Sobre la reedición del “Diario del Alto San Juan y del Atrato”
Ramón y Pedro Cote, hijos de Eduardo Cote, se unieron con Velia Vidal para la reedición del Diario del Alto San Juan y del Atrato, uno de los libros más recordados de la literatura colombiana
Andrés Osorio Guillott
Reencontrar al padre. Quizá este es uno de los temas más interesantes que hay detrás de la historia de la reedición del Diario del Alto San Juan y del Atrato, escrito por Eduardo Cote en 1958. Un libro que, según Ramón Cote, cuenta con el encuentro de varios géneros narrativos y con el valor de incorporar a la literatura colombiana al Chocó. Él, junto a su hermano Pedro y junto a la escritora Velia Vidal, lideraron este proyecto que hace parte de las novedades del Fondo de Cultura Económica en la Feria Internacional del Libro de Bogotá.
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Reencontrar al padre. Quizá este es uno de los temas más interesantes que hay detrás de la historia de la reedición del Diario del Alto San Juan y del Atrato, escrito por Eduardo Cote en 1958. Un libro que, según Ramón Cote, cuenta con el encuentro de varios géneros narrativos y con el valor de incorporar a la literatura colombiana al Chocó. Él, junto a su hermano Pedro y junto a la escritora Velia Vidal, lideraron este proyecto que hace parte de las novedades del Fondo de Cultura Económica en la Feria Internacional del Libro de Bogotá.
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Cote cuenta que reeditar este libro representó “Una emoción enorme. Fue volver a descubrir un papá. Un padre ausente, fallecido, yo tenía año y medio cuando él murió y mi hermano tenía cinco o seis años, de manera que fue recuperar su figura, volver a verlo. Nosotros ahora tenemos celulares y le tomamos fotos a cualquier cosa, pero en ese momento, al tener el rollo, la cámara, había que ser muy cuidadoso en las fotos que se tomaban. Era como tenerlo vivo. Por qué le interesó esa calle, porqué le tomó fotos a las canoas al lado del río o a una red en una ribera. De manera que es como aproximarse, como tenerlo cerca por no solamente lo que escribió, sino lo que vio. Mi papá tenía una caligrafía hermosa. Y vale la pena resaltar que muchos de los textos que escribió en ese viaje se pasaron directamente al libro. Tenía seguridad en lo que escribía. Claro, más adelante hay más cosas consignadas. Él había estado en Alemania un año antes, en la Alemania de la posguerra, pero esa naturaleza y arquitectura alemana, tan pujante e industrializado, era domesticada, y esta visión entra en contacto con una realidad distinta, con una naturaleza vertiginosa, desbordante, que los ríos no tienen esa sinuosidad de los ríos alemanes. Hay algo muy importante en este libro y es que aborda la naturaleza como un elemento de exaltación, de vigor, que anula a las personas. Cote habla de la degradación y destrucción de la naturaleza, del medio ambiente, en una época en la que eso no era un tema vigente.
¿Por qué la reedición del libro?
Hace un año exactamente, en Quibdó, en la Feria del Libro del Chocó, estábamos con Velia Vidal, con Gabriela Roca y otros amigos. A Velia le gustaba mucho el libro y le llevé un ejemplar de una edición que se hizo en el año 90. Ella lo recibió fascinada y ahí fue cuando se me prendió el bombillo de hacer una reedición del libro, que ahorita es muy difícil de conseguir, y que tenga el prólogo de Velia Vidal. Gabriela Roca, directora del Fondo de Cultura Económica, con su fino olfato literario, me dijo que de una, que lo hiciéramos de una vez. Desde ese momento nos pusimos a levantar el texto, y a su vez en el camino pasaron cosas interesantes. Se alinearon los astros. Primero, porque mi hermano, que es fotógrafo, encontró un negativo que al revelarlo contaba con las fotos que tomó mi papá en ese viaje, en 1958. Entonces encontró como 21 o 22 imágenes que son extraordinarias, y por supuesto el negativo estaba dañado, pero afortunadamente mi hermano sabe del oficio y se puso a revelarlas y encontró unas maravillas. Y lo segundo que ocurrió es que yo encontré en unas cajas, el cuaderno en el que mi papá escribió las primeras notas, donde anotó las primeras observaciones. Entonces el libro empezó a tomar una nueva dimensión. Era algo que se había editado hace muchos años, pero ahora tener las fotos que mi papá tomó, como las del diario, eso hacía que el libro fuera una auténtica novedad. Por eso decidimos publicarlo. Y tener a Vidal en el prólogo es muy bueno porque es alguien de la región, que entiende la problemática del Chocó desde su interior.
El valor del libro por retratar al Chocó, a una región que en esa época no se retrató tanto en la literatura nacional...
De alguna manera gracias a este libro, el Chocó se incorporó también a la literatura nacional. Ya existían varios autores chocoanos como Arnoldo Palacios. Pero era también por un lado incorporar al Chocó retratando su problemática política, social, económica, pero al mismo tiempo, haciendo un retrato de su gente, de su tiempo vital, de sus oficios, de la dificultad de la vida, pero también de cómo se encara ese mismo trabajo. A mí me parece que Cote tiene algo muy particular y es que tú lo lees y te das cuenta que hay muchos puntos en común con El coronel no tiene quien le escriba, que se publicó un año antes, también en la revista Mito, y trata también sobre un tipo distinto, el río, los pueblos ribereños y una serie de personajes que en el caso de García Márquez compone una novela y en el caso de Cote, una crónica, pero agrega también elementos del realismo mágico. Hay similitudes también por el surrealismo. Hay un momento en el que Cote dice que en el Chocó lo extraordinario es el normal. En el ambiente estaban descubriendo un país, retratando un modo de ser, un modo de establecer relaciones con el paisaje, con su propia gente, con su pueblo y sus familias. De alguna manera es un retrato que sigue vigente.
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Hablemos de esa confluencia de géneros, de la crónica, pero también del estilo, de la prosa de un poeta como Eduardo Cote...
El libro está escrito por un poeta con una prosa muy delicada. Incluso Darío Jaramillo dijo alguna vez que las páginas de este diario se pueden incluir entre las mejores de la prosa colombiana. Era un poeta que se aproximaba a la narrativa con muchos elementos, con mucha formación, de manera que al tener un relato, que es consecutivo al ser un diario, va registrando una serie de acontecimientos que son muy duros -el libro es producto de un viaje de la Comisión de la Cámara de Representantes- , que narran la problemática social, sino que cuenta los acontecimientos políticos como el problema de la compañía norteamericana que está allí. De manera que son temas lejanos a la poesía, pero abordados de una manera poética, y con poética no me refiero a que los embellezca, que los vuelva nubes, sino que los trata de una manera visceral, propia, con ritmo. Ahí hay un narrador poeta. Une personas, tiempos y lugares con secuencialidad. En algún momento dado no puede dejar de escribir sobre los ríos, lo que habla también de cómo se deja llevar por la voracidad de la naturaleza, por el timbre de los nombres de los ríos y las cosas.
¿Cómo se explica que haya logrado reunir todos estos oficios (poeta, político, cronista)?
Mi papá hizo política muy joven. Fue cónsul de Colombia en Frankfurt. Logró compaginar muy bien al político, el poeta, el narrador. Era una generación que era muy polifacética. Piensa, por ejemplo, en Gómez Valderrama, que era abogado, embajador, narrador, cuentista, novelista. Álvaro Mutis fue un hombre de negocios. Era un país que estaba despegando. Muchos escritores eran personas que tenían intereses muy distintos, y les interesaba su país, y esto es importante porque hay un acercamiento a la realidad colombiana de primera mano, con conocimientos profundos, y con la idea de dar soluciones, en este caso, a un departamento tan olvidado como el Chocó.
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Justamente hablemos de ese tema de la naturaleza...
Hay una cosa muy interesante, y no es que la naturaleza y las personas estén separadas, sino que él logra reunir tanto lo uno como lo otro. Uno mira con tristeza que esta población afro abandonada sigue estándolo hoy en día. Pero al mismo tiempo, hay una simbiosis entre ambos elementos, y como esa misma naturaleza crea una sensación de que el tiempo discurre de otra manera. Uno llega con los afanes de la ciudad, pero uno llega allá y siente que se deja llevar por el caudal de los ríos, por los relojes que son distintos. Cote de alguna manera con este libro incorpora al Chocó al realismo mágico, le da su carta de la naturaleza a la literatura colombiana.
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