Alejandro Sánchez: “Un escritor siempre está intentando reinventar lo literario”
“Canasta familiar” (Escarabajo editorial) es el libro de cuentos de este autor manizaleño. Lo cotidiano y una exploración de este núcleo social son la base de sus historias.
Andrés Osorio Guillott
Somos lo que somos por la cultura en la que nacemos, al menos esa es una de las razones que pueden explicar nuestra esencia. Por la fuerza de la religión y la política, de un ala conservadora que nos fue convenciendo de que la base de toda sociedad y Estado es la familia. Los domingos de congregación, las navidades con las casas repletas de personas, los días del padre, la madre y el niño, entre otras costumbres, van reafirmando en distintas épocas del año ese culto a lo familiar.
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Somos lo que somos por la cultura en la que nacemos, al menos esa es una de las razones que pueden explicar nuestra esencia. Por la fuerza de la religión y la política, de un ala conservadora que nos fue convenciendo de que la base de toda sociedad y Estado es la familia. Los domingos de congregación, las navidades con las casas repletas de personas, los días del padre, la madre y el niño, entre otras costumbres, van reafirmando en distintas épocas del año ese culto a lo familiar.
Alejandro Sánchez, sociólogo y magíster en Literatura y Cultura del Instituto Caro y Cuervo, escribió sobre la familia, pero lo hizo desde la ficción, con varios cuentos que son a su vez múltiples voces de un mismo universo que dan cuenta, como él dijo en una entrevista para este diario, que “lo que heredamos es la herida” y que “eso es lo que une y desune por igual a esta serie de personajes con heridas que no cicatrizan, pero que ellos vuelven sobre ellas para hurgar en esos dolores”.
Quizás ahí cabría un análisis psicológico, pues desde la mirada transgeneracional podría hallarse el sentido de lo dicho por Sánchez, que vino a Bogotá hace años a estudiar, ser promotor de lectura y reafirmar que su oficio sería la escritura. “Yo soy una persona de provincia. Yo me gradué de Sociología, llegué a la capital y dije, no sé qué es hacer sociología. No tengo ni idea. Me pusieron a leer un montón de libros que en la realidad como que se iban descascarando y se iban cayendo. Porque finalmente, y por eso me gusta mucho una columna que hizo Héctor Abad hace unas semanas, y él decía: “Los argumentos nunca han convencido a nadie”. Y eso lo intenta hacer la literatura. Cuando yo encontré que eso pasaba, dije: hay que escribir. Y ese es mi gesto político. Escribir es la manera en la que logro actuar políticamente”.
Canasta familiar, el libro de esta reseña, está compuesto por varios cuentos, por actos cotidianos y personajes que van apareciendo en las historias, pues Sánchez, que aclara que no quería ser pretencioso, reconoce que quería configurar “su propio Macondo”. Con imágenes que nos hacen pensar que también pueden ser nuestras familias, el autor logra en este libro plasmar nuestras costumbres, pero también los problemas que padecemos todos sin excepción: los secretos familiares, lo que no se debe saber; la violencia doméstica, también la de la guerra, el machismo, la desigualdad social, entre otros males que, por ser estructurales, tienden a repetirse se resisten a desaparecer.
“A mí me interesa mucho ver cómo son los actos cotidianos, los que empiezan a resquebrajar esa misma realidad que estamos viviendo”, afirmó Sánchez, quien también señaló que “el título tiene una doble intención. La primera, naturalmente, agrupar los relatos en algo hogareño, como un canasto, pero también tiene una intención política. Yo entiendo la literatura también como una necesidad básica. A mí me encantaría que una persona llegara a fin de mes y después de, por supuesto, comprar el mercado, pagar las cuentas, dijera: ‘Bueno, quiero comprar un libro’. Entonces también está esa intención de invitar a la gente a conseguir el libro como parte de la canasta familiar”.
“El primer cuento de este libro es una puerta de entrada a todo lo que viene, porque finalmente esto es una familia rota, como puede serlo cualquiera, cualquier otra familia, contada a través de retazos”, dijo Sánchez sobre “Las arepas de la abuela”, el cuento que da inicio a ese mundo, que muestra cómo una abuela, por medio de las arepas y sus tamaños, va contando lo que en palabras nunca ha dicho. “Mi abuela es una mujer callada. Ella hace contrapensar en su familia. Y también viene ese retrato generacional que me permite a mí empezar a dibujar las cosas, los actos, entre comillas, los lugares comunes. Es el retrato de una mujer resignada, de una mujer que solo puede hablar a través de su pensamiento”.
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Sabemos ya que toda ficción encuentra su fundamento en la realidad, y en medio de los retratos cotidianos y familiares que hace Sánchez hay también un espacio para dejar escapar un rasgo autobiográfico, y en este caso es una pasión del pasado: el fútbol. “El fútbol es un espejo de la sociedad, y eso me permitió a mí pensar cómo cada personaje podía ligar su vida a algo tan trascendental. Para mí las pasiones son trascendentales”, narró el autor que, años atrás, no renunciaba al plan de los domingos de ir a ver a Once Caldas, equipo en el que jugó en las reservas y donde su hermano jugó para casi ser futbolista profesional.
En la narrativa de Sánchez hay un espacio para la maternidad, para reflexionar sobre este rol en una familia y sus pliegues más allá de este núcleo social. “A mí me encanta leer mujeres y las lecturas que he encontrado en el camino me han llevado a ese tema, y este cuento (‘Alguien escribe cuando todo se apaga’) en particular me gusta mucho porque siento que lo escriben en conjunto. O sea, yo naturalmente nunca puedo escribir en conjunto. Yo podría tener la oportunidad de ser madre. Pero entonces yo le dije a mi mamá, madre, cuéntame la historia de cuando me tuviste a mí y a mi hermano. Entonces siento que es como un tejido de palabras que logré, a través de sus historias, tratar de encauzarlo para que me funcionara”.
Sánchez cree que cuando un escritor decide, valga la redundancia, escribir, “siempre está intentando reinventar lo literario”, y su libro da muestra de esta convicción, pues en él buscó desde su imaginación construir un mundo basado en una cotidianidad que podría ser la de cualquiera de nosotros, logrando así varios relatos de lo que somos y agregando una nueva voz a esa literatura latinoamericana que en los últimos años parece que se ha ocupado de partir de las vidas privadas y de lo que sucede de puertas para adentro en un hogar sin que eso, por más íntimo que sea, deje de mostrar o explicar por qué somos lo que somos.
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