Una conversación con una cazadora de eclipses
A propósito del eclipse solar que se hizo visible en Norteamérica, presentamos esta entrevista con la astrofotógrafa Diana Rojas, que habló para El Espectador sobre su pasión por los eclipses, entre otras cosas.
Primero, hablemos de Villa de Leyva. ¿Qué condiciones llevaron a que recibiera la certificación como un destino Starlight?
Villa de Leyva siempre estuvo en el listado de lugares que queríamos que fueran un destino Starlight. Sin embargo, en los 27 años del Festival de Astronomía, llevábamos un proceso para alcanzar este objetivo y, finalmente, le hicimos la propuesta al exalcalde Javier Castellanos y él nos ayudó para que finalmente pudiera salir la certificación
¿Qué elementos hicieron de Villa de Leyva un destino especial para la observación astronómica?
Villa de Leyva tiene una muy buena condición en sus cielos, aparte de su belleza patrimonial y arquitectónica. Además, está cerca de los desiertos y sabemos que son los menos propensos a tener una mayor concentración de nubes, lo que la deja como la casa del festival. Su cercanía con Bogotá también convierte al pueblo en un destino ideal para el astroturista.
Parte de la certificación implica un compromiso por el cuidado de las condiciones del cielo, ¿qué acciones llevan a cabo para mantenerlo en buen estado?
Lo que más defiende la certificación, y aquí es donde entramos nosotros, como sus abanderados, es la lucha contra la contaminación lumínica. Cuando estamos en grandes ciudades las luces no nos permiten observar las estrellas, y lo que más defiende Starlight es el derecho de la humanidad a observar la luz de las estrellas. Por eso, para nosotros, es tan importante trabajar para proteger los cielos. Siempre digo que no es dejar de iluminar, es hacerlo de manera inteligente.
¿Cómo llegó a ser la presidenta de Asasac?
Empecé en el mundo de la astronomía hace casi 20 años, haciendo astrofotografía, y así ingresé a la Asociación de Astronomía de Colombia. He sido astroturista durante varios años, de esa forma comencé a cazar eclipses. El primero que cacé fue en China, en 2009, y así continuó creciendo mi interés por la astronomía. Conocí a diferentes personas y siempre he sido muy emprendedora. Exsocios que también fueron expresidentes de la Asociación me motivaron a seguir sus pasos en este cargo, en el que ya llevo ocho años.
¿Cuál es la diferencia entre un eclipse observado y uno cazado?
La mejor forma de definirlo es con el dicho: “Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”. El primer eclipse lo vi cuando aún estaba en el colegio, en 1998, y pasó por donde yo estaba, por lo que pude observarlo. De ahí en adelante me he movido a otros países para poder verlos, por ejemplo China, Noruega y Singapur.
¿Qué despertó en usted el primer eclipse que observó?
Recuerdo que nos decían que nadie podía ver el eclipse y que tuviéramos cuidado porque nos íbamos a quedar ciegos. Quería salir a verlo, pero nos dijeron que nos quedáramos en el salón. El eclipse pasó y se fue, pero me quedé con los recuerdos de que alcancé a observarlo, pero fue difícil por la falta de práctica y conocimientos para hacerlo correctamente.
¿Para usted qué representa un eclipse?
Representa la culminación de muchas cosas. Cuando uno empieza con la preparación para ir a verlo, toca hacer el análisis de dónde se puede observar mejor y hacer estudios meteorológicos históricos de ese día y hora para ver si hay probabilidad de cielos despejados. También es la emoción de viajar y conocer nuevos destinos, llegar y llenarse de una “adicción a la totalidad”, porque es emocionante observar un eclipse cuando llega a su punto máximo, y no puedo dejar de sonreír cuando eso pasa, y pienso: lo logré, uno más. Los eclipses son mi forma de hacer astronomía.
Primero, hablemos de Villa de Leyva. ¿Qué condiciones llevaron a que recibiera la certificación como un destino Starlight?
Villa de Leyva siempre estuvo en el listado de lugares que queríamos que fueran un destino Starlight. Sin embargo, en los 27 años del Festival de Astronomía, llevábamos un proceso para alcanzar este objetivo y, finalmente, le hicimos la propuesta al exalcalde Javier Castellanos y él nos ayudó para que finalmente pudiera salir la certificación
¿Qué elementos hicieron de Villa de Leyva un destino especial para la observación astronómica?
Villa de Leyva tiene una muy buena condición en sus cielos, aparte de su belleza patrimonial y arquitectónica. Además, está cerca de los desiertos y sabemos que son los menos propensos a tener una mayor concentración de nubes, lo que la deja como la casa del festival. Su cercanía con Bogotá también convierte al pueblo en un destino ideal para el astroturista.
Parte de la certificación implica un compromiso por el cuidado de las condiciones del cielo, ¿qué acciones llevan a cabo para mantenerlo en buen estado?
Lo que más defiende la certificación, y aquí es donde entramos nosotros, como sus abanderados, es la lucha contra la contaminación lumínica. Cuando estamos en grandes ciudades las luces no nos permiten observar las estrellas, y lo que más defiende Starlight es el derecho de la humanidad a observar la luz de las estrellas. Por eso, para nosotros, es tan importante trabajar para proteger los cielos. Siempre digo que no es dejar de iluminar, es hacerlo de manera inteligente.
¿Cómo llegó a ser la presidenta de Asasac?
Empecé en el mundo de la astronomía hace casi 20 años, haciendo astrofotografía, y así ingresé a la Asociación de Astronomía de Colombia. He sido astroturista durante varios años, de esa forma comencé a cazar eclipses. El primero que cacé fue en China, en 2009, y así continuó creciendo mi interés por la astronomía. Conocí a diferentes personas y siempre he sido muy emprendedora. Exsocios que también fueron expresidentes de la Asociación me motivaron a seguir sus pasos en este cargo, en el que ya llevo ocho años.
¿Cuál es la diferencia entre un eclipse observado y uno cazado?
La mejor forma de definirlo es con el dicho: “Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”. El primer eclipse lo vi cuando aún estaba en el colegio, en 1998, y pasó por donde yo estaba, por lo que pude observarlo. De ahí en adelante me he movido a otros países para poder verlos, por ejemplo China, Noruega y Singapur.
¿Qué despertó en usted el primer eclipse que observó?
Recuerdo que nos decían que nadie podía ver el eclipse y que tuviéramos cuidado porque nos íbamos a quedar ciegos. Quería salir a verlo, pero nos dijeron que nos quedáramos en el salón. El eclipse pasó y se fue, pero me quedé con los recuerdos de que alcancé a observarlo, pero fue difícil por la falta de práctica y conocimientos para hacerlo correctamente.
¿Para usted qué representa un eclipse?
Representa la culminación de muchas cosas. Cuando uno empieza con la preparación para ir a verlo, toca hacer el análisis de dónde se puede observar mejor y hacer estudios meteorológicos históricos de ese día y hora para ver si hay probabilidad de cielos despejados. También es la emoción de viajar y conocer nuevos destinos, llegar y llenarse de una “adicción a la totalidad”, porque es emocionante observar un eclipse cuando llega a su punto máximo, y no puedo dejar de sonreír cuando eso pasa, y pienso: lo logré, uno más. Los eclipses son mi forma de hacer astronomía.