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                                                                                                                                Y eran una sola sombra (Por capítulos)

                                                                                                                                Presentamos el capítulo “En Calle Sepúlveda (2020)”, de la novela “Y eran una sola sombra”, de Isabel-Cristina Arenas Sepúlveda.

                                                                                                                                Isabel-Cristina Arenas Sepúlveda

                                                                                                                                Imagen de la portada de la novela "Y eran una sola sombra".
                                                                                                                                Foto: Cortesía

                                                                                                                                En Calle Sepúlveda (2020)

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                A Isabel no la conozco. Sus manos, sus pies, el tacto de su pelo, su voz, su olor, todo me lo va contando mi madre. Sus dos hermanos me dieron datos, nostalgias y culpas, pero mi madre me la cuenta a ella, y no terminará de hacerlo. A veces escucho de nuevo su voz torturada en la grabación que le hice sin permiso o en los mensajes en donde respondió mis preguntas. Si necesito saber un detalle, ella no se niega. ¿Otra vez me va a hacer llorar?, dice y me lo cuenta. Soy su corazón y su espada amarilla. No le teme a su muerte sino a mi vida sin ella, a mi desamparo, a que vuelva a perder el techo y ella no esté ahí para empacar cajas. En mi último viaje a Colom- bia fuimos juntas a Girón, casas blancas, calles de piedra: es el pueblo en donde nació Isabel, pero no íbamos en su búsque- da, quizás ni la mencionamos esa tarde. Habíamos ido varias veces a rezar a la iglesia y a tomar malteada en la heladería de la esquina, pero en esa visita hicimos lo que mucha gente hace allí: pedir favores específicos. Justo en la plaza principal hay una tienda en donde venden figuritas de metal con forma de brazos, piernas, torsos, cabezas o cuerpos completos que están amarrados con un hilo rojo brillante; su tamaño es la mitad de un cigarrillo. Uno lo compra, lo aprieta en medio de la mano y pide. Después entra a la iglesia en busca de quien le va a hacer el favor y lo lanza a los pies del Señor de los Milagros. Ese día entramos también con una vela encendida y yo lancé dos figuritas: un hombre y una mujer con un lazo rojo individual, pero antes de hacerlo los até, no con un nudo ciego, sí con uno que tuviera que soltarse con cuidado, con amor y ceremonia si era necesario hacerlo, y pensando en que, por favor por favor, nunca lo fuera.

                                                                                                                                Al estar de rodillas frente al Señor de los Milagros sentí el suelo con los dedos de mis pies, mi calzado no era cerrado y de punta redonda como el que Alfredo le hacía a Isabel, o como el que le hizo a mi madre cada año para ir a la escuela. Cuando yo nací, el letrero de El Cisne ya había cambiado y todo lo que se vendía en el almacén era solo para hombres.

                                                                                                                                Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

                                                                                                                                Imagen de la portada de la novela "Y eran una sola sombra".
                                                                                                                                Foto: Cortesía

                                                                                                                                En Calle Sepúlveda (2020)

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Al estar de rodillas frente al Señor de los Milagros sentí el suelo con los dedos de mis pies, mi calzado no era cerrado y de punta redonda como el que Alfredo le hacía a Isabel, o como el que le hizo a mi madre cada año para ir a la escuela. Cuando yo nací, el letrero de El Cisne ya había cambiado y todo lo que se vendía en el almacén era solo para hombres.

                                                                                                                                Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

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                                                                                                                                Temas recomendados:

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