revista trimestral de esta entidad. Partí de mi experiencia como estudiante de demografía aplicando lo que había aprendido de Álvaro López Toro. Él había venido trabajando en algo que ha cambiado la vida del país: insistió en que estábamos en una transición demográfica, de lo que nadie hablaba. Entonces decidí escribir un artículo que titulé: El 50% de la población del país sostiene al otro 50%. Como no se acostumbraba a firmar los artículos en la revista, me llevé la sorpresa de mi vida al abrir el periódico y encontrar mi escrito a cuatro columnas en El Tiempo, firmado por Rodrigo Botero y Hernando Gómez Otálora. Rodrigo, para excusarse, decidió sacar una separata firmada por mí, la que obviamente nadie leyó.

Ahí supe que podía opinar, que podía influir, pero siempre como tecnócrata no como política. Si bien no tenía los títulos, sí conseguía recursos para investigación como en el estudio que adelanté gracias a Álvaro López que me introdujo en el tema: El costo de un hijo adicional, posteriormente llamado: Consumo y familia.

Escribí mi primer libro sobre la Costa Atlántica y antes de que Rodrigo Botero fuera nombrado ministro de Hacienda, el presidente López conoció mi trabajo y me ofreció la dirección del DANE, cargo que no pude aceptar pues pensé que no era cómodo para Max quien era en ese momento subdirector del ICETEX. A los cuatro años, cuando se desbarató el matrimonio, me nombraron jefe de unidad en Planeación Nacional, un cargo muy inferior. Hubiera podido ser la primera mujer directora del DANE a mis tempranos veinte.

Cuando llegó Roberto Junguito a Fedesarrollo buscamos a un experto en econometría. Fue cuando se contactó a Hernando Gómez Buendía, que era profesor en Pittsburgh. Recuerdo que de una manera sutil me hizo saber que sin doctorado me debía dedicar a cuidar a mis hijos. Con Hernando escribí mi segundo libro del trabajo que heredé de Álvaro López Toro y que se tituló Consuma y Familia. No fue nada fácil.

Junguito, enterado de la situación, debía escoger al subdirector de Fedesarrollo entre los candidatos: Hernando Gómez y Cecilia López. Entonces acabó con el cargo. Fue así como decidí renunciar a la entidad.

Estando aquí sentí el peso de no acreditar un doctorado, aunque la Fundación Ford me invitó a una escuela de verano para hacer un máster, viajé, pero no me gustó el nivel cuando yo ya tenía producción bibliográfica, entonces no quise perder mi tiempo.

La política me empezó a llamar la atención mucho después, porque he sido más una economista con sensibilidad social, una investigadora seria.

ASOCIACIÓN NACIONAL DE INSTITUCIONES FINANCIERAS — ANIF

De Fedesarrollo salí a ser vicepresidente de ANIF cuando su presidente era Ernesto Samper, donde estuve muy poco tiempo.

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REVISTA ESTRATEGIA

Luego trabajé en la Revista Estrategia con Rodrigo Botero, María Mercedes Cuéllar, y Rudolf Hommes, que ya habían salido del gobierno. Dirigí PLAN, un pequeño Centro de Pensamiento e hice un libro sobre desarrollo turístico y las Cajas de Compensación Familiar con el apoyo de Raymundo Angulo quien dirigía el turismo en el gobierno.

DIVORCIO

Estando en Fedesarrollo comencé a sentir el peso de la crítica de la familia política y a desilusionarme de mi condición de casada.

Me costó muchos años prepararme para una separación, fueron quince años de matrimonio, y no quise someter a mis hijos a una situación económica difícil. La familia de Max les ofrecía un estatus en Cartagena, unas condiciones económicas muy cómodas, mientras que a mi familia la teníamos que apoyar.

Sentí un vacío emocional que me llevó a tomar decisiones, pero buscando consolidarme como profesional.

DEPARTAMENTO NACIONAL DE PLANEACIÓN

Esta fue una muy buena experiencia gracias a la llamada de Eduardo Wiesner. Reemplacé a Saúl Amézquita quien ocupaba el cargo de manera transitoria.

Empecé a jugar un papel muy interesante cuando me convertí en asesora de los ministros del despacho en los temas que yo manejaba: Rodrigo Marín, ministro de Trabajo, Rodrigo Lloreda, ministro de Educación, Alfonso Jaramillo, ministro de salud. Esto me llevó a convertirme en asesora de doña Nydia Quintero.

Inicié este trabajo en octubre de 1978 durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala y en enero siguiente me incluyeron, junto a la vicepresidente de Colmena, Noemí Sanín, como una de las mujeres más importantes del país.

El primer documento CONPES que, como jefe de unidad firmé fue sobre la transición demográfica y decía: “La población dejó de crecer al 3.2% y lo está haciendo al dos algo con las siguientes consecuencias”. En medio de mi ingenuidad tuve que ver cómo Turbay, que estaba cabizbajo, afirmó:

— ¡Archiven ese documento! Ese es un trabajo escrito por técnicos que desconocen el impacto político que tiene, pues implica que en adelante el número de representantes de cada región cambie. Así que me hacen el favor y lo desaparecen.

Quedé aterrada. El gerente de la Federación de Cafeteros del momento, Arturo Gómez Jaramillo, me dijo:

— ¿Saben qué? La doctora López está diciendo algo muy importante, generará un cambio dramático en este país que sigue construyendo escuelas cuando la tasa de natalidad está en el piso.

Turbay dijo:

— ¡Lo siento, pero archivan el documento!

Pensé: “No, pues, me fue divinamente”. Al día siguiente me encontré en El Siglo el documento publicado completo. ¿Quién lo filtró? Duré tres días en Planeación Nacional averiguándolo y nunca supe.

Estando aquí para mí fue evidente la arrogancia de tantos hombres, por lo que me empecé a comprometer con los temas de género.

NYDIA QUINTERO

Doña Nydia fue una persona muy especial conmigo, aunque con el tiempo nuestra relación se acabó.

La primera vez que participé de una reunión en Palacio doña Nydia empezó a hablar con una señora, yo me levanté de la silla y me retiré del salón. Lo que me valió un llamado de atención pues esto molestó a la primera dama. Tuve que volver, presentarme, para convertirme en su gran asesora. Viví con la primera dama la toma de la embajada de República Dominicana y vi al presidente Turbay con su pijama de color vino tinto haciendo el borrador de lo que debían decir los negociadores.

Como primera dama hizo una separación entre su labor asistencial y el apoyo técnico: una mujer muy inteligente y entendió lo que era contar con una tecnócrata. Diseñamos un plan de salud para los niños. Tuvo una visión social muy clara, una calidez humana insólita.

Me invitó a acompañarla a una reunión de primeras damas en México como parte de su delegación técnica, porque tuvo la capacidad de medir la dimensión de la política social.

Cuando separada se fue a casar nuevamente, le dije: “Si usted se vuelva a casar, se casa cualquiera”. Pero me entendió muy mal, cuando lo que quise decirle fue que, a las mujeres poderosas como ella, que era una mujer tan importante, no les era fácil encontrar pareja.

Luego tomamos caminos incompatibles ideológicamente, pero le guardo mucho afecto.

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JULIO CÉSAR TURBAY AYALA

El papel del presidente Turbay, pese a sus defectos, fue muy importante. Parecía ido en los CONPES, pero apenas se abordaban los temas de su interés, manifestaba en pleno su visión política, reaccionaba para hacer aportes muy inteligentes.

Tuvo aspectos que la gente desconoce cuándo se queda en la rumba o en su frase: “La corrupción en sus justas proporciones”. Esto sin desconocer la tragedia en cuanto a derechos humanos por las torturas y desapariciones. Recuerdo el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, algo terrible. Pero esto lo viví como la tecnócrata vacunada contra la política, lo que demuestra que la tecnocracia se puede aislar de problemas graves, no por subestimarlos, sino porque no solo no se puede hacer nada y no se alcanza a tener la verdadera dimensión de sus alcances.

UNIVERSIDAD DEL ROSARIO

Trabajaba en Planeación Nacional y dictaba clases en la Universidad del Rosario al medio día.

UNIVERSIDAD PILOTO DE COLOMBIA

En las noches participé para conformar la Escuela de Economía de la Universidad Piloto de Colombia.

SAÚL AMÉZQUITA

Tanta actividad fue posible para mí solo con la ayuda de Saúl Amézquita quien al final de la tarde acompañaba a mis hijos en el apartamento y les ayudaba con sus tareas.

Recuerdo que cuando le reclamaba porque no peleaba conmigo y porque nunca se iba después de cualquier desencuentro, me decía: “De irme a sufrir en mi apartamento solo, mejor me quedo aquí y sufro contigo”.

Saúl era un economista recién llegado de Bruselas, un hombre soltero, absolutamente bello, perfecto, de quien me enamoré y luego nos hicimos novios. Cuando mi mamá conoció a Saúl me dijo: “¡No lo puedo creer, este hombre tan completo! ¡Ay, que no se vaya a morir!”

Durante un año conté con su respaldo, en mis viajes, en mis reuniones, en mis proyectos, aunque a mi hija cada vez que lo veía le daba apendicitis, pues estaba en plena adolescencia.

Llegó diciembre, iba a darse una gran fiesta en Planeación Nacional, estaba programada para el 19. Saúl me dijo: “Vamos juntos”. Pero yo tenía un almuerzo en la Reserve, un conocido restaurante en esa época, con Carlos del Castillo – Pechuga, por un tema de un patrimonio personal, y Saúl asistió solo al almuerzo de Planeación.

Esa tarde llegaba una pareja de Bruselas, amiga de Saúl, con quien nos íbamos a reunir en la noche. Llegué, saludé, me alcancé a sentar, pero Saúl no aparecía. Cuando me estaba tomando un jerez recibí una llamada de mi secretaria que me dijo: “Doctora, el doctor Saúl tuvo un accidente terrible y no lo encuentran. Venía de la Autopista por Guaymaral y se estrelló con una tractomula”.

Empecé a buscarlo por todos los hospitales y clínicas. Lo encontré a las tres de la mañana en la San Pedro Claver, de inmediato llamé a Eduardo Weisner y le pedí que lo recibieran en el Hospital Militar. Llamé a Alfonso Jaramillo, ministro de Salud, quien me envió una ambulancia. Tan pronto llegué al hospital a las cinco de la mañana, me explicó el médico el estado grave en que se encontraba y sin posibilidades de supervivencia. Me pidió que me fuera a descansar.

Llegué al apartamento, encontré a mis hijos muy pendientes, pues ya se habían encariñado con él. Me estaba bañando cuando llamaron a decirme que se había muerto.

Supe que Saúl le había mencionado aun gran amigo suyo, dos días antes del accidente, que se iba a casar conmigo, tenía todo planeado, vacaciones, viaje, todo.

Fue una situación tan absurda y terrible que doña Nydia me envió una flor en plata de regalo. Ese diciembre fue negro, mis hijos pasarían enero con Max, pero les pedí que me acompañaran y nos fuimos para Barranquilla.

Al regreso me sentía morir, pensé que no iba a resistir, me parecía verlo en mi puerta. Hablé con Eduardo Wiesner y le pedí que me enviara lejos, que me sacara de ahí. Su respuesta fue: “Si te vas en este momento arruinas tu carrera profesional. Tienes que afrontar esta crisis. Me haces el favor de ponerte a escribir el Plan de Desarrollo Social y no me vuelvas a hablar de Saúl”.

Tuve que concentrarme en eso y me salvó, de otra forma no lo hubiera superado. En adelante, lo que siguió en mi vida fue mucha soledad, es el costo que he pagado.

FONADE

Estuve un año en el Fondo Financiero de Proyectos de Desarrollo — FONADE cuando esta institución era el lugar donde se hacía la pre-inversión, muy lejos de la vergüenza que es ahora.

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VICEMINISTERIO DE AGRICULTURA

Recibí una llamada de Roberto Junguito en la que me dijo:

— Cecilia, el presidente quiere que todas las viceministras sean mujeres y que usted acepte ese cargo en el Ministerio de Agricultura.

— Pero yo de eso no sé.

— Pues yo acabo de salir de la Sociedad de Agricultores de Colombia — SAC y la quiero aquí.

Enseguida me llamó Roberto Gerlein, que iba a ser ministro de Desarrollo, me invitó a ocupar el viceministerio de su cartera. Pero también Carlos Martinez Simaha, el ministro de Minas. Tuve la suerte de recibir la primera llamada de Roberto y acepté. Fue de esta manera como el presidente Belisario Betancur me nombró en el cargo.

Fue toda una experiencia de aprendizaje trabajar con Roberto quien se había preparado para ser ministro de Agricultura, pues no solo había dirigido la SAC, sino que había escrito toda la estrategia para rescatar a un sector tan golpeado después de que Turbay abriera importaciones, por los precios de los alimentos, por los problemas que lo amenazaban.

Junguito me invitaba a todas las reuniones y me empecé a interesar aún más por los temas sociales, mucho más de cerca que en Planeación donde se ven cifras, pero en el ministerio se interactúa con la gente que me marcó, tanto campesinos como empresarios.

Vinieron las peleas con Bavaria y varias otras industrias que acudían a mí para que les autorizara importaciones no permitidas cuando ya tenían los barcos en puerto. Lideré las peleas con Julio Mario Santo Domingo por la cebada, me invitaba a almorzar hasta que un día se presentó una situación porque no querían pagar el precio mínimo a los productores, me encontré con Carlos Cure haciéndole antesala a Junguito creo que para acusarme.

Pero Roberto estuvo tan solo un año, yo continué dos más. Trabajé con Gustavo Castro, Hernán Vallejo Mejía, y Roberto Mejía Caicedo. Al cuarto ministro le manifesté al presidente que me quería retirar. Me preguntó:

— ¿Qué puesto quiere?

— Ecopetrol.

— ¿Usted está loca? Le voy a ofrecer una embajada.

Me iba a enviar a Canadá, pero finalmente se resolvió por Holanda.

EMBAJADA DE HOLANDA

Antes de viajar a Holanda en calidad de embajadora, terminé una relación tormentosa que mantuve por un tiempo y decidí darme un nuevo aire.

No me llevé a mis hijos pues inicialmente estaría cuatro meses, ya se estaba acabando el período presidencial y ellos iniciaban sus carreras en los Andes. Cada dos meses viajaron a visitarme al tiempo que recorrieron Europa, pues mis responsabilidades frente al cargo duraron tres años.

Viajé en medio de los hechos del Palacio de Justicia y una semana más tarde ocurrió la tragedia de Armero. Esto hizo a Betancur el gran protagonista en la reunión que hubo en la FAO, entonces manifestó que: “Necesito que Augusto Ramírez Ocampo viaje a París y tú a FAO a dar el discurso”.

Llegué directamente a Armero y para poderme devolver Betancur habló con Madame Mitterrand para que me incluyera en su vuelo de Air France y así lograr estar a tiempo para la entrega de las credenciales. Estando en Holanda me tocó la crisis de la Corbeta con Venezuela cuando el canciller era Julio Londoño Paredes. En Holanda me acerqué a la Corte sin ser abogada, rescaté mi francés para hablar con los jueces y los conquisté, los invité a una cena en la que serví mariscos de Colombia. En medio de todo este proceso invité al presidente López para que inaugurara una feria de frutas, le había conseguido una cita clandestina con el presidente de la Haya a fin de preparar el terreno de negociaciones.

También atendí en un almuerzo al príncipe Bernardo, vestí la casa de claveles para esa ocasión.

Hice muy buenas exposiciones, llevé al Museo del Oro, escribí para periódicos de ese país. Augusto Ramírez, quien visitó mi casa con Elsa, su esposa, no podía creer que yo fuera invitada a los debates políticos de los partidos de Holanda.

Holanda era el lugar donde los embajadores terminaban su carrera, éramos muy pocos los jóvenes y nos hicimos muy buenos amigos.

Lo único que pude hacer los fines de semana era ir a la peluquería, comprarme cuanta ropa me antojara y tocar piano. Porque me di gusto en eso, sin restricciones. Fue duro estar sola, pero aproveché mi estancia y me sentí acompañada cuando Roberto Junguito viajó con Nora a Paris como embajador, pues nos reunimos con frecuencia.

Cuando estaba terminando mi embajada en 1985 demandaron a Colombia por primera vez en violación de Derechos Humanos; estaba encendido el tema del Palacio de Justicia, cuando Charry Samper era embajador en Ginebra y para quien todo significaba comunismo. Nadie quería ponerse al frente de este tema.

El papá de Enrique Peñalosa, embajador en Naciones Unidas, le dijo al presidente Barco que la única que podría asumir era Cecilia. Entonces me llamó Barco y recibí la instrucción de viajar a Ginebra.

Charry Samper dijo que no defendería nada y cerró la Embajada, pues no quería darle paso a ninguna posibilidad. En Ginebra me encontré con Luis Guillermo Grillo, un hombre de carrera en la Cancillería, a quien le dije: “No quiero llegar de frente sin antes entender a profundidad. Permíteme entrar como parte de la delegación y así tomarme mi tiempo”.

Estaba Valladares, jefe de la delegación gringa, atacando a Cuba de manera terrible. Esto no era estratégico pues seguirían con nuestro país. Este personaje empezó a coquetearme fuertemente, entonces Enrique me llamó a advertirme para que no le aceptara ni un tinto, pues era parte de su estrategia.

En un momento dado me pidieron que asumiera la dirección y lo primero que hice fue darle la palabra a Cuba violando todos los reglamentos, pero por falta de conocimiento. Esto me valió ser señalada de comunista y sin poder entrar a la Embajada lo que me obligó a instalarme en un hotel de cinco estrellas, rosado, de los árabes, mientras trabajaba con Grillo comiendo arroz con huevos fritos, lo único que ofrecían a la una de la mañana cuando terminaba nuestro trabajo. Nadie quiso ayudarnos, solo el presidente Barco que me llamó cada noche para darme instrucciones, también le pidió a Álvaro Tirado Mejía para que me apoyara, El escándalo se publicó en el Miami Herald y el embajador Charry Samper se comunicó con El Tiempo para decir que había entregado al país a Cuba cuando lo que hice fue salvarlo. Clemencia Forero, vicecanciller, hija de Abelardo Forero Benavides, me recomendó no hablar del tema en Colombia, tema del que el gran impulsor para que nos sancionaran era Angelino Garzón.

Desde 1988 hemos debido estar sancionados por violación a los Derechos Humanos, pero mi responsabilidad como funcionaria del gobierno era evitarlo, lo que jamás me reconocieron.

PROGRAMA DE EMPLEO DE LA OIT – CHILE

Me ofrecieron dirigir el Programa de Empleo de la Organización Internacional del Trabajo — OIT en Chile.

atendida con un homenaje muy especial en La Bodeguita, de allí salí para una recepción que me ofreció el canciller para terminar en Varadero bailando con el guardaespaldas antes de tomar el vuelo con destino a Bogotá.

PROGRAMA DE EMPLEO PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE — PREAL

Enrique Peñalosa, hijo, como secretario de Presidencia visitó la Embajada y me dijo: “Estás sonando para ministra”.

Víctor Tokman, a quien conocía por mis investigaciones sobre empleo, argentino jefe del Programa de Empleo para América Latina — PREAL, me dijo que se retiraría y se iría para Ginebra, y quería que lo reemplazara en Chile. Llamé al presidente Barco a preguntarle:

— Presidente, dígame qué hago. ¿Usted está pensando en mí para algún ministerio? Pues me acaban de ofrecer este cargo de la ONU para manejar el programa de América Latina y el Caribe.

— Cecilia, acepte, pues hay muy pocos colombianos en los organismos internacionales.

En mi regreso a Colombia antes de viajar a Chile, Raimundo Angulo me recibió en su casa donde me llamó el presidente Barco.

— Presidente, ¿cómo está?

— Cecilia, ¿cuándo llegó?

— Ayer y me voy en dos días.

— Mire, Cecilia. Resulta que la embajadora de China y su esposo me quieren hacer una comida en Palacio y es mi deseo invitarla. Será mañana en la noche.

Vestí mis mejores galas, el carro que me llevó me dejó en la Alcaldía cuando Andrés Pastrana era el alcalde. Seguí a Palacio y cuando vi al presidente me preguntó:

— Cecilia, ¿usted qué hace aquí?, ¿cuándo llegó?

Me sentí terrible, pero en la mesa estaba la tarjeta con mi nombre. Esto me permitió ver el grado de la situación de salud de Barco.

Regresé a Chile en pleno cambio de gobierno. El canciller pinochetista, que había leído el artículo del Miami Herald, me recibió muy mal y yo tenía por protocolo que sentarme a su lado. Me dijo:

— Usted es una comunista, ¿qué viene a ser aquí?

— Ni soy comunista ni usted tiene por qué tratarme así. Soy funcionaria de Naciones Unidas y merezco todo el respeto.

Me tocó una época magnífica, la de transición de poder en el 88. Fueron dos años en Santiago, pero muy difíciles en medio de cuarenta hombres machistas, inmersa en una sociedad retrógrada que no toleró mis minifaldas.

Llegué por un mes a un hotel del que terminé hastiada del menú diario. Luego Víctor Tokman me arrendó su casa, pero en esos momentos la calefacción en pleno invierno era un lujo escaso.

En mis investigaciones en PREALC descubrí que Colombia no había perdido la década como sí le ocurrió al resto de países de la región, conocida como La Década Perdida. Mirando las cifras quise hacer una misión para el país. Hablé con Alejandro Foxley, quien después sería ministro de Hacienda y le dije: “Quiero, Alejandro, que seas el jefe de la Misión”.

Viajé al país, hablé con Juan Martín Caicedo, ministro de Trabajo:

— Juan Martín, tengo cien mil dólares para hacer una Misión sobre los resultados de Colombia en esta década que, si bien bajó en cifras, no la perdió.

Pero no le interesó. Entonces fui a hablar con el ministro de Hacienda, Luis Fernando Carlos Alarcón, quien me apoyó. Llamé a Barco que inmediatamente me recibió, le hablé del tema y me respaldó.

De esa misión resultaron dos libros publicados y de ella hicieron parte también los chilenos y varios colombianos entre ellos Roberto Junguito: La Deuda Social en Colombia.

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INSTITUTO DE LOS SEGUROS SOCIALES — ISS

Me encontré en Chile con otro ángel de la guarda, porque eso son mis amigas, con quienes he escrito libros sobre género. Hablaba con Molly Pollack en Prealc cuando me llamó Rudy Hommes: “Cecilia, el presidente Gaviria quiere que dirijas el Seguro Social”. Pues creían que como yo estaba en Chile, era neoliberal, pero se equivocaron completamente.

Estaba organizando en Chile un seminario internacional con todos los ministros de Trabajo de América Latina. Entonces durante dos meses estuve viajando entre Santiago y Bogotá dejando un cargo y preparándome para el ISS antes de asumir esta última responsabilidad. Fue un tiempo muy difícil con los sindicatos, que después me adoraron cuando me opuse a la Ley 100, razón de mi renuncia.

Logramos detectar focos de corrupción donde para mí era evidente que había una llave del sector privado, que suministraba insumos, y funcionarios, pues los primeros se quedaban con licitaciones gigantescas. Para alcanzar estos logros conté con un equipo de profesionales excelentes.

Cuando llegó la propuesta de la reforma tuve un enfrentamiento muy duro con algunos de los ministros que terminó con mi renuncia. Discutí mucho con Juan Luis Londoño, quien en medio del debate me mandó un libro de microeconomía. Renunciamos veinte personas, todo el equipo directivo a nivel nacional y regional.

Tuve la capacidad de pelear con el ministro, pero no con el presidente Gaviria. Gabriel Silva, que trabajaba en Presidencia, me asignó siete mil dólares para que escribiéramos el libro sobre la crítica a la reforma. Monté una de las tantas ONG de investigación, la llamamos Consenso e hicimos el libro, Análisis de las Alternativas para Una Reforma Pensional, libro que Álvaro Uribe, cuando era una persona distinta, usó como elemento fundamental para el debate de la Ley. Es más, escribió el prólogo de ese libro y me echó flores.

CAMPAÑA A LA PRESIDENCIA DE ERNESTO SAMPER PIZANO

Ernesto Samper me llamó para que hiciera parte del equipo técnico de su campaña junto a Guillermo Perry Luis Bernardo Flórez, Antonio Hernández Gamarra. Allí me encontré con Martha Lucía Ramírez que era samperista en ese momento siendo muy amiga de Pastrana; luego salió del grupo. También hizo parte Carlos Holmes Trujillo, aunque poco aportó, nunca estaba.

La responsabilidad fue enorme y se hizo más difícil porque Fernando Botero se “adueñó” de Samper, además, contaba con todos los recursos técnicos: computador, beeper. La parte técnica quedó reducida a una oficina a pocas cuadras de la principal en la calle 72, lo que nos libró de ser investigados, pues nunca tuvimos nada qué ver con el proceso. Recuerdo que me tocó compartir baño con todo el equipo que eran hombres y yo la única mujer.

MINISTERIO DEL MEDIO AMBIENTE

Cuando finalmente ganó Samper, primero me ofrecieron el Ministerio de Educación que acepté al parecerme muy interesante, pero el día antes de la posesión del presidente, recibí la llamada de Horacio Serpa para decirme que no era posible que asumiera el cargo porque Arturo Sarabia sería el nuevo ministro y que solo quedaba Medio Ambiente. Le dije que era un tema que yo desconocía, me dijo que no importaba porque si no aceptaba ese cargo no tenía nada que ofrecerme pese a haber trabajado en la campaña.

Fui la segunda ministra en asumir esa cartera y públicamente acepté mi desconocimiento de estos temas, lo que casi infarta a Ernesto Samper. Llamé a Naciones Unidas para pedir un equipo de gente que me apoyara, hablé con Manuel Rodríguez, invité a trabajar a Margarita Marino de Botero y a todo un grupo de ambientalistas, nombré viceministro a Ernesto Guhl Nannetti. En un mes ya habíamos montado todo un programa.

Cuando recibí este cargo éramos diecisiete personas y, muy callada trabajando en la oficina del Edificio de Avianca, abrí un concurso de méritos del que nadie se enteró para montar un equipo de primer nivel. Nos llenamos de gente joven que hablaba varios idiomas, que conocía el tema. Montamos un equipo de primera, desafortunadamente muchos se fueron, pero llegaron a organismos internacionales como el Banco Mundial.

Así planteamos la política ambiental que jamás se ha puesto en práctica pues el Ministerio nunca ha contado con recursos, después Uribe acabó con él, Santos lo revivió, pero sigue siendo muy débil institucionalmente lo cual es hoy más que nunca una lástima.

MINISTERIO DE AGRICULTURA

Me fue muy bien, estuve dentro de los mejores ministros, pero me pasaron al Ministerio de Agricultura del que había sido viceministra. Pero al año me enfrenté con todos los políticos de la Costa que estaban saqueando el Ministerio en la época del debate de Samper.

Samper me decía que le resultaba insoportable cuando lo llamaba a decirle: Se están robando la Caja Agraria, el IMAT, estos y otros institutos. Y era verdad. Pero los políticos pidieron mi cabeza obligándome a hacer una reunión con ellos a quienes cité al Club El Nogal.

Cuando estaban todos reunidos les dije: A usted yo le di tal cosa, a usted tal otra y ahora no me responden. Empezaron a discutir: “¡Cómo así, si tú me dijiste que ella nunca te había dado nada!” De ahí salió José Name Terán diciendo: A esta niña no la perdamos.

No sé en qué pararon esas investigaciones, lo único que sé es que faltaba transparencia que me era evidente cuando presidía estas juntas directivas. Pero es igual a lo que aún hoy sigue pasando, que le entregan los contratos a los parlamentarios y esto en el momento de la defensa de Samper. Seguramente allí hubo muchas transacciones con intereses reales. Solo sé que mientras estuve al frente de la cartera, traté de frenar las irregularidades, aunque hoy a las instituciones se las siguen robando, esto no ha parado.

Muchas de las grandes fortunas de la gente se deben a contratos con el Estado y es común en todo Latinoamérica donde nadie se vuelve multimillonario fácilmente si no tiene una puerta muy clara para acceder a estos recursos.

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DEPARTAMENTO NACIONAL DE PLANEACIÓN

Samper me ofreció hacerle la campaña a Serpa o la Dirección de Planeación Nacional. Hablé con Serpa y le dije que ahí no tenía nada qué hacer. Salí diciendo que me iba para el súper Ministerio, para no quedar como que me habían tumbado. Y así pasé el último año de gobierno.

Soy de las que creyó siempre en Samper mientras que otros lo empezaron a abandonar: se fueron Guillermo Perry, María Emma Mejía de quien nadie recuerda que hizo parte del Gobierno, Néstor Humberto Martínez con quien tuve una pelea muy fuerte cuando era ministro de Justicia. En una foto famosa que publicó a Semana él me entregaba unas esposas y yo a él un sapo, pero no dejé que convirtiera a Gorgona en una cárcel.

Lo pensé muchísimo, fue muy duro el último año, estábamos en una crisis violenta, pero sentí que tenía una obligación con el país y por lo tanto me quedé hasta el final. Fue la época en que aumentó el gasto social y yo le decía a Samper: “Más que un Salto Social, es un gasto social en infraestructura”. Se crearon programas sociales que aún hoy permanecen.

Quise ser ministra de Hacienda y cuando José Antonio se fue para la CEPAL pensé que tendría ese chance, pero no fue así, recibió el cargo Antonio Urdinola con el argumento de mantener Hacienda para el Valle.

Orlando Cabrales, Urdinola y yo, le quitamos las electrificadoras a la clase política de la Costa, un golpe que me costó cuando Name me demandó. Estas electrificadoras en manos de estos políticos se encontraban a punto de crear una crisis en el sistema energético nacional porque estaban en sus manos, y no pagaban al sistema central. Las privatizamos, las vendimos a unos venezolanos y luego terminaron en manos de españoles que, desafortunadamente, también fueron caóticos con Electricaribe.

El único que nos ha reconocido esta labor es el Chiqui Valenzuela, ministro de minas de Pastrana.

Salí frustrada, con la sensación de que no se valoraba ese trabajo. En el último consejo de ministros dije: “¡Aquí se valora es a los malos!” Por supuesto, esto tuvo un costo político para Serpa, porque a cinco políticos de la Costa les quitamos la vaca que ordeñaban mes a mes.

BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO – BID

Por fortuna, Enrique Iglesias, a quien le ayudé a hacer la Asamblea del BID en Cartagena con malabares como viajar en una avioneta desde Bogotá hasta Washington, me ofreció un contrato.

Por dos años fui consultora del BID, atendí un tema del Banco Mundial, hasta el momento en que mi hija terminó su trabajo en Canadá y decidí que era hora de volver a Colombia.

AGENDA COLOMBIA

Creé la Fundación Agenda Colombia con una donación que me hizo el gobierno sueco y traje a Joseph Stiglitz cuando en el país no había presencia de líderes mundiales. Hice una conferencia a la que invité precisamente a Stiglitz, a Dani Rodrik y a toda una nómina de lujo con asistencia de más de mil personas.

Durante cuatro años traje a líderes mundiales como la directora del UNFA, muchos otros. Escribimos ocho libros basados en estas charlas. El presidente Santos estaba sentado en primera línea, aunque más adelante tuvimos una diferencia por los falsos positivos.

CANDIDATURA PRESIDENCIAL

En el 2006 comencé a pensar que sí quería ser candidata presidencial por el Partido Liberal y a explorar esa posibilidad. Cuando fui a la sede Vargas Lleras me dijo: “Cómo así que se quiere meter, lo que usted quiere es chuparle rueda a Horacio Serpa”. Esa vez no tuve chance.

Hubo una segunda oportunidad cuando César Gaviria, quien había sido mi compañero de pupitre, me hizo saber que tendría alguna opción. Así comencé mi primera campaña para ser precandidata cuando también lo eran Horacio Serpa, Rafael Pardo y otros.

Cuando competía fuerte, en diciembre me llamó Gaviria a decirme que quería que encabezara la lista al Senado. Le dije: “Yo nunca he querido ser senadora, pero sí la candidata del partido”. A lo que me contestó: “No tienes chance”.

SENADO DE LA REPÚBLICA

Mi hija me dijo: “Te están sacando, mamá”. Y era cierto. Quien me hizo el lanzamiento de campaña al Senado fue Augusto Ramírez Ocampo, el conservador más liberal que he conocido, gran amigo. Casi no salgo, porque el tema no es fácil, por el contrario, es muy difícil.

Debí entrar a la Comisión Económica, pero no me dejaron, me ubicaron en la segunda que a nadie interesaba, la Internacional, donde cayó el debate de los falsos positivos. Me volví la mejor senadora y recibí un reconocimiento de RCN.

Mi fuerte no era tanto la comisión como la plenaria, igual di debates. A María Consuelo Araújo le dije que ella era jefe de relaciones públicas y no canciller, le recriminé el que hubiera bailado con Nicolás Maduro. A Fernando Araújo también le pregunté por sus calificaciones para serlo. A Nancy Patricia Gutiérrez, consejera de Derechos Humanos, asistió a la Comisión Segunda de la cual era parte porque llego a la presidencia del Senado. Traté de sacar la que aún creo que era la Ley más importante que ha podido pasar por el Senado, llamada Ley de Transformación Social que escribió Rodrigo Uprimny apoyado por el BID. La Ley obligaba al ejecutivo a hacer realidad los derechos e incluía el tema de economía y cuidado, pero la tumbó Oscar Iván Zuluaga como ministro de Hacienda cuando la empecé a discutir.

En ella se hablaba de la economía del cuidado y de la necesidad de reconocerla, y la viceministra interpretó que se trataba de pagarle un sueldo a las mujeres que estaban en la casa y que eso valía muchísima plata. Sobre la primera Ley que propuse nadie más la planteó después cuando trabajamos meses en ella.

Cuando la tumbaron en el Senado, una amiga, Diana MIiloslavich del centro Flora Tristán, del Centro de equidad de género del Perú, me visitó y me dijo: “Cecilia, ya que te tumbaron la Ley, por qué no sacas la del Cuidado”.

La Ley del Cuidado es un mandato al DANE para que mida el uso del tiempo entre hombres y mujeres, y cuánto vale el aporte que hacen las mujeres en lo que se llama el cuidado no remunerado.

El primer país que hizo esa medición en América Latina fue México y le dio el 20% del PIB. Me animé a hacerlo en Colombia. La sacamos del Senado y el último día que yo tenía en el Congreso faltaba un voto para que la aprobara la Cámara, ese voto era de Simón Gaviria que no la quiso aprobar. Pero sí la apoyó Gloria Inés Ramírez, las dos firmamos la ponencia.

En la plenaria se hicieron debates como el del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, el de Agro Ingreso Seguro, el de Zonas Francas, el de Carimagua que fue violento y que publiqué en julio de 2008 como “Un modelo desplazador”.

Carimagua había sido un centro de investigación que le iban a entregar a un privado para que lo desarrollara gratis y se trataba de una amplísima extensión de tierra. Esto lo tumbé después de un gran debate.

Con el de Zonas Francas tuve que, en medio del debate, llamar para que me hicieran llegar las declaraciones de renta de mis hijos, pues me alcanzaron a advertir que Uribe me confrontaría. Abrí mostrando mis declaraciones y pidiéndole al presidente que mostrara las de sus hijos, lo que jamás hizo.

Me sentí lista para volver a la contienda. Visité a Gaviria en 2010 y le dije: “Ahora sí, creo que he hecho méritos suficientes para volver a la competencia”. Me contestó: “No te metas que el candidato del Partido es Rafael Pardo”.

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CAMPAÑA

Viajé a los Estados Unidos y escribí el libro La hora de los derechos que lanzó Augusto Ramírez y comencé mi campaña. Iba muy bien, tanto que Gaviria consideró que sería una amenaza para Pardo y, veinte días antes, les permitió la entrada a cuatro precandidatos más, entre ellos a Iván Marulanda y Alfonso López Caballero. Quedé de cuarta con ochenta y cinco mil votos en una campaña que hice sin recursos, pues me gasté lo que me prestó un banco.

Rafael Pardo me dijo: “Ni insistas ni vuelvas al Senado ni encabeces listas de nada”. Hablé con mi hija que me dijo: “Tienes cinco minutos para renunciar al Partido”. Así lo hice. Salí muy frustrada, me dio muy duro el que me trataran tan mal.

CISOE

Visité a Enrique Iglesias en Madrid, para que me ayudara a crear el CiSoe, Centro de Pensamiento Latinoamericano y le pedí que me apoyara en conseguir un millón de dólares, que todavía estoy buscando.

Le pedí recursos a la CAF que me permitieron iniciar. En noviembre de 2010 me dijo mi hija: “Mamá, el presidente no ha ratificado la Ley de la Economía del Cuidado”. Porque las mujeres en el Congreso se dedicaron a sacar la Ley adelante. Llamé inmediatamente a la jefe Jurídica de Palacio que me reconoció, por fortuna, y me dijo: “Mire, doctora Cecilia, precisamente aquí está la Ley, ya se la van a pasar al presidente Santos, pero la van a vetar porque el DANE le rechazó por costosa”.

Es cierto que cada encuesta vale cuatro o cinco mil millones de pesos, pero ningún otro sector aporta el 20% al PIB de la nación. Le pedí que le dijera al presidente que: “Si él quiere me voy ya y le explico de qué se trata, pero si no le pongo cien mil mujeres en la Plaza de Bolívar a protestar”.

Salí corriendo, me encontré con Hernando José Gómez en Planeación que me dijo: “Mira, lo tenemos en el Plan de Desarrollo”. Afortunadamente en ese momento el director de Planeación iba de salida e iba a entrar Jorge Bustamante, a quien llamé a decirle: “Apóyame, porque si bien es costosa, si perdemos la Ley, también la oportunidad de que Colombia sepa el aporte de la mujer. Esto tiene unas connotaciones gigantescas”. Me dijo: “Yo me encargo”.

El presidente la firmó a las nueve menos diez. A partir de esto, entre todas las investigaciones que he hecho, porque he hecho muchas, me metí en lo que es el CISOE. En el 2015 saqué el modelo conceptual y con la pandemia se volvió mi gran tema pues esta es una actividad que debe salir del hogar para que la mujer pueda nivelarse con los hombres, se le debe quitar esta carga.

Cree el patronato del CiSoe Conté con Stiglitz, el expresidente Lagos, Beatriz Paredes de México y Enrique Iglesias del BID, pero nunca he tenido recursos suficientes para viajar y estar pendiente de ellos. Lo que sí, es que estamos en un momento de consolidación de este tema.

Ya son diecisiete los países que han incluido esta medición como Ley, también apoyé la de Perú, aunque ni en Costa Rica ni en Argentina me prestaron atención. El aporte al PIB de cada nación ronda alrededor de la misma cifra cuando la agricultura aporta el 6%, la industria el 11%, el sector financiero el 18%.

Pero el tema no es pagar, sino acabar con la idea de que la mujer es cuidadora. El cuidado debe asumirlo el Estado y el mercado, y para ello se requieren guarderías públicas, programas para ancianos, servicio de enfermería, para que la mujer pueda entrar al mercado laboral y tener autonomía económica.

Publiqué el libro Bases para el nuevo modelo de desarrollo con igualdad de género, sobre este modelo conceptual que explica en detalle, escrito con dos economistas muy reconocidas de América Latina, también participó José Antonio Ocampo.

Mi obsesión es cambiar el discurso de las mujeres y la pandemia me ayudó a sustentar mi punto pues destrozó todo lo logrado. Cuánto llevamos diciendo que la mujer tiene que ocupar posiciones importantes en el mercado laboral, con la pandemia fue la mujer la que se retiró para atender el hogar. Y cuánto llevamos diciendo que el cuidado debe asumirlo alguien distinto. Hoy la tasa de participación en el mercado laboral de la mujer, que era más del 50%, es igual a la que teníamos a finales del siglo XX.

A las feministas les pido que por favor no confundan el sentimiento con la actividad: no se tiende la cama porque se quiera al marido, darle la comida al hijo no es una muestra de amor. Cualquiera puede tender una cama y cualquiera puede darle de comer al hijo, lo que no se puede es reemplazar el amor que se está sacrificando porque la mujer no tiene tiempo para nada ni para ella.

En el cuidado no remunerado se vive todo aquello que pueden hacer terceros, se excluye dormir, aseo personal y ocio. Las encuestas miden cuánto tiempo se toma hacer oficio y cuidar.

Este es un fenómeno mundial, una revolución, y es lo que me he propuesto demostrarles a los economistas. Porque la subestimación del cuidado no remunerado viene desde Adam Smith quien dijo que este era una actividad de amor, de sentimiento, discurso que repiten las feministas y que abrazan los economistas.

Antes de la Revolución Industrial, todo se hacía en el hogar, se cuidaba y se trabajaba en la casa por parte de hombres y mujeres, pero el cuidado era mínimo porque los niños se morían muy rápido y los que sobrevivían salían a trabajar muy pronto, también porque las leyes de higiene eran mínimas. La R. I. sacó el trabajo del hogar y lo llevó a la fábrica dejando a la mujer en la casa para no descuidar a la familia, porque se generó ese conflicto. El estigma es el del hombre proveedor y la mujer cuidadora.

Garry Baker, Premio Nobel de Economía el primero en reconocer que lo que hace la mujer en la casa es trabajo. Y no solo es trabajo, sino que es productivo. En los países desarrollados el cuidado lo ejercen los inmigrantes.

Publicamos con FESCOL el libro La economía del cuidado un nuevo sector productivo, dentro de un proceso de transformación. José Antonio Ocampo cuando lo vio, lo entendió y dijo: “Lo que Cecilia está proponiendo es sacar la economía del hogar”. Algo que le están proponiendo al presidente Biden, pero limitado al cuidado de los niños.

También hicimos un libro sobre reforma pensional con el Banco de la República en el 2019.

CANDIDATURA PRESIDENCIAL

La candidatura la veo muy difícil porque no me voy a meter en la Coalición de la Esperanza ni en otro grupo. Se tendría que dar algo distinto. Hacer una campaña requiere respaldo y recursos, un mínimo acuerdo de un grupo de personas.

No me niego esta posibilidad, pero sí tengo la suficiente experiencia como para no saber que, a menos que haya algo sólido de un grupo grande de gente, no se llega. Sé que tengo buena aceptación entre los jóvenes que me han pedido que me lance. Quizás con un consenso se piensa.

GOBIERNO ACTUAL

El paro superó cualquier dimensión porque el Gobierno no tiene control de nada, pero el paro abrió la posibilidad de la conmoción social que es la llamada a cambiar al país. Los jóvenes de hoy son otra cosa, ya Colombia no es la misma, como escribí en un artículo reciente.

La juventud actual se politizó, va a salir a votar, lo que tiene muy nerviosa a toda la política tradicional que no ha creído en ellos. Los jóvenes no creen ni en el presidente ni en el Congreso ni en los partidos.

Esto es consecuencia de no haber respetado los Acuerdos del Proceso de Paz, se llenaron los territorios que abandonó las FARC de gente perversa, tampoco se hizo acuerdo con el ELN.

Lo de Cúcuta tenía una intencionalidad porque fue con gente de adentro. ¿A quién le interesa que esto ocurra? Es claro, a Uribe, y callan a todos quienes quieren hablar de política como si fuera su privilegio.

Creo que hemos llegado a un momento complejo en el que se juntaron demasiadas crisis que coinciden con el peor gobierno que hemos tenido en mucho tiempo y después de muchos malos. Existe una falta de gobernabilidad absoluta de Duque y quien maneja el país es un ciudadano que no tiene compromiso de nada porque no ha jurado ser leal a la Constitución pues ya no es ni senador, pero sí quien manda.

Vivimos un momento muy difícil, es impredecible lo que pueda pasar. Veo muy desesperado al Centro Democrático que hace cosas absurdas como estar en contra del mismo gobierno.

No votan el proyecto de Matrícula Cero que tampoco beneficia a nadie, es una colombina. Presentan su propia reforma tributaria que compite con la del Gobierno y este último es el único autorizado para hacerlo poniendo a correr al ministro.

Nunca se pudo cuestionar el modelo económico en el país, pero la realidad es que el 72% de la población no tiene cómo llevar una vida digna, el 42% está por debajo de la línea de pobreza, 30% de vulnerables apenas si están por encima de ella.

El impacto del COVID en Colombia ha sido de los mayores en el mundo y el peor manejado, lo que muestra que nos equivocamos hace mucho rato.

Corrupción es nombrar ineptos, abuso de poder es nombrar funcionarios ineptos. Un presidente es responsable por lo que pasa en su período, por acción o por omisión.

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FAMILIA

Mis grandes amores son mi familia y mi país, muero por ellos. Tengo dos nietos que se van a estudiar la universidad a los Estados Unidos y otro que ya está trabajando con el gobierno americano. Mis hijos están en la mitad de la vida productiva, son mi razón de ser. Mi hermana es la única que me queda de mi familia materna.

Vivo muy orgullosa de mis hijos. María Claudia ha estado al lado mío de una manera muy importante, es mi jefe, la única que realmente me manda, manejó mi tema político, ha sido el alma del CISOE, es una editora de altas calidades y es investigadora, estamos produciendo juntas, publicado también en inglés, editamos el libro del Banco de la República y sacamos la encuesta.

Mi yerno, Kyle Holstine es un gringo muy especial que todos queremos mucho, que ama a esta familia y a este país, además de tener gran un reconocimiento en el sector donde se desempeña por su trabajo para su país.

Mi nieto, Nicolás, es muy sensible, dulce, trabajador, inteligente, hemos hecho investigaciones en triángulo con su mamá, apoyamos su tesis de máster en Georgetown University laureada sobre el conflicto colombiano.

Admiro profundamente a Carlos, es un ser humano con un gran concepto de familia, alguien tremendamente competente, un financiero reconocido en América Latina como de los mejores, muy dedicado a su trabajo y alguien a quien consulto de manera permanente, es la fuente que me ayuda a aclarar dudas, es un apoyo poderoso para mí. Maneja un equilibrio entre la intensidad de su vida profesional y una responsabilidad con su familia muy grande.

María Isabel Lacouture, mi nuera, es samaria, psicóloga que ha hecho de su profesión la fuente de armonía de su familia. Sus padres tienen una empresa de exportación de flores de la que participa. Conmigo es alguien muy dulce, me significa apoyo.

Joaquín es mellizo, alguien muy dulce, muy poco consciente de lo buen mozo que es, generoso, sensible a temas de pobreza y desigualdad. Emilia tiene muchas cosas en las que me veo, porque es disciplinada, juiciosa, comprometida, de retos, es la dura y tan linda como su mamá.

Amo muy tiernamente a mi nuera, a mi yerno y a mis nietos que son muy dulces conmigo y que me dicen Tata. Fui abuela muy joven, a mis cuarenta y seis años, son la mayor gratificación que uno tiene.

Todos son mis pilares, mis hijos son mi vida, pero no entiendo cómo uno no puede tener hijos porque se priva de tener nietos. No soy la abuela que teje, y me encantaría saber hacerlo, pero soy a la que llaman a preguntarle cosas.

REFLEXIONES

Cuando hacemos este recorrido por tu vida, ¿qué reflexiones haces?

En estos días hablaba con algún miembro de mi familia y le decía que tengo una regla personal: Primero, no me gusta el pasado, me cuesta mucho, prefiero mirar al futuro, lo que evita que tenga resentimientos, soy mala para acumular este tipo de cosas. La otra, es que pueda decir que lo intenté en la vida, me queda esa satisfacción.

Un ejemplo es que hubiera querido rehacer mi vida en un segundo matrimonio, pero desde el punto de vista afectivo no he tenido problemas en sentirme sola porque hice lo posible pese a que me separé muy joven, a mis treinta y tres años. Como hice todo lo posible por ser candidata presidencial. Por eso no cierro puertas, pero con la experiencia de quien sabe que nada es tan fácil.

No vivo del pasado, me parece muy sano emocionalmente. Tengo también la satisfacción de que las cosas que no se consiguieron y que fueron un objetivo, por lo menos hice lo posible, así no queda frustración.

Doy gracias a la vida de todo lo positivo que me ha dado, soy agradecida. Mi mamá tenía razón cuando me decía que yo tengo mucha suerte.

Estar en este momento de la vida produciendo, recibiendo el afecto de mi familia, rodeada de gente querida, con la posibilidad de tener metas por cumplir, de hacer lo que me gusta en mi centro de pensamiento, es una gran satisfacción.

No soy de misas, pero rezo en las noches y doy gracias a Dios por la salud de mi familia, porque todos están bien y han podido realizarse en sus cosas.

¿Cómo quieres impactar al mundo?

Quiero consolidar mi proyecto conceptual y hacer un aporte de gran trascendencia. Quiero ayudar a que el país encuentre un norte.

¿Qué es el tiempo en tu vida?

Algo que tengo que usar. Yo no entiendo el ocio, no sé qué hacer con él, no lo manejo. Lo máximo es ver una película interesante o leer un libro diferente a temas relacionados con mi trabajo. En estos días pensaba que podía volver al piano, pero compite con los artículos y la investigación y gana esta última.

¿A qué le temes?

Que le pase algo a mi familia, prefiero ni pensarlo. Pido a Dios que la proteja. Pero no vivo mucho con miedo, solo los transitorios como los de la inseguridad de la ciudad, así que tomo las medidas del caso.

¿Qué te gusta dejar en las personas que se acercan a ti?

Dejar la sensación de que las valoro. Me parece terrible este desprecio que ciertos sectores de la sociedad en el mundo pueden tener en quienes tienen menos recursos, menos experiencia, menos posibilidades. A mí me gusta que la gente se sienta cómoda, valorada, porque espero lo mismo.

¿Cuáles son esas virtudes que más valoras en los otros?

La transparencia de la gente, que uno pueda leer al otro, de lo contrario me freno. Que sienta que se es sincero. Para cierto tipo de relaciones la lealtad, porque la traición es un sentimiento muy duro. No siempre se tiene la capacidad de leer a la gente, me equivocado muchas veces, pero con los años se vuelve uno más cauteloso y, si no se puede leer a la gente, no se profundiza mucho en esa relación.

¿Qué hay en tus silencios?

Artículos, proyectos, argumentos…

¿Cómo te gustaría ser recordada?

Depende. En mi familia como alguien que ofreció afecto y que brindó apoyo. Para el país, que crean que algo hice, así no haya sido mucho.

¿Cuál debería ser tu epitafio?

Por aquí pasó una intensa. Eso mejor se lo dejo a los otros.

Por Isabel López Giraldo

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