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¿Cómo ve el proceso que está viviendo la Universidad Nacional?
La educación pública ha sido el puente para que varias generaciones de colombianos y colombianas accedan a la formación superior. Por eso, la discusión sobre el manejo que el Consejo Superior le ha dado a las decisiones de la universidad es crucial. En el pasado, a pesar de que los estudiantes y profesores elegíamos a los representantes y votábamos por candidatos, el resultado nunca coincidía con los intereses de la mayoría en el Consejo. Es hora de que se respete la voluntad de la comunidad universitaria y se elija como rector a quien ha sido respaldado por la mayoría en la consulta. La Universidad Nacional es un espacio de democracia y participación real.
¿Qué cree que falta para que las personas que ven externamente este proceso lo entiendan sin prejuicios?
Lo primero que debemos hacer es poner fin a la violencia como expresión del movimiento estudiantil. En un país como el nuestro, tan marcado por la violencia, esto solo refuerza estereotipos que intentan desacreditar nuestras demandas y despojarlas de legitimidad. Algunos argumentan que las elecciones democráticas de directivas podrían derivar en politiquería. Sin embargo, la democracia, con todos sus defectos, sigue siendo el mejor mecanismo que tenemos para tomar decisiones sobre asuntos de interés público.
¿Cómo funciona la elección de la rectoría en la Universidad Nacional?
En la Universidad Nacional el sistema de consulta establece que el voto de los profesores tiene un peso del 60 %, el de los estudiantes del 30 % y el de los egresados del 10 %. Tiene sentido, porque los profesores invierten toda su vida en la universidad, mientras que los estudiantes pasamos unos pocos años. De los nueve integrantes del Consejo Superior, solo dos son elegidos directamente por la comunidad universitaria: el representante estudiantil y el representante profesoral. En el Consejo Académico, solo cuatro de los 33 integrantes son elegidos democráticamente por la comunidad, mientras que el resto son designados por la rectoría, sin respetar las consultas.
Hablemos de su trayectoria política. ¿Cómo fueron esos primeros años?
Soy santandereana, nacida en Bucaramanga, donde el alcalde de izquierda Iván Moreno, hermano de Samuel Moreno, se vio envuelto en corrupción. A pesar de esto, siempre me identifiqué con la izquierda. Mi infancia en el barrio popular La Cumbre estuvo marcada por la inseguridad y un fuerte tejido social. Mis padres me dieron una educación de calidad en el colegio New Cambridge. La brecha entre mi realidad y la de mis compañeros del colegio, que planeaban estudiar en el extranjero mientras mis amigos del barrio apenas podían aspirar a una carrera técnica en el Sena, alimentó mi conciencia social y mi inclinación hacia la izquierda.
Se presentó a la Universidad Nacional y pasó...
Al ingresar a la Universidad Nacional, en 2012, esperaba un movimiento estudiantil fuerte, pero encontré uno fragmentado y desarticulado, así que comencé a replantear mi visión de la política electoral. Me di cuenta de que, aunque había decepción por los escándalos de corrupción, no podíamos abandonar la política electoral. Decidí unirme al Polo Democrático como una forma de canalizar mis ideales y compromisos políticos.
¿Y desde ahí cómo se desarrolló su enfoque político?
Mi interés en la política se vio fortalecido por temas como la soberanía nacional frente a los tratados de libre comercio. Estos temas me llevaron a participar en debates, foros y me involucré en la representación estudiantil. Experimenté de primera mano las deficiencias de infraestructura en la universidad, lo que me condujo a reflexionar sobre la responsabilidad que teníamos de velar por el futuro de la institución. A pesar de mi afiliación política al Polo Democrático, siempre he abogado por la diversidad de opiniones, reconociendo el valor del debate y el intercambio de ideas entre personas de diferentes espectros políticos.
¿Cómo maneja la presión y el escrutinio público en su vida personal?
Antes de este trabajo no solía ir a terapia. Ahora tengo que meditar constantemente y, a veces, desconectarme de la política, especialmente por la violencia de la que he sido víctima. Hoy creo que este es un trabajo que requiere un nivel de madurez personal muy alto, algo en lo que no había pensado antes. Necesito sacar tiempo para dedicarme a mí misma.
¿Una política como usted cómo se mantiene fuerte e independiente dentro de un ambiente polarizado?
Nunca tomo decisiones políticas o defino mis posturas sin considerar la opinión de mi equipo. Tenemos una relación muy horizontal, en comparación con otros equipos de UTL. Esto me permite no cargar con la responsabilidad de tomar y sostener decisiones individuales, sino que lo hacemos de manera colectiva. Formo parte de “Primero la gente”, que es una tendencia dentro del partido Dignidad y Compromiso, compuesta principalmente por jóvenes. Además, a veces recurro a la experiencia de personas como Sergio Fajardo o Jorge Robledo.
¿Hay algún momento en su carrera política o activista en el que haya sentido que estaba a punto de renunciar? ¿Qué la hizo seguir adelante?
Hay muchos días en los que digo que no quiero volver a ser candidata al Congreso. Cada vez que tengo un encontrón con Hollman Morris, por ejemplo, siempre hay calumnias y ataques sistemáticos de parte de las bodegas. En esos momentos, siento que no tengo el callo necesario para este trabajo. Durante las movilizaciones de 2018, unas personas encapuchadas en la Universidad del Valle me lanzaron explosivos a la cara. Aunque no me alcanzaron a golpear, ese día estuve muy asustada. Cuando me reúno con organizaciones de mujeres, organizaciones juveniles, estudiantiles y de trabajadores, pienso: esto es lo que me apasiona. No quiero ceder este espacio que tanto nos ha costado ganar.
¿Qué consejo les daría a las personas jóvenes que aspiran a incursionar en la política y el activismo?
Primero, que se organicen. Esta tarea no es sencilla y no debemos asumirla solos. Es importante para discutir temas políticos con personas de confianza y con puntos en común, porque enfrentar los grandes poderes y la violencia política solos es muy difícil. Segundo, que se metan en política. Todo lo que hacemos es político: desde conseguir trabajo hasta enfrentar el acoso en la calle. A la juventud nos corresponde abrir una tercera vía entre el uribismo y el pacto histórico, una alternativa con fuerza que plantee un país diferente.