Santiago Gamboa: “La sensación de derrota proviene muchas veces de la esperanza”
El escritor colombiano habla en esta ocasión sobre “Colombian Psycho”, su nuevo libro. La violencia de Estado, Bogotá como escenario central; el dolor y la esperanza son temas que surgen sobre una historia que pretende estar reunida en una trilogía de novela negra.
Andrés Osorio Guillott
¿Por qué varias de sus novelas incluyen personajes de libros anteriores, en este caso, por qué incluir personajes de “Será larga la noche”?
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¿Por qué varias de sus novelas incluyen personajes de libros anteriores, en este caso, por qué incluir personajes de “Será larga la noche”?
Hay dos cosas: la primera, en la intención de esta novela y la anterior está la idea de hacer una especie de trilogía de novelas negras que sean retratos de la Colombia de estos años, posterior al proceso de paz. Una parte tiene que ver con un formato clásico de personajes y hacer con ellos toda la serie. Yo no soy un autor de novela negra tradicional, pero sí utilizo ese esquema en algunos libros, y como vengo de otro género, sí me interesa que sean libros literarios y reflexivos, que muestren dimensiones de la vida y de la condición humana especiales, no es solamente un argumento policial.
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Quise repetir personajes porque como autor me acerqué mucho a ellos. Y hay una enseñanza que viene del cine, y es que directores como Scorsese o Tarantino, que tienen ya una marca de autor, encuentran actores y trabajan con ellos, y en la novela algo parecido sucede cuando uno repite un personaje porque ya los conoce, ya sabe que trabajan bien. Y hay algo para destacar, y es que para la imaginación del lector -que ya los conoce-, es importante seguir alimentando el imaginario que tienen de ellos. Claro, este es un libro independiente, no es necesario leer las otras novelas, pero el que los conoce ve que desarrollan otros aspectos de su vida y personalidad.
Este libro es similar a Apocalipsis, de Mario Mendoza, en el sentido de que en la novela se mencionan otros libros que hacen parte de su obra literaria, pero además en la trama hay un personaje con su nombre, ¿cómo fue ese proceso creativo?
Justamente por esa intención de hacer una novela muy literaria y reflexiva pensé en agregar un escritor que pudiera darle una especie de profundidad y que permitiera relacionarlo con libros anteriores. En los años sesenta había un tipo de elemento muy común en la literatura que era inventar un escritor: en Rayuela aparece Morelli o en Tres tristes tigres está Bustrófedon. Entonces son escritores ficticios, y ese personaje tiene el papel de ser el autor que todos los personajes de la novela admiran, que es una especie de hombre sabio. Esa era una posibilidad. Pero me pareció un formato clásico, así que pensé algo más contemporáneo y dije: si me invento un escritor le resto verosimilitud a todo lo demás, entonces es mejor pensar en uno que exista. Ese escritor va a tener que vivir cosas jodidas, y tal vez no era buena idea poner a Mario (Mendoza) o a Héctor (Abad Faciolince) que son mis amigos más cercanos, así que lo mejor era poner uno que se llamara Santiago Gamboa. Y eso tiene que ver con los años, creo yo. Uno ya siente el sol en la espalda, así que quise reunir un poco las cosas y hacer una síntesis de mi obra.
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También siento que hay una similitud con la literatura de Mario Mendoza en la manera en que retrata a Bogotá: una ciudad gris, caótica, desordenada, violenta...
Bogotá es así. Perder es cuestión de método, mi primera novela, es sobre esta ciudad, y es de 1997, si usted la lee ahorita y ve la Bogotá de ahora, que sí, es más moderna, más grande, más cosmopolita, pues notará que las partes truculentas y el ambiente de arribismo, crueldad y violencia es el mismo. Yo he tratado de usar a Bogotá en mis novelas de una forma muy realista, es la ciudad donde nací y crecí, pero también viví mucho tiempo fuera de Colombia, y en ese lapso escribía sobre el recuerdo de Bogotá, no sobre la más trepidante y actual. Mario tiene más la onda de lo cambiante. Yo me movía en la Bogotá de los años ochenta, mientras que ahora sí tengo una idea más contemporánea. Además, las ciudades de la novela negra no son felices, luminosas; son de penumbra, frías, crueles. Las ciudades felices no necesitan literatura, de pronto canciones. Manizales, Cali, Cartagena tiene música, pero Bogotá no tiene canciones o música, tiene literatura dura porque es una ciudad así.
En sus dos últimos libros describe la violencia que ha estado influenciada o legitimada desde algunos sectores de la religión, ahora habla de esa violencia que proviene del Estado. ¿Por qué centrar una parte del argumento de sus novelas en estos elementos?
La literatura gira entorno a los problemas de la sociedad. La literatura argentina gira alrededor de los desaparecidos; la literatura chilena se relaciona mucho con el Golpe de Estado, con la represión, con la dictadura; México habla sobre la corrupción, la violencia de los partidos y del narcotráfico, ellos están ahora en la sicaresca, nosotros ya pasamos por ahí. La literatura va acompañando la realidad de los países. Lo que le sirve a un escritor no le sirve a una sociedad, el escritor se alimenta de crueldad, de conflictos a nivel individual y colectivo, mientras que a la sociedad y al ser humano le gustaría que todo fuera perfecto. Todos quisiéramos no tener necesidad de poesía, de literatura, de arte porque la necesidad de esto viene de querer una versión distinta de la vida, porque la vida que hay es insatisfactoria, perversa, entonces queremos escaparnos haciendo otras versiones. El arte es una posibilidad de volver a empezar con la vida, también es el lugar en donde las cosas complicadas se vuelven bellas. En la pintura lo bello no es bonito, el Guernica de Picasso no pinta algo bello, pinta cadáveres; si yo pinto una orquídea no llego ni a la periferia de lo que era Picasso. Y en la literatura pasa lo mismo, escribir bonito no es escribir bien. Lo que la gente percibe como buena literatura es lo que lo conmueve, y en eso es importante el reconocimiento, y esa es la belleza en el arte, y la percepción de la belleza es conocimiento, volviendo al Guernica, cuando uno lo ve, siente que hay una línea invisible por la que nadie quisiera volver a pasar.
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El personaje del senador bien podría ser el que representa esa corrupción y esa violencia estatal...
La perversidad de la sociedad colombiana históricamente es esa. Por el modelo económico que tiene el país, el Estado es más bien un organismo que perpetúa un esquema de favorecimiento de muy pocos a costa de muchos, es lo que los profesores de economía de Harvard llaman una economía extractiva. Y ese esquema ha permanecido 200 años, la movilización social ha sido mínima, y el Estado entonces en mucho tiempo ha sido represor cuando ha estado mínimamente en peligro el esquema aristocrático, con lo cual la justicia, por ejemplo, es casi una ficción, por eso utilizo personajes periodistas y no detectives. El periodista tiene dos ventajas, es un representante de la sociedad, un ciudadano, no tiene ventajas, mientras que el detective sí. La investigación del periodista cuando se conoce la verdad no hace que la justicie triunfe, que es lo que vemos todos los días, y los verdaderos investigadores en el país son los periodistas y no los detectives. Nosotros lo sabemos todo, pero la justicia nunca llega.
En la novela está presente el paramilitarismo y se habla incluso de falsos positivos. ¿Por qué mencionar esta violencia específicamente?
Es un tema central de la cultura de la violencia colombiana. El paramilitarismo se puede reconocer como violencia de Estado, porque salvo algunas excepciones, todos sabemos que muchos de esos frentes de combate ha tenido la clandestina ayuda del ejército. Por supuesto que un paramilitar es una persona que está siendo perseguida por la ley, pero todos sabemos que el paramilitarismo está detrás de muchas campañas políticas, de muchos personajes. Y girar entorno a la literatura es rodear uno de los agentes violentos más crueles y complicados de lo que ha sido la violencia reciente junto con la guerrilla, el narcotráfico y otras formas. Aquí está presente porque es un tema recurrente. Y fíjese, hace más de un mes, cuando el libro estaba por salir nos enteramos de mercenarios colombianos involucrados en el asesinato del presidente de Haití. Esa mezcla entre paramilitarismo y ejército es innegable, lo que no quiere decir que todo el ejército es así. Hay mucha gente que ha dado la vida de manera digna y honesta, pero esta es una realidad. Tenemos de nuevo el país de los años ochenta. Yo no escribí el libro para hablar de eso, sino para hablar de vidas en medio de eso. La novela se ocupa de las vidas privadas, la sociedad aparece detrás como una especie de ruido de fondo. Yo cuento cómo esa situación de violencia influye en la vida cotidiana, en las relaciones y el destino de la gente. Los problemas de la sociedad los analiza la historia, la sociología, pero la literatura explica la vida de la gente sencilla, lo que sentían, para eso uno escribe.
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¿Cuál es esa función de la poesía en su obra literaria?
La poesía en mi formación de escritor es fundamental. El lugar al que llega un poeta es inalcanzable para un novelista. El poeta vive en un mundo alejado de lo que es la prosa. Siempre he dicho que el poeta es la nobleza y el novelista la clase obrera. El poeta tiene una capacidad de reflexionar por medio del lenguaje de un modo que el otro no. Yo soy novelista y no puedo escribir poesía, pero soy un gran lector de esta, y para mí la poesía es la que dicta el tono de escritura. En mi novela de Volver al oscuro valle aparece Rimbaud, por ejemplo. Después de muchos años estoy leyendo a Hölderlin. La poesía en lengua española ha sido muy importante, leer a César Vallejo, Pablo Neruda. Y en la poesía colombiana está Piedad Bonnett, Aurelio Arturo, William Ospina, Horacio Benavides, León de Greiff. Uno de mis poetas favoritos en este momento es Ramón Cote, que además es compañero del colegio junto con Mario Mendoza. Y por estos días estoy leyendo Temporal, toda su poesía reunida.
Hablemos de frases del libro. La primera: “Ah, la maldita esperanza, la que hace todo más difícil”...
Estoy de acuerdo con esa frase. La sensación de derrota proviene muchas veces de la esperanza. Y tenemos esperanza porque tenemos memoria e imaginación. Si no pudiéramos imaginar no tendríamos esperanza. La esperanza es la que nos pone en jaque, en evidencia, pues nunca en el fondo se cumplen las cosas que uno piensa. Yo, por lo menos, el 80 % de las cosas que imagino nunca pasan, pero no por eso soy infeliz. Uno va cambiando la imaginación y se mueve entre anhelos. La humanidad entera vive con la cabeza en un lugar que no es el mundo, soñando cosas que nunca van a pasar, por eso nos gusta tanto el arte.
“Este es el verdadero tema de la vida, también el de la poesía, el vertiginoso paso del tiempo”...
Cuando pensaba en un tríptico, en una trilogía, me preguntaba por qué el número tres es tan importante, y es que la vida es pasado, presente y futuro, las dimensiones del tiempo. Sabemos que el pasado existe porque tenemos memoria, y podemos imaginar el futuro por la imaginación, pero esa imaginación se hace con los elementos de la memoria y el pasado. Los tres tiempos están unidos. La vida es dirigirnos a esas cosas que queremos llegar y sentirnos felices o desdichados, pero es el paso del tiempo el que va dictando todo.
“El dolor es egoísta”...
Sí, claro. El que sufre cree que es único y que el mundo le debe algo. Por eso es tan difícil cuando alguien tiene una enfermedad crónica, porque no puede soportar que la atención de los que están a su alrededor se vaya a otras cosas. En el fondo, uno de los grandes temas es la atención de los demás, porque la queremos y sentimos que es un modo de reconocimiento, y el dolor es una forma de tenerlo. Como dicen en España, hay gente que quiere ser la novia en la boda y el muerto en el entierro. Todos tenemos algo de eso. Nos gusta que estén pendientes de nosotros porque uno le tiene miedo a la soledad, porque uno se quiere reafirmar, porque la identidad de uno se la dan los otros, y el dolor es una forma de ser protagonista, por eso hay gente que se los roba. En los velorios hay gente que quiere sufrir más que otros. El dolor real hace que uno crea que los demás están obligados a estar pendientes de ti. En el fondo lo que uno busca es que lo quieran. Nacimos y morimos solos, pero nos interesa que nos quieran en medio de eso.
Volvamos a la novela y al paramilitar. El personaje cuando es entrevistado dice que él trabajó por la patria, pero también se pregunta por cuál patria si estaba defendiendo algo que justamente no tuvo o no vio. ¿Cómo explicar esa gran contradicción de muchos?
Hay muchos conceptos vacíos que se usan para engañar a la gente. Colombia ha logrado una cosa bien curiosa que es el pobre de derecha, que es la persona que no quiere que haya un cambio que le favorece, porque teme que se rompan estructuras vacías, esa de la patria es una. Aquí los únicos que votan por lo que les conviene son los empresarios, los terratenientes. A los pobres los convencen de votar por gente que no les conviene para proteger a los otros. El día que voten por lo que les conviene la realidad será otra.