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Me defino como una persona sensible, muy conectada con las emociones, empática, estudiosa, optimista. Soy mamá y abuela. Para mí el vínculo familiar es sumamente importante.
Creo en la amistad, en la lealtad y en la dignidad como valores, también en que es válida la opción de dejar en el camino a quienes no aportan en la vida como seres humanos. Me vinculo con la gente desde su esencia, me duele la injusticia, lucho por un mundo más equitativo.
Me gusta subir la montaña, la natación, aunque soy muy friolenta. Desde muy joven he sido ciudadana del mundo.
Orígenes familiares
Rama paterna
Mi abuelo, Humberto Caballero, fue psiquiatra, y mi abuela, María Encarnación Rivera, enfermera. Los dos originarios de la región de los Andes lo que hace dudar de su lugar de nacimiento, pues se sospecha que hubieran nacido en Colombia. No alcancé a conocer a mi abuelo y no tuve mucho contacto con mi abuela, pues vivíamos lejos, pero recuerdo que a mis cuatro años me regaló una muñeca enorme.
Mi papá, César Caballero, estudió cine en Londres y en los años setenta trajo a Venezuela la serie Detectives que tuvo mucho impacto. Se instaló por un tiempo en la India, llevó una vida espiritual muy profunda y me invitó a que hiciera parte del llamado hacia la espiritualidad. Fue maestro de cinta negra de Kung Fu, hacía Tai Chi.
Estuvo colindando con la política en la oposición. Fue libertario, muy apuesto, bohemio, vivió haciendo lo que quiso y este hecho me hizo verlo en algún momento como irresponsable y desentendido, pero con los años, y en la última etapa de su vida, le di una mirada distinta y lo pude interpretar como un hombre desapegado. Conocí de él a través de sus amigos que lo definen como alguien generoso, buen amigo. Esto me conmovió profundamente pues lo supe cuando él ya no vivía.
Rama Materna
Crecí dentro de mi rama materna. Mi abuelo fue un personaje interesante, Enrique Cubillán, que llevó el cine a los pueblos en bicicleta. Mi abuela, Flor Ángel Troconis ayudó a mi educación, me cuidó, crecí con ella y con mis tíos que fueron como hermanos para mí.
Mi abuela fue una mujer muy generosa que resolvió nuestros temas, hizo las veces de mamá, por lo mismo siempre le dije mami. Alguna vez le pregunté si sentía miedo de morir y en su lecho de muerte quiso confesarse conmigo. Murió tranquila, sin remordimientos, pues le dije que el Papa había declarado que después de los ochenta y cinco años no se cargaba con el peso de los pecados. A mi abuela decidí no juzgarla y darle paz.
Mi mamá, Nancy Cubillán, es una mujer muy bella, de ojos verdes, llamativa y peculiar, valiente, arrojada, con un sentido de dignidad muy profundo, firme, fuerte de carácter porque nadie la soslaya. Si bien no estudió, ha tenido criterio y opiniones claras. Me brindó afecto y fue complaciente en la medida de sus posibilidades.
Mi padrastro, Witold Michailjlow, llegó a mi vida en la adolescencia y ha sido muy importante para mi desarrollo intelectual, él respondía todas mis preguntas y me motivó al estudio. Le peleo porque fuma. A pesar de lo peculiar de mi mamá, él dice que la ama profundamente, ese amor es definitivamente amor puro, abnegado, que conmueve.
Tengo tres hermanos, personajes muy importantes para mí. Al menor lo he visto más como un hijo a quien ayudé a cuidar.
Primeros años
Mis papás me tuvieron en su adolescencia, por lo mismo viví una ausencia de estructura, además por su divorcio temprano me vi obligada a madurar rápidamente. Fui criada con libertad y confianza.
Siempre tuve conciencia de que el estudio es fundamental, y en él tuve una ventaja que supe aprovechar. De niña fui muy preguntona, todo lo quería saber. También fui muy llorona. Nunca aprendí “Plastilina Uno” porque en preescolar lloré tanto que me tuvieron que sacar para irme a la casa de mi abuela a ver películas mexicanas a su lado.
Estudié en el colegio de la esquina de mi casa al que me iba caminando, pero como era distraída y soñadora me golpeaba sin falta contra el tronco de un árbol que parecía que emergiera del anden.
Conservo una amiga de esa época, Gisela Pérez, con quien bromeo cuando decimos: “No somos las más viejas amigas, sino las amigas más viejas”. Vive ahora en Perú donde la visito con relativa frecuencia. La amistad ha sido determinante en mi vida.
Recuerdo que una de mis maestras un día se presentó a clase con zapatos de colores diferentes y fui la única que se atrevió a hacerle ver. Desde niña rompí las líneas de autoridad venciendo miedos.
Estudié en el Urbaneja Achelpohl, liceo público al que solo se entraba por notas, una línea experimental de altos estándares, semestralizado, enfocado principalmente en ciencias y humanidades. Y fui equilibrada porque me gustaron las artes, las matemáticas, la literatura, la física. Esto definió mis electivas, adicionando gimnasia. Ya había escrito poemas, cuentos brevísimos, después también un libro. Leí mucha literatura, hice talleres, me involucré con el arte.
Estando en el liceo conocí a un joven que, treinta años más tarde, se convirtió en mi esposo con quien cuento más de ocho años de matrimonio construyendo una historia de amor muy especial.
Me tocó un buen momento en el país, en democracia, pude disfrutar de becas porque en la Venezuela de ese momento el estudio era muy importante, se estimulaba la movilidad social al escalar profesional e intelectualmente. Provengo de clase media y pude emerger, salir adelante, con logros materiales fruto de mi trabajo.
Decisión de carrera
Quise estudiar letras, pero me desanimaron porque, pese a que para mí era símbolo de estatus, de superación, esta área no estaba alineada con ese último propósito. Fue así como a mis dieciséis años comencé a estudiar Administración, aunque nunca me entusiasmó.
Rol de madre
A los diecinueve años quedé embarazada y, al igual que mi mamá, fui madre muy joven, tomé mis propias decisiones en cuanto a la mamá que quería ser, la relación con mi hijo y con su padre.
Además de la carrera y mi hijo, Alioth Orozco, atendí muchas otras actividades, quizás la juventud me proporcionaba la energía que necesitaba. Tuve mucha determinación y firmeza, optimismo potenciado, que me ayudaron a superar tantas dificultades.
Gracias a mi trabajo pude rentar un apartamento en el que creció mi hijo, pero también mi sobrino, José Antonio Gutiérrez, porque de alguna manera lo adopté. Asumí mi rol de madre y le dejé claro a mi hijo que yo no jugaba metras con él, sino que mi papel era de autoridad.
Optimicé el tiempo de la mejor manera, incluso cuando íbamos a mercar, donde cada uno tenía su carro, su lista y el reto de llegar en diez minutos a la caja registradora. Fue una educación lúdica que los formó en responsabilidad, puntualidad, cumplimiento de metas y trabajo en equipo.
Además: “La gran carencia de Colombia es la falta de equidad”: Antonio Hernández Gamarra
Existe una franja muy delgada entre las mujeres que hacen estrategias de sobrevivencia en los barrios buscando salir adelante, que por lo general son madres solteras, y la situación que viví como madre y adolescente, aún cuando era estudiante universitaria y no vivía en un barrio. Me vi reflejada en estas historias, aunque luego tuve una formación académica y un mundo laboral que me validaron.
Estudios de desarrollo
Después de graduarme hice una especialización, una maestría y un doctorado en estudios del desarrollo, siendo la más joven del Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela.
Esto fue así porque he buscado generar bienestar, a mi familia y a la sociedad, entonces hago de mi carrera un instrumento para cumplir con mi compromiso social.
Trayectoria profesional
Trabajé con la banca multilateral, el BID, la CAF y el Banco Mundial, como consultora en formulación y evaluación de proyectos. También combiné la consultoría con trabajos de desarrollo en otras organizaciones.
He sido docente del Instituto Internet e investigadora en el TEBAS de la UCV, centro educativo que tuve oportunidad de codirigir y en el que lideré su departamento de investigación. También tuve la oportunidad de dar aportes al conocimiento en los inicios del e-learning que me dio la oportunidad de asistir a conferencias fuera de mi país y de escribir un libro y varias publicaciones sobre el tema educativo y el impacto de las tecnologías.
Ashoka
Mi trayectoria profesional me llevó a dirigir en Ashoka el programa Venture and Fellowship para la Región Andina, donde se trabaja en emprendimiento social. Se trata de la red más grande de emprendedores en el mundo, cerca de cuatro mil, con treinta y cinco años desde su inicio.
Desde aquí reconocemos y validamos emprendedores en América Latina, se empoderan en su papel sin asistencialismo paternalista.
Fue así como amplié mi alcance a la región rompiendo fronteras, reconociendo diferencias y afirmando puntos comunes.
Social Skin
Como parte del ecosistema conocí al Grupo Bolívar – Davivienda que ha hecho un trabajo extraordinario por el emprendimiento y todo lo que este significa.
He sido jurado de su convocatoria con el compromiso de evaluar un número importante de proyectos sociales de jóvenes emprendedores en un momento crítico, ahora acentuado por la pandemia.
Se trata de proyectos con un nivel extraordinario y de alto impacto social, apoyados en tecnología y en el carácter sensible y empático de los jóvenes hacia temas que requieren arrojo y decisión.
Familia
Hace ocho años me establecí con mi esposo, Miguel Cabrera Machado, quien es filósofo y empresario, en una familia muy bien estructurada, padre de tres mujeres con quienes he construido las mejores relaciones, además, mi suegra vale oro.
Hoy mi hijo y mi sobrino viven en Chile, son jóvenes migrantes, ambos profesionales, y de los que me siento muy orgullosa pues continuaron con el legado del estudio, de la superación, como parte importante de la vida. Tengo dos nietos, Santiago y Lucas, porque fui abuela a los cuarenta y cuatro años. El mayor me recordó a mi hijo, el menor me validó como abuela. Hubiera deseado ser mamá de quince niños.
Lucas
Lucas hace en mi vida un antes y un después, desde hace once años cuando nació, que me llevó también a estrechar vínculos con mi nuera, María Felícita Taborda, para trabajar en función de Lucas.
Lucas de cinco meses sufrió un síndrome neurológico gravísimo, Síndrome de West, es epiléptico, sus convulsiones son como desmayos, el más grave que existe, y que le generó un retraso cognitivo y motor a todo nivel.
El diagnóstico es muy crítico, pues evoluciona muy rápido hasta llevarlos a la parálisis cerebral, y el de Lucas fue devastador.
Como no acepto un no por respuesta, entonces me di a la tarea de estudiar el tema, investigarlo y gestionar cuanto fuera necesario . Nunca superé la etapa de negación, jamás lo acepté, y esto activó un motor imparable que no se detuvo sino hasta lograr la cura de algo que es muy difícil superar.
El neuropediatra recibió las grabaciones de los desmayos que sufrió Lucas y rápidamente tuvo el diagnóstico que nos permitió someterlo a las más exigentes terapias, que fueron muy frecuentes, siete semanales, y que le permitieron superar el síndrome, salir adelante, estudiar. Hoy Lucas se expresa con gran talento para el canto, la pintura y el dibujo, pues tiene enormes habilidades artísticas.
Emprendimiento
Recorrí los caminos del emprendimiento, lo que significa todo un desafío. Y lo hice desde la experiencia con Lucas al querer beneficiar a otros niños con los conocimientos adquiridos y apoyada en la neurociencia.
Nació de esta manera Aprende más, centro que atiende niños con dificultades de neuro desarrollo. Mi trabajo allí es pro-bono.
Aprende más se acerca a los padres y a los docentes que no están preparados para atender estos casos, en el propósito de integrar a los niños a la sociedad, lo que significa todo un proceso, pero que se debe gestionar.
Reflexiones
Para mí el psicoanálisis, la reflexión, el conocerse a sí mismo, han sido una herramienta fantástica y determinante en mi vida que me ha aportado ecuanimidad. Considero que el rol de la mujer es fundamental, no con tendencia feminista, sino en el equilibrio y equidad.
Destaco la importancia en la crianza de los hijos varones para que sean íntegros, equitativos.
Uno de mis lemas insiste en realidades, en no quedarse con un no, seguir el camino del corazón para tomar decisiones y apoyada en la razón.
El arte despierta mi sensibilidad y capacidad de asombro. Me entusiasma ver un atardecer, a los artistas impresionistas, la luz y los muchos azules del mar o los verdes de la montaña. El arte me conmueve.
Soy una convencida de que el amor mueve montañas. También soy agnóstica, aunque bautizada. Estos son temas en los que uno se cuestiona desde el punto de vista ético, desde los valores, porque qué es un pecado que en su esencia tiene ese aspecto religioso que condena y juzga.
¿Qué es el tiempo en tu vida?
Conocí un tiempo que no es el cronológico, sino el AION. Es el tiempo del presente, de lo que acaba de ocurrir y de lo que está próximo. Entonces rompí con la temporalidad cronológica y me instalé en el presente continuo.
¿Temes a la muerte?
Me gusta la idea de la inmortalidad.
¿Cómo quieres ser recordada?
Como alguien que supo tomar las decisiones que consideró adecuadas asumiendo las consecuencias con valentía, tenacidad y mucho amor. La pandemia nos ha acercado a la muerte, a lo vulnerable que somos en medio de la finitud.
Más que ser recordada quizá prefiero la idea del olvido, del ser olvidada, pero como dice Benedetti “El olvido está lleno de memoria”.
¿Cuál debería ser tu epitafio?
Vio el vaso medio lleno, insistió sobre la realidad, aprendió de los errores y siguió el camino del corazón. Quisiera hacer una celebración fúnebre en vida.