“Salvator Mundi”, la saga sin fin
La obra, atribuida a Leonardo da Vinci, sigue causando fascinación, cuatro años después de su venta, por el misterio que la encubre.
Andrea Jaramillo Caro
Cuando cayó el martillo sobre el podio de la casa de subastas Christie’s, en Nueva York, el 15 de noviembre de 2017, el mundo observó con asombro cómo una imagen de Cristo se coronaba como la obra de arte más cara que se haya vendido. Por US$450 millones el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman adquirió el cuadro atribuido al genio florentino.
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Cuando cayó el martillo sobre el podio de la casa de subastas Christie’s, en Nueva York, el 15 de noviembre de 2017, el mundo observó con asombro cómo una imagen de Cristo se coronaba como la obra de arte más cara que se haya vendido. Por US$450 millones el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman adquirió el cuadro atribuido al genio florentino.
El cuadro tiene una historia tumultuosa que, durante más de una década, ha generado discordia en el mundo del arte entre quienes afirman que la mano de Leonardo dio los brochazos que componen la imagen y los que afirman que fue obra de alguien más. Artículos, videos, pódcasts y, más recientemente, dos documentales han sido realizados alrededor de este tema.
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Sin embargo, leer, ver y escuchar todo el material que se ha producido al respecto es una tarea monumental que el periodista y crítico de arte británico Ben Lewis aceptó. “El último Leonardo: las vidas secretas del cuadro más caro del mundo” fue el producto de una investigación de un año, en la que entrevistó a los personajes que componen la historia y reunió una larga lista bibliográfica que usó para relatar el cuento inconcluso que tenía para su publicación en 2019.
Las controversias han pululado. Desde afirmaciones que sugieren que el original está en otro lugar hasta los rumores que se preguntan por el paradero final de la imagen: cada tanto sale una nueva historia. En su libro, Lewis explora la proveniencia de la obra, su paso por distintos dueños, la subasta en 2005 y todo el camino antes de que terminara en Christie’s en 2017 y ahora en un lugar desconocido.
“Uno podría contar la historia completa del mercado del arte a través de esta única pintura y también dar una visión de todo lo que está mal con el mercado del arte hoy”, afirma Lewis. Para el escritor es algo muy inusual que una pintura sobreviva 500 años a tantos tropiezos. “Es como la película El renacido, con Leonardo DiCaprio, ¿cómo sobrevivió a tantos giros y golpes? Es extraordinario”.
Para empezar, se debe hacer la pregunta necesaria: ¿es o no una obra de Da Vinci? La respuesta está en las voces del pasado, algunas perdidas para siempre. Lewis traza la probable proveniencia de la obra hasta la corte del rey inglés Carlos I. Según cuenta el autor, la obra llegó primero a manos de la reina Enriqueta María con otros cuadros, pero por el amor de su esposo hacia las artes estaba convencida de que “el rey se los robaría”. Fue un regalo del cardenal Antonio Barberini que lo envió a través del emisario papal Gregorio Panzani para apelar a los monarcas ingleses y que regresaran al catolicismo o ralentizaran su persecución en el territorio. “Entonces, Carlos y Jones dieron comienzo a un juego. Carlos retiró las etiquetas con los nombres de los autores que Panzani había puesto en cada cuadro, y Jones intentó identificar a sus creadores basándose en el estilo y la técnica. Así nació la disciplina de la erudición pictórica en Gran Bretaña”, asegura Lewis en un capítulo de su libro.
Para llegar a este y otros descubrimientos, Lewis leyó todos los libros y documentos de historia del arte que pudo encontrar. “Es una narrativa sobre la pintura diferente a la presentada por quienes apoyan la teoría de que es un Leonardo, un grupo de curadores e historiadores de arte y, ¿quiénes son ellos, por qué le dicen al mundo que es un Leonardo?”.
De acuerdo con él, no hay evidencia de que el cuadro haya estado en la colección de Carlos I. “El rey no era dueño de dos, sino de tres Salvatores Mundi, que en su momento fueron todos atribuidos a Leonardo. Leí muy cuidadosamente los documentos que otros probablemente no estudiaron a fondo y luego contrasté los hechos. En otras ocasiones escribí a los museos, como el Pushkin en Moscú, y les pregunté sobre el Salvator que tenían en su colección, el cual afirmaron que perteneció a Carlos I, y, ¿cómo lo supieron? Me respondieron que la razón era una estampa que tenían sus cuadros en la parte de atrás. Nadie sabía eso”.
La investigación de Lewis lo llevó a hablar con Alex Parrish y Robert Simon, los compradores originales del cuadro en 2005, al igual que con la reconocida restauradora Diane Modestini y el experto en Leonardo, Martin Kemp. Sus conversaciones con los personajes, la búsqueda por la proveniencia de la obra y el desarrollo mediático que se le ha dado por diez años lo llevaron a la conclusión de que “el cuadro fue mal vendido. Debió haber sido vendido como un posible Leonardo o hecho por alguno de sus seguidores. De haber sido así, no se habría vendido por $450 millones”.
La pintura de un Cristo con la mano derecha levantada en signo de bendición y la izquierda sosteniendo un orbe no deja de causar discordia en el mundo del arte. Mientras unos afirman que efectivamente tiene que ser una obra del maestro florentino, otros se niegan rotundamente a creerlo. Cabe entonces la pregunta: ¿por qué hay tantos convencidos de que este es un Leonardo real? “Considero que es porque la obra tiene ese estilo ahumado un poco leonardesco, que llaman sfumatto, y parece que Jesús flota hacia ti con esta expresión de serenidad. ¿Es algo deliberado que hizo Leonardo al aplicar la pintura o es el resultado de años y años de maltrato? La experiencia de esta obra no se conoce y creo que el aspecto etéreo de esta obra se debe a lo dañada que está por la cantidad de veces que ha sido atacada, tiene el mismo aspecto del Sudario de Turín, y creo que es pura suerte que tenga las mismas características de las obras de Leonardo y que se vea así hoy en día”.
La saga del Salvator Mudi parece no tener fin, entre reclamos de uno y otro lado sobre la veracidad de su atribución y los escándalos en los que se han visto envueltos los personajes de esta historia, hay muchos detalles que permanecen en la oscuridad. Uno de estos eventos es el pleito legal entre el empresario ruso Dmitri Rybolovlev y el comerciante de arte suizo Yves Bouvier, ya que el ruso alegaba que Bouvier lo había estafado y, hace unas semanas, una corte de Ginebra falló a favor del suizo.
Esta pintura cambió la forma en la que el mundo percibe el arte y su mercado, la forma en que este se mueve y los actores que participan en él. “Creo que esto ha dado un empujón al mercado del arte porque (la obra) se vendió por una gran cantidad, le dio una nueva vida. Pero a la vez destapó las actividades semilegales que pasan detrás de escenas en el mercado del arte: hubo todas estas demandas que se reportaron por la forma, algunas veces menos que honesta, en la que los mercaderes compraron y vendieron obras como el Salvator Mundi.
El futuro de esta obra es incierto, desapareció luego de su compra. Se suponía que debía aparecer en la apertura del Louvre de Abu Dabi, en septiembre de 2018, pero su exhibición continuó siendo postergada y, actualmente, la teoría es que se encuentra en uno de los puertos francos de Suiza. Por otro lado, hay quienes afirman que la obra real se encuentra aún sin descubrir. Sin embargo, Lewis cree que “un día vamos a descubrir alguna evidencia, un documento, algo en un archivo que nos pruebe que esta pintura no fue hecha por Leonardo da Vinci. Pienso que más temprano que tarde vamos a descubrir que todo esto fue una invención, una fantasía y que lo que tenemos es una obra de estudio pintada por alguien cuyo nombre no conocemos, en el estilo de Leonardo y que está realmente dañada”.