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Ver fútbol a través del televisor (Fútbol paradójico)

El televisor se ha convertido en un receptor de enojos, iras, rabietas y demás palabrotas que se nos han ocurrido para denostar de una protagonista, un concursante, una deportista, un narrador o un técnico de fútbol.

Juan Carlos Rodas Montoya
07 de mayo de 2022 - 07:48 p. m.
"Desde que apareció el VAR hay más televisores rotos y tristes", afirma Juan Carlos Rodas Montoya.
"Desde que apareció el VAR hay más televisores rotos y tristes", afirma Juan Carlos Rodas Montoya.
Foto: Archivo particular
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“Es una escena habitual. Gente sola o en grupo hablándole al televisor. -Claro…les habla como si los tipos que se ven en la tele lo pudieran escuchar. ¡Ja! -Reflexiona alguien al observarlo”.

-Pedro Saborido.

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Puñetazos, botellazos, cucharazos, zapatazos y todos los azos habidos y por haber. Ver televisión implica una interacción activa y vital con el aparatejo por el que brotan y emanan sonidos, imágenes, voces, narraciones, alaridos y arengas. El televisor se ha convertido en un receptor de enojos, iras, rabietas y demás palabrotas que se nos han ocurrido para denostar de una protagonista, un concursante, una deportista, un narrador o un técnico de fútbol. ¡Pobre televisor! Le pegan, lo insultan, lo tiran lejos, lo quiebran contra paredes y pisos. ¿Cuántas veces nos tocamos la cabeza cuando nuestro equipo no hizo el gol o cuando nos salvamos de uno? La cabeza como extensión del televisor. Dicen que nació para formar, entretener y acompañar a solitarios empedernidos que lo acogen como un excelente pretexto para no vivir en soledad, pero lo que no sabemos es que mientras más le hablemos, menos nos escuchará porque nuestros insultos retornan como ecos en nosotros mismos. He visto que algunos han creado campos semánticos frente al televisor, han danzado, gritado y abrazado a un mueble inerte que lo único que hace es transmitir imágenes y sonidos. He visto seres humanos que le dan patadas porque el balón pasó rozando un palo y faltaban dos minutos para el final. He visto besar al trasto, muerto y vivo, como símbolo de amor para el galán o la actriz principal. He visto cómo se han electrocutado en la mitad de una celebración de un gol, tumbar el televisor y seguir el grito de gol. El caído que late sigue su transmisión en la acera mientras los del grito son socorridos por bomberos y médicos. Únicamente importa el gol, el triunfo y, el mueble, que parece más natural que la naturaleza misma, cobra vida cada que lo prendemos o encendemos (prender y encender), es decir, cada que le queremos “echar candela”. Estos seres visuales tienen ojos, oídos, corazón, hígado y riñones. Además, son soporte de materas, velas y carpetas de croché, sostén de ceniceros, candelabros y porcelanas que se caen cuando el primer gol es en contra, pero cuando es en favor, caen gatos, perros, pájaros, jaulas y cuadros. Nada mejor para un buen televidente que un televisor enclavado en la pared porque son menores los riesgos de destruir el apartamento o la casa. En el estadio ninguna de estas escenas sería posible y, sin embargo, muchos hinchas del fútbol prefieren estar en casa y tener la posibilidad de abrazar, en pleno cántico de gol, al abuelo muerto hace años, al cuadro del Sagrado Corazón de Jesús que se alegra con uno y, sobre todo, gritar, celebrar, quitarle las flores al florero que soporta el televisor y tirarlas lejos, más lejos. Después, frente a la derrota, tirarlo por la ventana y llorar sin descanso hasta que haya otro partido o, mejor, otra revancha. Desde que apareció el VAR hay más televisores rotos y tristes.

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Por Juan Carlos Rodas Montoya

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