Ty Cobb, quien en la temporada de 1905 firmó su primer gran contrato como beibolista por un salario de 700 dólares.
El asesinato de su padre marcó a Ty Cobb mucho más allá del dolor, y por supuesto, del odio hacia su madre, quien le había disparado y a quien juzgaron como culpable involuntaria en 1906. Lo marcó en su ser, en su desprecio por la humanidad, que bien podría llamarse asco. Por cualquier nimiedad muy humana, una mujer que además era su propia madre, había matado al único ser humano que le había importado en su vida, y el único a quien había admirado. Un error, mil rumores, falsas informaciones mezcladas con verdades, miedo, pasión, unas cuantas...
Por Fernando Araújo Vélez
De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com
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