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Me cogió la nueva pandemia recién divorciado y con medio trasteo en casa de mis viejos. Pensé que sería algo fugaz, a lo sumo un par de meses y ya está. Juraba que después volvería a colonizar un nuevo espacio, ese lugar perfumado, con aire de soltero, que me permitiría dejar atrás la tusa, conquistar nuevas divas y por fin quemar la etapa de soltería que nunca quemé.
Pero no fue así, nos encerraron de nuevo, indefinidamente, no completé el trasteo y tampoco disfruté mi inesperada soltería como pensaba. Sin embargo, ha sido un tiempo hermoso. Creo que ya estaba acostumbrado a no salir, a no querer nunca más volver a salir.
En este tiempo solo me he dedicado a escribir el diario de mi pasado inmediatamente anterior. Sentía que hay cosas que debo decir, y como no tengo a quien contárselas decidí escribirlas, por si algún morboso quiere leerlas mientras cierran la cremallera de la bolsa de mi cadáver.
Todas las noches antes de dormir un ritual breve de no más de una hora. Al son de dos copas de vino y dos o tres cigarros he venido dejando plasmados en una vieja esquela 500 hojas de vivencias tan confinadas como mi propia vida. Todos mis horribles pensamientos y actos desordenados del día que ya pasó y la noche que llega.
Capítulo especial en este extenso diario, merece la relación con Tracy, una chica que me dio match en Tinder hace casi un año y que conocí personalmente 15 días atrás, cuando por fin pude asomar la cabeza de nuevo por Bogocaótica ciudad. Cuando la vi tome un nuevo aire, uno más puro y menos contaminado, acto seguido le sonreí con los ojos mientras me ajustaba nuevamente el tapabocas.
Tracy me animó a salir. Ir en busca de su encuentro es parte del camino que debe recorrer la tinta que se riega por mi diario y que dejará leer, a quien se atreva, esta correría digital que emprendí para verla algún día.
Cientos de páginas atrás cuentan cómo Tracy y yo nos pasamos del Tinder al Facebook y luego al Whastapp. Cómo la stalkié, cómo me stalkió. Como nos despedíamos todas las noches, con tanto amor, con miles de besos y emoticones, sin ni siquiera saber si realmente existíamos. ¿Existimos?
Con el paso de los días cada uno de los dos ya sabía todo del otro: las fotos, los viajes, los parientes, los gustos ¡Todo!, o bueno “casi todo”. Pero el flirteo digital no hace lluvia en verano, así que insistí e insistí hasta que por fin logré ponerle una cita en un centro comercial con todos los protocolos.
Después de varios meses de haberme consagrado como todo un Romeo del chat, pude encontrarme con ella, verla de frente e imaginarme sus labios a través de su tapabocas. Sentí muchos nervios, era altísima, con porte de modelo, sus piernas largas y bronceadas despertaron mis más bajas pasiones, así que sonreí de placer y me senté a conocerla.
Tracy me miró a los ojos con perspicacia, yo sentía que ella tenía mucho por decirme, presentía que ocultaba algo, quería verla y escucharla plenamente, así que le insistí que se quitará la bufanda y el tapabocas, ella se negó varias veces, decía que todavía no era seguro, que ¿para qué? Que todo llegaba a su tiempo.
¿Para qué? ¿Por qué tanto afán de ver sus ojos y sus labios? Pues para descubrir sutilmente, poco a poco, como un génesis y una revelación, que su manzana de Adán era de tremendo Adán y no de una delicada Eva.
Y así llegó el amor, como nunca lo imaginé. Y así la angustia de mi soledad sobrepasó la sorpresa. ¿Qué me detiene? Al diablo con tanto prejuicio, Tracy es real, me gusta y no importa como sea. Pensé ¡Voy a tocar polo a tierra!
Esa noche se convirtió en el más fiel testigo de un nuevo idilio, raro, rarísimo, censurado por casi todos, pero con una varita mágica que tiene mi vida hechizada de placer y felicidad.
Tanto que puse mis manos como un gran megáfono sobre mi boca, para gritarle en la cara al mundo y al que se me planté en frente: ¡Pasa ya la página! Amor es amor en todas sus expresiones.