Simón Bolívar, las ideas que sobreviven
El legado político del Libertador sigue vigente. Presentamos un ensayo sobre la influencia de sus conceptos en la ideología del presidente electo Gustavo Petro.
Daniela Cristancho
Andrés Osorio Guillott
“La memoria histórica tiene por sí misma una dimensión aleccionadora porque está fundada en la idea de que si conocemos lo que hemos hecho mal, podemos tomar conciencia de que lo debemos hacer de otra manera, entonces ahí hay una conexión. Ahora, el recordar por sí mismo no garantiza que no volvamos a cometer los mismos errores o incluso otros peores; por eso es muy importante que la memoria, en última instancia, sea no solo un proyecto de revivir las páginas oscuras del pasado, sino también una forma de iluminar las mejores páginas del futuro que está por escribirse. La memoria histórica no es un proyecto autónomo o suficiente, sino que está orientado justamente hacia el futuro. La pregunta no es solamente qué debemos recordar, sino también qué debemos construir, porque el cuestionamiento exclusivo por el recuerdo es incompleto, la pregunta demanda otra y es la pregunta por el futuro”, dijo Iván Garzón, autor del libro El pasado entrometido.
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“La memoria histórica tiene por sí misma una dimensión aleccionadora porque está fundada en la idea de que si conocemos lo que hemos hecho mal, podemos tomar conciencia de que lo debemos hacer de otra manera, entonces ahí hay una conexión. Ahora, el recordar por sí mismo no garantiza que no volvamos a cometer los mismos errores o incluso otros peores; por eso es muy importante que la memoria, en última instancia, sea no solo un proyecto de revivir las páginas oscuras del pasado, sino también una forma de iluminar las mejores páginas del futuro que está por escribirse. La memoria histórica no es un proyecto autónomo o suficiente, sino que está orientado justamente hacia el futuro. La pregunta no es solamente qué debemos recordar, sino también qué debemos construir, porque el cuestionamiento exclusivo por el recuerdo es incompleto, la pregunta demanda otra y es la pregunta por el futuro”, dijo Iván Garzón, autor del libro El pasado entrometido.
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Hay que hablar del pasado para entender lo que es el presente y lo que entendemos por futuro. Y hablar del pasado es recordar los acontecimientos y protagonistas que configuraron la historia. Más allá del bien y del mal, hay unos hechos y personajes que no se pueden borrar, pues en ellos nos hemos mirado a través de los tiempos y es debido a ellos, sus legados y ecos que surgen los sueños y convicciones que edifican el porvenir.
Fue todo un acontecimiento que el día de su posesión como presidente, Gustavo Petro ordenara sacar la espada de Bolívar de la Casa de Nariño —lugar en la que está desde hace dos años por mandato del expresidente Duque—, para ser mostrada a los asistentes a la ceremonia del pasado domingo 7 de agosto en la Plaza de Bolívar. Las cámaras enfocaban la urna en la que estaba la espada —inventariada en 1924 por el Gobierno Nacional— y la gente recordaba el pasado del mandatario en el M-19 y el robo del movimiento revolucionario del 19 de enero de 1974, cuando esta fue sacada de la Quinta de Bolívar y se dio a conocer en el país.
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“El M-19 empieza a organizarse en 1973. Ahí llegan personas que tenían unas ideas bolivarianas claramente definidas, como Álvaro Fayad, Jaime Bateman o Luis Otero Cifuentes. Eran personas que en su anterior militancia y participación en las Farc habían asumido una concepción bolivariana, de manera que esa concepción bolivariana acompaña a estos dirigentes del M-19 en el momento de su fundación. Es precisamente por eso que se plantea realizar una acción simbólica en presentación del surgimiento del M-19, que finalmente es el 17 de enero de 1974, que es cuando tomó la espada de la Quinta de Bolívar, en Bogotá”, contó Darío Villamizar, analista político y escritor.
La espada se convirtió en un emblema por el relato que la rodeó tras el robo. Villamizar recordó que “el M-19 utilizó la palabra ‘rescate’ en la operación que ocurrió el 17 de enero de 1974. Inicialmente esa espada la guardó una persona del M-19 aquí en Bogotá, pero rápidamente necesitaron ubicarla en otra parte. La dejaron guardada en la casa del poeta León de Greiff, esto a través de su hijo Boris, quien era ajedrecista. Allí permaneció algunos años y luego la llevaron a Cuba. Luego se consideró la necesidad de tenerla más cerca de Colombia, pues en algún momento habría que entregarla y la trasladaron a Panamá, a la Embajada cubana. Cuando se produjo la invasión de Estados Unidos a Panamá, en diciembre de 1989, se vio la necesidad de sacarla con urgencia y la devolvieron a Cuba, donde estuvo hasta el 91, que fue cuando el M-19, ya desmovilizado y en pleno proceso de Asamblea Nacional Constituyente, consideró devolverla. Eso fue también una operación larga, porque los cubanos solo querían entregársela al número uno del M-19, que era Antonio Navarro y él tuvo que ir a recogerla. Ese fue el tránsito de la espada. Tras ser entregada estuvo guardada en una bóveda en el Banco de la República, pero estaba guardada, no estaba a la vista”, hasta que en 2020 Iván Duque ordenó ponerla en la Casa de Nariño.
“Bolívar no ha muerto. Su espada rompe las telarañas del museo y se lanza a los combates del presente. Pasa a nuestras manos. Y apunta ahora contra los explotadores del pueblo”, decía el comunicado que publicó el M-19 el día que robaron la espada.
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Se hace necesario repasar la historia del M-19 para hallar el origen de la influencia de las ideas de Simón Bolívar en el ahora presidente. El discurso del mandatario pasa por una ideología bolivariana y una serie de conceptos que el Libertador desarrolló hace dos siglos en su campaña y que quedaron como un legado imborrable en la política nacional. En su libro Una vida, muchas vidas, Petro reconoce en varias oportunidades la influencia de Bolívar en el M-19. En primera instancia, asegura que el movimiento “se había fundado sobre la idea de Bolívar como un eje de la construcción democrática. De ahí viene el símbolo de la espada de Bolívar”. También habla de la idea del Eme de concebirse como ejército: “La idea del ejército no era de Bateman o de Villalobos. Tenía sus raíces en Bolívar. De hecho, es la gran idea política bolivariana. A diferencia de Santander, que era partidario de formar guerrillas en la tradición de las españolas, Bolívar entendió que la única manera de vencer al Ejército español era con otro ejército; desde luego, uno rebelde, republicano. También comprendió que, para reclutar en sus filas un número suficiente de personas, su labor militar era, a la vez, política: necesitaba construir una alianza popular con el mundo negro, indígena y mestizo de esa época para poder conseguir los soldados. La estrategia de Bolívar al final dio resultados: el Ejército Libertador, como se le llamó, fue el que derrotó a los españoles e hizo triunfar la República en Latinoamérica. Dos siglos después, este debate se repitió bajo las banderas progresistas de toda América Latina”.
Villamizar señaló que “hay unas ideas más profundas que otras, por ejemplo, la de la unidad latinoamericana, la idea de la independencia nacional. Son ideas que él expresó en muchos momentos de su vida política y militar. Eso lo dejó plasmado, entre otras, en la Carta de Jamaica. La redención de los pueblos también fue importante para él. Son esos elementos, antes que cualquier ideología marxista, los que hacen que el M-19 adopte una ideología bolivariana, mucho más nacional”.
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“Ya es hora de dejar atrás los bloques, los grupos y las diferencias ideológicas para trabajar juntos. Entendamos de una vez y para siempre que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Y que juntos somos más fuertes. Hagamos realidad esa unidad con la que soñaron nuestros héroes, como Bolívar, San Martín, Artigas, Sucre y O’Higgins”, afirmó Petro, parado en una tarima sobre la plaza que lleva el nombre del primero de sus aludidos, frente al Palacio de Justicia, institución que fue asaltada por el M-19 el 6 de noviembre de 1985. Mientras leía las palabras, el presidente señalaba la espada con la mano abierta.
Al finalizar la frase, el mandatario puso la hoja detrás del montón de papeles que componían su discurso presidencial. Continuó: “Hoy necesitamos estar más juntos y unidos que nunca. Como dijo alguna vez Simón Bolívar: ‘La unión debe salvarnos, como nos destruirá la división si llega a introducirse entre nosotros’”. En el corazón de Bogotá sonaron aplausos y chiflidos. “Pero la unidad latinoamericana no puede ser una retórica, un mero discurso”.
La idea de la unidad latinoamericana referenciada por Petro es palpable en un documento que data de hace más de 200 años: la “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”, más conocida como la Carta de Jamaica, escrita por Simón Bolívar el 6 de septiembre de 1815, en Kingston, donde estaba refugiado. Como afirma John Lynch, en el libro Simón Bolívar: “El texto era un réquiem por el fracaso pasado y una celebración de las perspectivas futuras”. En esta carta el Libertador plantea la unión del continente: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, una costumbre y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América”.
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“La unión latinoamericana como ideología es totalmente bolivariana. En la Carta de Jamaica, como pieza profética, Bolívar habla de la libertad, la democracia y la unión del continente. La segunda idea se evidencia en 1826, en el Congreso Anfictiónico de Panamá, donde Bolívar propone que se cree una organización americana para defenderse de una posible invasión extranjera. Ese es el primer intento de lo que se conoce ahora como Organización de los Estados Americanos”, cuenta Gustavo Altamar, docente y miembro de la Academia Colombiana de Historia.
En su discurso presidencial, Petro criticó el hecho de que América Latina haya sido incapaz de coordinarse para hacer frente a la pandemia: “¿Vamos a tener una Latinoamérica sin capacidad de coordinar sus servicios de salud, sin capacidad de coordinar las compras de medicamentos de manera unificada?”, preguntó. “Latinoamérica se junta en algunas instituciones, pero no en proyectos concretos. ¿Hemos acaso logrado la conexión de todas nuestras redes de energía eléctrica?”.
Utilizar las palabras del Libertador y sus ideas de la democracia, unión y libertad, propias de la primera etapa de la guerra por la independencia de la Nueva Granada, es aludir a la que se ha constituido como una figura heroica y, aunque menos que en Venezuela, una autoridad patrimonial. Así afirma Michael Taussing, autor de La magia del Estado, quien recuenta la construcción del Estado en el vecino país alrededor de la figura heroica de Bolívar: “Aunque el Estado moderno está fundado sobre la autoridad legal, es obvio que en el caso de Venezuela esta autoridad en sí no es suficiente, y que el Estado también busca la autoridad patrimonial”. Por esto, el Libertador se ha convertido en un discurso repetitivo, al ser el eje articulador de la narración de la construcción del Estado venezolano. Simón Bolívar está en las estampillas del correo, en las monedas de oro y plata, en los cuadros de cada oficina gubernamental. Bolívar es el nombre de las plazas y es la unidad monetaria en Venezuela. En menor cuantía, en Colombia se han constituido una serie de símbolos alrededor del independentista. Y esto se hace evidente en la espada que protagoniza esta historia.
El significado del arma depende de un sistema de convenciones sociales características de la sociedad colombiana y de los momentos históricos específicos que hemos atravesado, como lo explican autores como Jonathan Culler. La espada, como objeto, no tiene un significado intrínseco. Hemos sido los colombianos quienes la hemos dotado de él, quienes le hemos dado una referencia simbólica. Según Altamar, la espada en cuestión es solo una de las 120 espadas que tuvo Bolívar. “Yo titulé mi trabajo de grado de historiador ‘Historia y arquitectura de la Quinta de Bolívar’. Duré como tres años metido ahí y veía la espada de Bolívar, estaba en una urna, guardada con objetos del Libertador. Sin embargo, la espada que él más quiso fue una que le regaló el gobierno del Perú en 1826, de oro, con diamantes y piedras preciosas. Para evitar una pelea entre José Antonio Páez Herrera y Francisco de Paula Santander, Bolívar se la regaló al general Páez en 1826. Esa es la espada que reposa en Caracas”. Sin embargo, la espada que figuró en la posesión presidencial de Gustavo Petro es un símbolo producto de la historia y la cultura. Aunque no haya sido la que más apreció Bolívar, así fuera el caso que nunca la hubiera envainado, es esta la que reposa en Bogotá. Es esta la que fue tomada por la insurgencia y regresada solo cuando se acordó la paz.
“Esta espada representa demasiado para nosotros. Y quiero que nunca más esté enterrada. Quiero que nunca más esté retenida, que solo se envaine, como dijo su propietario, el Libertador, cuando haya justicia en este país. Que sea del pueblo. Es la espada del pueblo y por eso la queríamos aquí, en este momento y en este lugar”, señaló el ahora presidente antes de iniciar su discurso formal frente a la plaza. Invitó a que los futuros presidentes hagan lo mismo, que la utilicen como parte de aquel evento protocolario que inaugura las nuevas administraciones y les da la bienvenida a quienes regirán el país durante los próximos cuatro años. “Que los acompañe siempre la espada libertaria de Bolívar”, afirmó quebrándosele la voz.
Mucho se puede hablar sobre los símbolos de la posesión, como se ha hecho evidente en los medios de comunicación y redes sociales, por ejemplo, el que María José Pizarro, senadora e hija de Carlos Pizarro, uno de los comandantes del M-19, fuera quien le impuso la banda presidencial a Gustavo Petro. O la espada que, como símbolo de una serie de luchas pero también de un acuerdo de paz exitoso, y que en tiempos en los que se vuelve a hablar de ellos, se hace importante señalar que un síntoma de la democracia es el que un excombatiente haya dejado las armas y se haya podido dedicar a la política, con un proyecto que culmina con la dirigencia del país. Los símbolos e influencias ideológicas recuerdan la necesidad de conocer el pasado, la historia y las ideas que han llegado hasta los líderes de hoy. Bolívar, quien suscita odios y devociones, es clave para entender las perspectivas de futuro, aquel que, entre todos, deberíamos construir.