Se busca al culpable (Tintas en la crisis)
Para nadie es un secreto que estamos pasando por una de las crisis sociales y económicas más preocupantes de nuestra historia reciente. Como la reacción más natural a cualquier problema es buscar culpables, me puse en la tarea de buscar al responsable de todo lo que nos está pasando.
Jorge Piotrowski
Para poder hacerlo, seguí con detenimiento las opiniones de funcionarios y simpatizantes del gobierno y de la oposición. Pasaron dos cosas que dificultaron mucho mi búsqueda: la primera es que todos estaban absolutamente convencidos de saber quién era el verdadero culpable y la segunda es que afirmaban unánimemente que al responsable de esta situación sólo se le podría encontrar en la orilla contraria. Busqué al culpable de abajo a arriba, de arriba abajo, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, hasta poderlo identificar plenamente. Para ser honestos, reconozco que esta búsqueda no fue para nada fácil, probablemente, esta labor hubiese sido menos complicada si estuviera buscando al ejecutor material de algún acierto, en este caso, casi todos hubiesen confesado su autoría, o por lo menos, hubiesen señalado a alguien que está en su mismo lado.
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Empecé buscando al culpable al interior de un gobierno que llegó al poder prometiendo bajar los impuestos, pero que ahora acusa a sus contradictores políticos de demagogos por haber instrumentalizado su propuesta de reforma tributaria con fines electoreros. Es comprensible que, ante un suceso inesperado como la pandemia, no pueda cumplir con lo que se comprometió. Lo que cuesta entender es cómo en medio de una escalada de la pobreza sin precedentes y un preocupante déficit fiscal, se anuncie la compra de aviones de guerra por 14 billones de pesos. Me di cuenta que, ante su incapacidad de lograr consensos de forma participativa, responsabilizan al precandidato que va de primero en las encuestas, a Maduro y a los grupos narcoterroristas de estarle pagando a la gente para que salga a las calles a aterrorizar y vandalizar las ciudades. Aunque la mayoría de las víctimas son ciudadanos sin antecedentes penales, para ellos esta situación está orquestada con fines perversos, el malestar de los jóvenes que luchan por tener oportunidades está infundido desde afuera y a un año de terminar su período, el caos actual sigue siendo una consecuencia del gobierno anterior; es por eso que quieren seguir salvando a Colombia.
Después, continué buscando al culpable al interior de una oposición que culpa con toda razón al gobierno por el lento proceso de vacunación contra el COVID-19, pero que simultáneamente invitó abiertamente a la ciudadanía a aglomerarse en las marchas. Me percaté de que los líderes que en este momento representan la alternancia en el poder son extremadamente hábiles en enumerar cada uno de los problemas que nos aquejan, pero que no tienen la misma destreza a la hora de presentar propuestas responsables y realistas para solucionarlos. Reconocen la necesidad de hacer inversiones millonarias para los más necesitados, negando al mismo tiempo todas las alternativas de recaudo, como si los recursos para hacerlas cayeran del cielo. También me di cuenta que quienes coinciden en hacer generalizaciones negativas sobre la fuerza pública, si llegasen a una posición de gobernanza, de forma automática, reconocerían que los policías también son colombianos, tienen los mismos derechos y merecen respeto.
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Lo anterior me condujo a concluir que “el culpable” es todo aquel que busca culpables y no asume sus propias responsabilidades. Todos seremos culpables hasta que como sociedad no nos pongamos de acuerdo y apoyemos incondicionalmente unas causas que nos beneficien a todos. Para encontrar soluciones viables frente a la pobreza, la implementación del proceso de paz, la educación, la aceleración del proceso de vacunación, la reactivación económica y el desempleo, todos tenemos que ceder. Sea cual sea la posición ideológica, el país debe estar por encima de nuestro orgullo. Escuchar a quien piensa distinto es más constructivo que vencer en un debate. Durante estos días susceptibles al odio, tratar de comprender las razones que en principio no compartimos, puede llegar a ser la expresión más grande de amor patrio. La razón comprende a la rabia, pero la rabia no comprende a la razón.
El acuerdo más apremiante al que debemos llegar es que no puede haber un muerto más en este paro. Pareciera que estando de un lado o del otro, a veces se nos olvida que tanto los manifestantes como los policías tienen el mismo derecho a existir. No podemos seguir permitiendo que nuestra sensibilidad frente a las víctimas siga siendo selectiva. Al hablar de colombianos que murieron por no habernos puesto de acuerdo, poco importan las ideas preconcebidas, las adhesiones incondicionales a unas causas, los entusiasmos desmedidos por unos líderes y todas las demás monomanías que nos rodean.
Para poder hacerlo, seguí con detenimiento las opiniones de funcionarios y simpatizantes del gobierno y de la oposición. Pasaron dos cosas que dificultaron mucho mi búsqueda: la primera es que todos estaban absolutamente convencidos de saber quién era el verdadero culpable y la segunda es que afirmaban unánimemente que al responsable de esta situación sólo se le podría encontrar en la orilla contraria. Busqué al culpable de abajo a arriba, de arriba abajo, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, hasta poderlo identificar plenamente. Para ser honestos, reconozco que esta búsqueda no fue para nada fácil, probablemente, esta labor hubiese sido menos complicada si estuviera buscando al ejecutor material de algún acierto, en este caso, casi todos hubiesen confesado su autoría, o por lo menos, hubiesen señalado a alguien que está en su mismo lado.
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Empecé buscando al culpable al interior de un gobierno que llegó al poder prometiendo bajar los impuestos, pero que ahora acusa a sus contradictores políticos de demagogos por haber instrumentalizado su propuesta de reforma tributaria con fines electoreros. Es comprensible que, ante un suceso inesperado como la pandemia, no pueda cumplir con lo que se comprometió. Lo que cuesta entender es cómo en medio de una escalada de la pobreza sin precedentes y un preocupante déficit fiscal, se anuncie la compra de aviones de guerra por 14 billones de pesos. Me di cuenta que, ante su incapacidad de lograr consensos de forma participativa, responsabilizan al precandidato que va de primero en las encuestas, a Maduro y a los grupos narcoterroristas de estarle pagando a la gente para que salga a las calles a aterrorizar y vandalizar las ciudades. Aunque la mayoría de las víctimas son ciudadanos sin antecedentes penales, para ellos esta situación está orquestada con fines perversos, el malestar de los jóvenes que luchan por tener oportunidades está infundido desde afuera y a un año de terminar su período, el caos actual sigue siendo una consecuencia del gobierno anterior; es por eso que quieren seguir salvando a Colombia.
Después, continué buscando al culpable al interior de una oposición que culpa con toda razón al gobierno por el lento proceso de vacunación contra el COVID-19, pero que simultáneamente invitó abiertamente a la ciudadanía a aglomerarse en las marchas. Me percaté de que los líderes que en este momento representan la alternancia en el poder son extremadamente hábiles en enumerar cada uno de los problemas que nos aquejan, pero que no tienen la misma destreza a la hora de presentar propuestas responsables y realistas para solucionarlos. Reconocen la necesidad de hacer inversiones millonarias para los más necesitados, negando al mismo tiempo todas las alternativas de recaudo, como si los recursos para hacerlas cayeran del cielo. También me di cuenta que quienes coinciden en hacer generalizaciones negativas sobre la fuerza pública, si llegasen a una posición de gobernanza, de forma automática, reconocerían que los policías también son colombianos, tienen los mismos derechos y merecen respeto.
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El acuerdo más apremiante al que debemos llegar es que no puede haber un muerto más en este paro. Pareciera que estando de un lado o del otro, a veces se nos olvida que tanto los manifestantes como los policías tienen el mismo derecho a existir. No podemos seguir permitiendo que nuestra sensibilidad frente a las víctimas siga siendo selectiva. Al hablar de colombianos que murieron por no habernos puesto de acuerdo, poco importan las ideas preconcebidas, las adhesiones incondicionales a unas causas, los entusiasmos desmedidos por unos líderes y todas las demás monomanías que nos rodean.