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¿Cómo fueron sus diez años como curador en jefe?
Fueron muy productivos y llenos de retos. Siento que el museo está muy bien posicionado, tiene una excelente relación con sus públicos y está muy saludable en términos de programación. Llegué a ocupar este cargo entre finales de 2014 y principios de 2015, con un mandato muy claro: aprovechar la expansión física del museo para repensar el proyecto museológico y, al mismo tiempo, para consolidar la expansión del museo, que tenía que ver con aprovechar esa posibilidad para embarcarnos en proyectos más ambiciosos, de más largo aliento, de mayor envergadura, quizá también en partes más internacionales. La pandemia nos hizo llevar a cabo un proceso de reflexión interna e hicimos unos ajustes en términos programáticos y de visión museológica.
¿Cómo describiría su gestión en el MAMM?
Dividiría mi experiencia personal en dos etapas: del 2015 hasta la pandemia y después de la pandemia hasta acá. Como decía, ahora el museo está más balanceado en cuanto a programación. El MAMM siempre tuvo la ambición de ser un museo muy arraigado en la ciudad: fue fundado por un grupo de artistas, entusiastas del arte y empresarios a finales de los años 70, un poco impulsados por la efervescencia de las bienales de Coltejer, pero también porque ellos no encontraban en ese momento un sitio en el cual mostrar su trabajo. Por eso es determinante la identidad del museo, que tiene en sus orígenes el espíritu de un espacio independiente o de un espacio de artistas. Siempre ha sido muy importante mantener una relación muy estrecha con esa comunidad a la que nos debemos, pero, al mismo tiempo, con ese crecimiento intentamos que el museo sea cada vez más un espacio de encuentro entre las prácticas locales y las internacionales. No ha sido un camino necesariamente fácil, porque, siendo una institución privada sin ánimo de lucro, el tema financiero siempre es un reto, pero en cuanto a la visión programática y al lugar que ocupa en el imaginario de la ciudad del país y a nivel internacional, me voy muy satisfecho.
¿Cuáles fueron los retos más grandes a los que se enfrentó como curador en jefe en estos diez años?
El primero, y más importante, fue crear un programa que tuviera sentido en el contexto del MAMM, de Medellín, de Colombia y del lugar que esos lugares juegan en el ecosistema artístico mundial. No es un secreto para nadie que es una plaza compleja, por distintos motivos que, en parte, tienen que ver con una idiosincrasia local y con el hecho de que Medellín está empezando a cambiar. Creo que, en esa transformación de la ciudad, el MAMM también ha jugado un papel, pero entender esos matices de la cultura local y de cómo se relaciona con la nacional y las prácticas artísticas mundiales, etc., fue un reto grande. Eso implicó visitas de estudio y conversaciones. Para mí, implicó meterme en las prácticas artísticas de la ciudad y, al mismo tiempo, intentar entender esa idiosincrasia paisa. Hubo momentos difíciles y frustrantes, de no entender lo que estaba pasando, pero, al final, logramos un equilibrio. Por otro lado, estuvo el tema de la profesionalización. Con la expansión, teníamos la oportunidad de empezar a funcionar como un museo global, con estándares internacionales que nos permitieron realizar una serie de proyectos que antes no habrían sido posibles y, también, realizar alianzas con otras instituciones.
¿Podría mencionar un proyecto que lo haya hecho sentir muy orgulloso?
Es una pregunta bien difícil. Cada proyecto, por pequeño o grande que fuera, fue increíblemente importante. Le metí el mismo corazón y la misma pasión, muchos de ellos curados por mí, otros por gente de mi equipo o curadores invitados. Uno de los que tengo cercanos a mi corazón es la exposición de Allora & Calzadilla, en la que presentamos el performance Stop, Repair, Prepare, en el que hay un piano con un agujero en medio y un personaje está metido adentro de ese piano y toca el Himno de la alegría hacia atrás, moviéndose por el espacio. Más allá de la dificultad técnica de traer el piano, de preparar a los músicos, etc., es uno de los performances más increíbles que hay en el mundo, en mi opinión; es una de mis obras favoritas. Otro proyecto importante fue “Pasado tiempo futuro. Arte en Colombia en el siglo XXI”, en el que invité a cinco curadores colombianos para hacer juntos una selección de obras hechas entre el 2000 y el 2019 y que transformaron el ecosistema artístico colombiano, eso fue para mí una especie de graduación del arte colombiano.
Para usted, ¿qué lugar ocupa la escena artística de Medellín en el contexto colombiano y a escala internacional?
Es una pregunta que me sigo haciendo. En Medellín hay artistas increíblemente talentosos, pero hay una infraestructura que no está a la altura de ese talento y de esa cantidad de artistas. Eso me parece que limita el impacto de Medellín en el mundo. Nosotros intentamos también abordar esa especie de frontera tan marcada entre Bogotá y Medellín. Creo que los artistas de esta ciudad tienen que buscar más oportunidades afuera. Hay mucho campo para crecer. Una de las grandes fallas es que en Medellín no hay crítica de arte y la poca que hay siento que es muy visceral y poco informada. Eso no ayuda a que los artistas tengan retroalimentación. Adicionalmente, en Medellín existe la idea de la construcción de ciudad como una responsabilidad compartida entre lo privado y lo público, creo que hay muy poca apropiación de lo público y no hay una política pública alrededor del arte y las prácticas artísticas. Medellín tiene que trabajar en esto con cierta urgencia y hay un camino largo por recorrer.
¿Cuál fue la lección más grande que le dejó su paso por el MAMM?
Que hay que creer en lo que uno está haciendo y que las apuestas o visiones que uno persigue son correctas si uno lo hace con conciencia y compromiso. Así sentí que estaba llevando mi trabajo en el MAMM y llegar ahí fue como un regalo para mí. Asumí el cargo cuando tenía 35 años, después de algunas experiencias internacionales muy buenas, pero este museo fue mi oportunidad de terminar de formarme como curador y como alguien que piensa alrededor de las artes visuales. Llegué un poco titubeante al principio, pero siento que me mantuve firme y claro, a pesar de los cuestionamientos que hubo durante esos primeros momentos. No pienso que haya hecho todo perfecto, pero siempre lo hice de manera honesta, con errores y todo, pero con convicción.